Fuente: Portal Libertario OACA 08 Jun 2021 05:27 AM PDT
Marzo de 1937, La CNT de Puigcerdá asalta el chalet de La Molina
Esbozo histórico
El tiempo, que en ocasiones sirve para desvelar misterios, en otras sirve para dar gloria y honores, en algunos casos muy discutibles. Como ha sido el caso de una unidad militar catalana, cuyo único mérito fue la de ser la primera unidad de fuerzas “alpinas”, supuestamente especializadas, que se creó en Cataluña en agosto 1936, renombradas como Milicias Alpinas, más tarde Milicias Pirenaicas, y finalmente Regiment Pirinenc nº 1 de Catalunya. Gloria discutible dada la baja combatividad de aquella fuerza, o su falta de compromiso con la causa de la República, o por su involucración en el complot contra Companys de noviembre de 1936. Causas todas ellas que provocaría su disolución al año siguiente, tras ser trasladada antes al frente de Aragón.
Breve historial de la Compañía de Esquís.
De ser objetivos, la compañía de esquís del Regimiento Pirenaico, con toda su fama actual, tuvo un curriculum guerrero muy corto, ya que de hecho solo participó en tres pequeños episodios bélicos mientras formó parte del Regiment, en el asalto al chalet de La Molina, que hoy tratamos, en la defensa de la Generalitat en mayo de 1937, en la que participó un reducido grupo de sus componentes, que por casualidad se encontraban ociosos en las cercanías de la plaza San Jaime y en la que perdieron la vida dos de sus miembros. Y por último en el intento de voladura de una presa en el Pirineo aragonés.
Aquella operación concreta, debería haber sido su primera acción ofensiva, ya que se trataba de la destruir el embalse del lago de Brazato, que de haber conseguido volarlo con éxito, tendría que haber provocado un cierto desastre en el Balneario de Panticosa, al cortar al enemigo que estaba allí acampado, el suministro de energía eléctrica que les proporcionaba la presa y su correspondiente central hidroeléctrica, operación en la que por primera vez participó la compañía integra, y que se tuvo que suspender, al perderse primero la tropa, por culpa de los oficiales, o los explosivos necesarios para la operación, al huir el mulo que los acarreaba.
De aquellas tres acciones, de la que más airosos salieron fue la de la defensa de la Generalitat, aunque por desgracia sufriendo la pérdida de dos hombres, mientras que en las otras dos, por fortuna exentas de bajas, quedó patente en general la falta de profesionalidad de sus oficiales, de hecho gente elegida a dedo por amigos y conocidos, tal como reconoció el máximo responsable del Regiment, el capitán Josep M. Benet i Capará [1], dado que estos contaban con un ligero baño de respetabilidad tras un breve paso por la escuela de Guerra y poco más, quedando así patente que solo con el carisma no se ganan batallas.
La Molina
Así su compañía de esquís, la más afamada de las unidades del Regiment, compuesta por un total aproximado de unos ciento treinta hombres, al mando del capitán Carles Balaguer [2], sustituto espurio de Narcis Casas en octubre de 1936, que contaba además con la ayuda de los tenientes. Nicolau Gauset, Andreu Xandri y Ricard Altaba, al mando respectivo de las tres secciones que formaban dicha compañía, cuyos hombres se fueron instalando de manera progresiva en el chalet que en La Molina poseía el Centre Excursionista de Catalunya, haciéndolo suyo.
El envío a aquel lugar de la compañía de esquís, situado no en el frente de Aragón como era de esperar al ser aquel su objetivo oficial, sino en la provincia de Gerona, obedeció a la intención, al menos esa era la intención “oficial” del mando pirenaico, de que la compañía efectuara allí un curso intensivo de esquí o para dar a sus miembros algunos rudimentos de escalada en roca o hielo, dado su previsible traslado en un futuro próximo al frente norte de combate, situado en Aragón.
Traslado que no aconteció aquel mismo invierno, sino que tuvo lugar tras concluir en Barcelona los denominados Hechos de Mayo de 1937, estación primaveral en la cual, poco o nada pintaba ya en el alto Pirineo aragonés una compañía de esquís. En La Molina, aparte del propio chalet, recién inaugurado, estaba la estación de ferrocarril homónima, o algún que otro pequeño refugio como el de Font Canaleta, dependiente en su caso del Club Muntanyenc Barcelonés y poco más.
El entrenamiento empieza con una fiesta
Curso intensivo que se inició con un incomprensible y progresivo envío de los esquiadores a La Molina, ya que en lugar de partir la tropa en masa, esta fue saliendo poco a poco. La prueba está en una lista de gastos por consumo pendiente de liquidar a los Ayuntamientos locales, por parte del Regimiento, fechada el 3 de febrero de 1937, donde se aprecia la presencia de un pequeño grupo de esquiadores en el chalet de La Molina, desde el día 15 de diciembre de 1936, al haber una factura pendiente que abarcaba desde aquella misma fecha hasta el 11 de enero siguiente, a nombre de un tal Martí Tajà, al parecer el panadero de Alp, con un saldo a su favor de 661 pesetas, en la época una auténtica fortuna.
