Lenin 150: La centralidad de la hegemonía

Fuente: https://www.sinpermiso.info/textos/lenin-150-la-centralidad-de-la-hegemonia                                                                                      Lars T. Lih                                                                                                                  12/05/2020

Lenin ha sido calificado de muchas maneras. Sus admiradores pueden describirlo como el padre de la Unión Soviética, el fundador del movimiento comunista internacional o un gran teórico marxista. Sus detractores pueden contradecir con afirmaciones como un ‘fanático sectario’ y/o un ‘elitista muy cínico’ y/o un ‘increíble demagogos’, o quizás simplemente, el  fundador de la Unión Soviética. Pero trabajemos desde una nueva y original perspectiva: consideremos cómo el propio Lenin definió constantemente su propia identidad política, y luego intentemos situar esa identidad en un contexto histórico.

Durante la mayor parte de su carrera política, Lenin se identificó como el dirigente de la «socialdemocracia revolucionaria» en Rusia. “Socialdemocracia revolucionaria» fue el nombre que se le dio al ala izquierda de la socialdemocracia internacional en la época de la Segunda Internacional en las décadas anteriores a la Primera Guerra Mundial. En 1917-18, Lenin rechazó la etiqueta de «socialdemócrata» a favor de la de «comunista», porque creía que la bandera de la socialdemocracia había sido arrastrada por el barro por los partidos de Europa occidental que habían apoyado el esfuerzo de guerra de sus respectivos gobiernos. Sin embargo, este cambio de nombre no fue un rechazo, sino una afirmación angustiada de su identidad política. En la mente de Lenin, él había sido el que se había mantenido fiel a los principios de la socialdemocracia revolucionaria de antes de la guerra, mientras que los líderes de la mayoría de los otros partidos en la Segunda Internacional habían sido unos renegados que habían traicionado la teoría marxista. En este sentido, sus escritos durante la guerra insistieron agresivamente en su propia falta de originalidad, alegando que su posición se basaba firmemente en el consenso anterior a la guerra de la socialdemocracia revolucionaria.

Para comprender la identidad política de Lenin, no deberíamos apresurarnos y centrarnos solo en aquello que era específicamente suyo. Deberíamos comenzar a principios de la década de 1890, cuando el joven Vladimir Ulyanov configuraba su identidad política, y mirar con sus ojos al movimiento socialista en Europa occidental. Marx y Engels se diferenciaron de otras corrientes socialistas no tanto por su concepción de la naturaleza de la sociedad socialista como por su concepción de la vía al socialismo. Mientras que otros socialistas entendían el socialismo como algo llevado a los trabajadores para aliviar su sufrimiento, Marx y Engels lo vieron como algo creado por los trabajadores, actuando como una clase. El núcleo del legado de Marx a la socialdemocracia revolucionaria es la idea de la misión histórica mundial del proletariado de alcanzar el poder estatal como clase y utilizar este poder para construir una sociedad socialista.

Una serie de implicaciones cruciales surgieron de esta visión. Primero, el proletariado tenía que estar preparado para su misión histórica mediante la comprensión de la naturaleza de su misión que, gracias a la organización, le permitiría actuar como clase. Las formas prácticas y concretas utilizadas para llevar a cabo esa comprensión y la organización del proletariado fueron desarrolladas en el terreno por generaciones de activistas, particularmente en Alemania. El resultado fue el “modelo SPD” inmensamente influyente: es decir, el conjunto de técnicas empleadas por el Sozialdemokratische Partei Deutschlands. La pieza central del “modelo SPD” fue una enorme prensa socialista, con cientos de periódicos que fomentaron una identidad de clase específica de los trabajadores. Otras herramientas del “modelo SPD” fueron la agitación directa, manifestaciones, panfletos, campañas electorales, sindicatos afiliados a los partidos, todo tipo de organizaciones culturales voluntarias, como las sociedades corales, e incluso el uso generalizado de tabernas como sitios de reunión. La lógica del “modelo SPD” puede resumirse como una campaña permanente para inculcar el sentido de su misión en la vida cotidiana de los trabajadores.

