Rabia de una juventud que no debe nada al «gobierno…

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La rabia de una juventud que no le debe nada al «gobierno progresista»

La necesidad de pelear contra las burocracias sindicales y de los movimientos sociales, y el potencial del malestar juvenil para transformarse en rabia y organización. Este artículo es una versión de la ponencia presentada por el autor en la Escuela de Verano Anticapitalista y Revolucionaria de la CRT en Barcelona el pasado 23 de julio.

Llevamos un año y medio de pandemia con un Gobierno “progresista” que, ante una nueva crisis social, ha aplicado un nuevo rescate de los capitalistas en un marco de restauración del Régimen del 78 y de la Monarquía.

A la vez, en los últimos años estamos viviendo un retorno de la lucha de clases en el escenario internacional, con distintos fenómenos de lucha que reactualizan los rasgos de nuestra época de crisis, guerra y si no revoluciones todavía, al menos sí de revueltas.

Alguien podría objetar: “Pero en el Estado español hay una situación de desmovilización, de paz social e incluso un auge de la extrema derecha, no permite que hablemos de revoluciones, es utópico”. Vayamos a cuáles son las razones de esta situación, y, lo que es más importante, qué podemos hacer para que cambie.

En primer lugar, el clima político de desmovilización y derechización es el resultado precisamente de las políticas reformistas y del rol de las burocracias políticas, sociales y sindicales, cada vez más moderadas y adaptadas a la miseria de lo posible, a las migajas de este gobierno. A la vez que garantizan la paz social necesaria para la restauración del régimen y que pase la hoja de ruta de salida de esta crisis a nuestra costa, dejan el terreno libre a una extrema derecha que, por el contrario, lanza una demagogia cada vez más radicalizada aprovechando la crisis social.

Pero, aun así, incluso durante este año y medio de pandemia, hemos visto un aumento de diferentes procesos de lucha y de resistencia cada vez más interesantes, también en el Estado español. Es importante ver cuáles son las fuerzas sociales que pueden revertir este proceso y poder reiniciar un nuevo ciclo de luchas que abran nuevas oportunidades de transformación social.

Una paulatina pero constante recomposición de la conflictividad obrera

Durante la pandemia ha existido una política de “contención” de parte del gobierno, de la que la principal herramienta ha sido y son los ERTEs. Con esta “subvención” directa a los costes salariales de las empresas, se ha conseguido evitar el cierre de muchas y algunos despidos masivos, si lo comparamos con el inicio de la crisis de2008. Aun así, no se han evitado miles despidos y menos aún el aumento de la precariedad.

Con el avance de la pandemia y la mayor reapertura de la economía, si bien se está produciendo una cierta estabilización y una relativa recuperación económica – muy sujeta a la evolución de la pandemia, la economía mundial y la llegada de los fondos europeos -, también estamos viendo cierres de empresas, despidos y EREs en sectores como la banca, el comercio o la industria. La patronal aprovecha para hacer restructuraciones en la plantilla, sirviéndose de las ayudas recibidas y los mismos fondos de la UE, con el beneplácito del gobierno y las burocracias sindicales.

En este marco se han dado conflictos destacados como los de Alcoa, Tubacex o Airbus Puerto Real, con procesos de huelga que se han alargado durante cientos de días y que tienen gran repercusión social. A esto hay que añadir a sectores de trabajadores públicos que se han precarizado todavía más con la pandemia, como el sanitario o el educativo. Conflictos donde, en algunos de ellos, empiezan a aparecer consignas muy interesantes como la intervención o nacionalización de empresas o su municipalización.

Muchas de estas luchas además se enfrentan no sólo a las empresas privadas, sino al “progresismo” que, desde el gobierno, las autonomías o los ayuntamientos, termina siendo cómplice de las patronales y aplicando directamente recortes y externalizaciones. En un proceso que no ha hecho más que comenzar, ya que reformas como la de los interinos o el endeudamiento público debido al rescate y la dependencia de los fondos, vendrá acompañada de nuevos ajustes y recortes sociales. Una situación que abre el escenario a trabajadores en lucha hagan experiencias políticas con este reformismo de manos vacías.