Gastos que se dispararon de forma descarada, a partir del día 1 de enero de 1937 hasta el día 12 del mes siguiente, al ascender a 3.696 pesetas. Deuda, a groso modo, pendiente de pago a favor de la Cooperativa Popular también de Alp, en su caso administrada por el POUM, partido aliado por tanto de la CNT de Puigcerdá y por lo mismo hipotéticamente enemigos ambos de los esquiadores pirenaicos, según afirmaban ufanos los esquiadores, pero está visto que cuando se hablaba del estómago no existían enemigos políticos.
Circunstancia del arribo escalonado de los esquiadores, que justificó el propio Narcis Casas, el primer oficial y fundador de la compañía hasta el momento de su destitución a la brava en el mes de octubre anterior, durante el desfile conmemorativo de octubre de 1934 [3]. De aquel modo Casas explicaba que la causa del desplazamiento del primer grupo, que subió bajo el mando de Balaguer, obedeció a que se tenía que organizar en La Molina una cena extraordinaria que debería tener lugar el día 31 de diciembre, con motivo del final de aquel año de 1936 [4]. Prueba de la “alegría” con la que se tomaban los esquiadores aquella misión, mientras que en Aragón las milicias estaban combatiendo o muriendo desde julio.
Deuda acumulada por los esquiadores de La Molina, generada durante la primera quincena de enero de 1937, a causa de aquella cena de final de año que al final representó para la caja del Regimiento el 19 % del total de todas las deudas globales producidas por el Regimiento en su conjunto, incluida las de las unidades desplegadas en los subsectores de Figueres y Olot, más los gastos de la Sección de Mar en Gerona, grupo que en aquellos momentos ascendían a 440 hombres, en su caso miembros del Primer batallón.
Gasto suntuario que significó para el Regimiento el tener que pagar el doble de coste por hombre y día en el caso de los esquiadores y todo ello a causa de aquella impensable celebración de final de año, dando así la impresión de que para los esquiadores la guerra quedaba muy lejos.
La Compañía dividida en dos
Por otra parte la compañía de esquí no estuvo al completo hasta el día 27 de diciembre, y desde el primer momento el ambiente estuvo enrarecido, pues según Casas el primer incidente tuvo lugar la noche de aquel final de año, durante aquella cena de celebración, momento en que se pudo advertir que en la compañía existían dos bandos muy diferenciados; el de Carlos Balaguer y Andreu Xandri por un lado y el de los amigos incondicionales de Narcis Casas por otro, de hecho los hombres que habían creído en él desde el primer día, al llamarlos para formar la compañía, ya que tanto Balaguer como Xandrí no llegaron a la unidad hasta octubre de 1936 y de la mano del PSUC, que fue el que obligó a Casas a tener dimitir de su cargo, con amenazas incluidas, y con la orden de traspasárselo a Balaguer, y todo ello en pleno desfile en la Diagonal, con coche de escolta con individuos armados, por si acaso.
Cena que se inició con mesas separadas, y que concluyó cantado un grupo Els Segadors, el grupo Casas, y el otro La Internacional, grupo encabezado por Balaguer y Xandri, dejando así muy claro cada grupo su militancia política, un hecho recogido por el propio Casas en sus memorias.[5] Por otra parte, el que Benet le hubiera dado a Casas la responsabilidad de crear aquella compañía, pasó por el hecho puntual de que Casas en aquel momento era secretario de la Federación Catalana de Esquí y miembro al igual que Benet de la Unió Excursionista de Catalunya (UEC).
Las guerras intestinas dentro de los esquiadores.
Por ello Benet debió valorar que Casas conocía de antiguo, y mucho mejor que él, el elitista mundillo del esquí, y que por tanto gracias a la selección previa que tendría que realizar Casas, era de suponer que de personas suyas afines, la compañía de esquiadores se nutriría de los elementos más idóneos para aquel momento de la guerra. Cuestión, que al final y en el caso particular de Casas le costó muy cara a nivel personal.[6]
Antes de aquellos acontecimientos, Casas, hombre muy catalanista pero apolítico de convicción, no dudó en ponerse a las órdenes de Benet, ayudándole tanto en el diseño como en la confección de los equipos necesarios, uniformes, mochilas o ropas de abrigo, poniendo además a disposición de la unidad un libro escrito por él mismo, tras haber presenciado en 1934 unas maniobras militares del ejército alpino italiano, durante una estancia suya en la estación de esquí italiana de Sestrieres, donde tomó notas o fotos de las evoluciones de aquellas unidades alpinas.