Kautsky

El “modelo SPD” dependía de manera crucial en la existencia de alguna medida de las libertades políticas en la sociedad en su conjunto, es decir, libertad de prensa, de reunión, de organización y similares. Por lo tanto, otra implicación fundamental de la misión histórica mundial del proletariado era que el socialismo tenía un interés vital en las revoluciones ‘democráticas’ anti-absolutistas, un compromiso que distinguía a los marxistas de la mayoría de las otras corrientes socialistas del siglo XIX. Otra implicación se hizo más evidente a medida que avanzó el siglo. En la década de 1840, cuando se escribió el Manifiesto Comunista, a la burguesía se le dio el papel de dirigente de las fuerzas anti-absolutistas, con el proletariado como socio menor. Pero la burguesía se interesó cada vez menos en una reforma democrática profunda, mientras que el proletariado superó su estado primitivo original y formó partidos como el SPD. Como resultado, el proletariado tuvo una nueva misión histórica, aunque subsidiaria: actuar como dirigente de la revolución democrática, al frente del naroddas Volkle peuple, es decir, las clases «democráticas» subordinadas de la sociedad en su conjunto. A principios del siglo XX, los socialdemócratas rusos le dieron a este papel de liderazgo el nombre de hegemonía, pero la lógica básica era originaria y parte integrante de la socialdemocracia revolucionaria.

El principal portavoz de la socialdemocracia revolucionaria fue Karl Kautsky, un hecho que explica su extraordinaria importancia en la perspectiva y los escritos de Lenin. Por supuesto, Lenin formó su propio juicio independiente sobre los diversos temas que leyó en los escritos de Kautsky (Marx, el “modelo SPD”, el colonialismo, y otros), pero casi siempre estuvo de acuerdo con la opinión de Kautsky. Kautsky pudo expresar los principios esenciales de la socialdemocracia revolucionaria en varias formulaciones contundentes. La idea de misión histórica está implícita en su definición de la socialdemocracia como «la fusión del socialismo y el movimiento obrero»: es decir, el papel imprescindible de los militantes obreros para convertir los ideales del socialismo en realidad. Lenin le hizo un cumplido extravagante a Kautsky cuando comentó que la famosa fórmula de Kautsky «reproducía las ideas fundamentales del Manifiesto Comunista».

Kautsky también insistió (en una formula inmediatamente adoptada por los socialdemócratas rusos) en la importancia primordial de la libertad política:

“Estas libertades [de asociación, de reunión, de prensa] son la “luz y el aire” del proletariado; quién las deja marchitar o las confisca, el que evita que el proletariado luche por ganar estas libertades y extenderlas, esa persona es uno de los peores enemigos del proletariado”.

Finalmente, la idea detrás de la hegemonía, el liderazgo proletario del pueblo en general, también fue expuesta por Kautsky a principios de la década de 1890, cuando afirmó que la socialdemocracia debe convertirse en «el representante no solo de los trabajadores asalariados industriales, sino de todos los estratos laboriosos y explotados, y por lo tanto, la gran mayoría de la población, lo que comúnmente se conoce como Volk«.

Todos estos principios tuvieron una inmensa relevancia para Rusia, como veremos. Y para comprender completamente lo que los escritos de Kautsky significaron para Lenin, necesitamos saber que Kautsky no solo enuncia principios generales, sino que también desempeñó un papel directo en la elaboración de su aplicación en Rusia. Su contribución fue particularmente importante en el caso de la hegemonía y, como todas las facciones en Rusia entendieron, sus intervenciones generalmente favorecieron a los bolcheviques. Todo esto explica la furia titánica de Lenin cuando sintió que Kautsky había traicionado sus propios principios después de 1914: Lenin comparó obsesivamente al “renegado Kautsky» con «Kautsky cuando era marxista».

Volvamos ahora al joven revolucionario ruso que definió su identidad política a principios de la década de 1890. Para 1894, Lenin había asimilado completamente la lógica de vanguardia de la socialdemocracia revolucionaria y había esbozado su aplicación a Rusia en particular. Su primer escrito político importante termina con la siguiente oración cuidadosamente construida (énfasis de Lenin):

“Cuando los representantes avanzados de esta clase asimilan las ideas del socialismo científico, la idea del papel histórico del trabajador ruso, cuando estas ideas reciben una amplia difusión, cuando se crean organizaciones duraderas entre los trabajadores que transforman la actual guerra económica sin coordinación de los trabajadores en una lucha de clases intencional: entonces el obrero ruso, situado a la cabeza de todos los elementos democráticos, derrocará el absolutismo y guiará al proletariado ruso (al lado del proletariado de todos los países) por el camino directo de la lucha política abierta hacia la victoria de la revolución comunista”.

