Desde finales de 2021 la ya de por sí exacerbada violencia que sufre la población congoleña en el Este del país se complicó mucho más con el resurgimiento de la milicia del M-23 (Movimiento 23 de Marzo), un grupo tutsi congoleño que abandonó la lucha en 2013 y cuyos miembros vivían principalmente en campos de refugiados en la vecina Uganda. En la actualidad, tras controlar grandes territorios de la provincia congoleña de Kivu Norte, nadie duda de que esta milicia recibe –y es la base de sus éxitos frente al caótico Ejército congoleño- ayuda del régimen ruandés del tutsi Paul Kagame, no solo con pertrechos y armamento sino con la participación del Ejército ruandés que tiene presencia de varios miles de sus soldados en territorio congoleño.
Hace unas semanas, Ebuteli, instituto de investigación congoleño sobre política, gobernanza y violencia, publicaba el fruto de una investigación titulándolo El resurgimiento del M23: rivalidades regionales, política de donantes y bloqueo del proceso de paz donde ofrecía una visión muy diferente de los motivos que hasta ahora se han manejado para explicar el resurgimiento de este grupo armado. Tras leer el informe, hemos hablado con unos de los investigadores de este instituto, Reagan Miviri, para poder aclarar estas informaciones.
Los argumentos de la rebelión
Tanto el M-23 como su mentor no reconocido, Ruanda, han justificado esta invasión por motivos parecidos al de otras invasiones ruandesas de décadas pasadas –y que reportaron a Ruanda inmensos beneficios económicos adueñándose de minas y recursos-: la persecución y ataques contra población de la etnia tutsi en el Este de la RDC. Paradójicamente, si bien existen abusos y discursos de odio contra la comunidad tutsi congoleña, cuando realmente han aumentado ha sido a raíz de la nueva rebelión del M-23.
Contrariamente a las narrativas presentadas por el gobierno de Ruanda y el M23, según las cuales la rebelión surgió como respuesta a la violencia antitutsi (…) vemos que es más bien el ascenso del poder del M23 el que condujo al fortalecimiento de estos fenómenos, se lee en el informe.
La existencia en Ruanda de más 80.000 congoleños en cinco campamentos, la mayoría de etnia tutsi y algunos viviendo allí desde hace décadas, podría verse como un motivo de presión sobre el régimen ruandés para apoyar la rebelión del M-23 pero, de la misma manera que el gobierno ruandés no se suele pronunciar sobre agresiones a banyamulenges –tutsis congoleños- ha llegado a reprimir protestas en su territorio de estos mismos refugiados y sería más correcto afirmar que está utilizándolos para justificar el conflicto actual que protagoniza el M-23.
Otro de los grandes argumentos de Ruanda para intervenir directa o indirectamente en el Este congoleño es la existencia de la milicia hutu de las Fuerzas Democráticas de Liberación de Ruanda (FDLR), formadas tras la huida al entonces Zaire (hoy RDC) de los responsables del genocidio ruandés de 1994 y herederas de éstos. Ruanda denuncia continuamente la presencia en suelo congoleño de las FDLR –que como objetivo tenían derrocar al régimen tutsi surgido tras el genocidio y que hoy están muy debilitadas- y el apoyo y colaboración del Ejército congoleño con estos rebeldes ruandeses.
Hay pruebas de colaboración con las FDLR. Sí, hay cosas en las que pensar. Sin embargo, Ruanda está utilizando la cuestión de las FDLR para justificar su agresión contra la República Democrática del Congo. Recordemos que la República Democrática del Congo aceptó varias veces acoger al ejército ruandés para neutralizar a las FDLR. Ruanda incluso celebró los resultados de las operaciones, pero el pretexto sigue ahí. Como parte de la mediación angoleña, la RDC ha propuesto una vez más un plan para neutralizar a las FDLR, nos explica el investigador de Ebuteli, Reagan Miviri.
Ruanda, la preferida de Occidente y aislada por sus vecinos
Ruanda y su presidente, Paul Kagame, son los favoritos de países y comunidades como EEUU, Unión Europea o Reino Unido para hacer negocios y enviar ayuda en la región de los Grandes Lagos, obviando las prácticas dictatoriales de Kagame y los continuos abusos contra los derechos humanos de su régimen, por no hablar del ya comentado intervencionismo en suelo congoleño. Tanto es así que el celebrado milagro ruandés se asienta en gran parte en la ayuda exterior que en 2021 equivalió al 74% del presupuesto ruandés –el resto tiene mucho que ver con el saqueo de la RDC por parte ruandesa-.