La lucha contra la burocracia sindical, una tarea urgente e imprescindible

Todo esto se viene produciendo a pesar de que las propias burocracias sindicales, incluso las de la “izquierda sindical”, mantienen asilados estos conflictos y bajo lógicas corporativas, sin plantear la unidad de las distintas luchas ni la perspectiva de un plan general de lucha que enfrente a las patronales y a los gobiernos. El sindicalismo más cooptado por el régimen, como son las grandes centrales sindicales de CCOO y UGT, aun siendo sindicatos obreros, tienen direcciones y una burocracia que se ha creado muchos intereses dentro del Estado capitalista y terminan operando como su apéndice. Directamente han actuado y van a seguir actuando como “bomberos sociales” impidiendo el desarrollo de movilizaciones sociales y laborales como vimos durante el ciclo anterior que arrancó con el 15M.

Este fue uno de los elementos clave que explicó el agotamiento y final de aquel ciclo de movilizaciones, junto con el desvío reformista y electoralista que supuso el surgimiento de Podemos. Muchos de estos burócratas ya tienen que buscar en el diccionario que es una huelga general, porque ni se acuerdan. De esta manera, que fenómenos de resistencia o protesta se expresen en clave “ciudadana”, fuera de los centros de trabajo, es también consecuencia en gran parte de este bloqueo que suponen las burocracias sindicales.

Estas lógicas corporativistas en los sindicatos, que se dan incluso en la “izquierda sindical” que se presenta como alternativa, se expresan además en su total pasividad ante fenómenos políticos como la situación en Catalunya, las crisis ecológicas, la crisis migratoria, el racismo institucional, la represión política o la luchas LGTBI. De hecho, en las huelgas de mujeres de los pasados 8M, mostraron su total desubicación política para poner todos sus medios sindicales en hacer realmente efectiva la huelga laboral, cuyas convocatorias fueron impuestas a la burocracia sindical (incluso de la “izquierda sindical”) por el propio movimiento de mujeres. Muy a su pesar. Sordo y Álvarez acabaron llamando a paros aunque reduciéndolos a un par de horas.

Esta política todavía se ha hecho más clara con la llegada del gobierno “progresista” del PSOE y Unidas Podemos. Algo que también hemos visto en buena parte de la “izquierda sindical”, con una fuerte adaptación al mismo y evitando plantear la necesidad de enfrentar sus ajustes y políticas. O incluso con papeles nefastos como el que vimos hace ahora un año en Barcelona, con la firma de la CGT del acuerdo en Nissan que acepto el cierre de la fábrica y dejó en la estacada a 25 mil trabajadores de las subcontratas.

Este rol de las burocracias sindicales es uno de los grandes bloqueos que existen, que lastran el desarrollo de la movilización social y sobre todo impiden que irrumpa en escena la clase obrera con todo su potencial político. Y es contra estas burocracias contra las que tenemos que pelear, criticando y combatiendo sus claudicaciones, peleando por asambleas, coordinadoras y todos los organismos que permitan superarlas, a la que les exigimos constantemente que llamen a la movilización, a la unidad de las luchas e incluso la perspectiva de la unificación sindical, en primer lugar, de las fuerzas de la izquierda sindical. Liberar la fuerza de la clase trabajadora, unificando sus filas, dotándose de organismos de autoorganización democráticos… es una tarea clave para lograr que entre en escena.

Una crisis social que se expresa en la remergencia de múltiples movimientos

Al calor de la profunda crisis social que deja el coronavirus, y de la que la llamada recuperación queda al margen, se están dando otros procesos de resistencia protagonizados por diversos sectores populares. Quizá el más importante y desarrollado es el de la lucha por la vivienda y contra los desahucios, sobre todo organizada desde los barrios, es un claro ejemplo contra ajustes como las subidas de la luz. También las movilizaciones por los derechos de las personas migrantes y el racismo institucional. Seguramente el tema en el que más se ha puesto en evidencia la hipocresía “progresista”, que ha aplicado desde el gobierno básicamente la política de la extrema derecha, como en Ceuta y Melilla.

