«Las mascarillas no sirven para nada. No tiene ningún sentido su utilización». Con este mensaje reiterado a la población, las autoridades del Estado español han tratado de ocultar, durante semanas, el hecho de que la provisión de este medio elemental de protección no ha alcanzado, en un país presuntamente «desarrollado», ni para abastecer a los profesionales de la Sanidad y otros colectivos especialmente expuestos al contagio.

Una realidad denunciada por los propios sanitarios, y evidente para cualquiera que en estos días pretenda adquirirlas en una farmacia, que tiene que ver tanto con la falta de previsión gubernamental como con la, también previsible, acción de los especuladores que en toda crisis tratan de enriquecerse a costa del sufrimiento ajeno.

«Las mascarillas quirúrgicas normales estaban a cincuenta céntimos y ya hay establecimientos en Canarias que las han acaparado y las están vendiendo a catorce euros, un disparate»– explicaba a la prensa local Santana.

«Son las leyes del mercado que tenemos»– añadía Juan Ramón Santana apuntando, aun sin quizás ser consciente de ello, al salvajismo propio de las relaciones capitalistas, que se manifiesta con mayor crudeza en las situaciones de crisis.

Las crisis, sin embargo, no ponen solo en evidencia la incapacidad del capitalismo para garantizar la salud y el bienestar de la población, ni se limitan a sacar a la luz «lo peor» de los humanos constituidos por este sistema. También son el momento en el que, pese a todo, se manifiesta la solidaridad y el apoyo mutuo que hicieron posible la propia aparición y la supervivencia del homo sapiens.

Esta solidaridad no ha faltado en estos días en todos los rincones del país, pero en lo que tiene que ver con las necesarias mascarillas quien ha dado toda una lección de civismo ha sido la comunidad china en el Estado español.

Mientras –según la denuncia del Colegio de Farmacéuticos de Las Palmas– alguna empresa española ha llegado a «desviar pedidos a Italia», solo porque allí se venden a precios aún más desorbitados, ciudadanos chinos residentes en diferentes ciudades del Estado español han repartido, gratuitamente, mascarillas, geles desinfectantes y guantes tanto a otros ciudadanos, como a policías y sanitarios que carecían de este equipamiento esencial.

Un gesto de solidaridad colectiva que, al igual que la ayuda sanitaria urgente enviada a España por el Gobierno chino, no ha sido reconocido hasta el momento por el Ejecutivo español.