Fuente: Umoya, num 104 3er trimestre 2021 José Lucas. Comité de Madrid.
PAUL RUSESABAGINA.
La batalla judicial del héroe de Hotel Ruanda
El ruandés Paul Rusesabagina, siendo gerente del hotel Des Mills Collins, en Kigali, Ruanda, salvó a más de 1200 tutsis en el transcurso de las masacres que tuvieron lugar en 1994 en su país y que constituyeron lo que se ha venido a llamar el genocidio de Ruanda. Estos hechos inspiraron la famosa película Hotel Ruanda, frecuentemente emitida en las televisiones de todo el mundo y que contribuyó, junto con otras iniciativas, a consolidar la narrativa más extendida para explicar el genocidio de Ruanda, según la cual este habría consistido en masacres perpetradas por hutus extremistas contra población civil tutsi y contra civiles hutus moderados.
Como era de esperar, Paul Rusesabagina fue convertido en héroe y recibió un sin fin de premios, entre los que cabe destacar la Medalla de la libertad que le fue impuesta por George W. Bush y que es la máxima condecoración otorgada por el gobierno de Estados Unidos a un civil. Anteriormente, Bélgica le había concedido la nacionalidad belga, después de que en 1996 sufriese un atentado. Estados Unidos, por su parte, le concedió el permiso de residencia y se fue a vivir a San Antonio, Texas.
Rusesabagina intentó trabajar a favor de la reconciliación entre hutus y tutsis y creó su propia fundación. Pronto tuvo claro que el genocidio no era como lo habían contado, sino algo más parecido a lo que unos meses antes, a finales del año 1993, había pasado en el vecino país de Burundi después del asesinato del presidente hutu, Melchior Ndadaye. Es decir, masacres indiscriminadas entre hutus y tutsis.
La historia de Paul Rusesabagina es semejante a la del cantante Kizito Mihigo, otro tutsi superviviente del genocidio, cuyos padres fueron asesinados por hutus extremistas y que llegaría a ser el cantante más popular en Ruanda. Fue un activo impulsor de la reconciliación entre hutus y tutsis e incluso en una época el régimen ruandés le intentó utilizar para blanquear su imagen.
Kizito también evolucionó y llegó a la conclusión de que las masacres fueron cometidas por los dos bandos, por lo que era necesario el perdón mutuo, algo que chocaba frontalmente con los programas de reconciliación impulsados por el gobierno ruandés, que hacía campañas para que solo los hutus pidiesen perdón incluso aunque no hubiesen participado en el genocidio. Kizito
fue encarcelado por el delito de “negacionismo” y “minimización del genocidio”, pues en una de sus últimas canciones se intuía que solicitaba el perdón mutuo entre las dos etnias.
Finalmente, sería asesinado por el gobierno en el año 2020, acusándolo esta vez con el habitual delito de financiación de grupos terroristas, delito que se suele achacar a casi
todos los opositores al gobierno de Ruanda.
Tanto Kizito como Rusesabagina fueron acusados con delitos tipificados como “negacionismo”, “revisionismo” y “minimización del genocidio”, que son castigados como mínimo con diez años de cárcel. Estos delitos se cometen no solo por negar el genocidio de
los tutsis, cosa que nadie niega, sino simplemente por decir
públicamente que también hubo víctimas civiles hutus asesinadas por el FPR, actualmente en el poder en Ruanda.
Según la legislación ruandesa, decir que hubo masacres contra los hutus seria cometer el delito de “minimizar el genocidio” y como masacres contra civiles hutus ha habido muchas, en este delito habrían caído no solo Paul Rusesabagina, sino una infinidad de ruandeses, organizaciones de derechos humanos o incluso la
Audiencia Nacional española, o los altos comisionados de la ONU de los derechos humanos, quienes ya desde hace más de veinte años dijeron que había habido grandes masacres cometidas sobre población civil hutu en las selvas del Congo.
En unos procesos muy semejantes aunque distanciados en años, los otrora héroes del régimen ruandés del FPR, Paul Rusesabagina y Kizito Mihigo, fueron convertidos en enemigos públicos de Ruanda y acusados de colaboración con grupos terroristas. En 2018 el gobierno ruandés emitió una orden de arresto internacional contra Rusesabagina y, en virtud de esa orden, fue detenido en Dubai a finales de agosto de 2020 y trasladado a la fuerza a Ruanda. Las autoridades de Emiratos Árabes Unidos han negado cualquier implicación en el traslado de Rusesabagina, por lo que se trataría de un secuestro.
