Fuente: https://www.sinpermiso.info/textos/mark-carney-valor-o-precio Michael Roberts 20/03/2021
Antes de eso, Carney fue gobernador del Banco de Canadá, convirtiéndose en el gobernador de banco central más joven del G20. Y antes de eso estuvo 13 años en, adivinen dónde, Goldman Sachs, donde jugó un papel destacado como asesor del gobierno de mayoría negra de Sudáfrica en la la emisión de bonos internacionales; también trabajó en la misma compañía durante la crisis de la deuda rusa de 1998. Goldman Sachs ganó miles de millones gracias a estas actividades, mientras las economías de Sudáfrica y Rusia se hundían.
Y Carney hizo una fortuna en Goldman Sachs. Cuando se le preguntó recientemente si consideraba que trabajar para este banco de inversión ayuda a “construir un mundo mejor para todos”, dada su reputación como el ‘calamar vampiro de las finanzas’, respondió: “Es una pregunta interesante. Cuando trabajé para Goldman Sachs, no era la marca más tóxica, sino la mejor marca de las finanzas mundiales». Así que se fue justo a tiempo, al parecer.
Recientemente se le preguntó cuál creía que era su mayor logro al frente del Banco de Inglaterra. Su respuesta: “Un proceso de toma de decisiones más inclusivo, con un personal más diverso“. Así que lo que hace falta son banqueros más diversos: un gran logro. No es de extrañar que Carney haya recibido muchos elogios de los poderosos y los mejores: fue nombrado una de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista Time en 2010, el canadiense más confiable del mundo en 2011, y ha sido aclamado como el católico más influyente de Gran Bretaña. (por The Tablet) en 2015. Y el mismo Carney ha insinuado que podría sustituir a Trudeau como dirigente del gobernante Partido Liberal canadiense si este dimite.
Después de terminar en el Banco de Inglaterra, aceptó trabajar con Brookfield Asset Management para asesorarles sobre la estrategia de inversión ambiental y actualmente asesora a la ONU y al gobierno conservador de Johnson sobre ‘estrategia financiera’ en la próxima conferencia internacional de Cambio Climático de la ONU, Cop26, que tendrá lugar en Glasgow, Escocia, este próximo mes de noviembre.
Mientras asesora sobre el «medio ambiente», Carney ha escrito un libro que explica su filosofía sobre la naturaleza de los mercados. Como dice, modestamente, “He liderado reformas globales para arreglar los fallos que causaron la crisis financiera, he trabajado para superar la cultura maligna en el corazón del capitalismo financiero y he comenzado a abordar tanto los desafíos fundamentales de la cuarta revolución industrial como los riesgos existenciales del cambio climático”. Pero al abordar estas innovadoras tareas con su brillo habitual, se ha desilusionado un poco con los ‘mercados’: “He sentido el colapso de la confianza pública en las élites, la globalización y la tecnología. Y me he convencido de que estos desafíos reflejan una crisis común de valores y que se requieren cambios radicales para construir una economía que funcione para todos”.
No es la primera vez que Carney critica las economías de «mercado» y la economía convencional. Lo hizo en 2016 en una conferencia en Liverpool. Y nuevamente, en su libro, señala que, en este mundo de economías de mercado, la pobreza y la desigualdad global persisten y, lo más importante para él, se está destruyendo el medio ambiente. En su libro, Carney pregunta por qué muchos de los recursos de la naturaleza no se valoran a menos que se pueda fijar un precio. Da el ejemplo de que la selva amazónica solo se ha convertido en valiosa cuando se ha transformado en una finca de ganado. Por lo tanto, el precio no siempre es una buena medida del valor. Durante la crisis de COVID, Carney señala que son los trabajos relativamente mal pagados los que tienen un alto valor, pero no tienen un precio como tal.
El problema, para Carney, es que con los mercados “Estamos viviendo el aforismo de Oscar Wilde – sabemos el precio de todo pero el valor de nada – a costes incalculables para nuestra sociedad”. Porque cuando vamos más allá de la compra y venta de bienes y nos dedicamos a brindar los servicios que la gente necesita, «el mercado» se queda corto. A medida que pasamos de una economía de mercado a una sociedad de mercado, tanto el valor como los valores cambian. “Cada vez más, el valor de algo, de algún acto o de alguien se equipara con su valor monetario, un valor monetario que está determinado por el mercado. La lógica de comprar y vender ya no se aplica solo a los bienes materiales, sino que gobierna cada vez más toda la vida, incluyendo la atención médica, la educación, la seguridad pública y la protección del medio ambiente».
Los mercados mercantilizan las necesidades de las personas y ese es el problema porque “La mercantilización, poner un bien a la venta, puede corroer el valor de lo que se cotiza. Como sostiene el filósofo político Michael Sandel , «cuando decidimos que ciertos bienes y servicios se pueden comprar y vender, decidimos, al menos implícitamente, que es apropiado tratarlos como mercancías, como instrumentos de lucro y uso».
