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Nuestra República – 16/07/2021
EEUU tuvo como cuna el inmenso genocidio de los pueblos originarios: Apaches, Sioux, Cherokees, Cheyennes, Blackfeets, Arapahos, Navajos y muchos otros. Hay 574 tribus reconocidas por la ley federal, la mitad de las cuales viven en reservas, esos morideros de indios convenientemente aprovisionados en drogas, alcohol, juegos y otras manifestaciones de la civilización occidental.
En octubre de 1978 Régis Debray publicó una nota en Le Monde Diplomatique, titulada «Los hombres libres necesitan esclavos» (Il faut des esclaves aux hommes libres). Debray propone allí un juicioso método para comprender lo que ocurre:
«Si Ud. quiere saber el porqué de un hecho, busque en las antípodas. Aquí se explica por allá. Si África, por ejemplo, no fuera lo que es, Europa occidental tampoco sería lo que es.»
Creo oportuno agregar que si América no fuese lo que es, ni Europa ni los EEUU serían lo que son.
EEUU tuvo como cuna el inmenso genocidio de los pueblos originarios: Apaches, Sioux, Cherokees, Cheyennes, Blackfeets, Arapahos, Navajos y muchos otros. Hay 574 tribus reconocidas por la ley federal, la mitad de las cuales viven en reservas, esos morideros de indios convenientemente aprovisionados en drogas, alcohol, juegos y otras manifestaciones de la civilización occidental.
De Canadá mejor ni hablar: los inuit se degradan en indecentes caseríos, privados de su vida tradicional, y simplemente de vida, así, a secas. El descubrimiento reciente de miles de tumbas de niños aborígenes, encerrados en ‘escuelas para nativos’ y tratados con métodos dignos del doctor Mengele, no parece amargarle el sirope de arce a nadie.
A propósito del genocidio de las poblaciones americanas originarias, William Donovan, reputado autor y profesor emérito de Geografía en la Universidad de Wisconsin-Madison, escribió en su ensayo «El Mito Inmaculado: el Paisaje de las Américas en 1942»:
«La declinación de las poblaciones nativas americanas fue rápida y severa, probablemente el peor desastre demográfico de la Historia. Las enfermedades del Viejo Mundo fueron el principal asesino. En muchas regiones, particularmente en las llanuras tropicales, la población cayó en un 90% en el primer siglo después del contacto».
Comparado con los conquistadores-colonizadores, el Covid-19 es un mal chiste. La disminución de la población original americana fue acelerada por su sometimiento a la calidad de esclavos por los colonos europeos. En ciertos países la desaparición de los nativos fue total, generando una lucrativa oportunidad de negocio: la importación de población africana, la trata de negros.
Negocio inmejorable. De ahí que el 26 de agosto de 1789 la Revolución Francesa decidiera –contra la opinión de Condorcet, Grégoire y Robespierre– que la nueva patria de los Derechos del Hombre necesitaba azúcar y café, por lo cual los 450 mil esclavos de Santo Domingo (Haití) no serían considerados seres humanos.
La abolición de la esclavitud por la Convención (Robespierre) el 4 de febrero de 1794 fue de corta duración: en el año 1802 Napoléon se encargó de restablecerla enviando al Caribe un ejército al mando de su cuñado, el general Leclerc.
Toussaint Louverture, cabecilla de la libertad, ex esclavo que se levantó junto a sus hermanos como ‘un revolucionario francés más’, fue hecho prisionero y deportado a Francia. Encerrado en el Fort de Joux en las montañas del Jura, una de las zonas más frías del país, murió en 1803 carente de toda asistencia médica.
Hace unos días, en el Caribe, región controlada política, militar y diplomáticamente por los EEUU, un comando de mercenarios vino desde Colombia (en donde hay ocho bases militares yanquis) y asesinó al presidente de Haití.
Francia, –país en el que Jean-Claude Duvalier, Bebé Doc, encontró un dulce refugio en 1986, en un lugar vecino a Cannes, y pudo gastarse cientos millones de dólares robados al pueblo haitiano–, no ha dicho esta boca es mía.
