Fuente: https://www.telesurtv.net/opinion/Paula-no-ha-muerto-20200830-0013.html?utm_source=planisys&utm_medium=NewsletterEspa%C3%B1ol&utm_campaign=NewsletterEspa%C3%B1ol&utm_content=41 Lisbeth Moya González 30 agosto 2020
Ha muerto de Covid-19 mi amiga Paula Monteverde, compañera en la lucha y en el corazón. Murió porque no había más oxígeno para ella en Toro Valle, el pueblito rural de la zona colombiana del Cauca – de gran presencia cocalera y consecuentemente violenta- a la que dedicó toda su vida.
Se contagió en una manifestación a cara descubierta por los derechos humanos, la paz en Colombia y por una sanción fuerte contra Uribe.
En mi última conversación con Paula, le pedí que no fuera a la manifestación, que se quedara en casa. Su respuesta fue: «Cómo no voy a hacer nada. En Cuba es fácil no hacer nada. Que hay que cuidarse, es claro. Pero cómplice de asesinos, jamás». Una hora después volvió a escribirme: «Daniel está preocupado por si te respondí mal. Pero como a veces no sé hablar, te lo diré como nos lo dijo el sacerdote en la misa por Elisa: «Elisa vive en dos padres que están comprometidos por la paz. Solo morirá si nos convencen de que debemos quedarnos callados o que hay que responder la violencia con más violencia». Espero me entiendas. Te quiero, pero tengo a mucha gente a quien querer también».
Paula y Daniel son los padres de Elisita, una niña de siete años que fue asesinada por el grupo paramilitar «Águilas Negras». Era el segundo atentado contra la madre, por ser una lideresa campesina, militante de la organización «Católicas por el derecho a decidir» que lucha por reivindicaciones de la mujer como optar por el aborto, y apuesta por un socialismo humano.
El primer atentado contra Paula la llevó a Chile a estudiar Educación Intercultural. Allí conoció a su pareja y tuvo a su Elisita: una hija de todo el Pacífico Sur, como diría su padre. Cuando la pequeña cumplió cuatro años regresaron a Colombia con la esperanza de que los «Diálogos de Paz» hicieran la diferencia . Fue por un par de meses, pero se quedaron, porque a Paula le habían dado trabajo en la «Coordinadora Campesina del Valle del Cauca» y su militancia no le permitió rechazarlo.
Tras los «Acuerdos de Paz» siguieron matando a todos a su alrededor y en algún momento, una de esas balas le mató a la niña de siete años en los brazos.
Paula Monteverde no se rindió. Creó junto a Daniel la campaña «Colombia vive» y dedicó todo su tiempo a luchar por la paz en su país. Ambos decidieron no presentarse al juicio contra los asesinos, «porque el asesino es Uribe» y no pidieron reparación económica: «porque Elisita no tiene precio».
Paula era de esas mujeres grandes que una admira y nunca se imagina llegar a conocer, de esas lideresas que estremecen en los libros y en las noticias. Paula es la revolucionaria que una quisiera tener el valor de sacar. De frente a los tiros y a los bombazos. Paula muerta y una en su casa delante de la computadora. Hay que luchar. Paula no puede morir, porque se muere Colombia.
teleSUR no se hace responsable de las opiniones emitidas en esta sección