Todos los elementos constitutivos de la socialdemocracia revolucionaria se expresan aquí claramente y se sitúan en un contexto específicamente ruso: el papel asignado por la historia a los trabajadores rusos, la necesidad de explicación y organización, el imperativo de derrocar al absolutismo y la posición del proletariado a la cabeza de todos los elementos democráticos. Sorprendentemente, Lenin vivió para ver todos estos elementos puestos en práctica, pero no sin algunas decepciones amargas y ajustes importantes.

Primera década

Una simplificación útil divide la carrera política de Lenin en tres décadas, cada una con su enfoque principal particular. El foco de la década 1894-1904 fue la creación de un partido socialdemócrata implantado en toda Rusia. Algunos observadores en ese momento (y aún hoy) pensaban que el marxismo, el análisis del capitalismo y la visión del socialismo basado en la industria avanzada, apenas eran aplicables a la Rusia zarista, con su economía atrasada y su rudimentaria clase trabajadora. A lo sumo, al parecer, el marxismo prometía una sociedad mejor en un futuro lejano. La lógica de la socialdemocracia revolucionaria, sin embargo, otorgaba a los marxistas rusos un papel positivo y estimulante que desempeñar incluso en la Rusia atrasada. Podían comenzar a propagar sus ideas y organizar incluso a una clase obrera incipiente, y de hecho tuvieron un éxito temprano y alentador en la dirección de huelgas. Los socialdemócratas rusos también tenían un objetivo político inmediato: el derrocamiento del absolutismo zarista y la conquista de las libertades políticas. Incluso podían reclamar un papel central en la vida política rusa al afirmar la hegemonía proletaria en la próxima revolución anti-zarista.

La socialdemocracia revolucionaria ofreció así una salida al callejón sin salida de la tradición revolucionaria rusa en la década de 1880. Un observador británico informado, escribiendo en 1905, describe la década de 1880 como la recordaban los socialistas rusos:

“Llegamos así a principios de los años 80. Considerese la situación: el Partido de la Voluntad del Pueblo [Narodnaya Volya] tirado en el suelo roto y exhausto, la reacción desenfrenada, todo lo que había sido hace poco tiempo esperanza, ahora desanimo y amargura. ¿A dónde acudiremos para luz y orientación? ¿Al pueblo? Está mudo ¿A la clase obrera? No existe. ¿A las clases educadas? Todos están hundidas en el pesimismo, conscientes de su debilidad. ¿Qué hacer? ¿Se ha perdido toda esperanza? ¿No hay salvación para Rusia? En este momento de oscuridad y desesperación, una voz nueva y extraña resuena en el espacio: una voz llena de dureza y sarcasmo, pero vibrante de esperanza. Esa es la voz de la socialdemocracia rusa”.

El desafío inmediato para aplicar la socialdemocracia revolucionaria a las condiciones rusas fue la completa falta de libertad política. ¿Cómo podía aplicarse el “modelo SPD» de una campaña permanente sin periódicos, manifestaciones o campañas electorales legales, en resumen, sin un partido socialdemócrata legal? La respuesta -como en Alemania, fue elaborada en el terreno por una larga serie de activistas, pero después recibió una exposición elocuente en ¿Qué hacer? de Lenin (1902) – fue crear un partido clandestino que combinara, en la mayor medida posible, contactos estables con la base de masas trabajadora con la protección contra el acoso y el arresto de la policía. El resultado se puede llamar un partido clandestino (konspiratsiia), ya que la palabra rusa konspiratsiia no significa ‘conspiración’ (y de hecho generalmente se traduce más bien como ‘clandestino’), sino el conjunto de reglas que le permitieron al partido escapar del aislamiento auto-impuesto de una conspiración genuina (zagovor en ruso). De hecho, konspiratsiia se puede definir como «el bello arte de no ser arrestado».

El papel de los «revolucionarios profesionales» era hacer que este tipo de partido clandestino fuera viable: Lenin popularizó este término, pero fue adoptado por todo el movimiento socialista clandestino, porque defendía un formato familiar y necesario. La idea extendida de que Lenin inventó un «nuevo tipo de partido» que apuntaba a una casta conspiratoria de revolucionarios profesionales, reclutados únicamente de la intelectualidad, no es verdad. De hecho, el ideal del partido konspiratsiia y el papel del revolucionario profesional eran necesidades funcionales de cualquier partido político clandestino (y antes de 1905 todos los partidos rusos eran clandestinos) y, como tales, fueron totalmente aceptados en todo el espectro socialista.

