Fuente: https://www.wsws.org/es/articles/2021/11/23/pers-n23.html?pk_campaign=newsletter&pk_kwd=wsws 23.11.21
Por una Investigación Global de los Trabajadores sobre la Pandemia de COVID-19
El World Socialist Web Site está iniciando una Investigación Global de los Trabajadores sobre la Pandemia de COVID-19.
Aprovechando las investigaciones de los científicos, el conocimiento de los expertos de salud pública y las experiencias reales de los trabajadores y estudiantes, la pesquisa indagará y documentará la respuesta desastrosa de los Gobiernos, las empresas y la prensa a la propagación del SARS-CoV-2, el virus que causa el COVID-19. Buscará exponer las fuerzas e intereses políticos y económicos que impulsaron las políticas que permitieron la transmisión descontrolada del virus y su transformación en una pandemia catastrófica que se ha cobrado millones de vidas a nivel global.
La pandemia es un acontecimiento de magnitud histórica. Su impacto en el curso del siglo veintiuno puede resultar ser tan trascendental como el de las dos guerras mundiales en el siglo veinte. Por lo tanto, los orígenes, las causas y las consecuencias de la pandemia deben ser investigados y comprendidos a fondo. Esta catástrofe no fue un “acto de Dios” ni el resultado de una conspiración malévola en un laboratorio chino. Ha llegado el momento de refutar con decisión las mentiras en las que los Gobiernos y los medios de comunicación corporativos han envuelto todo lo relativo a la pandemia.
Esta investigación es necesaria para superar el encubrimiento, las falsificaciones y la desinformación que han sido utilizadas para justificar las políticas responsables de las muertes evitables de millones de personas desde la detección inicial del SARS-CoV-2. La investigación reunirá y pondrá a disposición del público las abundantes pruebas de la indiferencia socialmente maligna e incluso criminal hacia la vida humana.
La puesta en marcha de esta investigación es inaplazable. Cuando el mundo entra en el tercer año de la pandemia, los contagios globales no están disminuyendo. Ni mucho menos. La sexta oleada mundial de la pandemia está ya muy avanzada, según aumentan los casos, las hospitalizaciones y las muertes a medida que se acerca el invierno en el hemisferio norte.
Tras alcanzar un mínimo de 402.548 casos nuevos diarios en promedio global el 17 de octubre de 2021, el promedio de casos nuevos diarios oficiales superó 500.000 a mediados de noviembre, con toda Europa y América del Norte experimentando un aumento significativo de casos.
A pesar de que se han fabricado vacunas potentes, solo el 41 por ciento de la población mundial ha recibido dos dosis de la vacuna, incluyendo menos del 7 por ciento de los africanos y el 3 por ciento de los habitantes de los países de bajos ingresos. Solo el 2,6 por ciento de la población mundial ha recibido la tercera dosis necesaria de la vacuna. Los científicos han advertido en repetidas ocasiones que la continua infección masiva en medio de una administración lenta de las vacunas crea presiones evolutivas que amenazan con producir una variante resistente a la vacuna.
La cifra oficial de muertes en el mundo supera ahora los cinco millones de personas, que se sabe que es una cifra sumamente incompleta. El Instituto de Métrica y Evaluación de la Salud (IHME) de la Universidad de Washington estima que el número más probable de muertes por COVID-19 a nivel mundial es de 12,1 millones de personas, con un promedio de casi 13.300 personas que mueren cada día en todo el mundo. Las repercusiones sociales a largo plazo, que podrían incluir a cientos de millones de personas afectadas por el COVID largo, aun no se conocen del todo.
The Economist estima que el exceso de mortalidad durante la pandemia —aquellas muertes por todas las causas que superan lo que cabría esperar en condiciones normales— es de más de 17 millones. Un estudio reciente publicado en el BMJ (antes British Medical Journal) reveló que la esperanza de vida se redujo considerablemente en 2020 en los países que permitieron la propagación del virus, en particular Rusia (2,32 años) y Estados Unidos (2 años).
La pandemia fue prevista
La investigación desmontará el mito de que la pandemia fue un desastre imprevisible e imparable. En las décadas anteriores al brote inicial de SARS-CoV-2 en Wuhan (China) —que los expertos han atribuido de forma contundente a la transmisión zoonótica de animales a humanos, muy probablemente a partir de un murciélago en un “mercado mojado”—, una gran cantidad de literatura científica, libros e incluso películas, anticiparon tal pandemia.
