Poesía para la conquista de América

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Por Arturo del Villar*. LQSomos

Una de las mentiras históricas propaladas por la dictadura fue la de considerar a las repúblicas colonizadas por España en América vinculadas íntimamente a la que denominaron “la madre España”. La verdad es que durante su dominio se comportó como una madrastra, que sometió por la fuerza de las armas a las poblaciones indígenas

Empiezan a derribarse falsas ideas tan repetidas que acabamos por creerlas, como herencia de la dictadura. Por ejemplo, el calificativo de “madre patria” aplicado a España en su relación con las actuales repúblicas independientes que antes colonizó. Es un título que gusta mucho a la extrema derecha, como el de Hispanidad, en el que coinciden ideas políticas, sociales y religiosas. Una imagen de la Virgen de Guadalupe fue coronada en 1928 como Reina de la Hispanidad. El escritor fascista Ramiro de Maeztu publicó en 1934 el ensayo titulado Defensa de la Hispanidad, muy promocionado por los vencedores de la guerra, y su autor aclamado como un gran pensador. La colonización española en América merece todos los elogios de la extrema derecha.

En estos últimos días han llegado de América opiniones semejantes de dos repúblicas que estuvieron sometidas a la colonización española, y ahora revisan su pasado. El rey de España Felipe VI de Borbón, como heredero de los monarcas que mantuvieron el colonialismo americano durante más de tres siglos, llegó a Lima el 26 de julio de este 2021 para asistir a la toma de posesión del presidente electo de la República del Perú, Pedro Castillo. El nuevo gobernante elegido libremente por el pueblo se refirió en términos muy críticos al régimen racial impuesto durante el virreinato, cuando se cumplen dos siglos de la independencia peruana. Tuvo la valentía de hacerlo ante el sucesor actual de aquellos reyes que ordenaron transportar a la metrópoli todo el oro y la plata existente en las colonias americanas, para mantener el boato de la Corte en una nación empobrecida.

Por su parte el Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos denominó a la colonización española como “resistencia indígena”, para reformar el antiguo concepto, a los 500 años de la caída de Tenochtitlan el 13 de agosto de 1521 en poder de los conquistadores, ansiosos por apoderarse del oro visto en la capital de los aztecas. Ese era el único móvil perseguido por los españoles, al que supeditaban cualquier otra consideración, y por el ansia de enriquecerse robando las riquezas minerales a sus poseedores, hicieron el viaje a una tierra llamada Jauja en su delirio económico.

Es cierto que se trasladaron muchos frailes a las nuevas tierras descubiertas, pero sus métodos de conversión forzosa de los indígenas han sido criticados por los historiadores. Fueron tan criminales como los utilizados en España para obligar a los judíos y los mahometanos a bautizarse: o conversión o muerte. Han sido declarados santos los organizadores de pogromos contra los judíos ricos, para que el populacho se apoderase de sus bienes. La Iglesia romana siempre se pone de parte de los vencedores. Lo comprobamos durante los 36 años de dictadura fascista bendecida por los papas y los cardenales, mientras el pueblo padecía sin libertades públicas.

Revisión de tópicos

Los comentarios venidos desde el Perú y México proponen comenzar la desmitificación de unos tópicos sostenidos por la inercia política. Son dos ejemplos recientes de la renovación conceptual que está llevándose a la práctica, para terminar con viejos tópicos increíbles siempre, pero repetidos por costumbre. La dictadura fascista reinante en España por haber triunfado en la guerra organizada por los militares monárquicos sublevados, intentó presentarse como continuadora de la política desarrollada por los Reyes Católicos, considerados autores de la unidad de los reinos peninsulares en el de España. Así fue, pero no por decisión suya, sino porque solamente les quedó viva una hija, en la que recayeron inevitablemente todas las herencias, aunque diera señales de locura y permanezca apodada en la historia como Juana la Loca. El emblema del yugo y las flechas que simbolizó su reinado se lo apropió el fascismo. Todo falso para imaginar una historia al gusto de quien detenta el poder.