El partido konspiratsiia, por lo tanto, representaba el “modelo SPD” aplicado a las condiciones muy poco propicias del absolutismo zarista. Debido a la represión zarista, el partido konspiratsiia tuvo que ser un partido clandestino ilegal. Pero, en la medida de lo posible, imitaría al modelo SPD alemán. Por ejemplo, Lenin hizo de un periódico político, Iskra, la pieza central de su plan para construir un partido ruso. Lejos de preocuparse por los trabajadores y sus supuestas tendencias reformistas (el núcleo de la interpretación habitual de los libros de texto sobre Lenin), todo su plan dependía de su certeza de que los trabajadores responderían al mensaje socialdemócrata, incluso cuando el mensaje se transmitía a través de un periódico clandestino difícil de obtener y de leer. Y, de hecho, Iskra se convirtió en un periódico muy influyente.

El objetivo político a corto plazo de este partido era el derrocamiento revolucionario del absolutismo para lograr las libertades políticas imprescindibles para lo que Lenin llamó en 1894 la «lucha política abierta». Por lo tanto, el programa político de Lenin se puede resumir de la siguiente manera: construyamos un partido lo más parecido posible al SPD alemán en las condiciones del Zarismo, para derrocarlo y construir un partido aún más parecido al SPD alemán.

Segunda década

La segunda década de la carrera de Lenin (1904-14) se centró en la hegemonía: el deber del proletariado socialista de proporcionar liderazgo político a los campesinos en la próxima revolución democrática en Rusia. Por supuesto, ‘hegemonía’ tiene muchos otros significados hoy, la mayoría de ellos bastante negativos, pero en el caso bolchevique, es realmente un sinónimo de liderazgo. Según la táctica de la hegemonía, los campesinos aceptarían el liderazgo proletario, porque eran lo suficientemente racionales como para ver cómo este liderazgo los ayudaría a alcanzar sus propios objetivos.

La lógica detrás de la táctica de la hegemonía en Rusia fue la siguiente: el liderazgo político nacional en la revolución solo puede ser proporcionado por partidos con una base urbana. En la práctica, este papel de liderazgo recae en el partido de la burguesía anti-zarista (los demócratas constitucionales o kadetes) o en el partido del proletariado socialista (socialdemocracia). Si los liberales asumen con éxito el papel de liderazgo, la revolución quedará muy por debajo de lo que puede y debe lograr. Solo el liderazgo socialdemócrata puede garantizar que la revolución se lleve «hasta el final» (do kontsa). La lógica marxista más profunda de la táctica de la hegemonía era la afirmación de que el proletariado socialista era el defensor más efectivo de los objetivos parciales, como la revolución democrática, precisamente porque veía estos objetivos parciales como medios para el objetivo final de una sociedad sin clases.

Una revolución democrática plena era posible porque existía una sólida «comunidad de intereses» entre trabajadores y campesinos. Sin embargo, de la misma manera, la necesidad del aliado campesino implicaba que una revolución estrictamente socialista quedaba fuera de la agenda, a menos que una revolución socialista internacional repartiera de nuevo las cartas. La revolución socialista solo podía ser fruto de un partido proletario que impusiera sus propios intereses de clase sin compromisos (la ‘dictadura del proletariado’). Esta conclusión sobre el aliado campesino fue axiomática para todos los socialdemócratas rusos (incluido Trotsky).

Para avanzar un poco: la táctica hegemónica del liderazgo proletario de clase sobre los campesinos se convirtió en la base de la victoria bolchevique en 1917 y durante la guerra civil. El Ejército Rojo era la hegemonía en acción: un ejército campesino, luchando para proteger la revolución que les dio tierras y eliminó a la clase nobiliaria, pero que recibía órdenes de un partido socialista obrero urbano. Y esto significa, para avanzar una década más, que la actitud de Lenin hacia el campesinado era lo opuesto a la colectivización forzosa de Stalin en los años 30. De hecho, durante la guerra civil, Lenin denunció en términos coloridos cualquier esfuerzo de los bolcheviques locales de usar la fuerza como una forma de lograr que los campesinos se uniesen a las granjas colectivas.