Manual de tácticas de guerra sobre esquís que Casas tenía pensado editar más adelante en España, con ilustraciones suyas incluidas, y que no dudo en desempolvar con ocasión de una reunión de mandos de su compañía. Manuscrito que nunca se llegó a editar, al perder Casas el original, que hizo suyo propio Andreu Xandri Serrano, teniente de la misma compañía, el más mitificado de sus componentes a causa de su prematura y fortuita muerte en Bielsa en junio de 1938.[7]
“No sé por qué Xandri se hizo con mi libro, el cual había presentado yo en una reunión de mandos de la compañía y cuando todavía no había visto la “nariz” ni a Balaguer ni a Xandri. El libro no lo volví a ver nunca más, y me supo muy mal no poder realizar otro, porque mis primeros apuntes los había destruido”[8].
Pérdida o apropiación indebida, de la cual Casas exculpa, al no citarlo en dicho comentario, a José Mª Benet, aunque aquel problema será uno de los muchos que Casas sufrió, al llegarse al extremo de tener que padecer una especie de “consejo de guerra”, por otra parte muy peculiar, ya que en él se le tiró en cara dos cuestiones puntuales, el asunto de un cartel de publicidad para la compañía y el de su manual de tácticas.
Según la versión de Casas, sus “jueces” en aquel consejo de guerra fueron, Carlos Balaguer, jefe de Compañía de Esquís, y el mismo personaje que la había arrebatado el mando a Casas en octubre; Ramón Reinés, uno de los dos personajes que junto con Millet todo el mundo adjudica la idea de la fundación de las Milicias Alpinas, y personaje que al final se pasó al POUM, quedando al mando de una sección de esquiadores de aquel partido que acampó en el refugio de Segramorta, próximo a la base de La Molina; un tal Abad, probablemente Marcel.lli Abad Redondo, miembro del Primer Batallón destinado en Figueres, y dos personajes más, a los cuales Casas no puso o no quiso poner nombre ni apellidos.
“Un día me hicieron presentar en la sala de reuniones (se da por supuesto que en la del cuartel general de Barcelona), y al entrar en ella vi que habían formado un tribunal compuesto por Reinés, Balaguer, Abat y dos más; todos ellos con la pistola puesta encima de la mesa. Me pidieron que me sentara. Reinés me dijo: Te has metido en camisas de once varas; yo soy el jefe de propaganda del “partido”, y tú te has hecho cargo de un cartel y has presentado un libro sin decírmelo. Yo le respondí: Primeramente tendrías que saber que fue Benet el que me hizo comunicarle a mi hermano que se hiciera cargo del cartel; y en segundo lugar, el libro hace ya mucho tiempo que lo tenía hecho y me pareció que ahora podría servir, ya que en derecho era mío. Y si no tienes nada más que decirme… vete a hacer puñetas y meteros todos las pistolas por el culo”[9].
De ser cierto el comentario anterior de Casas, nada hace dudar de ello, aquella dramática escena tuvo que desarrollarse entre el 6 de octubre de 1936 y alargado mucho hasta mediados de aquel mismo mes. Momento en que Reinés era todavía responsable de “Propaganda” del Grupo Campalans, y por tanto, el ”partido” al cual hace referencia Casas, era el PSUC, momento en el cual Carlos Balaguer, se acababa de hacer cargo del mando de la Compañía de Esquís sustituyendo al propio Casas. Finalmente aquella tremebunda historia concluyó en nada, y por salvar la papeleta, a Casas se le nombró sargento.
Empiezan los primeros servicios
En aquella espera, y mientras se iniciaba el entrenamiento de los esquiadores, seis horas diarias de preparación y los domingos fiesta de guardar,[10] sin que se conozca de quién en concreto partió la orden directa, la compañía decidió instalar puestos de control volantes en la Collada de Tosses, a pie de carretera y emplazando una ametralladora, o en el Santuario de Nuria con veinte hombres, y también en Bellver de Cerdanya destacando allí ocho hombres más, y de aquel modo fueron pasando los días.
Mientras tanto entre los servicios prestados por los pirenaicos del Primer Batallón en su vigilancia de la frontera en Gerona, vulgarmente conocidos como “los raqueteros” al ser la pura y dura infantería, pero dotada con raquetas, cabe destacar las operaciones realizadas los días 17, 18 y 19 de febrero de 1937, donde el Regimiento perdió en combate con el enemigo interno a sus dos primeros hombres.
