Fuente: https://periodicogatonegro.wordpress.com/2022/04/05/mas-capitulos-de-gobernabilidad-y-representacion-muerta/
Más capítulos de gobernabilidad y representación muerta
[…] no hay que cambiar un gobierno, hay que destruir el mismo principio de gobierno, hay que destruir la política
REVISTA COMUNISMO, GRUPO COMUNISTA INTERNACIONALISTA
Christian Ferrer sostiene en su prólogo de la Sociedad del espectáculo de Guy Debord que el espectáculo desdeña la experiencia vivida, la actividad conversacional y la sociabilidad espontánea, es decir, desestima la reunificación de la comunidad como movimiento inventivo de sí mismo. Casi cuarenta años antes, Errico Malatesta nos decía —nos dice—:
La socialdemocracia, la izquierda del Capital, las terceras posiciones, los demócratas impolutos, los amantes del reformismo responden a la lucha de clases y a las devastaciones de lo vivo construyendo gobernabilidad, prometiendo trabajo y libertad, pregonando derechos, perfeccionando el sistema de explotación, aceitando los engranajes de la Máquina.
¿Qué capítulos están escribiendo en la época que nos toca vivir?
Quiebre y recuperación
Hace un tiempo sostuvimos que nos interesa pensar al 2001 como un quiebre de representación política que luego será recuperado por quienes siempre apagan el fuego; como ejemplo vital de que lo existente —la representación, la institucionalidad y la política— no agota lo posible —la comunión asamblearia hacia la vida—. Nos interesa descifrar colectivamente las recuperaciones que el poder ha hecho y hace: “El poder recupera, recuperémonos del poder” es una figura retórica —retruécano o conmutación— que nos permite pensar los artilugios de los que están dispuestos a negar la experiencia vital, lo común, la historia de lxs explotadxs.
También afirmamos que recuperar ideológicamente toda ruptura radical de la dominación constituye una necesidad ineludible para toda lógica de gobierno. Las clases dominantes siempre se ven en la necesidad de recuperar —institucionalizar, ciudadanizar, estatizar, pacificar, democratizar, legalizar y normalizar —las experiencias revolucionarias de lxs desposeídxs, las acciones subversivas que niegan las condiciones de miseria y explotación. Y a su vez, esos parámetros de pacificación y normalización son defendidos por gran parte de la población.
El levantamiento popular del 2001 tuvo su respuesta, obtuvo su gobernabilidad. Peligroso es que un estallido social trascienda los límites de la normalidad, agote lo existente y luche por lo posible. Los cuatro años de Cambiemos tuvieron su respuesta. Dejemos gobernar. Peligroso es que perdamos la fe en la religión del Estado: la política.
En este sentido, nos dice Néstor Kirchner en una demostración de cálculo político: “Nosotros venimos a hacer con este peronismo lo mismo que hizo Perón con los sindicatos, que es incorporarlos al Estado. Tenemos que incorporar a los piqueteros dentro del Estado”. Compañerxs presentes en el estallido del 2001 nos advierten: el kirchnerismo vislumbró quién era el actor social con más capacidad de influencia en ese momento: Madres de Plaza de Mayo, Derechos Humanos, piqueteros.
Un nuevo sindicato vio la luz sobre el final de 2019. Se trata de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP). Siguiendo estas líneas, unos años antes, cierta comunidad insurrecta que se denomina Comité Invisible nos recordaba lo siguiente:
Licuar el disgusto, apropiarse del conflicto social y vaciarlo hasta que la fe en el Estado y sus representantes se renueve. Preservar la gobernabilidad sobre la vida. Preservar la seriedad política vociferada por los altavoces de la sagrada democracia. Seriedad que se ramifica en el cuerpo social creando correcta, despierta y lúcida ciudadanía: respetuosa del cemento, respetuosa de los amos.
Recuperación: movimiento entumecido que pareciera perpetuo e imposible de identificar. Movimiento paralizado velado por izquierdas, centros y derechas, por promesas y correcciones políticas que prolongan la miseria. El movimiento del Partido del orden y del progreso. El progreso no destruye tanto como cuando construye. El movimiento del realismo capitalista. No hay alternativa.