De la misma manera que en el movimiento obrero, en los movimientos sociales es clave pelear por que se doten de organismos de autoorganización, que se coordinen, entre sí y junto a la clase trabajadora y pelear contra las políticas de aquellas direcciones burocráticas que juegan también un rol conservador o desmovilizador.

Lo hemos visto este año en el movimiento de mujeres, donde sus direcciones se plegaron a las restricciones y prohibiciones del gobierno el 8M, algo contra lo que pelearon nuestras compañeras de Pan y Rosas junto a otras activistas en Madrid, o en el movimiento LGTBI, donde la burocracia de los PRIDE está siendo cuestionada cada vez más en el marco de las movilizaciones contra la LGTBIfobia y por Justicia Para Samuel, o denunciado el gobierno “progre”, por los recortes a la Ley Trans.

La rabia juvenil, como anticipo de un malestar que tiene que estallar

Por último, está la juventud, que está siendo protagonista de grandes fenómenos de lucha en todo el mundo, como hemos visto en Chile, Colombia, EEUU o Myanmar… En el Estado español también, la hemos visto en el movimiento de mujeres, en Catalunya con la aparición de una joven generación combativa enfrentando la represión al movimiento democrático catalán, o más recientemente en las movilizaciones por la libertad de Hasél y por Justicia Para Samuel en todo el Estado.

La generación Z sólo ha conocido la crisis y que proyectos políticos como Podemos o el procesismo, les aparecen, sin embargo, como proyectos ya plenamente adaptados.

Una generación que no le debe nada al PSOE, Podemos o IU. Si bien, esto no quiere decir que ya no pervivan todavía ilusiones reformistas o malmenoristas en la juventud, o que incluso la extrema derecha también esté avanzando mostrándose como un falso discurso rebelde contra el estatus quo. Pero también estamos viendo como el cuestionamiento a este sistema y a la izquierda del régimen es cada vez más extendido, y se expresa en movimientos, mayor interés por las ideas anticapitalistas.

Incluso en el movimiento obrero este fenómeno juvenil se expresa. Las nuevas generaciones obreras muchas veces se sienten, con razón, abandonadas por las grandes centrales sindicales. Tampoco le deben nada a las grandes mediaciones sindicales, como CCOO y UGT. Esto hace que sectores de la juventud, desempleada y precaria, no sindicalizada, se movilice más a través de movimientos y espacios sociales, o con formas de organización de los precarios, pero también lo hace con un mayor cuestionamiento al capitalismo en su conjunto.

Lograr que esta nueva generación obrera impacte y se fusione con el resto del movimiento obrero, sea una fuerza material que ayude a combatir la burocracia sindical que decíamos antes y barrer con el conservadurismo que muchas veces puede primar en los sectores más tradicionales del movimiento obrero, es algo clave. Por eso desde la CRT le damos mucha importancia a la lucha por la organización de la juventud precaria, en esta perspectiva.

En tiempos de malestar social es recurrente que el descontento social se exprese antes en la juventud y los estudiantes, por su propia situación vital, más abiertos a cuestionar la realidad y a pensar en alternativas. Lo que estamos viendo en la juventud, junto a los otros síntomas que decíamos del movimiento obrero u otros movimientos sociales, lo tenemos que ver como algo anticipatorio. La restauración del régimen, los planes para hacernos pagar la crisis… tienen bases débiles. La situación internacional la pandemia que aún no ha acabado lamentablemente y las desilusiones con el “progresismo”, auguran que volverá a haber oportunidades para la vuelta a la tortilla. La clave es como nos preparamos, para ello, con qué programa y con qué estrategia.

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