Entrevistamos a Santiago Botana, miembro de la Asamblea de Nodo50 e histórico activista de los movimientos sociales de Madrid. En esta primera parte de la entrevista hablamos del activismo y la militancia de los 80 y 90.
¿Cuándo empezaste a militar, cómo fueron tus primeros contactos con los movimientos sociales de Madrid?
Yo empecé precoz a ir a manifestaciones con 13 años, en 1983. Lo primero que recuerdo es un 1 de Mayo de CCOO y UGT, recuerdo que pasaba por Cibeles. Mis padres no eran militantes, eran así… progresistas. Había cierta tradición en casa: el Che Guevara, los cantautores…Empecé a ir a manis y a quedarme al final de las manis, cuando la gente empezaba a chillar “AQUÍ EMPIEZA, LA MANIFESTACIÓN”.
A quedarme al lío, cuando cargaba la policía. Y así era como empezabas a conocer a gente de vista. A raíz de las manifestaciones de estudiantes del 86/87, que me metí en un colectivo que se llamaba KLESA, que cuando yo entré su actividad básicamente era prepararnos para la siguiente mani de estudiantes, el siguiente disturbio que hubiera. Nos reuníamos en los locales de la calle Sagunto de CNT [CNT Renovada, luego CGT, N. del E.]. Fue uno de los embriones de la Asamblea de Okupas de Madrid, que empezó a okupar en los años 87-88. Me vuelvo a encontrar con gente de las manifestaciones de los años 84-85. Y ahí copiamos el modelo alemán de crear colectivos: colectivo autónomo-algo. Kolectivo Autónomo Antifascista, Kolectivo Autónomo Antimilitarista, Kolectivo Autónomo de Solidaridad Internacional… el colectivo autónomo feminista no se llamaba así, era Liga Dura. Seguimos haciendo okupaciones y conseguimos que alguna dure un poco más, lo que da un poco más de estructura. La primera que dura un poco más es la de Arregui y Aruej, dura un verano. Y… la primera vez que vi en directo violencia policial fue una concentración feminista por el derecho al aborto frente al Congreso de los Diputados, recuerdo a las mujeres entrelazando los brazos cuando la policía las quería desalojar, me impresionó. Entre ellas estaba Empar Pineda.
¿Qué referentes políticos teníais en aquella época?
Yo nací en Argentina, vinimos a Madrid en 1978, y me tiraba todo el tema latinoamericano, de las guerrillas… Para mí eran referentes, sobre todo en la forma de pensar el compromiso político. “Dar la vida por la revolución”.
¿Te influyeron los Comités de Solidaridad con América Latina, que luego en algunos casos derivaron a ONG de cooperación al desarrollo?
No. Quienes conformábamos lo que fue la Asamblea de Okupas de Madrid era una izquierda anti-partido, unos éramos más anarquistas, otros se decían más marxistas… pero éramos muy críticos con los partidos de las revoluciones latinoamericanas.
Hablemos de la campaña de insumisión al servicio militar obligatorio. Hace ya muchos años, llegaste a pasarme una carta destinada al juez que luego te condenó…
(Se ríe) sí, al que le llamaba de todo. Mi insumisión no fue noviolenta. Mi concepto en ese momento de la política era que la violencia era también una herramienta. Yo fuí de los que objetó con una declaración colectiva que había del MOC (Movimiento de Objeción de Conciencia) antes de que hubiera ley de objeción, entonces… Luego el estado nos consideró objetores y nos llamó para hacer la PSS (Prestación Social Sustitutoria). Para mi la cuestión de no hacer la mili era una cuestión política que no tenía que ver con no usar la violencia. Mi juicio por no querer hacer la PSS fue de los primeros de los juicios civiles en Madrid [antes estos juicios se dirimían en la Justicia Militar, N. del E.], ya se había okupado el Centro Social Minuesa. Me entrevistó Iñaki Gabilondo en la SER, Maruja Torres sacó una columna en El País… y aunque ya estaba encima de la mesa no presentarse a los juicios decidimos que me presentara. Me condenan a 2 años, 4 meses y 1 día de cárcel, y yo estaba casi convencido de entrar en la cárcel como el resto de insumisos del MOC, que en la práctica suponía estar 9 meses en la cárcel. Pero otro juez después absolvió a otro insumiso en el segundo juicio que hubo en Madrid. Mientras que mi juez le dijo al abogado que me representaba que no quería ser “un juez represor”, que eligiera yo la fecha que me viniera mejor para ir a la cárcel… Y me tocó tanto las narices que dije “a la mierda, no voy”. Y le mandé una carta llamándole de todo, intenté que la publicaran en El País pero no la publicaron. Le decía algo así como “el gobierno necesita jueces como usted, sumisos”. Y eso provoca que esté muchos años en busca y captura. Trabajaba en negro pero tenía el peligro de que me pararan en la calle y acabara en la cárcel de Carabanchel.