El brote de SARS de 2002-2004, la epidemia de “gripe aviar” H5N1 de 2003, la pandemia de “gripe porcina” de 2009, el brote de MERS de 2012 y la epidemia del virus del Ébola de 2013-2016 hicieron que los científicos de todo el mundo dieran la alarma de que una pandemia era inminente.
En julio de 2005, el epidemiólogo Dr. Michael Osterholm escribió un detallado ensayo en la revista Foreign Affairs titulado “Prepararse para la próxima pandemia”. En esencia, este artículo esbozaba el peor escenario posible que, de hecho, tendría lugar a nivel mundial a partir de enero de 2020.
Advirtiendo que una pandemia “no puede evitarse”, el Dr. Osterholm pidió que cada país desarrollara “un plan operativo detallado sobre cómo hacer que la población supere de uno a tres años de pandemia”, así como una “iniciativa para proporcionarle vacunas a todo el mundo”. También advirtió que si la próxima pandemia comenzara esa noche, “prácticamente todos los equipos médicos o de protección escasearían en pocos días de reconocerse la pandemia”, al tiempo que señaló que las cadenas de suministro mundiales se verían gravemente alteradas. Concluye el ensayo afirmando: “Este es un punto de inflexión crítico en la historia. Se acaba el tiempo para prepararse para la próxima pandemia. Debemos actuar ahora con decisión y propósito”.
Docenas de artículos, ensayos y trabajos de investigación similares escritos durante los 14 años siguientes respaldaron y reforzaron el pronóstico del Dr. Osterholm. Pero estas advertencias fueron ignoradas por casi todos los Gobiernos, y la sociedad quedó totalmente desprevenida ante tal acontecimiento. No se proporcionaron los recursos financieros necesarios para contrarrestar el peligro. En lugar de ello, se invirtieron varios billones de dólares en los mercados financieros y en los presupuestos militares, cada vez más abultados. La destrucción desenfrenada de los ecosistemas críticos dejó a la sociedad cada vez más vulnerable a la transmisión zoonótica. No se almacenaron reservas de equipos de protección personal. La investigación sobre vacunas de ARNm y otras tecnologías se interrumpió cuando se consideró que no era rentable. Los sistemas hospitalarios se dejaron sin personal ni recursos suficientes.
La transmisión mundial del SARS-CoV-2 pudo haberse detenido a principios de 2020
La indagación investigará y refutará críticamente la insostenible afirmación de que una vez que el SARS-CoV-2 comenzó a propagarse, no había mucho por hacer para detenerlo. Esta afirmación se contradice claramente con la experiencia en China, una sociedad de 1.400 millones de personas, donde se tomaron medidas de emergencia que eliminaron rápidamente el virus. Éstas incluyeron el uso de mascarillas, el distanciamiento social, la realización de pruebas, el rastreo de contactos, el cierre de lugares de trabajo no esenciales y la construcción de centros de aislamiento y de atención sanitaria.
Para el 14 de marzo de 2020, China había reducido los nuevos casos diarios a solo 25, un mes después de haber alcanzado un máximo de 4.602 casos el 14 de febrero. El virus se eliminó pronto, con pequeños brotes periódicos en los que los nuevos casos diarios solo superaron una vez los 200. Hasta la fecha, solo se han producido 4.636 muertes por COVID-19 en China, y todas menos cuatro tuvieron lugar antes del 17 de abril de 2020. Se aplicaron medidas similares en Nueva Zelanda, Vietnam, Taiwán y otros países de la región de Asia-Pacífico con gran éxito.
La refutación de la afirmación de que el virus no podía detenerse no es una cuestión de interés puramente histórico. Hoy en día, junto con el despliegue mundial de vacunas, sigue siendo posible y vital aplicar políticas dirigidas a la eliminación y erradicación del COVID-19.
La eliminación frente a la “inmunidad colectiva”
La investigación se enfrentará a la siguiente pregunta crítica: ¿Por qué no se aplicaron en Estados Unidos, Brasil, Alemania, India y en todo el mundo las medidas que resultaron exitosas en China, Nueva Zelanda y otros países de Asia-Pacífico? ¿Qué intereses económicos, políticos y sociales dictaron una respuesta totalmente diferente? La antigua interrogante del derecho penal —¿cui bono?, es decir, ¿a quién beneficia?— debe plantearse en el contexto de la pandemia.