Tercera década

En su última década (1914-24), Lenin se centró en la revolución socialista tanto en Europa occidental como en Rusia como una tarea práctica. Necesitamos proceder con cuidado cuando rastreamos la evolución de las opiniones de Lenin sobre este tema, aunque solo sea porque una serie de conceptos erróneos generalizados (discutidos a continuación) obstaculizan una visión precisa. Podemos comenzar con las llamadas Tesis de Octubre de Lenin: un breve documento semioficial del partido titulado ‘Varias tesis’, publicado en octubre de 1915. Después de la revolución de febrero, el propio Lenin respaldó sus tesis alegando que no tenían que ser modificadas en nada para adaptarse a la nueva situación. En las Tesis de Octubre, Lenin situó la próxima revolución rusa en el siguiente marco narrativo:

“La tarea que enfrenta el proletariado de Rusia es realizar la revolución democrática burguesa para avivar la revolución socialista en Europa. Esta última tarea [la revolución socialista] ahora está muy cerca de la primera [la revolución democrática], sin embargo, sigue siendo una tarea especial e imprescindible, ya que se trata de las diferentes clases que están colaborando con el proletariado de Rusia. En la primera tarea, son los campesinos pequeño-burgueses de Rusia quienes colaboran; en esta última, es el proletariado de otros países”.

Los dos aliados de clase se corresponden con las dos tareas de la clase obrera socialista rusa: los campesinos rusos como compañeros de lucha por la revolución democrática y los trabajadores europeos como compañeros de lucha por la revolución socialista.

Las Tesis de Octubre también afirmaron la continuidad con la táctica de hegemonía que definió el bolchevismo antes de la guerra:

“Solo una dictadura revolucionaria democrática del proletariado y el campesinado puede dar contenido social a la inminente revolución en Rusia … La monarquía y los terratenientes de mentalidad feudal no pueden ser derrocados a menos que el proletariado sea apoyado por el campesinado”.

El lema de Lenin, «Dictadura revolucionaria democrática del proletariado y el campesinado», resume la táctica de hegemonía: luchar por crear un vlast obrero-campesino (poder popular) que llevará la revolución democrática «hasta el final» sobre la base de los intereses compartidos de los trabajadores y los campesinos rusos.

Cuando esperaba la revolución rusa que se acercaba con confianza, Lenin defendía que el proletariado y su partido podrían desempeñar un «papel de liderazgo» si «la pequeña burguesía [es decir, los campesinos] giraba a la izquierda en el momento decisivo» (como en realidad sucedió en 1917). A lo largo de sus escritos en tiempos de guerra, Lenin también argumentó que su confianza sobre la inminente revolución socialista en Europa occidental se basaba en el consenso previo a la guerra de la socialdemocracia revolucionaria.

El ambiente durante la guerra agregó dos elementos relativamente nuevos al pensamiento de Lenin. Podemos discutir esto convenientemente desde el punto de vista de 1917, especialmente de El Estado y la Revolución. Los imperativos económicos de la movilización en tiempos de guerra condujeron a una extensa regulación estatal, que Lenin llamó «pasos hacia el socialismo», incluso cuando fueron emprendidos por los gobiernos «burgueses». En El Estado y la Revolución, afirmó su visión del destino final de estos pasos hacia el socialismo:

“La cuestión vital y candente de la política actual es la expropiación de los capitalistas, la conversión de todos los ciudadanos en trabajadores y otros empleados en un gran «sindicato», el estado en su conjunto, y la completa subordinación de todo el trabajo de este sindicato a un estado genuinamente democrático, el estado de los soviets de los diputados obreros y soldados”.

En su mensaje político día tras día a los trabajadores, soldados y campesinos rusos en 1917, Lenin enfatizó que abogaba solo por esos pasos hacia el socialismo, solo por aquellas políticas de regulación estatal, que generalmente todos los partidos reconocieron que eran necesarias. Lenin argumentó que tales «pasos» eran sencillos e incluso fáciles de poner en práctica. Además, podían tener el apoyo mayoritario de la población rusa en su conjunto. Se equivocó sobre la facilidad de implementar efectivamente tales medidas, por ejemplo, la nacionalización de los bancos, pero tenía razón cuando afirmaba que existía un consenso generalizado sobre la necesidad de una regulación estatal muy ambiciosa.

Libertades políticas

El otro elemento nuevo, o mejor dicho, la ausencia conspicua de un elemento familiar, es la desaparición de las libertades políticas como un objetivo imperativo. El tema apenas surge en El Estado y la Revolución. Lenin elogió la «democracia soviética» principalmente porque alentaba la participación masiva en el trabajo del gobierno, ciertamente no porque extendiese las libertades políticas. Lo que sí encontramos en estas páginas es una negación categórica de cualquier valor de la democracia burguesa: «La libertad en la sociedad capitalista siempre [énfasis agregado] sigue siendo la misma que en las antiguas repúblicas griegas: libertad para los dueños de esclavos». ¿Por qué, entonces, luchar para transformar el Zarismo en una democracia, o para ampliar la democracia donde ya está establecida?

