¿Quién crea el enfoque con el que se mira hacia África?

Fuente: Umoya num. 101 – 4º trimestre 2020                            Alicia Gallego Menéndez

¿Quién crea el enfoque con el que se mira hacia África?

África: expectativas y realidad

«Occidente es una minoría. Y, sin embargo, escribe la historia del mundo”. Con esas palabras empezaba la periodista Rosa Moro una jornada formativa organizada por el Comité Umoya de Valladolid. Sus palabras iban acompañadas de una gran imagen proyectada en una pantalla. Era la ilustración de un iceberg, un gran bloque de hielo del que solo emerge sobre el agua una pequeña parte.
La población mundial en 2020 alcanza casi los 7.700 millones de personas. El continente que mayor número concentra es Asia, con 4.700 millones; seguido de África, con más de 1.300 millones. Luego va América, Europa –800 millones–, Oceanía y Antártida. Así que, sí, lo que se entiende por “mundo occidental” es una minoría.
La metáfora del iceberg, conocida por ser utilizada por Freud para explicar la consciencia y la inconsciencia, en esta ocasión buscaba representar que lo único que parece verse y conocerse del mundo es solo una parte minoritaria del mismo: Occidente. Pero no es porque sea lo único que exista, ni lo más común. En un iceberg, la mayor parte del bloque permanece sumergida bajo el agua. Y no puede verse excepto que, quien quiera conocerla, aprenda a mirar bajo el mar. Es decir, para lograr obtener información veraz sobre la historia, cultura y actualidad de muchos países del continente africano, hay que dedicar horas de esfuerzo, trabajo e implicación.
Entonces, ¿es literal lo de que “Occidente escribe la historia del mundo”? Más o menos. Lo que quiere decir es que las personas occidentales han escrito -y siguen escribiendo- una Historia que pretenden imponer como historia mundial, única y verdadera, cuando no lo es porque sólo recoge su punto de vista. Con un enfoque, además, marcado por la herencia de la reciente era colonial y la concepción de cierta superioridad blanca –ahora escondida tras pinceladas de buenismo en la figura del “salvador blanco”–.
Por ejemplo, el historiador Pablo Arconada explicaba en un seminario de Historia de África que, en España, en muchos colegios e institutos los alumnos aprenden que África “se divide y se reparte” en la Conferencia de Berlín. Como si fuera un proceso fácil, de un día para otro, casi automático. Sin embargo, algunos países tardaron hasta COMUNICACIÓNtreinta años en ser colonizados, y ni siquiera todos lo fueron, como aclaraba Arconada.
Algo que tampoco suele explicarse es que las antiguas civilizaciones griegas y romanas se atribuyeron los conocimientos que los egipcios habían adquirido, en gran parte, de maestros africanos.
Por tanto, todavía se ignora la relación de Egipto con la cultura africana y se relaciona sólo con Oriente Próximo. Y a este mito se suman otros muchos, basados en prejuicios racistas, que se han transmitido e inculcado a lo largo de los años, y que tergiversan la historia.
Uno de los grandes agentes responsables en esta situación de
desinformación y posverdad son los medios de comunicación. La
periodista Rosa Moro lleva años intentando explicarlo. Presenta la
necesidad de mostrar África desde otro punto de vista, desmontar estereotipos y dejar de informar desde el paternalismo y el desconocimiento.
“El <<periodismo libre>> está al servicio de la política occidental de Estados Unidos”, declaraba Rosa Moro en una charla formativa.
¿Qué quiere decir esto? Que una gran parte de los medios de comunicación españoles, sobre todo los de gran tamaño, obtienen un porcentaje de su financiación de agencias de política exterior de Estados Unidos.

Hacia un enfoque de la construcción de la paz con sensibilidad cultural en África | Internacional de Resistentes a la Guerra

Algunos de los nombres de estas agencias son la USAID (United States Agency for International Development); la NED (National
Endowment for Democracy), también bajo nombres como IRI (International Republican Institute) o NDI (National Democratic
Institute); o la Freedom House, entre otros.
Esto causa la creación y perpetuación de mitos sobre África que calan en nuestras sociedades y pueden reproducir consecuencias
como el miedo o rechazo a las personas migrantes. También
fomentan los estereotipos y, por tanto, fomentan que no se trate de conocer la causa de sus situaciones, lo que puede traducirse
en una falta de empatía y de solidaridad con aquellas personas
africanas que deciden emigrar a nuestros países.
Muestras de intolerancias, como el racismo, la xenofobia o la aporofobia pueden reproducirse en los medios en forma de vulneraciones explícitas a los derechos humanos, pero también en forma de simples sutilezas, como encuadres, enfoques, o la decisión de utilizar o no utilizar unas palabras en lugar de otras. Rosa Moro, experta en este análisis, enumera varios mitos que se reproducen en los medios de comunicación a la hora de hablar de migraciones.
Uno de los mitos que desmonta es que “África no es un monolito uniforme”. Cada país tiene sus pueblos y comunidades, sus culturas, sus lenguas, y sus propias características, lo que hace a África un continente realmente diverso y heterogéneo. Otro mito es que la pobreza africana es culpa, en su totalidad, de los dictadores africanos. Explicaba Rosa Moro que “el problema va mucho más allá, es estructural, es el sistema”. Y, con esto, hacía referencia a que la corrupción existente en los líderes de muchos países africanos, y sus opresiones, son consecuencia de un sistema global al que le interesa que eso se mantenga así para poder seguir obteniendo beneficios de ello.
Otra cuestión difundida por los medios y que es necesario desmontar es que no todas las personas que migran lo hacen por huir del hambre y de la guerra. De hecho, “emigrar es un proyecto caro”, mencionaba Moro, “de la verdadera miseria no se puede huir”. Y cuidado con la caridad: “Las buenas intenciones, no siempre hacen el bien”.
Quizás alguna persona occidental que esté leyendo se esté
preguntando: “pero, y yo ¿qué puedo hacer?” No hay una única
respuesta válida. Pero, por ejemplo, adoptar una conciencia
crítica, reflexionar y tratar de deconstruir la mirada. Replantearse
cuestiones como qué es ese desarrollo que se vende desde
Occidente. Y hacer el esfuerzo por consumir información que respete, valore y dé voz a las personas del continente africano.

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