En aquellos días, un convoy con más de 30 Guardias Nacionales Republicanos, miembros de la antigua Guardia Civil, compuesto por una camioneta y dos automóviles, trató de ganar la frontera francesa con la clara intención de pasarse al bando nacional, produciéndose unos duros combates, con el consiguiente rosario de muertos heridos y prisioneros, que tras ser juzgados en Gerona fueron fusilados. Operación en la que murieron dos pirenaicos.
Los días previos al asalto del chalet
Todavía no habían concluido los ecos del asunto de la huida de los guardias en Gerona, cuando tres días más tarde, Antonio Martín Escudero, decidido a acabar de una vez por todas con el problema que representaban los esquiadores pirenaicos afincados en la Molina, el lunes 22 de febrero de 1937, se traslado en automóvil, ordenando en persona a los cuatro pirenaicos que estaban situados en la caseta de peones camineros del Km. 21 de la carretera de Ribes a Puigcerdà, (Tosses), el abandono en 24 horas de aquel control de carreteras y su regreso a la base.
El mismo ultimátum que también recibió el destacamento de pirenaicos que en aquel momento estaba de guarnición de Bellver. Conocida la noticia, desde la base general de los esquiadores en La Molina, se dio orden inmediata al grupo de Tosses de que se replegara al chalet, sin que se decidiera tomar más precauciones inherentes al caso, o sin que el capitán Balaguer, jefe de la unidad, se molestase en subir a La Molina, dado que en aquellos días se encontraba de permiso en Barcelona, al igual que el teniente Nicolás Gauset, en su caso jefe de la primera sección de la compañía.
El incidente de Bellver
Dos días más tarde, se supone que como represalia por la humillación sufrida por su control de carretera, en Bellver tuvo lugar un grave incidente entre Navarro, responsable de Transportes en el Comité de Puigcerdá, y unos policías afincados allí, al pedirle estos últimos su documentación, hecho que fue interpretado por Navarro como una grave injerencia de gente extraña y sin competencia alguna en la comarca, al depender la vigilancia de Puigcerdá.
Provocando de este modo que Navarro, realizara una llamada telefónica a Puigcerdá hablando con Antonio Martín, diciéndole que si se daba el caso de que él en una hora no llegaba a Puigcerdá, se haría necesario atacar Bellver. Detalle de la historia que salió de la gente de Bellver que afirmaba haber escuchado dicha conversación, pero desconociéndose si el incidente ocurrió de aquel modo o de otro distinto, pues no existe la versión de la gente de Martín para poderla contrastar.
A la marcha de Navarro sin más problemas, pero vistas sus supuestas amenazas, la población de Bellver fue puesta en pie de guerra por su alcalde, que también avisó a toque de campana a todos los municipios vecinos de Talltendre, Prullans, Lles, Montellá, Riu, Prats y Sampsor, que tras personarse en la población se pusieron a disposición de Bellver para defenderlo en caso de que hiciera falta.
A la par, un supuesto sargento pirenaico apellidado Masbernat, personaje que nunca existió con dicho apellido en las listas nominales del Regimiento Pirenaico, y el policía Climent, un conocido miembro del PSUC, que había participado en los comités de investigación de los Hechos de la Fatarella, intentaron ponerse en contacto telefónico con la Conserjería de Seguridad Interior o con el Comisario de Orden Público en Barcelona, comunicación a la cual la centralita telefónica de Puigcerdá se negó a darles línea, avisándoles de malas maneras de que estaban incomunicados, una historia proporcionada solo de una parte, en su caso por la gente de Bellver.[11]
El jueves 25, sabedores del peligro que corría Bellver, quince esquiadores pirenaicos, con base en La Molina, armados de máuseres, pistolas y bombas de mano, y a las órdenes de un jovencísimo teniente Andreu Xandrí, marcharon a las 4 de la tarde en un camión con dirección a Bellver, la excusa fue que así se lo habían requerido sus compañeros allí destinados, aunque algún testimonio afirmará que a Bellver marchó toda una sección de esquiadores al completo, en opinión de la sobrina biógrafa de Xandri, otra versión de la misma historia no contrastada[12].
Se toman medidas en La Molina
De haber sido así, en el chalet de La Molina pudieron quedar las otras dos secciones, unos 65 hombres, bajo el mando del joven teniente Altaba, que ordenó por su cuenta y riesgo que se volviera a restablecer, día y noche, la vigilancia en la collada de Tosses, la misma que se había retirado el 23 del aquel mismo mes a requerimiento de Martín Escudero, vigilancia que partió con la misión de que el supuesto caso de que vieran pasar milicianos anarquistas, procedentes de Barcelona y con dirección a Puigcerdà, se avisase inmediatamente a los diecinueve pirenaicos de guarnición en Nuria, que ejercían en aquel lugar de policía de frontera, y a su vez a la base de La Molina.