Los historiadores han dado en denominar guerra de la independencia a la sostenida por los españoles contra el ejército de Napoleón que cruzó los Pirineos en 1808, con la intención de convertir al reino de España en feudatario del imperio francés. Los generales que dirigieron las operaciones bélicas victoriosas están considerados héroes nacionales por haber defendido la libertad de la patria frente a los invasores.

Es incomprensible que esos historiadores ensalcen la invasión de América, y ponderen a los conquistadores que se enfrentaron a los nativos defensores de su tierra y de su independencia. Es una muestra del más abyecto chovinismo. En un caso los invasores españoles son exaltados por matar a los nativos y apoderarse de sus tierras y riquezas, en otro se aplaude a los luchadores para conservar la libertad de sus tierras y riquezas contra los invasores. Es imposible compaginar dos actitudes opuestas. Los historiadores españoles no saben ser ecuánimes, dominados por un burdo patriotismo.

Las guerras por la independencia de las colonias, sucedidas en el siglo XIX, en las que siempre fue derrotado el ejército español, debieran merecer el mismo tratamiento que la guerra de la independencia española, en la que sí venció el ejército español, que estaba comandado por Arthur Wellesley, duque de Wellington y de Ciudad Rodrigo con grandeza de España.

Los frailes compañeros de expedición no solamente no impedían aquellas brutalidades inhumanas, sino que ellos mismos proponían las torturas para imponer a los indígenas la conversión a su fe presuntamente cristiana…

La madrastra España

Una de las mentiras históricas propaladas por la dictadura fue la de considerar a las repúblicas colonizadas por España en América vinculadas íntimamente a la que denominaron “la madre España”. La verdad es que durante su dominio se comportó como una madrastra, que sometió por la fuerza de las armas a las poblaciones indígenas, hizo que trabajasen para su beneficio, dio tormento a los caciques, destruyó su cultura por ser pagana, y terminó combatiendo a los patriotas independentistas hasta ser derrotada en todas las batallas que libró. No empleó nunca un comportamiento maternal hacia las colonias, entre 1492, cuando se inició el colonialismo, y 1898, cuando terminó. Es un capítulo cruel en la historia de España.

Los poetas mayores habían ya denunciado en sus versos la realidad de la conquista. El nicaragüense Rubén Darío vivió en España, escribió alabanzas sobre España y los españoles, pero criticó los acontecimientos derivados de la conquista. Incluso expresó el deseo de que Colón no hubiera descubierto el continente americano. Lo manifestó en el poema “A Colón”, incluido en su libro El canto errante, editado en Madrid en 1907, pero escrito en 1892 y leído en público por el poeta durante los festejos conmemorativos del cuarto centenario del descubrimiento:

¡Desgraciado Almirante! Tu pobre América,
tu india virgen y hermosa de sangre cálida,
la perla de tus sueños, es una histérica
de convulsivos nervios y frente pálida.

El lamento se debe a la triste historia padecida por los habitantes de aquellas tierras a las que España conquistó con la intención, según se dijo entonces y algunos todavía repiten, de llevarles la civilización europea. Lo cierto es que esa civilización se resume en una sucesión de guerras entre los estados, siempre por afán de dominio, aunque se buscasen disculpas como dirimir cuál debe ser la verdadera doctrina cristiana. Fue tan poderosa que llegó a dividir el continente en dos bandos opuestos todavía, los reformistas y los catolicorromanos, ahora sólo enfrentados en la liturgia. En las guerras de religión libradas en Europa intervino activamente el reino de España, que así fue perdiendo prestigio y empobreciéndose. Utilizó el llamado Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición para quemar a los reformistas.

Alabanza de los indígenas

Opinaba Rubén que los indígenas son más dignos de alabanza que los conquistadores, y sus caciques preferibles a los inútiles reyes españoles y a los virreyes a los que encargaron el dominio de las poblaciones sometidas:

Ellos eran soberbios, leales y francos,
ceñidas las cabezas de raras plumas;
¡ojalá hubieran sido los hombres blancos
como los Atahualpas y Moctezumas!