La “comunidad internacional” que denuncia y condena el apoyo de Ruanda al M-23 y le pide sacar sus tropas de la RDC establece acuerdos comerciales preferenciales con Ruanda (Unión Europea), acuerdos para la deportación de inmigrantes (Reino Unido), celebra grandes cumbres en Kigali (Commonwealth y FIFA) o promociona el turismo en Ruanda (varios grandes equipos de fútbol europeos). De esta manera, se puede afirmar sin lugar a dudas que Ruanda cesaría su apoyo al M-23 y éste tendría que abandonar la lucha armada, si esa “comunidad internacional” quisiera, y sancionara al régimen de Paul Kagame.
De hecho, creemos que para poner fin a la crisis del M23 se necesita una presión y un compromiso mucho mayores en Kigali, nos dice Reagan Miviri, mientras en su informe, Ebuteli recuerda
La caída de (la ciudad de) Goma (durante la anterior rebelión del M-23 que finalizó en 2013) provocó una fuerte reacción internacional y fue el principio del fin de la rebelión, que se retiró de la ciudad después de ocho días. Ruanda se vio sometida a una intensa presión diplomática, que tuvo como resultado la suspensión de más de 200 millones de dólares de ayuda a Ruanda y el fin del apoyo de Kigali a la rebelión
Pero esa Ruanda que cortejan los países occidentales –y otros más al Este, según vemos desde aquí el mapa del mundo- ha ido siendo aislada por sus vecinos de la región de los Grandes Lagos.
Los países de la región llevan varios años compitiendo por la influencia en el Este del Congo por razones de seguridad, políticas y económicas, incluido el control de los circuitos comerciales legales e ilegales. Nada indica que Ruanda quiera apropiarse de los territorios fronterizos sino más bien sacar provecho económico de ellos y utilizarlos para asegurar su estrecho territorio, nos explica el investigado de Ebuteli.
Equipos de Uganda responsables de la construcción de la carretera comenzaron a trabajar para conectar Kivu del Norte e Ituri (RDC) con Kampala (Uganda), lo que corría el riesgo de excluir el lucrativo comercio de Ruanda entre el Este del Congo y la costa de África Oriental. En enero de 2022, Tanzania y Burundi firmaron un acuerdo para construir el último tramo del ferrocarril que podría conectar a los dos países, formando así otra ruta de comercio potencial sin pasar por Ruanda. Este aislamiento ha sido uno de los principales impulsores de su apoyo al M23, se lee en el informe El resurgimiento del M23: rivalidades regionales, política de donantes y bloqueo del proceso de paz.
Como no podía ser de otra manera, el oro alimenta esta crisis
Aunque relacionamos el Este congoleño con el coltán no se le da la importancia debida al oro pero este informe incide especialmente en él para explicar las ambiciones de los vecinos de la RDC en este país. Como se lee en el mismo, el 59% de las exportaciones ugandesas en 2020 correspondieron a oro. En el caso de Burundi fueron el 63% en 2014.
Los comerciantes contrabandean grandes cantidades de oro a través de la frontera, a veces con la complicidad de funcionarios de seguridad congoleños. El comercio se beneficia de un Estado congoleño que tiene altos impuestos y un control débil. Los estados vecinos se benefician del desorden congoleño. Aunque la conexión entre estos fraudes y la escalada del M-23 no está del todo clara, este tipo de compromiso económico se beneficia de la protección política, cita el informe de Ebuteli.
Esto no quita que el famoso coltán esté jugando un papel importante en el resurgimiento del M-23 que, tras ocupar buena parte de los territorios de Rutshuru y Masisi, ha derivado su ofensiva también al de Lubero –al norte, y más cerca del oro- y al sur, controlando la zona minera de Rubaya, la capital mundial del coltán, moviéndose también hacia la provincia de Kivu Sur, buscando una salida por el lago Kivu para llevar ese coltán directamente a Ruanda, evitando largos recorridos por carretera con motocicletas cargadas de sacos.
Además del oro está el coltán. El yacimiento minero de Rubaya, uno de los más importantes del este de la República Democrática del Congo, quedó bajo el control del M-23. Existe preocupación por la contaminación de la cadena de suministro de coltán en la economía global, nos dice Reagan Miviri.
En conclusión
Todo nos lleva a poder ver el resurgimiento del M-23 como un nuevo movimiento en el tablero de la región de los Grandes Lagos y el control de sus recursos, sobre la base de la inestabilidad permanente del gigante congoleño que lo debilita y que deja a sus voraces vecinos una tarta inmensa de recursos que consumir y exportar al mundo entero con el conocimiento y el beneplácito del mundo desarrollado o en vías de desarrollo que, sin mancharse las manos, contempla, cuando no anima, una sucesión de crisis que someten a la miseria a los pueblos de la región, muy especialmente al congoleño.