La revolución libanesa contra el realismo sectario y autoritarismo…

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La revolución de Octubre libanesa contra el realismo sectario y el autoritarismo neoliberal: Entrevista con Elia El Khazen

A medida que el levantamiento revolucionario libanés entra en su tercer mes, el antiguo régimen ya ha desatado todo tipo de prácticas contrarrevolucionarias.  Los canales de televisión libaneses están plagadas de ellas: difamaciones para inducir miedo en las tensiones sectarias anteriores al 17 de octubre, culpar del inminente colapso económico a las continuas protestas y revivir el espectro de la guerra civil, intentando, los miembros de la clase dominante libanesa, aferrarse a una estructura que se hunde. Aunque el impulso no es tan fuerte como en las primeras semanas de la revolución, los lemas, los cantos y las demandas dan testimonio de una fuerte politización que abre infinitas posibilidades a las luchas de conciencia de clase, ya que la ira de las masas se dirige hacia el causante principal de la crisis económica, los bancos locales.

En consecuencia, la represión estatal también ha aumentado en los últimos días, en que 61 manifestantes que dirigieron su ira contra los bancos locales en el barrio hamra de Beirut, en el 90º dia de la revolución, fueron arrestados y detenidos durante la noche. Mattia Gallo, del Proyecto Global, entrevista a Elia El Khazen sobre los desarrollos recientes y la campaña «Nacionalizar los bancos» de la que es miembro.

¿Cuales son las condiciones sociales en el Líbano que llevan a la gente a protestar en este país? ¿Puedes contarnos qué sucedió en las últimas semanas en las calles de Beirut? ¿Cuáles son las imágenes que más te impresionaron en esta protesta callejera?

Antes de responder a esta pregunta, permítame hacerle una breve descripción de la economía política del Líbano.

Desde la era posterior a su independencia, Líbano ha sido históricamente uno de los sitios favoritos para el laissez-faire y la experimentación neoliberal. La construcción de un sector bancario robusto que trascendiera al capital nacional junto con la formación del estado ha sido una de las características de la formación estatal y de clase en el Líbano. La capital palestina huyendo de la formación del estado sionista desde finales de los 40, las capitales de Egipto, Siria e Irak escapando de la nacionalización a principios de los años 60 y el capital excedente del Golfo a partir de los años 70, precipitaron la solidificación de un sector bancario desregulado que, desde su inicio, ha encarnado una de las formas más descontroladas de capitalismo del laissez-faire. Dado que el sector bancario en el Líbano ha sido de naturaleza transnacional desde sus inicios y dado que es el sitio preferido para las alianzas capitalistas locales entre amigos, no sorprende que este sector sea responsable de la mayor parte del colapso económico que ahora estamos presenciando.

El levantamiento revolucionario libanés que comenzó el 17 de octubre de 2019 es el resultado directo de la acumulación de casi 30 años de medidas de austeridad que se han acelerado exponencialmente en los últimos meses, y que se han manifestado principalmente en la inestabilidad de la moneda local que ha precipitado la escasez de pan y gasolina en todo el Líbano.

El Banco Central libanés ha estado sometiendo al país a innumerables medidas especulativas para estabilizar la lira libanesa atándola rígidamente a la solvencia del dólar. Como mencioné anteriormente, la economía libanesa siempre ha girado en torno al sector bancario, más aún desde el final de la guerra civil. Esto ha dado como resultado una economía no productiva en que el déficit de importación / exportación es en parte responsable de la desaparición de la liquidez del dólar, pero esta relación no cuenta toda la historia. La mayoría de las medidas monetarias y financieras del Banco Central también han estado supeditadas a la liquidez del dólar, es decir, ya sea un flujo constante de inversiones extranjeras directas, enormes préstamos estatales o transferencias de capital

