Recado al embajador de Venezuela en Chile

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Recado al embajador de Venezuela en Chile

Lo ocurrido en Iquique no es solo la barbarie con seres indefensos que hoy avergüenza a Chile. Es repulsivo también asistir al resurgimiento del ideario más tenebroso que ha conocido la Humanidad: el fascismo.

Querido compatriota Arévalo Méndez Romero,

Embajador de la República Bolivariana de Venezuela.

Mi vergüenza e indignación por lo ocurrido en Iquique es tan grande que me cuesta expresar mi repulsa con serenidad

Quienes fuimos inmigrantes en Venezuela, acogidos por la hospitalidad de sus autoridades y su pueblo, aprendimos a querer y respetar a su país, su historia y su hermosa cultura. Mi experiencia de más de cinco años en Venezuela, fortaleció los valores latinoamericanistas que me identifican con la revolución bolivariana.

Más de 200 mil chilenos migraron -o fuimos expulsados- bajo la tiranía de Pinochet y sus cómplices militares y civiles. La mayoría fue a México, Venezuela, Cuba, Argentina, República Democrática Alemana, Francia, Suecia, Canadá, etc. Muchos chilenos hicieron nido en esas tierras y ellos, sus hijos y nietos son ciudadanos de esos países.

Chile, compatriota embajador, es un país receptor y emisor de migrantes. Nuestro mestizaje es un torrente de sangre mapuche, española, alemana, italiana, croata, palestina, libanesa, judía, china, japonesa, francesa, suiza, inglesa, peruana, boliviana, etc.

En el siglo pasado más de un millón y medio de chilenos, principalmente de Puerto Natales y Chiloé, trabajaron en las minas de carbón de Río Turbio, en Bariloche y en las industrias de Buenos Aires y otras ciudades de Argentina.

La migración chilena hoy alcanza a más de 650 mil personas que viven, trabajan o estudian en países que les han brindado mejores condiciones de vida. Los migrantes chilenos forman parte del enorme ejército de 281 millones de personas que según la ONU buscaban el 2020 un trabajo para alimentar sus miserias y sueños.

Lo ocurrido en Iquique no es solo la barbarie con seres indefensos que hoy avergüenza a Chile. Es repulsivo también asistir al resurgimiento del ideario más tenebroso que ha conocido la Humanidad: el fascismo. La corrosiva doctrina que costó más de 70 millones de víctimas en la II Guerra Mundial, está dando señales de reactivación en varios países. También ha ganado espacios en la conciencia del pueblo de Salvador Allende, Miguel Enríquez, Raúl Pellegrín y miles de luchadores sociales. Todavía son reductos minoritarios los que agredieron a los migrantes venezolanos. Pero gozan de la protección y aliento de la democracia boba que vive Chile y de los caudales de la oligarquía. Si el pueblo trabajador no despierta de su sopor economicista -para dotarse de una conducción revolucionaria independiente-, Chile quedará otra vez prisionero en la trampa de acero del fascismo. Hablemos francamente: las conciliaciones y regateos que impone la política electoral y la creciente debilidad de la Convención Constitucional, que se achuncha ante el poder financiero y militar de la oligarquía, están asfaltando el camino del retorno fascismo.

Usted, compatriota embajador, que fue cercano colaborador del presidente Hugo Chávez, es testigo que él llamó «compatriotas» a todos los latinoamericanos. Es el apelativo más revolucionario en un continente desmembrado por el imperialismo y los nacionalismos aldeanos. Conservo un ejemplar de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, quizás la más democrática de América Latina, con una dedicatoria que me honra: “Al compatriota Manuel Cabieses con fe y certeza en la victoria de los pueblos. Hugo Chávez Frías. Miraflores,15 de septiembre de 2002”.

Venezuela ha sido el hogar de millones de migrantes. Más de 5 millones de colombianos cuyos hijos hoy son venezolanos. Cientos de miles de portugueses, italianos, españoles, árabes, europeos de variadas nacionalidades, peruanos, chilenos, argentinos, ecuatorianos, cubanos, etc.

A los compatriotas venezolanos que han sufrido en tierra chilena el odio del fascismo, les pedimos que se unan a nuestra lucha contra ese veneno ideológico que amenaza a todos por igual.


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