Fuente: La Jornada Bernardo Barranco V. 13.06.21
Véronique Margron, religiosa que presidió la conferencia de congregaciones femeninas en Francia y una de las financiadoras de la investigación, declaró que el resultado del informe de la Ciase es una tragedia para los católicos de una conmoción inmensa. Remata diciendo: Sospecho que será peor de lo que ya sabemos
.
De inmediato, el sumo pontífice reaccionó. Dijo sentir vergüenza por los abusos y manifestó su tristeza y dolor por el sufrimiento de las víctimas afectadas por el clero francés. Sin embargo, sus palabras ya no tienen el eco de antes. Hay una crisis de la narrativa de la Iglesia católica sobre la pederastia y sobre abusos a menores. Desgastada por el cúmulo de escándalos como el de Irlanda, donde se testifican 25 mil niños, víctimas de abusos sexuales o los miles de tumbas de pequeños indígenas halladas en colegios católicos en Canadá. ¿Cabría preguntarse sobre una Iglesia criminal y redes clericales de delincuencia?
El informe de la Ciase emitió 45 recomendaciones. Una fue derogar el secreto de confesión cuando se trate de abusos sexuales. El clérigo estaría obligado denunciar a pederastas ante las autoridades. La reacción del presidente de la conferencia episcopal, Éric de Moulins-Beaufort, fue altamente polémica, pues expresó que el secreto de confesión está por encima de las leyes del Estado. Esto desató la furia en la opinión pública y un amplio debate. Francia es un país con una tradición laica arraigada. La pregunta de fondo era: si las leyes canónicas de la Iglesia están por encima de la Constitución francesa. Fue casi unánime el rechazo a la postura eclesiástica. Gérald Darmanin, ministro del Interior, invitó a la Iglesia y al presidente de los obispos a reconsiderar si la Iglesia está por encima de las leyes de la V República. La presión mediática y política fueron contundentes. Al grado, que el arzobispo Moulins-Beaufort dio marcha atrás y tuvo que pedir perdón públicamente, reconociendo como torpes
sus declaraciones.
Esta controversia emergente, denota el sentimiento ríspido e implacable en el ánimo de los franceses ante la Iglesia católica. Es cierto que el catolicismo en Francia registra una caída sostenida como en toda Europa. Hoy poco menos de la mitad de los franceses se reconocen católicos cuando a principios del siglo XX los papas reconocían el catolicismo francés como pródigo y a la Iglesia como la niña de sus ojos
de diversos papas.
El catolicismo francés resistió heroicamente los embates de la revolución francesa y ofreció al mundo grandes pensadores como Jacques Maritain o teólogos como Henri de Lubac o Louis-Joseph Lebret, el gran economista dominico. Hoy, organizaciones de la sociedad civil, laicistas y políticos franceses demandan la renuncia masiva de los 186 obispos. Tendremos que esperar un poco más antes de saber qué dispositivo pretende implementar la Iglesia católica para ofrecer reparación a las víctimas de abusos sexuales cometidos por curas durante décadas. El tema de las reparaciones económicas, morales o sicológicas plantea la cuestión de la responsabilidad y necesaria indemnización a las víctimas. Recordando que la mayor parte ha muerto ya. Sin embargo, pedir perdón u ofrecer una compensación significa reconocer la falta y responsabilidad, no sólo de los abusadores, sino de la institución. Y algunos obispos no están dispuestos a hacerlo, el debate en la conferencia episcopal es álgido ante la impaciencia de la sociedad francesa.
Seguramente el Papa intervendrá en el debate y las decisiones que se tomen. Hay un efecto dramático que se ha venido acentuando conforme los escándalos de la Iglesia se han acentuando desde hace 20 años. Es la desacralización, tanto de la Iglesia como del rol del cura. La investidura simbólica está quebrantada. El depredador sagrado y el encubrimiento de la institución han transgredido la confianza que la sociedad ha depositado en su representación social. Es un hecho corroborado por especialistas el déficit y atraso que tiene la Iglesia frente a la actual sexualidad humana. Valdría la pena pensar que la sexualidad debería ocupar un rol preponderante en el Sínodo que ha convocado Francisco para 2023 sobre el futuro de la Iglesia. Y ¿por qué no, pesar en un Concilio Vaticano III centrado en la sexualidad?