Fuente: La Jornada/Ángel Guerra Cabrera 17.09.2020
El 18 de octubre, elecciones generales en Bolivia, donde el MAS de Evo Morales es favorito para ganar en primera vuelta, pero queda la gran pregunta de si el mismo grupo oligárquico y racista que, apoyado por Washington, derribó a Morales e instauró una dictadura, está dispuesto a reconocer la victoria de los salvajes
, como llaman a los indígenas. El 25 de octubre, plebiscito nacional en Chile para decidir si se redacta una nueva Constitución que sustituya a la pinochetista, sentida demanda de la rebelión popular de octubre de 2019, viva, aunque momentáneamente congelada por la pandemia.
El 15 de noviembre, elecciones municipales en Brasil, donde la izquierda va dividida pero acaso podría conseguir algunos triunfos importantes, uniéndose en segunda vuelta. El 7 de febrero de 2021, elecciones generales en Ecuador, donde el correísmo está bien posicionado y podría ganar en primera vuelta pero igual cabe interrogarse si la dictadura del traidor Moreno continuará la guerra judicial sin límites para impedir la victoria de los candidatos de la revolución ciudadana.
Los comicios del 6 de diciembre en la patria de Bolívar son estratégicos, porque se decide quién controla el Legislativo con todo su contenido simbólico adicional, en el país con las mayores reservas mundiales de petróleo. Y es que la pérdida de esa herramienta en 2015 fue muy costosa en el plano nacional, como internacional, para un chavismo acostumbrado a radiantes victorias electorales. El enemigo imperialista y la oligarquía pasaron a la ofensiva y aprovecharon la coyuntura para arreciar su guerra total contra la revolución bolivariana. No fue más lesivo el golpe porque la oposición quiso convertir su victoria electoral en golpe de Estado contrarrevolucionario y siguió insistiendo en esa senda, subordinada a Estados Unidos. Mientras, el chavismo demoró un corto periodo en encajar el golpe, pero cuando reaccionó recuperó la iniciativa política y así se ha mantenido hasta hoy. La prueba es la derrota aplastante por el pueblo del terrorismo guarimbero de 2017 y la capacidad demostrada por el presidente Nicolás Maduro y la dirección político militar de la revolución de derrotar una por una las acciones del autoproclamado Guaidó desde el intento de invadir el país con el pretexto del paso de la ayuda humanitaria
, el atentado con drones contra el presidente Maduro, pasando por el frustrado golpe de Estado del 30 de abril de 2019, la derrota de la Operación Gedeón y desde antes, el vacío vergonzoso de concurrencia a los mítines de Guaidó. Si esto fuera poco, el autoproclamado y su gobierno de opereta se han revelado como unos vulgares ladrones y entreguistas, hechos millonarios con los fondos y empresas públicas venezolanas, como Citgo en Estados Unidos y Monómeros en Colombia, lo que les ha granjeado la inquina de la mayoría de diputados opositores dejados fuera del saqueo, y la sublevación de un grupo de diputados que depuso a Guaidó como presidente de la AN. La pertinaz obediencia a Trump del presidente encargado
, el incumplimiento de sus promesas y fracaso de sus planes, unido a la negativa ordenada por Wa-shington a participar en las venideras elecciones han terminado por aislarlo de un importante sector opositor, que nucleado por el dos veces candidato a presidente Henrique Capriles sí va a concurrir a las elecciones y ya tiene inscritos a sus candidatos. Guaidó podrá tener el apoyo de Trump y actuar a las órdenes de un energúmeno y criminal de guerra como Elliot Abrams, pero ya en Venezuela es un don nadie. Capriles ha calificado a su interinatura como gobierno de Internet
que no ha dado resultado
y ha dicho que hay que abrir camino
y concurrir a las elecciones. Previamente, en agosto, la muy conservadora Conferencia Episcopal se pronunció contra el abstencionismo guaidocista al que calificó de error.
Este escenario sería inconcebible sin la voluntad de diálogo de Maduro, que ha invertido cientos de horas tratando de encontrar entendimientos con la oposición; de su vocación democrática y de paz, que lo llevó a indultar a principios de septiembre a 110 opositores, muchos de ellos presos por participar en acciones terroristas y golpistas.
Maduro ha invitado a la ONU y a la Unión Europea a acompañar con su veeduría las elecciones de diciembre pero ya la segunda dijo que no, alegando tecnicismos que enmascaran su condición de semicolonia de Estados Unidos. El chavismo ha promovido la competencia electoral en medio del bloqueo y ya se emplea a fondo en la movilización del voto para ganar en diciembre a una oposición que podría enfrentarlo unida.
Twitter: @aguerraguerra