Altaba, el jefe accidental de La Molina, también ordenó doblar la guardia del chalet, con las escasas armas que le quedaban en el cuartel, en concreto, con dos máuseres dotados con 45 balas y algunas pistolas y revólveres de diferentes calibres, todas ellas de propiedad particular, con las que se supone deberían resistir en el caso hipotético de un asalto, o prohibiendo que ningún esquiador sin su permiso expreso abandonara el recinto bajo ninguna circunstancia.
Aquella misma noche del 25, procedente de Bellver, arribó un automóvil ocupado por el teniente Xandri, dos pirenaicos y un policía de Estat Català, con la intención de recoger una parte del equipo que, por descuido y con las prisas, se habían dejado a su marcha aquella misma tarde.
Estando el grupo en el chalet, observaron en dos ocasiones como un automóvil se dirigía al refugio de Segramorta, ocupado aquellos días por un pequeño destacamento del POUM, al mando de Reinés, uno de los fundadores de los pirenaicos y ahora militante activo en el POUM. A la vuelta del segundo viaje, la guardia de los esquiadores paró el coche haciéndole que se llegase hasta el chalet, donde su único ocupante fue interrogado por Xandri.
El detenido manifestó que debido al movimiento que ellos habían observado en Puigcerdà, y habiendo sido amenazados por Martín de que iban a ser expulsados del Sanatorio de Pedrola (en Alp), tenía la misión de recoger gente de Segramorta llevándola a dicho sanatorio con la intención de reforzar con ella la guarnición. Xandri, inocente, se creyó aquella historia del chofer dejándolo marchar, a la par que junto con sus tres compañeros inició su regreso a Bellver.
El asalto del 1 de marzo
Pecando de indolencia o de descuido, las fuerzas que están acuarteladas en el chalet de la Molina, siguieron sin tomar ninguna medida especial de protección, o sin pedir como era lógico refuerzos a Barcelona, momento en que fueron sorprendidos la madrugada del día 1 de marzo, por el cerco de más de un centenar de hombres que lucían bien a la vista insignias de la CNT-FAI y del POUM, una parte de ellos franceses, probables componentes de un grupo de anarquistas franceses que tenía su sede en Guingueta d’Ix (Bourg-Madame), a un kilómetro de Puigcerdá, pero dentro del territorio francés.
Vista la superioridad de los asaltantes o la potencia de fuego de sus armas, después de un breve parlamento con tres emisarios que de forma valiente se habían avanzado a sus compañeros para parlamentar, el teniente Altaba, único oficial de servicio, resolvió a los pocos minutos la rendición incondicional de la fuerza del chalet, constituyéndose él mismo como rehén de garantía, hecho que comportó la entrega inmediata de todas las armas, las cortas y las largas, y el consiguiente asalto y saqueo del chalet por parte de los asaltantes, que según los apresados iban armados “con máuseres, muchos de ellos franceses, con fusiles ametralladores y ametralladoras, además de las correspondientes pistolas, pistolas ametralladoras, machetes y bombas de mano” [13].
Las horas posteriores al asalto
Más tarde, se dio orden a los esquiadores que con todo el equipo formaran delante del chalet, al mando interino del sargento José Serra Hernández, tras haberles comunicado un poco antes el teniente Altaba que a él se lo llevaban los asaltantes como rehén a Puigcerdà, mientras que ellos marcharían en dirección a Barcelona. Minutos más tarde uno de los asaltantes tomó la palabra lanzándoles entonces una fogosa arenga, afirmando sin empacho que dado que no habían opuesto resistencia alguna y de que todos ellos, los unos y los otros, eran “obreros”, no les iban a hacer ningún mal, es más, les dejarían volver a Barcelona.
En aquel momento, en el guarda esquís del chalet, más concretamente en la estufa de la dependencia, se oyeron dos o tres detonaciones producidas al parecer por algunas balas que los esquiadores habían introducido en la estufa, no se sabe muy bien si por hacer una gracia o por demostrar con ello su capacidad de “resistencia”, en este punto las versiones difieren. Ante aquel grave incidente, el horno no estaba para bollos, los asaltantes cambiaron radicalmente de postura, al decidir retener a todos como prisioneros y por lo mismo haciéndolos volver a entrar de nuevo en el chalet.
Minutos más tarde, los asaltantes tras parlamentar entre ellos tomaron la decisión de que Altaba avisara por teléfono para que la pequeña guarnición de pirenaicos de Bellver, más los quince hombres de refuerzo que estaban allí a las órdenes de Andreu Xandri, se desplazasen inmediatamente al chalet donde deberían constituirse, como sus compañeros, también en prisioneros.