Dada la creciente escasez en estas tres formas de flujos de dólares en el país, debido en gran parte a la catastrófica deuda pública que absorbe una gran parte de los depósitos en dólares y los canaliza a los deudores y bancos locales, la inestabilidad monetaria se ha convertido en la norma. La crisis comenzó a hacerse más evidente el año pasado cuando los bancos locales (que poseen la mayor parte de la deuda pública) dejaron de otorgar préstamos para vivienda. Los préstamos para vivienda se congelaron entre marzo y septiembre del año pasado debido al agotamiento del paquete de apoyo proporcionado por el Banco Central. A finales de enero, el Banco Central lanzó un nuevo «paquete de estímulo» por valor de más de mil millones de dólares, el octavo paquete que se lanzaba desde 2012. En un contexto de persistente bajo crecimiento económico y altas tasas de interés, estos paquetes intentan apoyar la construcción y los sectores inmobiliarios a través de préstamos subsidiados otorgados a través de bancos locales. Estos paquetes no son más que una reasignación de riqueza cuyo objetivo es posponer continuamente una crisis económica y financiera inminente, al tiempo que garantiza que la realización del capital se reproduzca dentro de la tríada bancos locales-mercado inmobiliario-construcción, una trilogía financiera que se ha beneficiado grandemente del modelo de reproducción de capital instalado en la era Hariri.

Al asignar casi la mitad del paquete anual a préstamos para vivienda, el Banco Central y el gobierno libanés actúan como intermediarios que aseguran la viabilidad de la reproducción de capital del sector bancario, que se estima en 4.000 millones de dólares anuales. El soporte artificial a la demanda de vivienda evita el colapso final de los precios y mantiene a flote la burbuja inmobiliaria. Este año, la inestabilidad monetaria se manifestó a principios de octubre en forma de bloqueo al retiro de efectivo y conversión de moneda por parte de bancos locales que afirmaban estar sufriendo escasez de dólares.

Esto, a su vez, obligó a las panaderías y estaciones de servicio a cerrar sus puertas, ya que importan la mayoría de sus productos en dólares y se ven obligados, cada vez más, a obtener ganancias en una moneda local devaluada. Aunque esta crisis financiera se pospuso temporalmente, una serie de incendios forestales que asolaron el país a mediados de octubre pusieron de manifiesto las consecuencias de las medidas de austeridad sobre la capacidad del estado para responder a las catástrofes. La gota que colmó el vaso fue la última reunión del gabinete antes de la renuncia de Hariri que discutió y aprobó una nueva ronda de medidas de austeridad que debían ejecutarse para cumplir con el FMI y las condiciones del Banco Mundial acordadas durante la última conferencia CEDRE.

La conferencia CEDRE, una conferencia internacional en apoyo del «desarrollo y reformas» del Líbano, organizada en abril de 2018, estaba destinada a ayudar al Líbano a obtener préstamos blandos que proporcionaron alrededor de 10.200 millones de dólares y donaciones por valor de alrededor de 800 millones de dólares, pero fueron condicionados por medidas de austeridad más severas que deberían aplicarse en un año a partir de la conferencia. Los cuatro pilares de la conferencia incluyen: aumentar el nivel de inversión pública y privada; asegurar la estabilidad económica y financiera a través del ajuste fiscal; llevar a cabo reformas sectoriales e intersectoriales esenciales, lucha contra la corrupción y modernización del sector público y de la gestión de las finanzas públicas y desarrollo de una estrategia para el «refuerzo y la diversificación de los sectores productivos del Líbano y la realización de su potencial de exportación». Estos pilares, si se diseccionan adecuadamente de manera discursiva, constituyen una clara imposición de la privatización de la mayoría de los sectores que generan los ingresos del estado libanés (principalmente el de las telecomunicaciones, que aún es rentable debido a que es uno de los servicios más caros del mundo) y un intento de reemplazar el presupuesto de infraestructura del estado libanés con IED (Inversión Extranjera Directa que cayó drásticamente del 16% en 2003 a un magro 0,8% este año).

El entusiasmo del FMI y el Banco Mundial para llenar los vacíos de IED que deja la capital del Golfo en el Líbano es solo igualado por su afán de imponer la privatización como la principal forma de extracción de capital. Con el pretexto de «luchar contra la corrupción» y diversificar la economía libanesa, el mensaje en la conferencia CEDRE fue claro: si el gobierno libanés no puede aumentar las medidas de austeridad aumentando los impuestos, entonces garantizará la venta de bienes públicos, es decir, grandes secciones del puerto de Beirut, las Middle East Airlines, los servicios aeroportuarios, la bolsa de valores de Beirut, la Regie Libanaise, el casino nacional, las futuras instalaciones petroleras y otros. Una de las principales condiciones de CEDRE también implicaba que el gobierno se abstendría de gastar en proyectos de infraestructura, es decir, detener todos los proyectos relacionados con la infraestructura que estimula el crecimiento y la creación de empleo. Por lo tanto, el objetivo esencial de la conferencia CEDRE es monetizar la profundización de la crisis económica mediante la imposición de la privatización y de la IED, como única alternativa viable a lo que se percibe como la «corrupción del sector público». La destrucción continua del sector público por parte de la clase dominante libanesa iba a dar sus frutos en otra conferencia patrocinada internacionalmente que inyectaría aún miseria sobre miseria en la población libanesa.

