Fuente: https://www.telesurtv.net/opinion/Proclama-por-el-derecho-a-la-vida-y-a-la-protesta-20210617-0030.html?utm_source=planisys&utm_medium=NewsletterEspa%C3%B1ol&utm_campaign=NewsletterEspa%C3%B1ol&utm_content=39 Luis Alfonso Mena S. 17 junio 2021
Desde el pasado 28 de abril, el amado Valle del Cauca ha sido sometido noche tras noche, día por día, a un proceso constante de conversión a la fuerza. | Foto: EFE
La primera jornada se cumplirá este viernes 18 de junio de 2021, a las 17H00 (hora local), en el Parque de los Poetas de Cali, a un costado de la iglesia La Ermita.
Con la consigna «Ni una, ni uno menos en el Valle del Cauca por salir a las calles a protestar», diversos colectivos se reunirán cada viernes en la Plazoleta de los Poetas el Jardín de la Vida.
Se trata de reivindicar el derecho a la protesta en las calles, sin ser reprimido por el Estado, como ha venido ocurriendo a lo largo de los 50 días del Paro Nacional.
La primera jornada se cumplirá este viernes 18 de junio de 2021, a las 17H00 (hora local), en el Parque de los Poetas de Cali, a un costado de la iglesia La Ermita.
La proclama es la siguiente: Ni una, ni uno menos en el Valle del Cauca por salir a las calles a protestar
“Riendo entre dos cordilleras que celosas protegen mi tierra preciosa” hay una tierra bonita en donde hombres y mujeres de todas las edades, han labrado un terruño, que con el correr de los siglos “quedó oliendo a café… y sabiendo a guarapo”, con rico sabor a uva, olor a piña y color limón: El Valle del Cauca.
Las aguas del río Cauca y del mar Pacífico construyen El Valle, bañando el terruño con sonidos de guasá, marimba, clave, campana, tiple y tambores que hacen bailar en unidad a la diversidad de pueblos originarios, cimarrones, raizales, mestizos… con ritmos como currulao, bambucos y salsa magistral.
Al calor de fogones comunales encontramos un mar de sabores, que van desde el arroz atollado, sudado de camarones, encocado de muchillá y sancocho de gallina, hasta dulces como el manjar blanco, cortado y gelatinas de pata.
Desde la cima de los farallones se denota un paisaje marcado por espigadas palmeras, fuertes samanes, vigorosos chiminangos que señalan el camino del valle a la sierra, de la sierra a la selva y de la selva al mar, forjando a lo largo y ancho del derrotero, una comunidad extremadamente alegre y hospitalaria, que con sus cantos y bailes expresa sus sueños y utopías, llevando la pachanga a marcos donde se dibujan pinceladas de una sociedad con valores realmente vivificantes.
Ese es mi Valle del Cauca: Un canto pacífico del suroccidente de Colombia, que un día, al ritmo del Grupo Niche, se convirtió en canción y que, en menos de un mes, la mafia gubernamental genocida del centro democrático en cabeza de Duque/Uribe lo tiñó con gritos de llanto y profundo dolor, a punta de las metrallas disparadas por los insaciables hematófagos, que han enlutado la razón y ensangrentado mi Valle en cada rincón.
Desde el pasado 28 de abril, el amado Valle del Cauca ha sido sometido noche tras noche, día por día, a un proceso constante de conversión a la fuerza, que han dejado ver -en medio de una inmensa montaña de muertos, torturados, desaparecidos y violaciones- la cara macabra y sanguinaria de una élite que goza tiñendo los ríos de rojo.
El terrorismo de Estado ha convertido al Valle en un terraplén de vergüenza, pues su alegría ha sido manchada por las balas de criminales de carrera y mentes blancas; la sucursal del cielo ha sido transformada en un jardín de paz y al emblemático departamento azucarado, en un campo de batalla, en una trinchera donde se matan los sueños y los derechos de tantos jóvenes que día tras día acuden a la cita con la muerte, al rescate de lo poco de vida que les ha dejado 20 años de Gobierno paramilitar.
Estos jóvenes se enfrentan, desprotegidos, a la autodenominada gente de bien y a los aparatos represivos del Estado, a quienes su fantasía psicótica les hace creer que desaparecer físicamente al diferente, al otro y lo otro, es la mejor salida a la conflictividad inmanente del vivir.
Por todo lo anterior y por todas las vejaciones cometidas en el marco del estallido social que vive el Valle del Cauca, desde las letras, cantos, toques, escenas, elevamos nuestras voces para requerir del Gobierno nacional, regional y local que cesen inmediatamente los crímenes de genocidio, de lesa humanidad y de agresión contra la gente que se ha armado sólo de valor y alegre resistencia.
De igual forma, llamamos a las barriadas de Cali y el Valle del Cauca, a continuar tejiendo los lazos de amistad y mutualidad que nos permita cumplir a cabalidad con el cuidado de nosotras (os) mismos.
De igual forma, reivindicamos la protesta como un ejercicio social, que en su esencia, conlleva la alteración de la cotidianidad, es decir como un derecho disruptivo** e inalienable, consignado en la Constitución Política de Colombia, por lo que debe ser protegido por el Estado y su correspondiente gobierno.
Ni una muerte más en el Valle del Cauca por exigir derechos constitucionales. No más mujeres violadas por denunciar el machismo, no más desaparecidos por protestar contra la injusticia y ni una persona más herida por soñar despierta con otra sociedad.
Humanamente,
JARDIN DE LA VIDA
¡Al pueblo no se calla, carajo!
*Canción: Mi Valle del Cauca del Grupo Niche.
** Que produce una interrupción súbita de algo.
teleSUR no se hace responsable de las opiniones emitidas en esta sección