Fuente: Portal Libertario OACA 17 Aug 2021 04:27 AM PDT
La psiquiatría, entendida por el verdadero discernidor como un aparato angular de la represión estatista-burgocapitalista más miserable, vindicante y no vinculada para nada con el fenómeno humano más puro, sino con su destrucción, represión o estigmatización por y para beneficio de sumariales y graves idiotas biempensantes, presenta y representa en primera instancia la venganza modal de la burguesía contra los reductos de la sociedad feudal aún vigentes en el Renacimiento y en el Barroco, en donde al menos la mentalidad racista de los escritores de ese tiempo tenía el buen gusto de reírse de toda esta patulea hortera de barberos y hacedores de sangrías con pretensiones.
Bien, quizás esta sátira motivó una venganza de estos «cristianos ateos», estos insanos compañeros proscribidores del viaje, pues no en vano los tahúres del mercantilismo continúan siendo, en irónico y demencial autolectismo, «la única clase revolucionaria que tomó el Poder», según Debord, y además «revolucionada» continuamente en una suerte de sucesivos golpes reaccionario-fascistas a lo largo de los siglos XIX y XX, como malamente algunos mentecatos eluden reconocer: en fin, los fachas son los mayores y más gruesos replicantes de la desfachatez, y así vamos siguiendo un juego de alienistas que se drogan coseológicamente, y que sólo han leído al positivista Auguste Comte, ese catequista para viejas con denarios en cantidad de múltiplo, antifilósofo que tanto mal y tanta opresión ha traído a Occidente, camuflado de «filósofo» y aprendiz de suicida, un catequista laico culposo y estúpido, peligroso para la Libertad tanto más cuanto parece anticipar a «ilustres reaccionarios» como Kelsen, Skinner o Rand, incluyendo al fraude freudiano del Freud pre-nazismo. Bien, todo opresor se pone el miriñaque de la liberación, casi siempre incitante, incitante a un sopapo y a un pimpán autonomista y gatuno que no merece ni admite sujeción repugnante ni estratagema conciliabular, aunque luego tengamos que pagar a estos cuajarones del espíritu por buenos: los mojones y majaderos deambulatorios dicen «estudiar mucho», todo para acabar torciendo la sana y natural razón no instrumental (aka razón transitiva o fluyente), y persiguiendo las visiones eidéticas del personal con obsesión de casquivanía inquisitorial: como siempre, conservando lo peor hegemónicamente, y categorizando, cerrando el discurso de los mejores (que ellos asimilan poco más que a un residuo pustular) y controlan por la fuerza y la coacción a los más vulnerables, desnaturalizando así la vida como el pederasta al tierno infante. Sus técnicas de acoso y derribo incluyen los «diagnósticos» de presuntas «enfermedades» sin signo patognomónico, lo cual derriba conceptualmente toda una edificación forjada sobre el barro (por no decir sobre la mierda más ínfera), y culminada en esos feos pináculos que son el sadismo y la estupidez más lobreguistas y pesebreros, que malhabitan y apestan la Tierra entera, en un modelo polar de respuesta-estímulo, inversión conceptual que sus Santas Vuecencias Malhechoras capitalizan y manejan verracosamente y con viscos y pujos intolerantes e intolerables, al estilo de su propia grisura cancrosa, malhadada intelectual y sensitivamente.
La orfandad y el prejuicio ontológico de la psiquiatría es evidente, pues parecen payasos de feria comentando a Aristocles o a Plotino (sería ridículo esto, de no ser tan perogrullescamente ofensivo, injusto y atroz), con sus remedos aristocracistas y sus batallas nasales de platino, que de todo puede haber en tales terrenos pantanosos de la razón obligada y moralinas sin ética mínima, totalmente denegatorias de la excursión psíquica más allá (y sólo para estos seres mascariles más acá) del mundo esclavo. Además de un falso onticismo deformado por ellos, y combatido a muerte y atacado en su potencial crítico, vituperado por escrito con mentiras fecales e idiotas acerca de no se sabe qué «tóxicos» nunca consumidos en vida de quien en sus redes capciosas cae, Sus Ilustrísimos Doctor Niquete se irrogan pomposamente su insana y vesánica función represora como si fuera una pura estructura, una misión poco menos que divina, cuando (sabiéndolo o sin saberlo) los perversos insultadores de la rutina psíquica alterada, pero alterada por condiciones de acoso familiar, escolar, social, sistémico o laboral (este factor, pasado por el arco sexual de triunfo, es clave en este desenmascaramiento), solamente conocen al Demiurgo o al Diablo, razón para ese «cristianismo ateo» positivista y sin otra drupa que el darnos a todos por la grupa. Pues el fruto es perseguido en el mundo de la cáscara, y quienes defienden a «dios» apoyan la opresión de su fundador, de quien dicen que fue un antiguo profeta esenio mistificado por la pansignificación de todo un corpus que jamás fue humano y que se cree, tan burdamente, sus propias mentiras antropológicamente diferencialistas, racistas y crueles. Váyanse todos ellos a atornillar apéndices xifoides por ahí, porque su disciplina es la rama más boba de nuestro «sistema de salud». La salud mental consiste, por el contrario, en no comprar artículos que no funcionan, en el bazar zocorriento de la mediocridad insincera, a cargo de los Señores Cuernolargo y Rabobobo del orbe mundano, que les subvierte el criticismo libertario, y les compromete nada más que con el Mal, con el jumento hipocrítico e hipócrita, frente al cual todo juramento hipocrático acaba por pegarse un tiro en el centro del cerebro, tanto en el orden simbólico como en el pragmático, y la teoría sucumbe así a prácticas opresivas, potencialmente asesinas de «contención mecánica» y demás mecanismos sadistas a cargo del Buen Doctor Pedo y sus secuaces, como el Doctor Quemada, siempre con el dedarro apuntando a matar desde su torre de marfil mefítico y diabólico, que huele a chamusquina…
Vicarious Shamishen