Alejándose de la filosofía liberal radical de libre mercado de Milton Friedman y Ayn Rand, Carney apela a la filosofía moral de su héroe, Adam Smith. “Poner precio a toda actividad humana erosiona ciertos bienes morales y cívicos. Hasta dónde debemos llevar los intercambios mutuamente ventajosos para aumentar la eficiencia es una cuestión moral. ¿Debería el sexo estar a la venta? ¿Debería haber un mercado sobre el derecho a tener hijos? ¿Por qué no subastar el derecho a no ir al servicio militar?»
Como se ve, el aparentemente gran defensor de la «mano invisible» de los mercados libres, Adam Smith, no era tal cosa en todas las circunstancias. Smith se opuso a los monopolios y la corrupción a favor del libre comercio, pero también lo matizó con un contrapeso moral en apoyo de los débiles y explotados. Carney cita el libro menos conocido de Smith, La teoría de los sentimientos morales, donde Smith escribe: “Por más egoísta que pueda suponerse al hombre, evidentemente hay algunos principios en su naturaleza que hacen que se interese en la fortuna de los demás y le hacen necesaria su felicidad, aunque no obtenga otra cosa que el placer de verlo».
Así, Carney llega a un dilema: ¿precio o valor ?; o para usar términos marxistas: ¿valor de cambio o valor de uso ?; ¿lucro o necesidad social? La economía debería tratar de aumentar el bienestar social, pero está obsesionada con los precios de mercado. «Esto subraya el error moral de muchos economistas convencionales, que consiste en tratar las virtudes cívicas y sociales como bienes escasos, a pesar de que existe una amplia evidencia de que el espíritu público aumenta con su práctica». La respuesta de Carney es restaurar «el equilibrio» entre los mercados y la moral; entre precio y valor.
Carney no es el primero de los poderosos y los mejores de la élite financiera en ‘moralizar’ sobre los fracasos del capitalismo, una vez que se han retirado tras cumplir con su deber en una serie de trabajos de alto precio pero de bajo valor. Otro cristiano y colega banquero central, Mario Draghi, recientemente nombrado (no elegido) primer ministro de Italia, y antes director del Banco Central Europeo y, adivinen qué, asimismo alto ejecutivo de Goldman Sachs, también ha hecho profesión de fe de filosofía moral, que se supone debe orientar sus buenas intenciones en la ejecución de las estrategias del capital financiero.
En medio de la crisis de la deuda griega en la que el pueblo griego perdió empleos y medios de vida para pagar las deudas a los bancos franceses y alemanes, Draghi comentó: “la crisis ha minado la confianza de la gente en la capacidad de los mercados para generar prosperidad para todos. Ha tensado el modelo social de Europa. Junto a la acumulación de riqueza asombrosa de algunos, la mayoría sufre dificultades económicas. Países enteros sufren las consecuencias de medidas pasadas erróneas, pero también de fuerzas del mercado que a veces están fuera de su control”. Al igual que Carney ahora, Draghi se preguntó a sí mismo: «¿Cuál es el marco adecuado para conciliar la libre empresa y los objetivos de lucro individual con la preocupación por el bien común y la solidaridad con los débiles?» Y respondió tal como lo hace Carney ahora: «En última instancia, debemos guiarnos por un estándar moral más alto y una profunda creencia en la creación de un orden económico al servicio de todas las personas».
Draghi llegó a decir que: “Me encuentro en compañía de Marx. No Karl, sino Reinhard. El cardenal Reinhard Marx ha insistido con razón en que «la economía no es un fin en sí misma, sino que está al servicio de toda la humanidad». El cardenal Reinhart Marx es el arzobispo de Munich que escribió un libro en las profundidades de la Gran Recesión titulado «El Capital: a favor del hombre«, llamado así por la obra de Karl, pero argumentado para rechazar sus ideas. Reinhart Marx quiere una economía de mercado que sea «más amable con los débiles y oprimidos» en lugar de «otorgar más recompensas a quienes se comportan de manera inmoral». Eso también debería atraer a Carney.
Parece que la apelación a los «valores morales» por encima de las «fuerzas del mercado» también fue hecha por el ex director de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein, cuando Carney trabajaba allí. Justo después del final de la crisis financiera mundial, en 2010, Blankfein fue entrevistado y se le preguntó qué responsabilidad ‘moral’ tenían Goldman Sachs y otros bancos de inversión por el colapso financiero que desencadenó la peor recesión económica mundial (hasta la del COVID) desde la Segunda Guerra Mundial. Blankfein respondió que pensaba que su trabajo como banquero importante era llevar a cabo “la obra de Dios”.