Condenas institucionales
El 11 de febrero de 2021, el Parlamento Europeo emitía una resolución condenatoria sobre el caso Rusesabagina donde, entre otras cosas, condenan la desaparición forzosa, la entrega ilegal y la detención en régimen de incomunicación de Paul Rusesabagina. Subrayan que la desaparición forzosa del Sr. Rusesabagina, del 27 al 31 de agosto de 2020, viola las obligaciones de Ruanda en virtud del Pacto Internacional de Derechos Políticos y Civiles, la Convención contra la Tortura y la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Denuncian las restricciones de las autoridades ruandesas a los derechos y libertades fundamentales y el uso arbitrario de la prisión preventiva para reprimir la disidencia, sin proporcionar a Rusesabagina las garantías mínimas para un juicio justo, ni permitirle un contacto regular con su familia.
El PE expresa su profunda preocupación por la violación de los derechos del Sr. Rusesabagina, instan a las autoridades ruandesas a que le permitan que sea sometido a un juicio justo y público por un tribunal competente, independiente e imparcial que
aplique las normas internacionales de derechos humanos.
Recuerdan al Gobierno ruandés su obligación de garantizar los derechos fundamentales, incluido el acceso a la justicia y el derecho a un juicio justo, tal y como se establece en la Carta Africana. Piden, igualmente, que se concedan al Sr.
Rusesabagina consultas confidenciales con el abogado de su elección y un contacto regular y seguro con su familia. Expresan también una profunda preocupación por el estado de salud del Sr. Rusesabagina y, finalmente, piden al gobierno de Ruanda que respete y apoye plenamente el derecho a la protesta, el derecho a la libertad de expresión y el derecho de reunión, y que no trate de
restringir esos derechos.
Por si la resolución del parlamento europea no hubiese sido suficiente, en junio de este año, el parlamento belga, en otra resolución aprobada por abrumadora mayoría, pide a Ruanda la repatriación de su ciudadano, Paul Rusesabagina y condena el secuestro, la tortura recibida, la detención y el trato que ha recibido Rusesabagina durante más de 260 días de aislamiento.
Los partidarios de la resolución no se limitaron a apoyar la liberación de Rusesabagina, sino que denunciaron al presidente Kagame por otras numerosas violaciones de los derechos humanos e instaron a las autoridades ruandesas a llevar a cabo investigaciones creíbles y exhaustivas sobre las denuncias de ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzosas, detenciones arbitrarias, torturas y malos tratos, y a procesar a los presuntos autores.
Anteriormente, en enero de este año, también el parlamento de Islas Baleares aprobó una proposición impulsada por los grupos Unidas Podemos, Socialista y Mes per Mallorca en la que se pedía la liberación de Paul Rusesabagina. El secuestro de Rusesabagina no es un caso aislado y llega después de muchos asesinatos, intentos de asesinato o encarcelaciones ilegales de
activistas opuestos al régimen ruandés del FPR. En todos los
casos, las instituciones europeas han optado siempre por mirar a otro lado y permanecer callados. En los dos últimos años, llama la atención el número de crímenes cometidos por el gobierno ruandés y la popularidad de las víctimas. El secuestro y encarcelación de Rusesabagina llega antes del la muerte en dependencias policiales del rapero Jay Polly, el 2 de septiembre, y después del asesinato de Kizito Mihigo, muy conocido en Bélgica donde pasaba largas temporadas, viene después del asesinato del embajador italiano en la república Democrática del Congo, donde muchos sospechan de la larga mano de Kagame y llega después del asesinato y desaparición de varios otros opositores menos conocidos, como Aimable Karasira, Cassien Ntamuhanga, Innocent Bahati, Yvonne Idamange, Dieudonné Niyonsenga, y
Theoneste Nsengimana. Todo parece indicar que Europa se empieza a hartar de los crímenes de quien fue uno de sus protegidos favoritos y quien le daba acceso a las riquezas minerales del Congo.