Fuente: http://elterritoriodellince.blogspot.com/ Jueves, 9 de septiembre de 2021
Y es que los malignos nunca descansan y no dejan de atentar contra la libertad privada. No contentos con arremeter contra los grandes capitalistas financieros, contra la enseñanza privada y contra la industria de los videojuegos por su impacto en los menores ahora los malditos comunistas chinos la toman con el desperdicio de alimentos.
Estos malditos comunistas chinos van rápido, muy rápido. Tanto, que casi no da tiempo a contarlo. Acaban de aprobar una ley totalitaria (otra) sin precedentes en el mundo mundial para evitar el desperdicio de alimentos. Y todo es culpa del maldito Xi Jinping, que ya en el verano del año pasado (tomad nota: cuando China derrotó la pandemia del COVID-19) dijo que «el fenómeno del desperdicio de alimentos es aterrador y perturbador» por lo que se tenía que hacer era elaborar una ley que lo eliminase de manera decisiva.
Pues ya está. Otra ley totalitaria en el totalitarismo chino. Se aprobó en abril, pero es ahora cuando ya está comenzado a aplicarse en sentido estricto.
A ver. Imaginemos que China tiene 1.400 millones de habitantes. Imaginemos que ha eliminado la pobreza absoluta y que se ha embarcado en otro ambicioso objetivo que es eliminar la pobreza, a secas. Imaginemos que para ello tiene que meter mano a las empresas, que multiplican sus ganancias en la misma manera que se reducen las nuestras (como bien sabemos en Occidente, donde eso de «estado del bienestar» es ya historia antigua, casi tanto como el imperio romano). Imaginemos que, como dicen los gurús del capitalismo, «los dirigentes del PCCh parecen cada vez más cómodos aceptando un daño económico considerable para lograr objetivos no económicos» tales como la jubilación, sanidad, la educación, la vivienda… o la alimentación. Imaginemos que de eso va lo de lograr una «sociedad moderadamente próspera» que es ahora el eslogan de China para el 2035.
Y ahora veamos (sin imaginar) que el 30% de los alimentos son arrojados a la basura en el muy democrático y desarrollado Occidente. ¡Pero quién se han creído que son estos malditos comunistas arremetiendo contra mi libertad individual de engordar si quiero y para ello acumulo comida, aunque luego tenga que tirarla!
No son muchos los países que tengan algo similar -y, desde luego, no con la profundidad y amplitud de la ley china-, destacando Francia como pionera en 2008 pero, como siempre, promoviendo el asistenciacionismo porque se recalca el deber de las empresas de donar sus excedentes o lo que está a punto de caducar a diferentes organizaciones caritativas. En España no hay nada parecido por ley, sino alguna cosa autonómica que depende de la buena voluntad de las empresas. Vamos, lo mismo que cuando el gobierno español, «el más progresista de la historia» (sic) pide a las empresas eléctricas «empatía social» para abaratar el precio del recibo de la luz porque no se atreve a meterlas mano como sí hacen los chinos. Porque, en paralelo a todas las medidas que os he venido comentando, China está obligando a que las grandes empresas donen una parte considerable de sus millonarios beneficios a cuestiones sociales. Ejemplo: Alibaba, Tencent, Didi y otras han tenido que aportar más de 30.000 millones de euros «para satisfacer la política de prosperidad común de Xi», como ha dicho Bloomberg. Debería haber dicho que las empresas, esas tan guays y que crean riqueza, mucha empatía social no tienen si no se las obliga.
El mundo libre está en peligro sin la menor duda, sobre todo cuando los chinos demuestran que se puede obligar a los empresarios a rascarse el bolsillo en aras del bien común. La teoría dice que el comunismo se caracteriza por el control estatal no solo sobre la producción y distribución sino también sobre el consumo, que la producción debe ser proporcional y equilibrada y que el consumo debe ser razonable, entre otras cosas. Los chinos dicen que son comunistas y su Constitución establece que el Estado tiene el papel central en la sociedad porque posee y dispone de toda la tierra, desarrolla la educación, la salud (con una mezcla de la medicina moderna y la tradicional), que… aunque en China hay una «combinación flexible» de capital público y privado «es el Estado el sujeto principal de la economía y quien establece las condiciones económicas», como también se recoge en el XIV Plan Quinquenal aprobado en el XIX Pleno del Comité Central del PCCh (26-29 de octubre de 2020).
Por lo tanto, es normal que el Estado regule también este aspecto y que va mucho más allá que combatir el desperdicio de alimentos: es garantizar la seguridad alimentaria, ahorrar recursos y, de rebote, proteger el medio ambiente promoviendo el desarrollo social y económico sostenible. Me ha salido un discurso muy gubernamental, pero es que es así. O sea, que el PCCh, en su centenario, está dando fuertes señales de que no solo no se deja amedrentar por los ataques occidentales sino que está preparando a su población por lo que pueda pasar. Sobre todo, porque la ley dice que aunque China no tiene problemas en ese sentido y la cosecha ha tenido superávit en los últimos cinco años, es decir, que no se enfrenta a un riesgo inmediato de escasez de alimentos, «es una medida con visión de futuro para la seguridad alimentaria, ya que el país busca estabilizar la producción nacional de cereales y garantizar el suministro, enfrentando un aumento nacional de demanda de cereales debido al crecimiento de la población y las incertidumbres externas». Tomad nota de esto último.
La ley fomenta la continuación de la campaña «Limpia tu plato», que se puso en marcha en agosto de 2020 como experiencia piloto de lo que ahora se aprueba. Estos son carteles de esa campaña.
Los capitalistas no piensan como los chinos. Solo ven el daño en los negocios. Y ya están haciendo cuentas de las pérdidas. Porque pronto habrá millones de denuncias contra las empresas que tiran alimentos. Pero China no es Occidente. En China no se hace un reportaje de televisión y ya, o se presenta una reclamación en la oficina del consumidor o donde sea y a esperar. No. Allí se recurre primero al PCCh. Y el PCCh convoca a los directores y/o dueños de la fábrica o negocio que tira alimentos. Y es luego cuando aparecen los jueces. Porque con lo primero los afectados se ponen las pilas y con lo segundo se tardaría años en que lo hiciesen, aunque los tribunales chinos son algo más rápidos que los occidentales (mirad a vuestros países con lo de la lentitud de la denominada justicia).
Esta ley contra el desperdicio de alimentos también prohíbe tanto a los cargos públicos y privados la celebración de eventos que generen despilfarro de comida como «la demostración de la glotonería en la televisión y en las películas». Ya me diréis si unos honrados representantes populares, diputados, alcaldes y demás, no pueden hacer asasajos para vender su gestión. O la televisión no puede hacer esos exitosos programas de a ver quién se come la hamburguesa más grande o más huevos cocidos. Totalitarismo puro.
Lo dicho: el mundo libre está en peligro. Rebelaos, comprad mucha comida (que eso es bueno para la ganadería y agricultura intensiva, para las empresas; en definitiva, para la mcroeconomía) y tiradla después como gesto de protesta contra el comunismo.
El Lince