Fuente: La Jornada Ángel Guerra Cabrera 22.08.21
La toma del poder por los Talibán en 1996 y su amplia repercusión mediática incorporó la palabra talibán a nuestro lenguaje como sinónimo de fanatismo
, aunque en el idioma pastún es simplemente el plural de talib, que significa estudiante
.
Las imágenes del retiro de las tropas estadunidenses de ese país después de 20 años de ocupación no deberían ser extrañas a nuestros ojos, aunque las invasiones estadunidenses en el siglo XX en AL y el Caribe no tuvieran la misma repercusión por falta de las modernas tecnologías, que permiten ver lo que sucede al instante en Kabul. El mundo no pudo ver en vivo y directo el derrocamiento de Arbenz en Guatemala en 1954, la invasión a Cuba en 1961 o a República Dominicana en 1965, entre tantas de una larga lista.
Demonizar al enemigo por parte de Estados Unidos (EU) no distingue ideologías, como bien se ha visto en tantas películas de Hollywood, para generar consenso en la población estadunidense de que es alguien a quien es imperioso destruir y que cualquier método se justifica para lograrlo; incluyendo las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. Lo novedoso en las décadas recientes es la incorporación de nuevos conceptos vagos y difusos desde EU como guerra global contra el terror
, estados fallidos
o “ narcoestado”, para estigmatizar a quienes adversan las políticas estadunidenses.
Los casos de Venezuela y Colombia son paradigmáticos. Mientras Colombia es hace años el mayor productor y exportador de cocaína, en la mayoría de los grandes medios repiten que Nicolás Maduro está al frente de un “ narcoestado”.
Afganistán parece estar muy lejos de AL, pero no tanto. Después del atentado del 11 de septiembre de 2001, EU evaluó bombardear América del Sur (https://bit.ly/3j1TKYh).
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