De hecho, Blankfein continuó su cruzada moral mientras dirigia el banco de inversión durante el escándalo multimillonario del fondo estatal 1MDB, cuando el ex primer ministro malayo Najib Razak y su familia desviaron corruptamente miles de millones, al parecer con la connivencia de Goldman Sachs. La obra de Dios en este caso parece ser que consistió en que Goldmans organizase emisiones de bonos por valor de 6.5 mil millones de dólares para 1MDB, mientras se malversaban en el proceso grandes cantidades de fondos estatales (2.7 mil millones de dólares).
¿Cuál es la solución práctica de Carney para la contradicción entre precio y valor creado por el mercado? Es la de la corriente principal clásica de la teoría económica de tratar de incluir las necesidades sociales en la determinación de los precios presionando y persuadiendo a las empresas capitalistas para que hagan las cosas de manera ética y con el objetivo de «un mundo mejor para todos». En su actual trabajo para su última empresa de gestión de activos, su objetivo es conseguir que los inversores realicen inversiones éticas y «verdes».
Pero justo cuando pronunció su conferencia Reith sobre su libro sobre ‘los valores’, tuvo que retractarse de una afirmación anterior de que la cartera de 600.000 millones de dólares de Brookfield Asset Management para la que trabajaba era neutral en emisiones de carbono . Basó su afirmación en el hecho de que Brookfield tiene una gran cartera de energía renovable y «todas las emisiones evitadas implicitas». La afirmación fue criticada como un truco contable, ya que las emisiones evitadas no contrarrestan las emisiones de las inversiones en carbón y otros combustibles fósiles responsables de la huella de carbono de Brookfield, que suponen aproximadamente 5.200 toneladas métricas de dióxido de carbono.
Y esta misma semana, el mismísimo Financial Times, ha señalado que tales inversiones éticas suelen fracasar porque las empresas no tienen intención de reducir la producción de emisiones de carbono. “La incansable innovación del capitalismo cuando se trata de autos eléctricos o alimentos de origen vegetal ha ayudado a los consumidores a disfrutar del mismo estándar de bienes, o algo parecido, al tiempo que reduce su huella de carbono. Pero los expertos en marketing también han utilizado el ecologismo para volver a etiquetar muchos productos, en el mejor de los casos neutrales, como salvadores del mundo. En una línea similar se están presentando ciertos productos financieros como respetuosos con el medio ambiente: los inversores encontrarán que estas etiquetas en los nuevos productos no puede reemplazar el arduo trabajo de analizar exactamente lo que ofrecen. A pesar de las promesas, nunca es fácil ser verde”.
Así como Draghi no citó a Karl Marx sino a Reinhart Marx en su defensa del control «moral» de las fuerzas del mercado, Carney evita a Karl y en cambio confía en Adam Smith y Oscar Wilde. Pero no menciona que Wilde, el gran dramaturgo, poeta y genio literario, fue un socialista convencido. El aforismo de Wilde es claramente un mensaje socialista, no moral.
El ensayo de Wilde, El alma del hombre bajo el socialismo, expresó exactamente lo contrario de las conclusiones de Carney. Sí, el capitalismo mercantiliza las necesidades sociales (valores de uso) en valor y ganancia para el capital. Lo que conduce a la pobreza, la desigualdad, las crisis, los colapsos financieros, el cambio climático, las pandemias y la destrucción del medio ambiente. Pero la respuesta para Wilde no era lograr que el capitalismo atemperase su naturaleza destructiva con valores morales. Como dice Wilde: “Es inmoral usar la propiedad privada para aliviar los horribles males que resultan de la institución de la propiedad privada. Es inmoral e injusto».
Wilde continúa: “Bajo el socialismo, todo esto, por supuesto, cambiará. No habrá gente viviendo en guaridas fétidas y con harapos malolientes, y criando niños malsanos y agobiados por el hambre en entornos imposibles y absolutamente repulsivos. La seguridad de la sociedad no dependerá, como ahora, del estado del tiempo. Si llega una helada, no tendremos a cien mil hombres sin trabajo, vagando por las calles en un estado de miseria repugnante, o lloriqueando a sus vecinos por una limosna, o apiñándose alrededor de las puertas de refugios repugnantes para tratar de conseguir un mendrugo de pan y una noche de alojamiento inmundo. Cada miembro de la sociedad compartirá la prosperidad y la felicidad general de la sociedad, y si llega una helada, nadie estará en la práctica peor».
Wilde concluye: “El socialismo, el comunismo o como quiera que se llame, al convertir la propiedad privada en riqueza pública y sustituir la competencia por la cooperación, restaurará la sociedad a su condición adecuada de organismo completamente sano y asegurará el bienestar materia de cada miembro de la comunidad. De hecho, le dará a la vida la base que necesita y un entorno conveniente».
La cuestión real no es valor o precio, sino necesidad social frente a beneficio privado.
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Traducción:G. Buster