¿Simplificando un poco podemos hablar de que en Madrid el movimiento autónomo fue la combinación de okupación y antifascismo?
La insumisión también fue importante. Nos tocaba a todos los hombres en algún momento. ¿Cuándo acabó la insumisión? Fue antes de que desapareciera la mili. [el Servicio Militar Obligatorio desapareció en el 2001 N. del E.]. En 1995 ya no estábamos con el tema de la insumisión, lo veíamos ya como algo muy minoritario. Los centros sociales, en el modelo que construimos, eran muy importantes. Lugar de encuentro, también de financiación, no sé cuánto dinero saldría de los conciertos de Minuesa, pero se financiaban muchas cosas. Yo estaba en la contrainformación también, en la Agencia UPA. Cuando yo empecé a militar veíamos 1992 como algo muy lejano, pero el V Centenario fue algo muy importante. Volviendo a la insumisión, una de las cosas con las que me quedo yo es el reconocer a la gente antimilitarista y del MOC como la gente más consecuente que he conocido en todos estos años, aunque yo no estuviera de acuerdo en lo de la noviolencia. Muchos de ellos siguen y siguen poniendo el cuerpo.
¿Cuál ha sido tu relación con el sindicalismo y los conflictos laborales?
Dentro del magma de colectivos teníamos a nuestro sindicato afín, que era Solidaridad Obrera. Aunque había gente que también estaría en CNT-AIT. Yo participé en el intento de hacer un sindicato de mensajeros, pero fue un fracaso. Trabajaba en una empresa super-pirata porque estaba en busca y captura por el tema de la insumisión. Preferían trabajar a destajo que se ganaba más, se ganaba dinero en aquella época si trabajabas como un burro.
¿Cómo recuerdas el clima de la calle en los 90?
Vivíamos con miedo y como en guerra. Recuerdo que eso me lo dijo mi madre “tú vives como si estuvieras en guerra”. Ibas armado, cosas así… Y te podías encontrar a los nazis en cualquier esquina. Recuerdo cómo empezó eso en Madrid. Había una panda de skinheads que no eran nazis, te los encontrabas en un concierto de Kortatu, los skins de Porrones… Eran unos broncas y se rumoreaba que desde Barcelona les había llegado la propaganda nazi. Y un verano empezaron a salir de caza por Malasaña. Una vez volviendo al Búho [autobús de horario nocturno en Madrid N. del E.] hacia la Plaza de Cibeles tuvimos que correr porque nos querían dar una paliza al grito de “¡¡¡guarros!!!”. Había compañeros que habían vivido los choques con Fuerza Nueva y alucinaban que los nazis fueran rapados y no con camisas azules o vestidos de pijos. Y empezó a haber muertos de nuestro lado, a navajazos. Y en 1992 llega el asesinato de Lucrecia Pérez. Anteriormente, en 1988 hubo un ataque a los puestos políticos de Tirso de Molina y como respuesta fue la primera vez que se hizo una convocatoria antifascista justo el 20N, para defender los puestos del Rastro. Apareció un nazi y se llevo una paliza. Luego llegaron 20 y se llevaron una paliza también. Y finalmente llegó una tercera oleada al salir del fútbol y arrasaron con todo. Nosotros también éramos muchos, ya se había okupado Arregui y Aruej, y acabamos peleando con la policía cuerpo a cuerpo, con palos.
Para mí hay mucha mitología en torno a la Coordinadora de Colectivos Lucha Autónoma, ¿tú cómo lo valoras?
Yo es que no estuve en Lucha Autónoma. Iba por libre. No estaba metido en un colectivo concreto. Me consideraba “mano de obra” libre para colaborar en lo que hiciera falta. De hecho, cuando pasa lo de 1995 [esto se trata en la segunda parte de esta entrevista, N. del E.] yo no estaba ni en el colectivo antifa. Pero… hacía cosas con ellos. Lucha Autónoma… yo no estaba en ningún colectivo que se sumara a aquello. Pero no había otra coordinadora alternativa, le ponían un poco más de coco a lo organizativo. Yo no estaba en LA pero si muy próximo a gente que estaba en el núcleo de la coordinadora. Nunca tuve un barrio, fui moviéndome por la ciudad, por lo que no tengo la visión de un colectivo de barrio que no se quisiera integrar en LA.