Lo que se efectuó aquella misma noche, después de una disparatada historia, propia de chiquillos, de idas y venidas que no condujo a absolutamente nada, sino más bien al ridículo, al resultar aquella madrugada todos detenidos. Pero según algunos de los protagonistas, la detención de la gente de Xandri fue debida a una orden cursada vía telefónica y desde Puigcerdá, por el propio capitán Balaguer detenido a su vez allí, que los conminó a rendirse sin condiciones a los asaltantes. Noticia totalmente disparatada puesto que Balaguer no caerá prisionero de la gente de Puigcerdá hasta el mediodía, al estar viajando en el tren que procedente de Barcelona, tendría que llegar a La Molina aquella misma mañana[14].
La noticia llega a Barcelona
La misma mañana del asalto, desde el pueblecito de Fornells de la Muntanya llegaron las primeras noticias telefónicas a Barcelona del incidente, gracias a que dos esquiadores habían logrado huir a primera hora del chalet aprovechando un momento de confusión. Aventura que protagonizaron Ramón Oliver y Lluís Busquets, que antes habían intentado parar inútilmente en la estación de Tosses al tren procedente de Barcelona en el cual sabían que viajaba el capitán Carlos Balaguer acompañado tres compañeros más.[15]
De este modo, al mediodía y en la estación de La Molina, a la llegada del tren procedente de Barcelona, fueron detenidos de propina cuatro esquiadores más, entre ellos el propio capitán en jefe de la compañía, Carles Balaguer, que en teoría subían al “rescate”, otra nueva leyenda más, portando varios fusiles, una ametralladora y una caja de bombas de mano, material recién comprado en Barcelona con dinero contante y sonante a gentes de EC, lo que fue una pura coincidencia[16].
Cuando a media mañana se retiraron los asaltantes del chalet con dirección a Puigcerdá, bien aposentados en dos coches de turismo, en dos camiones de gran tonelaje y en un autocar, se llevaron con ellos, en calidad de rehenes al teniente Altaba y al sargento Serra Hernández, a los que un poco más tarde se les unirá el capitán Balaguer, éste recién llegado de Barcelona y detenido en la estación de La Molina, o Xandri detenido durante la madrugada, quedando en el chalet de guardia una docena de milicianos de la CNT que se hicieron cargo de las tres secciones de esquiadores detenidos, a los cuales se les avisó de que en caso de que se produjera algún incidente, por ataque a alguno de ellos, todos ellos lo pagarían muy caro. Retenidos los oficiales en Puigcerdá, dos días más tarde los hombres de Antonio Martín decidieron despachar a toda la tropa pirenaica de La Molina en dirección a Barcelona.
Las gestiones conducentes a la liberación de los rehenes de Puigcerdá, iniciadas a la carrera por Tarradellas ante la CNT, las de García Oliver y del mismo consejero de Defensa, Francesc Isgleas, o por la propia organización confederal con Antonio Martín concluyeron al final en un pacto de caballeros. Los oficiales detenidos no solo no serían fusilados, como en un principio amenazaba el “Consell”, sino que fueron puestos en libertad, pero a condición de que los Pirinencs no volvieran a aparecer ni en pintura por aquella comarca, comprometiéndose, además, la Generalitat a no destinar allí más fuerzas de ningún tipo, palabra que no se cumplirá al intentar asaltar Puigcerdá los carabineros en los finales del mes de Abril.
Después de tan tremendo desastre, buena muestra de la incompetencia total de los mandos de los esquiadores, o de su falta absoluta de previsión, todo fueron excusas, o según sea el punto de vista personal de algunos, heroicidades, que en su caso y con el tiempo han servido para alimentar la leyenda de la “mítica” Compañía de Esquís.[17]
El material substraído por los asaltantes
Detalle curioso es la existencia de dos documentos posteriores; uno oficial y otro particular, aunque en ambos, con sello al pie del Regimiento Pirenaico, donde se detallaba el material que quedó en poder de los asaltantes, fechado el primero el día 8 de marzo y el 14 de aquel mismo mes el segundo.
El primero de ellos, con cabecera impresa y en papel oficial de las Milicias Pirenaicas, está realizado por “el jefe de 5ª Sección de Intendencia de la 4ª Compañía de Esquís”. Sorprende el comentario sobre la existencia de la 4ª Compañía de Esquís, que se repite también en el título de cabecera, indicando de aquel modo que es correcto, aunque la pregunta es obvia, si tal como parece la compañía de La Molina era la cuarta cuales eran las otras tres, ¿las destinadas al Sector Jaca? Misterio.[18]
El segundo documento, realizado en papel normal, aunque con sello seco oficial, que no lleva firma alguna del responsable, está compuesto por tres relaciones muy diferenciadas.
En la primera, se hace relación del número o del modelo de las armas cortas requisadas, pistolas o revólveres, con sus calibres respectivos, en número de 35, afirmando que todas ellas eran “propiedad” particular de los “soldados”, armas que les fueron confiscadas por los asaltantes el día 1 de marzo. En la segunda relación, aparecen las armas largas también confiscadas: “15 fusiles máuser, 1 ametralladora “Hokins” (sic), 2 Winchester, 850 cartuchos de munición para fusil, y 10 peines para ametralladora (llenos)”.