El mismo Régis Debray ironizaba en 1978: «Los derechos del hombre, dijo sin reírse un reciente invitado al Eliseo, es el retorno de lo trascendente en la política». Gobernaba Valéry Giscard d’Estaing, presidente que hizo Emperador a un distinguido criminal africano, Jean-Bedel Bokassa.
En 1994, cuando se cometió el genocidio contra los Tutsis en Rwanda con el amable concurso del Quai d’Orsay y del ejército galo, presidía François Mitterrand: 800 mil asesinados mayormente a machete. Los derechos humanos, o el retorno de lo trascendente en la política…
No tengo ni tiempo ni voluntad para describir siglos de crímenes, golpes de Estado, asesinatos, invasiones, bombardeos, guerras y otras tropelías cometidas contra los países colonizados hasta hace poco, o presuntamente independientes desde no hace mucho.
En Malí, las bombas ‘inteligentes’ francesas caen estúpidamente donde no deben: «Francia efectivamente bombardeó una boda y mató civiles, a principios de enero en el centro de Malí: es la conclusión de una investigación llevada a cabo por la ONU en el lugar.» (France Culture. 31 de marzo 2021).
Hasta ahora eso parecía ser una exclusividad yanqui practicada en Afganistán. Después de 20 años de guerra y miles y miles de muertos, los EEUU se retiran derrotados, sin avisarle ni siquiera a sus aliados que corren para no quedarse atrapados en el país cuyo espacio aéreo la US Air Force proclamó haber «controlado en menos de 24 horas» en el año 2001.
EEUU, poderoso país que no logra cerrar el centro de torturas de Guantánamo, en el que aun quedan detenidos sin nombre, sin acusación, sin delitos, sin defensa, sin juicio, sin existencia real. Centro de torturas como tantos otros –todos clandestinos– situados en terceros países, de Polonia a Egipto o a Jordania, sin que nadie se inquiete de los derechos humanos.
¡Ah!, Europa, esa «Europa que ha masacrado tanto…», suspira Régis Debray en su libro «Que viva la República». Ese continente que le da lecciones de democracia al planeta, habiendo albergado las peores dictaduras de la Historia y sido huésped de todas las Guerras Mundiales, para no contar las guerras ‘limitadas’, la violación de fronteras, los golpes de Estado y los países inventados a golpe de bombas y misiles… que ahora participan en la Copa Europa.
Esa Europa dizque occidental, que junto a los EEUU inventó el cuento de la «comunidad internacional» cuya geometría y perímetro se limitan excluyentemente a esa Europa dizque occidental y a los EEUU. Cuando la TV declara: «La comunidad internacional condena…», ya sabes cual es el perímetro, y adivinas quien es el condenado.
Así, un fundamentalista chií de Baalbek es un «fanático sanguinario», mientras un fundamentalista chií de Peshawar es «un combatiente de la libertad». Un sunita, wahabita, de la casa de Saúd, es un aliado incluso cuando hace descuartizar un periodista del Washington Post en la embajada saudí en Turquía.
Debray, que conversó horas enteras con Fidel Castro, con Ernesto Guevara, con Salvador Allende y, porqué no decirlo, con el presidente François Mitterrand, afirma:
«Si el mágico discurso de los Derechos del Hombre no existiera, la sociedad del espectáculo (nosotros diríamos de la farándula) lo habría inventado… Presentar la historia actual de los cinco continentes como el enfrentamiento de la Democracia y del Totalitarismo, como la disputa del Derecho y la Barbarie, ha sido la música preferida de los campeones de la comunicación (y) los Derechos del Hombre estos últimos veinte años».