La respuesta ineludible, como demostrará la investigación, es que se tomó la decisión consciente de primar el rendimiento de los mercados financieros y los beneficios empresariales por encima de salvar vidas humanas. Los hechos hablan por sí mismos. Mientras millones de trabajadores morían a causa del COVID-19, la riqueza de los directores generales de las empresas y de los principales accionistas aumentaba enormemente. En los primeros 19 meses de la pandemia, solo la riqueza de los milmillonarios estadounidenses aumentó en 2,1 billones de dólares, es decir, un 70 por ciento. Una enfermedad que asoló el mundo enriqueció enormemente a los agiotistas pandémicos.
Los ricos senadores estadounidenses, al tanto de un informe de inteligencia sobre el SARS-CoV-2 en enero de 2020, se deshicieron de acciones por valor de millones de dólares mientras guardaban silencio sobre los peligros del virus. El 19 de marzo de 2020, el presidente estadounidense Donald Trump declaró en secreto al periodista Bob Woodward que había engañado deliberadamente al público para evitar un desplome de los mercados, diciendo: “Siempre quise restarle importancia. Todavía me gusta restarle importancia, porque no quiero crear un pánico”. Muchos incidentes de este tipo tuvieron lugar en todo el mundo.
En oposición a la estrategia de eliminación o “Cero COVID”, los Gobiernos aplicaron la política socialmente criminal de “inmunidad colectiva”, es decir, dejar que el virus se extienda por la sociedad hasta que la mayoría de la población esté infectada. Aplicada por primera vez en Suecia, esta política fue promovida con entusiasmo por el columnista del New York Times, Thomas Friedman, promovida por la Administración de Trump y sus copensadores a nivel mundial, y articulada conscientemente en la Declaración Great Barrington. El mantra antieliminación de la “inmunidad colectiva”, acuñado por Friedman, es que “la cura no puede ser peor que la enfermedad”, es decir, la salud pública debe subordinarse a las ganancias empresariales.
Para justificar la política de “inmunidad colectiva”, se suprimieron y falsificaron las verdades científicas básicas sobre el COVID-19. Las instituciones oficiales, incluyendo la Organización Mundial de la Salud y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, negaron la transmisión de carácter aéreo del virus durante más de un año. Después de admitir finalmente que el modo de transmisión dominante son los aerosoles, no han hecho ningún esfuerzo para educar al público, ordenar el uso de mascarillas o mejorar sistemáticamente la ventilación en los espacios públicos, incluidas las escuelas.
Los políticos de todas las tendencias, así como los sindicatos procapitalistas, falsificaron los efectos del COVID-19 en los niños y el papel que desempeñan las escuelas en la transmisión del virus. En Estados Unidos, en nombre de la Administración de Biden, la presidenta del sindicato American Federation of Teachers lideró la campaña criminalmente imprudente de devolver a los niños a las escuelas. Mientras fingen preocupación por la salud mental de los estudiantes, su motivo subyacente ha sido siempre enviar a los padres de vuelta al trabajo para asegurar el flujo continuo de ganancias a las corporaciones.
Al encontrarse con una resistencia generalizada, las élites han respondido con medidas represivas. En Reino Unido, Lisa Díaz, una madre que lidera un movimiento popular contra la reapertura insegura de las escuelas, fue amenazada con multas y difamada en la prensa. David O’Sullivan, un conductor de autobús londinense que advirtió a sus compañeros del peligro que suponía el COVID-19, fue despedido como represalia.
En el proceso de desacreditar las políticas de salud pública, los defensores de la “inmunidad colectiva” azuzaron a los fanáticos de derecha, rechazaron los confinamientos y llevaron a cabo una campaña sistemática de desinformación en torno a la oposición a las mascarillas y las vacunas, generando un peligroso nivel de confusión pública.
Al mismo tiempo, se inventaron mentiras sobre los orígenes del SARS-CoV-2, afirmando que el virus fue creado en un laboratorio de Wuhan. Esta teoría de la conspiración fue fabricada por la extrema derecha y posteriormente adoptada por los medios de comunicación dominantes, en particular el Washington Post y el New York Times. Esto no solo distrajo de las verdaderas causas de la pandemia, sino que se utilizó para promover una agenda geopolítica militarista dirigida contra China.