Junto con tales sentimientos hay un claro presagio de las políticas represivas en la guerra civil rusa y posteriores. Cualquier intento de «la nobleza de preservar sus hábitos capitalistas o de los trabajadores que hayan sido completamente corrompidos por el capitalismo» para escapar del control social irá acompañado de «un castigo rápido y severo, [porque] los trabajadores armados son hombres prácticos y no intelectuales sentimentales, y no consentirán que nadie juegue con ellos”.

Después de la Revolución de febrero de 1917, los bolcheviques defendieron la consigna «¡Todo el poder para los soviets!» De manera crucial, el objetivo del poder soviético no implicaba ninguna ruptura con el escenario descrito en las Tesis de Octubre de 1915 sobre la revolución democrática en Rusia. En un artículo revelador, ‘Una pregunta básica’, escrito a fines de abril de 1917, Lenin defiende este punto con su forma enfática habitual:

“¿En manos de quién debería estar ‘el vlast político’, incluso desde el punto de vista de un vulgar demócrata burgués? … En manos de la mayoría de la población. ¿Las «masas trabajadoras rusas» … constituyen la mayoría de la población en Rusia? Sin duda lo son, ¡la abrumadora mayoría! ¿Cómo entonces, sin traicionar a la democracia, incluso a la democracia tal como la entiende un Miliukov [líder del partido liberal Kadet], se puede estar en contra de la «conquista del vlast político» por parte de las ‘masas trabajadoras rusas’?”

Por lo tanto, la situación posterior a febrero en Rusia no impidió de ninguna manera a Lenin reafirmar la visión expuesta en las Tesis de Octubre de una revolución ‘democrática’ (el vlast obrero-campesino) en Rusia que fuera la chispa y finalmente se fusionase con una revolución socialista (solo proletaria) europea. El nuevo tema de los pasos hacia el socialismo no cambió los contornos básicos de la narrativa predictiva de Lenin, como se muestra en este pasaje de ‘Una pregunta básica’:

“Después de tales medidas, serán totalmente posibles nuevos pasos hacia el socialismo en Rusia y, dada la ayuda a los trabajadores de aquí que vendrá de los trabajadores más avanzados y experimentados de Europa occidental, … la transición genuina de Rusia al socialismo sería inevitable, y el éxito de tal transición estaría asegurado”.

Por lo tanto, podemos resumir la perspectiva de Lenin y sus camaradas bolcheviques de la siguiente manera: técnicamente hablando, la revolución de 1917 que creó un vlast (poder popular) obrero-campesino no es una «revolución socialista», como los marxistas entienden el concepto. Pero este hecho es irrelevante, porque los acontecimientos (revolución internacional en el extranjero, pasos hacia el socialismo en casa) rápidamente pondrán a Rusia en el camino de una revolución socialista en toda regla. Por lo tanto, no tenemos que revisar nuestras concepciones anteriores sobre la naturaleza de la revolución socialista.

Ya a fines de 1918, Lenin aún podía creer (como él dijo) que «las cosas han salido tal como dijimos que harían». La revolución alemana de noviembre de 1918 fue vista como el prólogo de una revolución socialista en toda Europa. En Rusia, Lenin pensó que era testigo del comienzo de una ola revolucionaria en las aldeas a partir de los proletarios rurales, que impulsarían la Revolución Rusa más allá de la etapa de la «alianza con todo el campesinado”, que era una de las características definitorias de una revolución democrática. Y los pasos hacia el socialismo, tal como se encarnaban en las políticas económicas del estado soviético, aunque ciertamente no definitorias hasta la fecha, se habían empezado a dar y sin duda irían más allá. Esta perspectiva encuentra expresión en La revolución proletaria y el renegado Kautsky, escrito durante la convalecencia de Lenin tras una herida de bala a fines de 1918.

En 1919, este escenario esperanzador tuvo que descartarse, al menos en el futuro previsible, y se encontraron nuevas razones  para justificar las credenciales socialistas de la revolución bolchevique. Primero, un aliado, el proletariado europeo, no logró llevar a cabo su propia revolución (aunque los bolcheviques atribuyeron a este aliado la prevención de una intervención militar a gran escala en Rusia). En segundo lugar, los bolcheviques se dieron cuenta de que no podían contar con el apoyo efectivo de los proletarios rurales; de hecho, la supervivencia del estado revolucionario dependía de consolidar la alianza con la mayoría de los campesinos. Esta comprensión encontró expresión en la campaña de 1919 para consolidar su alianza con ‘el campesinado medio’, una categoría discursiva hasta entonces poco utilizada. Esta importante campaña bolchevique ha sido completamente olvidada por los historiadores y reemplazada por el mito de una «guerra bolchevique contra el campesinado».

