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Erdogan protagonizó el cese de tres altos cargos del Banco Central de Turquía por haberse opuesto al recorte de tipos de interés y a la venta desesperada de reservas de divisas para defender la lira turca.
La economía turca lleva registrando más de un año de inflación galopante, crisis cambiaria y fuga de inversores extranjeros. Y no es solamente debido al fenómeno mundial de alza del precio de las materias primas o a las disrupciones en las cadenas globales de valor. Ni siquiera a la covid-19. El causante principal de esta espiral de problemas económicos tiene nombre y apellidos: Recep Tayyip Erdogan.
A la doctrina económica de Erdogan se la conoce por el nombre de “Erdonomics” y considera que los tipos de interés altos incrementan la inflación, que es totalmente contraria a las enseñanzas de los manuales de Economía. El jefe de Estado turco trata de generar crecimiento económico a toda costa, sin importar los desequilibrios económicos que pueda causar, y desea control absoluto sobre la política macroeconómica. De ahí su empeño en despedir a todo empleado de la banca central que se oponga a sus caprichos y en colocar a gobernadores afines a sus ideas, algo que atenta contra la independencia de los bancos centrales respecto a los gobiernos de turno.
En las pasadas semanas el presidente turco protagonizó el cese de tres altos cargos del Banco Central de Turquía. ¿Sus pecados? Haberse opuesto al recorte de tipos de interés y a la venta desesperada de reservas de divisas para defender la lira turca. Desde 2019 Erdogan ha despedido a tres gobernadores de la institución.
En noviembre de 2020 despidió por sorpresa al gobernador Murat Uysal, quien fue incapaz de controlar la depreciación de la lira turca y colocó a Naci Agbal, pro libre mercado y empeñado en frenar la depreciación mediante el alza de los tipos de interés.
Esta destitución no agradó al entonces ministro de Finanzas, Berat Albayrak, quien es además yerno de Erdogan y considerado por muchos su heredero político. Por consiguiente, Albayrak presentó su dimisión por unos supuestos motivos de salud. Agbal consiguió apreciar la lira entre diciembre y marzo tras incrementar el tipo de interés. Pero duró tan solo cuatro meses en el cargo.
El tipo de cambio de la lira turca fue de 6,5 liras por euro y de 6 liras por dólar a principios de 2020. A finales de octubre de 2021 superó las 11 liras por euro y 9,7 liras por dólar. Se trata de una depreciación del 69% y 62%, respectivamente.
Las consecuencias para la población turca de semejante depreciación son una inflación galopante debido al encarecimiento de los productos importados. Mientras que en los países de Europa occidental una inflación del 4-5% parece excesiva, en Turquía se ha disparado hasta el 19-20% en los últimos meses. Los ciudadanos turcos muestran enfado especialmente por los altos precios de los alimentos, que se encarecieron debido al incremento de los costes de producción de los agricultores que deben importar combustible, fertilizantes y pesticidas. Turquía es un país muy dependiente de la importación de hidrocarburos, por lo que la inflación no va a cesar.
La depreciación también representa un daño para muchos deudores, entre los cuales se incluyen muchos bancos turcos, que habían contratado préstamos denominados en divisas: el valor que deben devolver se ha incrementado en moneda nacional. Los inversores extranjeros tratan de retirar fondos de un país que aplica una política imprevisible y poco convencional según datos del Instituto de Finanzas Internacionales.
Ante este panorama económico no es de extrañar que la popularidad del presidente esté en mínimos: su índice de aprobación ha caído al 41,4%. Tampoco ha ayudado la reciente construcción secreta de una lujosa mansión presidencial de 300 habitaciones y playa privada que ha costado unos 60 millones de euros a los contribuyentes.
No obstante, Erdogan sigue sin tratar de limpiar su imagen de cara a las elecciones presidenciales de 2023. La semana pasada ordenó al banco central ejecutar otro recorte de tipos de interés de dos puntos porcentuales, lo que volvió a disparar el tipo de cambio de la lira.
Además, declaró a diez embajadores de países occidentales personas non gratas por pedir la excarcelación de Osman Kavala, un filántropo turco que había organizado protestas contra el autoritarismo de Erdogan. Tras las súplicas de numerosos altos cargos del Ministerio de Asuntos Exteriores, Erdogan dio marcha atrás en la expulsión de los diplomáticos para evitar dañar las ya maltrechas relaciones con Estados Unidos, Francia o Alemania.
La rectificación ha dado un respiro a la lira turca, pero pocos dudan de que Erdogan no tardará en tomar nuevas decisiones polémicas por puro capricho.