Los dos jefes traicionados en lo que hoy son la República del Perú y los Estados Unidos Mexicanos, le parecían a Rubén superiores a los españoles que los derrotaron para apoderarse de sus riquezas. En sus tierras el oro se utilizaba como signo de poderío, pero no servía como señal de riqueza entre los indígenas. En cambio, los españoles se movían por el interés de acumular riquezas, y para conseguirlo llegaban a los crímenes, las traiciones o los engaños, en América lo mismo que en Europa. Una costumbre inalterable al paso de los siglos. El colonialismo siempre resulta negativo para los países que lo padecen, y el español ha sido nefasto.

La admiración de Rubén por los jefes indígenas y su correspondiente desprecio por los conquistadores españoles la mostró ya en sus comienzos líricos, en el soneto “Caupolicán”, incluido en la segunda edición de Azul…, impresa en Guatemala en 1890. Es un canto al “toqui” de los mapuches, que en la actual República de Chile defendió la posesión de sus tierras y la libertad de sus pobladores contra la conquista española. También resulta muy bien presentado por Alonso de Ercilla en su poema épico La aracauna, y hay esculturas erigidas en su homenaje porque es merecedor de admiración por sus hechos, en tanto sus asesinos son despreciados.

Era un hombre de complexión robusta, hasta el punto de ser elegido “toqui” de los mapuches después de haber sostenido un grueso tronco de árbol sobre sus hombros durante dos días con sus noches. Dirigió la oposición airada al dominio español, y fue vencido a causa de la traición de un indígena. El capitán Alonso de Reinoso le condenó a morir empalado en 1558, y él mismo se acomodó en el suplicio con asombrosa valentía. La admiración de Rubén se declara en una sucesión de elogios que comienza así:

Es algo formidable que vio la vieja raza;
robusto tronco de árbol al hombro de un campeón
salvaje y aguerrido, cuya fornida maza
blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón.

Se podrá argumentar que la espantosa muerte a la que fue sentenciado era propia de la época, pero precisamente la disculpa facilitada para justificar la conquista de las nuevas tierras descubiertas consistió en decir que se debía al deseo de civilizarlas, y el empalamiento no habrá nadie que lo considere ejemplo de civilización entonces y nunca. Los tormentos aplicados por los españoles a los indígenas son terribles, a menudo con la intención de intentar obligarles a confesar en dónde ocultaban los objetos de oro de los que pretendían apropiarse por el derecho de conquista.

Los frailes compañeros de expedición no solamente no impedían aquellas brutalidades inhumanas, sino que ellos mismos proponían las torturas para imponer a los indígenas la conversión a su fe presuntamente cristiana, aunque Jesucristo solamente ordenó a sus apóstoles predicar su doctrina, nunca por medios violentos. Pero los frailes no leen la Biblia, y hasta 1965 la Iglesia romana mantuvo la prohibición de leerla a sus fieles.

Un canto contra la conquista

El otro gran poeta continental, el chileno Pablo Neruda, escribió un inmenso poemario, por extensión y por calidad, titulado Canto general, impreso en México en 1950, para glosar en verso la historia de esas tierras colonizadas por España. Lo hizo movilizando todas las palabras necesarias para describir la acción de los colonizadores, la resistencia de los indígenas, su cultura sin contaminar, sus construcciones monumentales, las guerras sucesivas por la independencia, sus héroes y también sus dictadores.