Finalmente, la lógica original detrás de los pasos hacia el socialismo había sido socavada. En 1917, Lenin argumentó en efecto que los pasos hacia el socialismo debían darse entonces, debido a la crisis económica. Pero, cada vez más, los bolcheviques se pusieron a la defensiva y se vieron obligados a argumentar que los pasos hacia el socialismo no se podían implementar, debido a la crisis económica. A medida que los bolcheviques se esforzaban por superar una serie interminable de crisis, se vieron obligados a un compromiso tras otro, y eran muy conscientes de ello. Este proceso también ha sido oscurecido por un mito de los historiadores: a saber, que durante el llamado «comunismo de guerra», los bolcheviques se embriagaron de «euforia» ante la perspectiva de un salto inmediato al socialismo pleno.

Por lo tanto, los bolcheviques se enfrentaron a un duro desafío en su autodefinición ideológica como una revolución socialista de facto: o permanecer fieles al axioma de la socialdemocracia revolucionaria anterior a la guerra y abandonar su objetivo de una revolución socialista; o abandonar el axioma declarando la compatibilidad de la revolución socialista con una alianza obrero-campesina. Este segundo objetivo equivalía a retener la lógica de la táctica de la hegemonía, el liderazgo proletario de los campesinos, pero ignorando su limitación previa a la revolución democrática. Lenin eligió cada vez más explícitamente este segundo curso y en sus artículos finales de 1923 estableció un escenario para liderar a los campesinos hasta el socialismo.

Rearme político

Una vez más, un mito histórico ha oscurecido un proceso crucial que podemos llamar la narrativa de rearme, para usar un término de Lev Trotsky, uno de sus creadores. Según esta narrativa, la perspectiva de los bolcheviques anterior a 1917 era completamente inadecuada para los desafíos de la situación posterior a febrero, por lo que Lenin tuvo que «rearmar al partido». Lo hizo en sus tesis de abril de 1917, que bautizó a la Revolución rusa en 1917 como «socialista», proporcionando así la base lógica y política necesaria para la victoria de Octubre. Entre una serie de otras inexactitudes, la narrativa de «rearme» niega la continuidad con la perspectiva bolchevique anterior (el vínculo entre las Tesis de Octubre de 1915 y abril de 1917, por así decirlo); afirma falsamente que proclamar la naturaleza socialista de la revolución era un prerequisito lógico y práctico para la victoria de Octubre (los propios escritos de Trotsky de 1917 documentan ampliamente el hecho de que no se proclamó el carácter socialista de la Revolución Rusa); pasa por alto el ajuste posterior a 1919 que combinó la fidelidad continua a la hegemonía con una redefinición a regañadientes de la «revolución socialista».

La evolución real de la visión de Lenin del camino hacia el socialismo se expone con mucha más precisión en un artículo de 1925 de otro importante dirigente bolchevique, Nikolai Bukharin. Bujarin sitúa la táctica de la hegemonía en el centro de todo el enfoque de Lenin. Retrata a Lenin preguntándose constantemente: ¿qué dice el campesino? Y

esto no es un accidente. Por el contrario, esto revela la gran claridad revolucionaria que era típica del líder proletario [vozhd]. [Lenin insiste en que los bolcheviques deben actuar] para que no sean separados de la base campesina, de modo que puedan aplicar medidas graduales para arrastrar a los muzhik detrás de la clase trabajadora.

Bujarin luego describe de manera útil los diversos avatares de la hegemonía en las diferentes etapas de la revolución:

“Antes de la toma del poder, la clase obrera debe contar con el apoyo del campesinado en la lucha contra los capitalistas y los terratenientes.

Después de la toma del poder, el proletariado debe asegurarse por sí mismo el apoyo de una parte considerable del campesinado en la guerra civil, hasta el momento en que la dictadura del proletariado se haya consolidado.

¿Y después de eso? ¿Podemos realmente limitarnos a considerar al campesinado solo como carne de cañón en la lucha contra los capitalistas y los grandes terratenientes? No … Hay que comprender que el proletariado no tiene otra opción. A medida que construye el socialismo, se ve obligado a arrastrar consigo al campesinado. El proletariado debe aprender como hacerlo, ya que, a menos que lo haga, no podrá mantener su dominación”.