Una forma de decir que la expoliación del Tercer Mundo, el hambre de miles de millones de seres humanos dictada por empresas ‘propietarias intelectuales’ de las semillas; la educación y la salud negadas a cientos de millones de niños sin ‘poder adquisitivo’; las decenas de miles de migrantes ahogados en las aguas del Mediterráneo por la negativa europea de recibirles en sus puertos; los tres millones de migrantes retenidos en Turquía a cambio de miles de millones de euros abonados por la Unión Europea; las decenas de miles de muertos bajo los misiles de los veinte países que bombardearon Siria (¡incluyendo Australia y Canadá!); un país –Libia– enviado a la época de las cavernas por las bombas francesas, británicas y estadounidenses con el sencillo propósito de ocultar que Khadafi financió la campaña electoral de Sarkozy; y un muy largo etcétera, no califican en la lista de los atentados a los Derechos Humanos.
Tales pecadillos no exigen en modo alguno el ejercicio del «derecho de injerencia» inventado por Bernard Kouchner, ex comunista, subsecretario con el socialista Mitterrand, y ministro de Relaciones Exteriores con Sarkozy y su muy extremista de derecha Primer Ministro François Fillon (hoy condenado por estafa al erario público).
Ese «derecho de injerencia» aplicable a los países picantes, miserables, tercermundistas. En ningún caso a Israel cuando masacra palestinos (¿cuando no?), ni a Francia cuando apoya y financia dictadores africanos, ni a los EEUU cuando desangran a Iraq.
Luego, agrega Debray, hay una cuestión de sensibilidad, tema atroz y desagradable, ¡pero que diablos!, hay que decirlo: en el baremo de lo que moviliza la televisión y apiada a las masas dopadas al Diazepam pseudo cultural por esa misma televisión, para generar la misma emoción que provoca un muerto yanqui tienes que disponer de 50 víctimas latinoamericanas, 100 cadáveres africanos, y por lo menos 200 macabeos de la India.
¿Quiere todo esto decir que los otros países respetan los Derechos Humanos? Desde luego que no. Algún escritor francés aseguró «Todo poder abusa…» y seguramente llevaba razón. Pasa que la larga historia de crímenes cometidos en el continente Americano señala al Imperio como su autor convicto y confeso, amén de las abundantes muestras de su ADN, y pasa que servidor fue víctima de uno de esos crímenes, como millones de chilenos y chilenas.
Comparado con las atrocidades cometidas por Pinochet y sus sicarios, la prisión de Navalni en Rusia pasa por una minucia. Comparada con los 60 años de bloqueo a Cuba, la reducción del volumen del gas ruso que pasa por los pipelines de Ucrania son peccata minuta. Comparada con la secular discriminación racial en los EEUU y el recurrente asesinato de negros, esos Strange Fruits que cantaba Billie Holiday, los apaleos de manifestantes en Hong-Kong pasan por una diversión de adolescentes (a nosotros también nos apaleaban en los años 1960 y nadie le aplicó sanciones al gobierno de Frei Montalva que por otra parte asesinó mineros y pobladores).
Ya puestos, la integración de Crimea a Rusia es una alpargata vieja comparada a los millones de km2 que los EEUU le sustrajeron –por medio de la violencia– a México. Sin contar, desde luego a Puerto Rico, Estado asociado en sociedad.
Debo declarar que no. No formo parte de esa ‘izquierda apostólica’, tocada por la gracia de un San Pablo tan pagano como el original fue dogmático y psicótico. Soy consciente de que la utopía comunista de los bolcheviques del año 1917 murió en una decadencia inmoral y patética.
Tengo para mí que las ilusiones del 1º de enero de 1959 se fueron decolorando con el frote de la realidad: más de medio siglo de agresiones imperiales ante el silencio cómplice del Viejo Mundo, la incuria de guerrilleros más competentes en la Sierra que en el manejo de la cosa productiva, el fracaso de la creación del ‘hombre nuevo’, contrariada por el deseo de disponer de un celular, de un par de nikes, o de comprarle una sayita a la nena…
Cuba tuvo que comprender (¿comprendió?) que Los países no tienen amigos, solo intereses… (Charles de Gaulle). Que cuando se abandonan dos tercios de la tierra agrícola y se importan legumbres, pollos y cerdos, hay que pagar en dólares. Que hay que producir.