Uno de los héroes indígenas ensalzado por Rubén en la defensa de sus tierras frente a los invasores, Atahualpa, fue apresado después de la matanza de Cajamarca, el 16 de noviembre de 1532, en la que perdieron la vida alrededor de dos mil nativos. Sabiendo que a los españoles no les movía nada más que el afán de conseguir riquezas, Atahualpa propuso a Francisco Pizarro ofrecerle una habitación llena de oro, plata y piedras preciosas a cambio de su libertad. El plan le gustó al conquistador y aceptó complacido. Nunca llegó a reunirse tamaño botín, y Atahualpa fue estrangulado. El verso fuerte de Neruda contó así la prisión del guerrero, en espera de la muerte que le dieron los avariciosos españoles el 26 de julio de 1533:

Atahualpa esperaba levemente
triste en el escarpado día andino.
No se abrieron las puertas. Hasta la última
joya los buitres dividieron:
las turquesas rituales, salpicadas
por la carnicería, el vestido
laminado de plata: las uñas bandoleras
iban midiendo y la carcajada
del fraile entre los verdugos
escuchaba el rey con tristeza.

Algunos tratadistas comentan que los actuales nativos de las repúblicas americanas no pueden criticar las acciones llevadas a cabo por los conquistadores, porque ellos son sus herederos, los nacidos en América, no los que residimos en España. Es un falso planteamiento. Actualmente no se puede juzgar a nadie por sucesos acontecidos hace siglos. Se trata de considerar la historia en su realidad, analizando el comportamiento de los nativos y el de los invasores. Si se considera con ecuanimidad, siempre resultan merecedores de alabanza los indígenas armados con arcos y flechas, cubiertos con plumas y que caminaban por sus pies, frente a los conquistadores poseedores de armas de fuego, cubiertos con corazas y montados sobre caballos. Pese a esta desigualdad se atrevieron a batallar contra los invasores de su tierra, ansiosos por esclavizarlos para mantenerlos trabajando a su servicio. Las simpatías se inclinan por los que hoy debemos considerar héroes.

Tormento y muerte

En los Estados Unidos Mexicanos uno de los héroes más populares es Cuauhtémoc: varias localidades y organismos llevan su nombre, numerosas estatuas inventan su figura, se ha reproducido en billetes de banco, el 28 de febrero cada año se le festeja, y todos los ciudadanos conocen su historia. Apresado por las tropas españolas, el tesorero Julián de Alderete, con la aprobación de Hernán Cortés, ordenó que se le diera tormento para que revelase en dónde se había ocultado tanto oro como se había visto en los primeros tiempos de la conquista y después desapareció. Con la intención de obligarle a hablar, junto con Tetlepanquetzalt, les untaron los pies con aceite y los arrimaron al fuego, con lo que resultaron malheridos en su silencio. Indignados por tan valerosa resistencia, se le ahorcó, y de esa manera creció su fama. La inspiración poética de Pablo Neruda relató así el hecho:

Ha llegado la hora señalada,
y en medio de tu pueblo
eres pan y raíz, lanza y estrella.
El invasor ha detenido el paso.
No es Moctezuma extinto
como una copa muerta,
es el relámpago y su armadura,
la pluma de Quetzal, la flor del pueblo,
la cimera encendida entre las naves.

Pero una mano dura como siglos de piedra
apretó tu garganta. […]

En los relatos de la conquista de América los héroes no son los militares vencedores de las batallas, sino los nativos derrotados por la superior fuerza armamentista de los invasores. Tanto Rubén Darío como Pablo Neruda expusieron en sus versos el sentir popular, contrario a las consignas oficiales facilitadas por los historiadores. No hubo grandeza en la conquista, sino crimen continuado. Los españoles que se embarcaron para ir a América lo hicieron con el único afán de enriquecerse con el oro robado por la fuerza a sus poseedores.

Los extremistas de derechas inventan una historia a su gusto, para justificar los crímenes cometidos por los conquistadores, mintiendo al afirmar que estaban guiados por el noble fin de llevar la cultura y la religión a las nuevas tierras descubiertas. La verdad es que las carabelas regresaban a la metrópoli cargadas de piedras y metales preciosos. Los poetas componen sus versos con más rigor a la verdad que los historiadores escriben sus tratados. Y con más armonía literaria, por descontado.

Presidente del Colectivo Republicano Tercer Milenio
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