La tercera y última, es la más exhaustiva, al aparecer reseñado todo el material de montaña que poseían los esquiadores también requisado por los asaltantes, desde los sacos de dormir, las cuerdas de escalada, los “anoraks”, los piolets o los esquís. Aunque dicha relación, poco o nada tiene de común con la relación redactada quince días antes por el jefe de la 5ª Sección de Intendencia, al haberse incrementado y multiplicado los conceptos en esta segunda lista, o al aparecer una parte importante de material no especificado tampoco en la primera lista, de hecho la oficial.
Otra de las anomalías de aquella misma segunda relación, está en la distinción que se hace en ella del material “propiedad del Cuartel” con el del material de “propiedad particular”. De este modo resulta, que 15 pares de piel de foca para esquís, son particulares, como también lo son 40 pares de esquís o 40 juegos de bastones para esquís, mientras que los 60 juegos restantes de esquís o de bastones, al parecer, pertenecen a la unidad. Mientras que en la primera lista, la oficial, resulta que la compañía solo poseía 30 pares de esquís y 29 juegos de bastones usados, o cuando los capotes manta de la unidad que en un principio eran 28, se transforman en la segunda lista en 120, o cuando consta en esta segunda relación que la unidad tenía como propias 50 pares de pieles de foca para esquí, cantidad que no figura bajo ningún concepto en la primera, y así hasta un largo etc.
Tema este, el de duplicar cifras, o el de falsificar la pertinente documentación, pero siempre a favor de la unidad y de cara a la Intendencia, que uno de los componentes de las Milicias Pirenaicas reconocía “como asunto común y habitual”, pues, según él, era muy sencillo añadir un simple cero a cualquier cifra.
Asunto que al parecer provocó la lógica ira del dirigente anarquista García Oliver al descubrirse aquella estafa, lo que de paso provocó la inmediata visita de aquel al cuartel general de Barcelona. Estafa que García Oliver, según el testimonio, perdonó al advertir las “carencias” de los pirenaicos. Historia muy poco creíble, de conocer a fondo las opiniones al respecto de García Oliver y más aún su opinión sobre los nacionalistas radicales.[19]
La siguiente anomalía de que aquella segunda relación, es que justamente los 60 pares de esquís y sus correspondientes bastones, propiedad de la unidad, “habían sido retenidos en la estación (de la Molina) por orden del POUM y entregados al mismo”. Suerte que al parecer no habían corrido idéntica los esquís o los bastones particulares, que aunque quedaron en el chalet o en la estación, de creer lo que se afirma en el documento, no pasaron a poder del POUM.
De ser cierto aquel hecho concreto de la requisa de esquís por parte del POUM, dichos esquís pudieron servir para dotar, casi de lujo, al destacamento de esquiadores que dicho partido tenía afincado en el refugio de Segramorta, al mando de su ex compañero Ramón Reinés, cofundador de las primitivas Milicias Alpinas, y cuyos hombres, apenas una veintena, habían participado en aquel asalto.
También dentro del apartado de objetos personales, en dicho documento se denuncia la requisa de 2 prismáticos, 1 brújula, 1 pluma estilográfica y 1 maquina de fotográfica, o “de innumerables objetos particulares como eran guantes, máquinas de afeitar, jerséis, fajas, viseras, gafas para el sol… “Cosas, que aunque parezca que carecen de importancia, tiene en sí mucha si se tiene en cuenta que la mayoría de artículos para el esquí son extranjeros y actualmente no hay en existencia”.
Entre lo supuestamente requisado, cabe destacar que al aparecer los asaltantes se habían quedado con 3.000 kilos de víveres, entregados a los esquiadores tres días antes por la Conserjería de Defensa de la Generalitat, haciéndose constar que también se habían apropiado de 6.500 pesetas en metálico que tenía en Caja la unidad.