De las manifestaciones en las calles lo único que me sorprende es que hayan tardado tanto.
No hace mucho, en mayo de 2018, los EEUU de Trump se retiraron unilateralmente del Acuerdo de Viena con Irán, y le prohibieron a la Unión Europea el comercio con los persas. La reacción de Bruno Le Maire, ministro de Finanzas de Francia, fue inmediata. «¿Qué se creen los EEUU? Que nos van a imponer una autorización para comerciar con quien nos de la gana?»
Le memorable y épica resistencia de Bruno Le Maire y de Francia duró 48 horas. Dos días. Peugeot y otras empresas europeas salieron abriendo de Teherán antes de que Trump tuviese tiempo de firmar alguna nueva sanción contra los aliados sobre los que ciscó repetidamente. Peugeot lo siente y lo llora: Irán era su principal mercado a la exportación.
Cuba, para bien o para mal, guste o no, lleva soportando más de sesenta años la agresión financiera, económica, comercial, diplomática, militar, política y propagandística del mayor Imperio de la Historia de la Humanidad. La ONU condena anualmente, a la casi unanimidad del planeta, esa agresión. Pero… ¿a quien le importa la ONU? Visto que su Asamblea General se opone a los designios del Imperio en Cuba, los EEUU suspenden el pago de su cuota y António Manuel de Oliveira Guterres, o el Secretario General de turno, se queda sin fondos.
A estas alturas, las falencias de los comunistas cubanos, su incompetencia en materia económica destacada hasta por el PC chino –(«It must be said that there is clearly something wrong with Cuba’s epidemic prevention and its economy…» Global Times. Beijing, 13 of July, 2021)–, e incluso la falta de libertad de expresión como la entienden los milmillonarios propietarios de la prensa occidental, pueden ser fácilmente atribuidas al estado de guerra permanente que vive la mayor isla del Caribe. ¡Guerra declarada por los EEUU! No por Cuba. Cuando estás en guerra… cualquier manifestación que favorece al enemigo es considerada una traición. ¿No es así Edward Snowden?
En estas reflexiones estaba, cuando recibí un Pulso Sindical de la CGT, en la que se recuerda el origen de las políticas estadounidenses hacia Cuba. No me refiero a la voluntad de Thomas Jefferson de apoderarse de Cuba, que también. Sino a un Extracto de la página 885 del informe del Departamento de Estado de EEUU de 1958 a 1960 (Volumen VI) donde aparece un memorándum secreto, fechado el 6 de abril de 1960, del Subsecretario Asistente para Asuntos Interamericanos, Mr. Lester D. Mallory. Helo aquí:
«La mayoría de los cubanos apoya a Castro (…) el único modo previsible de restarle apoyo interno es a través del desencanto y la insatisfacción que surjan del malestar económico y las dificultades materiales (…) hay que emplear rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica de Cuba (…) una línea de acción que, aun siendo la más mañosa y discreta posible, logre los mayores avances en privar a Cuba de dinero y suministros, para reducir sus recursos financieros y los salarios reales, provocar el hambre, la desesperación y el derrocamiento del Gobierno».
¿Los cubanos salieron a la calle antes de ayer? ¡Me pregunto por qué diablos no salieron antes!
En Francia, en donde vivo, si se corta el suministro eléctrico más allá de dos minutos –admitiendo que eso sea posible–, o si no tuviésemos croissants para el desayuno de mañana, o si los ferrocarriles no nos llevasen a nuestro lugar preferido de vacaciones como teníamos previsto… salta el ministro de Finanzas, el de Industrias y el de Turismo, y Macron –el conejo sacado de una chistera– correría como lo que es: un conejo.
Por esas, y otras razones largas de explicar, cuando el Imperio amenaza, Francia resiste 48 horas. Aunque eso signifique limpiarse el orto con los Derechos Humanos.