Un mensaje que fue claramente adoptado por Hariri antes de su renuncia, en respuesta a la creciente presión de las calles, cuando había prometido privatizar todavía más varios sectores públicos y dio el visto bueno a los proyectos inmobiliarios LINOR y ELISSAR. Estos enormes proyectos inmobiliarios no son más que un intento de Hariri de dar franquicia al proyecto Solidere en la periferia de Beirut y el distrito de Metn. Bajo la presión de las calles, Hariri también declaró que el gobierno no impondría ningún nuevo impuesto directo o indirecto durante el año 2020 sin dar garantías sobre años posteriores. Estas series de reformas solo tenían la intención de desinflar el impulso y desviar la ira de Hariri, ya que afirmó que estas reformas eran parte de su plan inicial, pero que se descarrilaron debido a las interferencias de otros sectores de la clase dominante. La gente respondió inundando las calles donde viven, reagrupándose en sus plazas más grandes y exigiendo la caída del régimen. «No confiamos en el gobierno ni confiamos en Hariri» fue el eslogan del día en la noche del discurso de Hariri, mientras se informaba que más de 2.5 millones de personas deambulaban por las calles del Líbano en más de 30 ciudades.

Desde que Rafic Hariri llegó al poder a principios de la década de 1990, la economía ha dependido completamente de la inversión extranjera debido a sus vínculos con el dólar, ligados a la estabilización de la lira libanesa. Además, el sistema monetario garantiza un tipo de cambio fijo al tiempo que adopta una tasa de interés alta en el diferencial entre la libra libanesa y el dólar, lo que permite a los bancos y grandes depositantes obtener ganancias significativas tomando deuda. La ecuación se vuelve sencilla, los grandes depositantes y los bancos locales proporcionan dólares a una tasa de interés del 5, 6 o 7% a cambio de bonos del tesoro, cuando el estado devuelve estos préstamos, estas grandes sumas se colocan en libras libanesas a un interés de 25, 30, 35%.

La crisis por la dependencia excesiva de la inversión extranjera y la solvencia del dólar surgió en 2011 cuando el efecto de la crisis económica golpeó el flujo de remesas de los expatriados libaneses, que se combinó con una caída del capital del Golfo en la economía libanesa desde 2014 (debido al bajo nivel de los precios del gas y el petróleo) y un aumento de las sanciones económicas desde 2016 cuando Trump llegó al poder. Como resultado, las PYMES (pequeñas y medianas empresas), que constituyen la mayoría de la economía libanesa, han optado por desplazar físicamente esta insolvencia a la clase trabajadora libanesa al optar por explotar a la mano de obra migrante del gran grupo del ejército de reserva laboral de la comunidad de refugiados. Esto ha frustrado aún más la formación de la economía local que depende de la solvencia del dólar, haciéndola permanecer dentro de sus fronteras y no dejándola salir a través de las contra-remesas o las remesas que salen de los países. Esto, a su vez, explica el aumento del discurso racista dentro de la sociedad libanesa, que culpa a los refugiados sirios y palestinos por el aumento del desempleo en lugar de la ingeniería económica y la manipulación por parte del Banco Central y el sector financiero libanés. Además, el saldo de importación / exportación en el Líbano es en gran medida negativo, debido a que favorece la importación y acentúa el problema al añadir 15.000 millones de dólares de gastos cada año, lo que también afecta las reservas en dólares del Banco Central del Líbano (ya que todos los pagos de importación se realizan en dólares). Es importante tener en cuenta que, si las reservas en dólares del Banco Central ascendieron a 35.000 mil millones de dólares en 2015, el mismo Banco Central debía a los bancos locales más de 62.000 millones de dólares en deuda local, un déficit de 27.000 mil millones de dólares. El hecho de que la mayor parte de nuestra deuda pública sea propiedad de un puñado de bancos locales es un gran impedimento para la formación de una economía productiva. Sin embargo, esta situación es, por otra parte, una bendición disfrazada para los agentes del neoliberalismo. Aunque las reformas económicas de Hariri fueron rechazadas abrumadoramente por los manifestantes, lo que llevó a su renuncia definitiva, la conferencia CEDRE patrocinada por el FMI y el Banco Mundial marcó un claro cambio táctico: de la política de austeridad a la privatización. Esto marca un giro peligroso en la lógica de la financiarización y el capitalismo tardío que destaca la gran crisis por la que atraviesa el neoliberalismo, especialmente en sus modalidades y procesos. Sin embargo, el orden neoliberal actual es capaz de monetizar su propio fracaso, ya que los disturbios políticos y un sistema monetario y económico en ruinas pueden constituir oportunidades para el neoliberalismo en crisis, ya que la privatización adicional de recursos económicos clave resulta barata. Por esta razón la renuncia de Hariri y el entierro de la conferencia CEDRE fueron un punto de inflexión en la revolución libanesa.