Y cuando se generan alternativas, cuando se suspende el tiempo histórico, cuando escuchamos a los tiempos de la revuelta —quiebres con la pacificación del Capital—, la represión acecha nuestras puertas. Criminalización de la protesta, ataque mediático, causas armadas, allanamientos, investigación tecno-policial, judicialización, condena ciudadanista y republicana contra quienes se oponen a sus planes extractivistas, patriarcales, coloniales, capitalistas, estatistas, racistas, partidistas y clasistas.
Situar a un territorio en deuda. Imponer condicionalidades o políticas de ajuste estructural. Aplicar el saqueo planificado bajo el cobijo del manto de la intocable y venerada democracia, edificadora de la miseria porque siempre existirá gobernabilidad, fe en el lenguaje del poder, subordinación a la representación política.
Ya se ha dicho hace tiempo que es muy importante comprender quién pone en práctica la violencia, si son los que provocan la miseria o los que luchan contra ella. Su deuda es violencia. Sus medios de comunicación son violentos. Su ajuste es violento. Sus criminalizaciones y allanamientos son violentos. Su represión es violenta. La negación de la vida es violencia. La violencia de lxs desposeídxs estuvo, está y estará plenamente legitimada por siglos y siglos de miseria planificada. Legitimada por entablar un diálogo histórico con nuestrxs muertxs, con nuestrxs desparecidxs. Legitimada por ser ofensiva necesaria que dignifica la existencia.
Lo mismo volvió a dar algo
El partido histórico de la contrarrevolución, la socialdemocracia —la izquierda parlamentaria, la izquierda del Capital—, escribió nuevamente otro capítulo para la historia de los vencederos. Ya a esta altura hemos escuchado incontables veces la frase del zar Alejandro II —¿o no?—: “Más vale dar la libertad desde arriba que esperar que vengan a tomarla desde abajo”.
Después de tanta teoría, después de tanta desesperanza, después de tanta ilusión, después de tanta fe, después de tanto fracaso, después de ¡tanta experiencia!, ¿por qué nos aferramos inexorablemente a los límites —siempre estériles, putrefactos y cómplices— de la institucionalidad? ¿Por qué elegimos una y otra vez el camino de la mercantilización de los cuerpos, el tiempo histórico de los partidos, el cronometraje de lo vital?
“Todos los partidos burgueses, todas las fracciones capitalistas promocionan, de una u otra manera, el monstruo sagrado: libertad-trabajo”, leemos en la revista Comunismo. Lo existente, lo naturalizado, lo mismo, lo pulcro se sostiene mediante ese monstruo y tantos otros que se bifurcan sobre el cuerpo social para anular la experiencia, lo común, lo posible. “Ya nada nos dará lo mismo porque lo mismo nunca nos dará nada”, otro retruécano que leíamos en las calles de la Revuelta en el territorio de Chile. Con la izquierda del Capital gestionando el Estado lo mismo vuelve a dar algo: gobernabilidad, institucionalidad, normalidad: libre discurrir de las mercancías. Promesas, explotación y represión. Muestra eficiente y calculada de la política: “[…] la libertad política no es más que una libertad sometida a la dictadura de la economía, una libertad que no cambia nada la situación de lxs explotadxs. La libertad política ni siquiera camufla la explotación, sino que asegura su realización”.
¿Qué otros capítulos escribirán en la época que nos toca vivir? ¿Qué otros capítulos estaremos dispuestxs a soportar? ¿Qué otros capítulos estaremos dispuestxs a destruir?
La (no) salida del principio de gobierno es la sofocación, la vuelta a lo mismo edulcorado, a la institucionalización reformista que maquilla y devuelve la normalidad al orden imperante a través de la (no) salida partidista. Las revueltas, las irrupciones del espectáculo, el cuestionamiento de la representación política, la comunalización de la vida, la historia contra el Leviatán —el monstruo más frío de todos los monstruos fríos— son momentos históricos y presentes que derriban la totalitaria respuesta/solución/realidad del reformismo demócrata normalizador.
“En la acción común contra el Estado y el Capital renace, de una manera embrionaria, la comunidad”. Quizás, en ese renacer, como hemos sostenido, construyamos la posibilidad de un ir hacia donde la revuelta nos vuelva a encontrar. Una posibilidad contra el anhelo civilizado, democrático, cómplice y defensor de las opresiones sistemáticas de nuestra época y de las venideras:
Roscigna
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