Con el despliegue de las vacunas en los países más ricos en 2021, se desarrolló una variación de la “inmunidad colectiva” basada en la mentira de que las vacunas y las mascarillas bastarían para poner fin a la pandemia. Esto encontró su expresión más nítida en EE.UU. bajo la Administración de Biden, que el 13 de mayo de 2021 aconsejó a las personas vacunadas a que dejaran de usar mascarillas y proclamó prematuramente la independencia de la pandemia el 4 de julio de 2021. Desde esa fecha, más de 170.000 estadounidenses han muerto a causa del COVID-19.
El WSWS ha señalado que se han planteado tres estrategias frente a la pandemia: La “inmunidad colectiva”, la vacunación con medidas limitadas de mitigación y la eliminación global del SARS-CoV-2. Las dos primeras estrategias se basan en la subordinación de la salud pública a las ganancias privadas, mientras que solo la última representa un camino para acabar con la pandemia y salvar vidas.
Los mismos intereses financieros responsables de las desastrosas políticas de “inmunidad colectiva” han ejercido una enorme presión sobre los países de Asia-Pacífico para que abandonen la estrategia de eliminación y permitan que se produzcan infecciones masivas. El Gobierno de Nueva Zelanda, que había logrado suprimir el virus durante casi 18 meses, finalmente cedió a la presión internacional. En octubre abandonó la política de “Cero COVID” desarrollada por los científicos. El resultado de este retroceso ha sido un aumento espectacular de las infecciones por COVID. También se está presionando a China para que abandone su compromiso de eliminar el COVID.
Estas maquinaciones globales, destinadas a forzar a los países a aceptar los contagios masivos en interés del lucro empresarial, también serán investigadas por la investigación.
El alcance y los objetivos de la Investigación Global de los Trabajadores sobre la Pandemia de COVID-19
No se puede hablar de la muerte de millones de personas sin plantear la cuestión de la culpabilidad criminal. Mientras que Donald Trump mintió abiertamente a la opinión pública y Boris Johnson declaró: “¡Que los cadáveres se amontonen por miles!”, las acciones de Joe Biden, Justin Trudeau, Angela Merkel, Emmanuel Macron y docenas de otros líderes mundiales dieron lugar a niveles comparables de sufrimiento y muerte innecesarios. Narendra Modi prometió “salvar” al pueblo indio “del confinamiento”, no del virus, en abril de 2021, mientras el país era asolado por la variante delta. Como resultado, varios estudios de autoridad muestran que el COVID-19 ha matado al menos a 3 millones y más probablemente a 5 millones de indios.
Algunos sectores de la élite política y de los medios de comunicación estadounidenses, como el Washington Post y el New York Times, han pedido una “comisión al estilo de la del 11 de septiembre” para investigar la pandemia. Tal “investigación” solo profundizaría el encubrimiento que se ha producido. Ningún Gobierno tolerará ninguna investigación seria porque ellos mismos están implicados en este enorme crimen social.
La Investigación Global de los Trabajadores sobre la Pandemia de COVID-19 no busca ni requiere la sanción de los Gobiernos. El World Socialist Web Site está bien equipado para iniciar la investigación. Reconoció el peligro de una pandemia global desde los primeros informes públicos del SARS-CoV-2. Desde el 24 de enero de 2020, cuando informó por primera vez sobre el brote inicial de coronavirus, el WSWS ha publicado más de 4.000 artículos sobre este tema. Ha exigido desde principios de 2020 la puesta en marcha de un plan coordinado a nivel mundial para detener la pandemia. Ha denunciado las políticas gubernamentales responsables de las muertes masivas.
En una declaración publicada el 28 de febrero de 2020, el WSWS subrayó la necesidad de un accionar global para detener la pandemia, señalando:
La respuesta al coronavirus no puede coordinarse a nivel de cada país. El virus no respeta las fronteras, las visas ni restricciones migratorias. Las redes mundiales de transporte e integración económica han convertido el virus en un problema global.
La solución debe ser global. Los científicos de todo el mundo deben poder compartir sus investigaciones y la tecnología sin el obstáculo de los “intereses nacionales” y los conflictos geopolíticos que solo sirven para retrasar el desarrollo de contramedidas eficaces para contener, curar y, en última instancia, erradicar el coronavirus.