Bujarin a continuación explícita que la fidelidad bolchevique a la hegemonía requería una seria modificación de los axiomas anteriores de la socialdemocracia revolucionaria. Representa ampulosamente a Lenin elevándose majestuosamente por encima de «la visión habitual de la revolución socialista», sin dejar de mencionar que el propio Lenin fue en su día un defensor feroz y tenaz de «la visión habitual» y que su revisión posterior a 1919 se hizo a regañadientes por la presión de las circunstancias. Sin embargo, Bujarin subraya bien los problemas implícitos:

“¿Cuál es el punto de vista común, aprendido en los libros [knizhnyi] de la revolución socialista? Podría formularse de esta manera: si el proletariado es relativamente pequeño, si existe en un país con una abrumadora mayoría de campesinos y, en consecuencia, con una economía basada en la propiedad privada a pequeña escala [melkoe khoziaistvo], entonces este proletariado, si llega al poder, no podrá hacer frente a la magnitud de las tareas, y este proletariado perecerá inevitablemente, de una forma u otra. Este es el punto de vista que emerge de la explicación habitual escolar, aprendida de los libros, de la cuestión de la revolución socialista. Tenemos que decir que esta explicación permanece, ¡ay! – en la mente de un círculo muy amplio de los miembros de nuestro propio partido …

Lenin no vio al campesinado como un enemigo inevitable cuya intención es aplastar todos nuestros cráneos, sino como un aliado potencial que a veces se quejará y ocasionalmente dará a la clase trabajadora algunos disgustos, pero que potencialmente debe ser atraído a la causa proletaria, para que sea una de las fuerzas componentes en nuestra lucha por un régimen económico proletario”.

Otro componente central de la identidad de Lenin antes de la guerra como socialdemócrata revolucionario era la lucha por conquistar las libertades políticas en Rusia. En el poder, Lenin fundó un estado que eliminó toda libertad política, es decir, cualquier actividad individual y grupal sin restricciones dirigida a la participación independiente en la vida política. No solo llevó a cabo (en palabras de El Estado y la Revolución) «la represión por la fuerza, es decir, la exclusión de la democracia, de los explotadores y opresores del pueblo», sino que en la práctica hizo lo mismo para todos los ciudadanos soviéticos: trabajadores, campesinos, e intelectuales incluidos.

En una débil reivindicación de continuidad, se podría argumentar que Lenin luchaba por las libertades políticas solo en el caso de la democracia burguesa, en la que los trabajadores socialistas son una minoría marginada. Un vínculo más relevante emerge cuando consideramos por qué Lenin había puesto tal empeño en la lucha por las libertades políticas: quería poner en práctica el “modelo SPD” de una campaña permanente para difundir el mensaje socialista. En el poder, los bolcheviques se dieron cuenta de que podían orquestar campañas estatales aún más efectivas si usaban su control sobre los recursos coercitivos para eliminar cualquier competencia. El resultado, que podría llamarse “monopolio de campañas estatales», fue una característica clave del socialismo soviético hasta el final.

Mirando hacia atrás, vemos que los ajustes realizados por Lenin a partir de su identidad política original como socialdemócrata revolucionario ayudaron a preservar su fidelidad esencial e inquebrantable a la hegemonía, con palabras de la cita anterior de 1894, la visión del «obrero ruso, situado al frente de todos los elementos democráticos”. Un resumen apropiado de esta visión del camino hacia el socialismo se encuentra en las palabras de su viuda, Nadezhda Krupskaya, en el funeral de Lenin en 1924:

“Su labor [a principios de la década de 1890] entre los trabajadores de Piter [San Petersburgo], las conversaciones con ellos, y la escucha atenta de sus discursos, le hicieron comprender a Vladimir Ilich la gran idea de Marx: que la clase obrera es el destacamento avanzado de todos los trabajadores y que todas las masas trabajadoras, todos los oprimidos, la seguirán: esta es su fuerza y la promesa de su victoria. Solo como vozhd [líder] de todos los trabajadores podrá la clase obrera alcanzar la victoria…y este pensamiento, esta idea guió toda su actividad posterior, en cada uno de sus pasos.”

estudió filosofía y ciencias políticas en las universidades de Yale, Oxford y Princeton. Fue profesor en la Universidad de Duke y el Wellesley College y actualmente enseña en la universidad McGill de Montreal, Quebec. Una parte importante de sus artículos pueden consultarse en los archivos de Sin Permiso.

Fuente:

https://weeklyworker.co.uk/worker/1298/the-centrality-of-hegemony/

Traducción:G. Buster

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