Fuente: Iniciativa Debate/ Jaime Richart
Yo estoy con la “Causa” de uno de los dos partidos que actualmente forman coalición del gobierno español. Pero no porque el líder tenga no sé cuántas carreras y másteres. Ni valoro en absoluto la colección de conocimientos en materia de política, y menos para ejercerla. Precisamente eso mismo, la formación intelectiva por el cúmulo de títulos, que no intelectual, suele ser, a mi entender, un inconveniente para quien ha de conducir la frágil nave de una sociedad que en el concierto de las naciones, por más que algunos se empeñen, no es puntera. Primero porque (aparte el vergonzoso falseamiento de los títulos de una clase de políticos impostores) la amplitud de los conocimientos por el estudio (si son efectivos y no falseados) dota al intelecto del gobernante un sentido de la responsabilidad moral que al estar presente en la cabeza del “muy letrado” le va a ser difícil no tener mala conciencia al verse obligado a mirar a otra parte en asuntos graves o muy graves.
Y segundo, porque el mucho saber suele complicar también mucho al gobernante sus decisiones, pues raro es el asunto en materia económico-social que, como la sábana más corta que la superficie del catre, si se tira de ella de un lado es a costa de descubrir los otros…
Si yo firmo mis escritos con la ampulosidad que supone incluir mis dos títulos académicos es porque, no siendo político ni periodista ni pretencioso, por un lado, y conociendo la propensión del español que lee a valorar al escritor más por la presunta sabiduría que procede de los reconocimientos oficiales que propiamente por sus ideas, por otro, presupongo que mis artículos atraerán más a los lectores que no me conocen, por eso mismo y en función del titular elegido para el escrito. Lo que no quiere decir que in pectore no sienta yo una cierta vergüenza por semejante vanidad.
Pero en política, vuelvo al tema que me ocupa, como dicen Maquiavelo y otros, lo único necesario para desempeñar bien el oficio son altas dosis de sentido común, honestidad, prudencia (que no hay que confundir con pusilanimidad) y un espíritu valiente para hacer frente a los muros que en España, en Europa y en el mundo, frente a los cambios en las estructuras por minúsculos que sean, van a levantar los poderes de hecho: la CEOE, la Conferencia Episcopal, la Banca, las finanzas, los titulares de acciones de las Sicav, las grandes fortunas y los latifundistas.
Pero en todo caso el mucho estudio, el mucho título, el mucho saber y la erudición no son necesariamente sabiduría. En política sobre todo, la erudición excesiva estorba al pensamiento que puede dispersar, confundir y desvirtuar ideas que llevadas a la práctica pierden todo el fuelle necesario para hacer justicia social, que es por lo que toda sociedad evolucionada se siente obligada a laborar. Por todo esto, muy raros son los políticos y más aún los gobernantes estudiosos de las Letras, de las Bellas Artes, de la Filosofía y de las Humanidades…
Se me ocurren, a los efectos de fondo destacados aquí, dos nombres propios, ambos en Latinoamérica: Pepe Mujica y Evo Morales, oficialmente dos iletrados. Por mi parte, he conocido a lo largo de mi vida personas de las dos clases. Con independencia de algún científico, más sabio por su discernir acerca de asuntos que no eran de su especialidad que por su capacidad que yo no estaba en condiciones de graduar, he conocido a pastores, agricultores, bomberos, jardineros y albañiles con un grado de sabiduría, que fácilmente hubieran dejado en evidencia en un Parlamento a legiones de políticos destacados o del montón, bienhablados, sabihondos y cobardes, que mejor papel hubieran hecho quedándose en su casa.