PDF: (Ex)Presión Nº 32

Fuente: Portal Libertario OACA                                                     15 Mar 2021 10:42 AM PDT

(Ex)Presión Nº 32

Una historia de violencia. Ruymán Rodríguez / Briega

Año 2021. Plena distopía pandémica. Vivimos en una película/pesadilla de Cronenberg y aún nadie ha dicho «¡corten!». Seguimos bajo el imperio del Covid mientras los negacionistas reaccionarios afirman que el virus es un invento para «socavar Occidente». Como si Occidente necesitara ayuda para socavarse… La interactuación social y el ocio público y gratuito han quedado proscritos y sólo se toleran dos actividades callejeras: la producción y el consumo. Los últimos estudios han descubierto que el virus se pone chulo cuando cae la noche y por eso se ha decretado el toque de queda. Por el contrario, parece que tiende a palmarla cuando entra en contacto con los centros de trabajo y las escuelas. ¿No será que no hay actividad laboral si las obreras no tienen dónde aparcar a sus hijos? No seamos mal pensados, eso significaría anteponer la producción a la salud, el margen de beneficios empresarial a la vida de los trabajadores, la regular marcha del capitalismo a la integridad de los escolares, y eso sería violencia. Y ya conocen el discurso del Sistema sobre la violencia…

El Sistema y sus resortes, con los medios de comunicación y las instituciones y partidos a la cabeza, no paran de escupirnos a la cara el relato hegemónico que han construido sobre la violencia desde 1978: cualquier confrontación con el Sistema es violencia ilegítima; cualquier violencia del Sistema es legítima y no debe ser considerada violencia. Y esa es la narrativa que hoy, en relación con los disturbios producidos los últimos días en distintas ciudades del Estado español, campa desatada por las redes, diarios, radios y televisiones, la propaganda que corre sin riendas desde los ministerios y comisarias hasta nuestras aulas, barrios y viviendas.
Su historia de violencia convierte el malestar general en una esporádica oleada de «vandalismo» ocasionada por «jóvenes inconscientes», instrumentalizados por «grupos internacionales de revolucionarios profesionales y anarquistas», y provocada, exclusivamente, por el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél.

Quien difunda que los disturbios se deben únicamente al secuestro de Hasél o es un malintencionado o es directamente gilipollas. Nuestra historia de violencia cotidiana nos dice algo muy distinto. Nos dice que en el tercer trimestre del año pasado 7.096 familias fueron desahuciadas a la fuerza de sus casas (1). Nos dice que 13.000 migrantes han malvivido o siguen malviviendo en los «campamentos de la vergüenza» en Canarias, sin agua corriente para asearse, subalimentados, durmiendo al raso y soportando las constantes amenazas y agresiones policiales (2), o directamente abandonados en los barrancos de las islas. Nos dice que el racismo institucional ha nutrido el racismo callejero y que en las islas se han producido manifestaciones xenófobas con la connivencia y complicidad de la policía, la misma policía que no ha dudado en cargar contra cualquier manifestación de signo contrario. Nos dice que desde que se inició la pandemia hay casi 800.000 personas más en situación de pobreza severa que sobreviven con menos de 16 euros al día, mientras que en el mismo período de tiempo los millonarios españoles son 26.500 millones más ricos que antes (3).

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