Pablo Hasél: Víctimas olvidadas, verdugos blanqueados

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Escucho por radio que otra persona ha sido empujada a la muerte por la desesperación de verse desahuciada con 58 años, lo que le ha llevado a suicidarse. Ni mencionan su nombre, ni las televisiones le pondrán cara, ni hablarán de él durante semanas ni mucho menos señalarán a los culpables que viven en la opulencia a costa de estos crímenes.

Escucho por radio que otra persona ha sido empujada a la muerte por la desesperación de verse desahuciada con 58 años, lo que le ha llevado a suicidarse. Ni mencionan su nombre, ni las televisiones le pondrán cara, ni hablarán de él durante semanas ni mucho menos señalarán a los culpables que viven en la opulencia a costa de estos crímenes. Son víctimas invisibilizadas de un sistema inhumano de las que, mañana, solo nos acordaremos unos pocos luchando para derrumbar la dictadura del capital y así impedir que puedan vulnerar derechos fundamentales como el de la vivienda digna.

Dicen que estaba en paro, pero ni aún con trabajo (otro derecho negado a millones), son asumibles alquileres tan elevados con los sueldos de miseria actuales. Una barbaridad normalizada mientras el Gobierno se opone, incluso, a la ley catalana que pretende regular el precio de los alquileres, que no pasa de ser una insultante limosna ya que, continúan desorbitados.

Para más gravedad, según datos oficiales, los desahucios han aumentado un 13%  en los últimos meses pese a las consecuencias de la pandemia y de las reiteradas promesas de prestar apoyo a quien lo necesite. Estos datos no recogen todos los casos en los que, por falta de ingresos, se ha tenido que abandonar la vivienda. Este aumento de desahucios se ha dado también en localidades con ayuntamientos podemitas, a pesar de estar presentes en el Gobierno. Los mismos que, con razón, hace años llamaban criminal al PP por permitirlo, han acabado por autodefinirse con su inacción a cambio de cómodas poltronas. Es peor que vergonzoso que, una parte de los movimientos sociales, sea cómplice al no señalarlos por sus políticas manchadas de sangre inocente. Parece que estos asesinatos son menos graves y crueles mientras Vox no tenga ministerios. Pero no, lo son aún más porque se perpetúan e incluso aumentan en nombre de la izquierda y del progresismo que se jactaba de solucionar el problema.

Los mismos que, velozmente, condenan con contundencia cualquier atisbo de autodefensa ante quienes no dejan vivir, no condenarán la violencia despiadada de banqueros, inmobiliarias, especuladores, jueces, políticos y otros ejecutores que a diario imponen -muy democráticamente, por supuesto- todo tipo de tragedias como esta con total impunidad. Hace pocos años, se les empezó a señalar masivamente con escraches y numerosas movilizaciones en las calles, cosa que les inquietó y llevó a aupar a Unidas Podemos que hoy hacen lo mismo pero provocando menos rechazo. Así fomentaron la tolerancia y la calma ante una situación merecedora de una revolución sin la que, los cambios profundos en nuestro beneficio, son imposibles.

No responde a un capricho que el Gobierno haya regalado, en más de una ocasión, millones de dinero público a las televisiones privadas y haya subido el sueldo a los cuerpos represivos. Para mejorar nuestras vidas no, pero siempre hay dinero para engrasar sus aparatos mediáticos y represores sin los que no podría sostenerse un régimen tan impopular, dominado con el uso sistemático del terror y la ignorancia generalizada. Tras dar la noticia sesgada pasan a blanquear, sin tregua, a los verdugos, a hablar de la última peripecia de Paquirrín o cualquier otro parásito forrado y a pintar que los indultos a los presos del procés son el mayor problema de los españoles. Si eso no basta para entretener y desviar la atención, esperan porrazos, multas, criminalización y cárcel. Sus incontables víctimas mortales anónimas,  sumadas a las condiciones de “vida” cada vez más asfixiantes que sufrimos, tarde o temprano, van a pasar cuentas y entonces, los desahucios serán en los lujosos domicilios de los verdugos saqueadores y tal vez también saltarán por la ventana, esta vez para intentar huir de la justicia.

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