Dentro del terreno de la leyenda, resulta significativo la descripción que alguno de los afectados hizo, desde su particular punto de vista, de los asaltantes. En su caso la del teniente Carlos Altaba, que en definitiva fue el que rindió a todos los efectos el chalet y con él a toda la compañía, aunque afirmando muy serio que el enemigo: “eran una pobre gente ignorante, vestida con trapos, con alpargatas y sin calcetines”.[20]
Hecho respecto a la uniformidad de los asaltantes, que teniendo en cuenta que era el mes de marzo, o que además estuvo nevando intensamente durante aquellos dos días, resulta casi risible y más aún al observar cierta foto que se conserva, donde se puede apreciar el momento mismo de la rendición de los esquiadores, y donde por supuesto los asaltantes aparecen mucho mejor pertrechados, en todos los aspectos, que los propios esquiadores, pues, estos aparecen en ella con chaquetilla corta y con las manos metidas en los bolsillos del pantalón y poco menos que de amigable tertulia con sus enemigos. “Feroz” enemigo al cual se aprecia indolente y relajado, al estar también con las manos metidas en los bolsillos de sus largos y gruesos tabardos y con los fusiles colgados sobre el hombro.[21]
El final de la historia
De aquel modo tan absurdo concluyeron los esquiadores del Regiment nº 1 de Catalunya su estancia en La Molina, haciendo creer que habían subido allí para liberar la Cerdaña de los elementos de la CNT. Comentario que no se sostiene a la vista de determinadas fotos donde se aprecia que los esquiadores se dedicaban más a hacer teatro o a tomar el sol, que a su entrenamiento.
La prueba está en que dentro de aquella guerra encubierta entre esquiadores y anarquistas, también hubo tiempo para gozar todos juntos, libertarios y esquiadores, del noble arte de Talía, pues, el día 30 de enero de 1937, la Agrupación Artística de las Milicias Pirenaicas interpretó en la propia Puigcerdá la obra “Yo no mato”, de Vicente Lacambra, escrita en 1922, un título por cierto muy acertado, puesto que era “una obra llena de sentimentalismo y de humanismo, de ese humanismo que tanto hemos propagado y propagamos los anarquistas”, afirmaba la crítica en la prensa de Puigcerdá. Función que tuvo por finalidad la de recoger fondos destinados a los hospitales de sangre.[22]
Antonio Gascón Ricao
Notas:
[1] Ver biografía en la Real Academia de la Historia, dbe.rah.es.
[2] Albert Manent, Carles Balaguer, Oficial de les Milicies Pirinenques”, Serra d’Or, febrero de 1976, pp. 97-99.
[3] Narcis Casas, Els meus seixanta anys d’esqui”, Barcelona, 1993, p. 41.
[4] Op. cit. p.42.
[5] Op. cit,, p. 42.
[6] La medida para poder conocer lo minoritario que era el mundo del esquí, es que Antonio Fort y Nolla, personaje que era socio de la Unión Excursionista de Cataluña y que después ingresará en la Compañía de Esquís, aquel año de 1936 tenía el carné número 231 de la Federación d’Esquí de Catalunya.
[7] N. Casas, op. cit., p. 30; R. M. Terrafeta i Badia, op. cit..
[8] N. Casas, op. cit., p. 44.
[9] N. Casas, op. cit., p. 44.
[10] Fort Nolla, Antonio: Els meus “primes” 90 anys, 2001. Diario manuscrito, op.38.
[11] Pons i Porto, J. y Solé i Sabaté, J. M.: Anarquía i República a la Cerdanya (1936-1939). El “Cojo de Málaga” i els fets de Bellver, Barcelona, 1991, p. 117 y ss..
[12] Terrafeta i Badia, Roma María: Andréu Xandri: Mística y Força. Barcelona, 1988, p.140.
[13] Cuando concluyó toda la operación, el botín ascendió a 30 pistolas, 15 fusiles, 2 Winchesters y una vieja ametralladora “Hotchkiss”, aparte de esquís y material de montaña, y alguna que otra bomba de mano, según uno de los informes cursados por los pirenaicos con motivo del incidente. Archivo familia Benet (AFB).
[14] N. Casas, obra citada, pp. 49-50.
[15] Archivo familia Benet.
[16] Alfons Segalàs Solé, Carnet d’un milicia-soldat 1936-1939. Barcelona, 1986, pp. 21-28.
[17] Tanto los antecedentes previos al asalto, como el asalto en sí, están tomados casi al pie de la letra de un informe redactado el día 3 de marzo de 1937, por los pirenaicos Ramón Oliver y Lluis Busquets, que fueron los únicos que consiguieron escapar del cerco y avisar a Barcelona. AFB.
[18] “Relació dels generes existents en el magatzen de la base de La Molina amb responsabilitat de la 4ª Companya d´esqui, día 3 marc de 1937”, AFB.
[19] R. Mª Terrafeta, op. cit., pp. 37-138.
[20] R. Mª Terrafeta, op. cit., p. 142.
[21] Jaume de Ramon i Vidal: El Regiment Pirinec núm. 1 de Catalunya. Barcelona, 2004, foto no numerada, pero situada entre las páginas 160-161.
[22] El Sembrador, 7 de febrero de 1937.
Imágenes:
1.- La Cía de esquís, formada en la explanada del Chalet. Archivo familia Antonio Fort.
2.- Grupo de esquiadores haciendo mofa con sus nuevos “onoraks”, Archivo familia Antonio Fort.