Por los afectos vitales: destitución del arte de gobernar

Fuente: https://periodicogatonegro.wordpress.com/2020/07/18/por-los-afectos-vitales-destitucion-del-arte-de-gobernar/       

(Expropiación de algunas apreciaciones sobre El hombre rebelde de Albert Camus)

La sangre de los dioses, que salpica durante un segundo al sacerdote de Luis XVI [guillotinado en la Plaza de la Revolución en Francia], anuncia un nuevo bautismo. Principios eternos gobiernan nuestra conducta: la Verdad, la Justicia, la Ley, la Razón, finalmente. Aquí están algunos de los nuevos dioses.

El sufragio universal, fundamento de las nuevas leyes, debe traer consigo forzosamente una moral universal. La religión de la razón establece muy naturalmente la República de las Leyes.

Fuera de las leyes todo es estéril y muerto. Es la república romana, formal y legalista. Mussolini, jurista latino, se contentaba con la razón de Estado, solo que la transforma, con mucha retórica, en absoluto: “Nada fuera del Estado, por encima del Estado, contra el Estado. Todo del Estado, para el Estado, en el Estado”. En este territorio, el general, admirador y estudioso del fascista mencionado, a la vez que gestiona uno de los experimentos sociales más efectivos en la historia de la política argentina para garantizar la conciliación de clases, nos dicta: “Dentro de la ley, todo. Por fuera de ella, nada”. Otro hombre de Estado, conciliador, profesor, didáctico, en su campaña presidencial, nos afirmaba: “Soy un hombre republicano y que ama al Estado de derecho”. Por supuesto. La línea histórica de la religiosidad política se traza de un plumazo en los nuevos santos evangelios y generan ese amor a la servidumbre tanto impuesta como voluntaria.

La política es religión. Esclavizar a Dios equivale a matar la trascendencia que mantiene a los antiguos amos y a preparar, con la ascensión de los nuevos, la época del hombre-rey. Cuando la miseria haya pasado, cuando las contradicciones históricas estén resueltas, “el verdadero dios, el dios humano será el Estado”, pensamiento que se encuentra en los orígenes del mundo contemporáneo.

A la historia solo la rigen dos principios, el Estado y la revolución social, la revolución y la contrarrevolución, a los que no se trata de conciliar, sino que libran una lucha a muerte. El Estado es el crimen. Al respecto, nos dice Bakunin: “El Estado más pequeño e inofensivo es también criminal en sus sueños”; “La tempestad y la vida, eso es lo que necesitamos”, otras maneras de habitar el mundo y no las leyes de la República, nuevo decálogo cadavérico del orden civilizatorio.

La política como religión de Estado, una cuestión de servidumbre hacia la autoridad terrenal, antes celestial.

La política como razón de Estado, una esfera separada de nuestra experiencia con el mundo que institucionaliza la vida.

Nuevas razones encuentra en su adaptación al siglo XXI el nuevo dios, una inmensa policía digital y la hiperexplotación parecieran ser sus mayores aliadas para afianzar el control y el miedo, la obediencia y el entumecimiento. Sin embargo, las viejas razones son los sólidos cimientos de las nuevas.

La rebelión como puñal que corta la garganta de la autoridad política. Punto de inflexión que no permite, nunca más, la coagulación de su moral.

La rebelión, germen fecundo para la posibilidad de recuperar la vida.

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Roscigna


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