El 6 de marzo de 2020, el WSWS declaró: “La indiferencia de la Administración de Trump hacia la salud de la población no es mejor, y quizás sea peor, que la actitud de los faraones del antiguo Egipto hacia los esclavos. Los medios de comunicación han dedicado mucho más tiempo a lamentar la caída del valor de las acciones en Wall Street que la pérdida de vidas humanas”.
En contra de estas políticas, el WSWS publicó una declaración el 17 de marzo de 2020, en la que afirmaba “El principio esencial que debe guiar la respuesta a la crisis es que las necesidades de los trabajadores deben tener prioridad absoluta e incondicional sobre todas las consideraciones de ganancias empresariales y riqueza privada”.
El WSWS no solo ha informado sobre el impacto de la pandemia. Ha tratado de transmitir a los trabajadores y a los jóvenes una comprensión científica de la pandemia y de lo que hay que hacer para detenerla. A este efecto, el WSWS copatrocinó, junto con la Alianza Internacional Obrera de los Comités de Base, dos webinarios mundiales, el 22 de agosto y el 24 de octubre de 2021, en los que participaron destacados científicos que han luchado por una política de eliminación mundial.
El webinario del 24 de octubre propuso los siguientes fundamentos para la lucha por acabar con la pandemia:
- El blanco del SARS-CoV-2, el virus que causa el COVID-19, no son los individuos, sino sociedades en su conjunto. El modo de transmisión del virus va en dirección de alcanzar contagios masivos. El SARS-CoV-2 ha evolucionado biológicamente para infectar a miles de millones, matando a millones en el proceso.
- Por ende, una estrategia efectiva debe basarse en la eliminación del virus en todos los continentes, en cada región y en cada país. No existe ninguna solución nacional efectiva a esta pandemia. La humanidad, de todas las razas, etnicidades y nacionalidades debe enfrentar y superar este desafío a través de un esfuerzo vasto colectivo, verdaderamente desinteresado y global.
- Las políticas perseguidas por prácticamente todos los Gobiernos desde el comienzo de la pandemia deben ser rechazadas. No se debe permitir que continúe la subordinación de aquello que debería ser una prioridad incuestionable de toda política social —la protección de la vida humana— al afán de lucro de las corporaciones y la acumulación de la riqueza personal.
- La iniciativa para tomar un giro decisivo hacia una estrategia dirigida hacia la eliminación global debe venir de un movimiento socialmente consciente de millones de personas.
- Este movimiento global debe estar informado sobre las investigaciones científicas. La persecución de científicos, muchos de los cuales trabajan bajo la amenaza de perder sus medios de vida e incluso sus vidas, debe acabar. La eliminación global del virus exige la alianza funcional y más estrecha entre la clase obrera —la gran masa de la sociedad— y la comunidad científica.
A partir de estos principios y del trabajo de los dos últimos años, el World Socialist Web Site llevará a cabo la investigación a escala mundial. Entrevistará y recopilará información de científicos y especialistas en salud pública de todo el mundo. La investigación examinará una amplia gama de cuestiones críticas relacionadas con los brotes, la propagación y la gestión de la pandemia en todas las partes del mundo.
Se acercará a trabajadores y estudiantes para obtener información de la vida real y documentar el impacto de la pandemia en la vida de la gente común.
El WSWS, la publicación del Comité Internacional de la Cuarta Internacional y de sus Partidos Socialistas por la Igualdad afiliados, proporcionará el andamiaje organizativo y el impulso para la investigación. Pero este inmenso proyecto requiere la colaboración activa de especialistas en muchos campos activos en la lucha contra la pandemia.
Para desarrollar esta colaboración en el trabajo práctico de la investigación, el WSWS no exige que todos los participantes estén de acuerdo con el programa socialista que defiende. Habrá diferencias entre los participantes de la investigación sobre las mejores formas de organización política, social y económica de la sociedad futura. Pero esta colaboración requerirá entre sus participantes un compromiso inquebrantable con la verdad científica, la eliminación y erradicación del COVID-19, y la salvaguarda de la vida, la cultura y el futuro de la humanidad.
Hacemos un llamamiento a todos los que deseen colaborar en el trabajo de la investigación que rellenen el siguiente formulario.
(Publicado originalmente en inglés el 21 de noviembre de 2021)