¿Cuál es la importancia de esta protesta en la historia del Líbano?

Este es realmente un momento revolucionario histórico en la historia del Líbano, ya que finalmente hemos accedido a la ola revolucionaria que ha barrido la región y se está reavivando continuamente en lugares como Argelia, Sudán, Jordania e Irak. Pero, como mencioné anteriormente, aunque la ola revolucionaria es de hecho una continuación del levantamiento árabe, también tiene sus condiciones materiales propias. Sin caer en el nacionalismo metodológico, podemos asumir con seguridad que hay una cierta especificidad en lo que me gustaría llamar realismo sectario (citando a Mark Fisher), la idea de que es imposible concebir una subjetividad libanesa, una economía y una superestructura libanesas fuera de cualquier afiliación sectaria o dependencia estructural sectaria, parafraseando a Mehdi Amel, que ha sido fundamental para la formación del capitalismo en el Líbano desde la década de 1860. Esta especificidad puede en cierto modo explicar por qué la revolución del Líbano llegó tan tarde a las olas revolucionarias libanesas, ya que la afiliación sectaria en una era neoliberal combina el individualismo con sectas competidoras en el mercado de recursos limitados. Pero el realismo sectario es solo una forma viable de capitalismo siempre y cuando el capitalismo de compinches y su red clientelar puedan proporcionar los servicios que prometen. La crisis financiera y económica descrita anteriormente precipitó la desvinculación de las personas del mercado sectario debido en gran parte al hecho de que este sistema no pudo cumplir su promesa en una escala mucho mayor que ahora incluía a todas las sectas. Es por eso por lo que el Líbano se benefició de lo que Trotsky llama «el privilegio del atraso histórico». Ideológicamente y desde una perspectiva de clase, el Líbano no estaba preparado para una revolución, ya que la forma de financiarización descrita anteriormente dejó a la mayoría de la clase trabajadora libanesa (ahora principalmente en el sector de servicios) impotente, desorganizada y constantemente vinculada a una clase trabajadora migrante que está continuamente hiper-explotada. Como mencioné anteriormente, la economía libanesa, desde principios de la década de 1990, ha centralizado la reproducción del capital excedente en los sectores financiero e inmobiliario, lo que a su vez impide continuamente la formación de mano de obra proletaria fuera del sector de servicios. Pero este privilegio se ha manifestado claramente con los saltos gigantes que las masas han podido realizar y se ha caracterizado por los cantos, las consignas y las nuevas formas de organización que se han adoptado.

La eficacia de la organización de base, combinada con el fracaso del estado sectario neoliberal en cumplir la falsa promesa de prosperidad competitiva, ha generalizado un sentimiento de clase para sí específicamente en las zonas rurales. Si la razón de ser original del neoliberalismo sectario radica en la premisa de que la división sectaria no solo es inevitable sino crucial para la prosperidad comunitaria, lo que una nueva ronda de medidas de austeridad ha demostrado en menos de una semana es que estas premisas estaban condicionadas a que la competencia sectaria diera su fruto continuamente.

La expansión de la revolución fue instantánea, ya que se trataba de resolver las injurias atrasadas de su aislada clase dominante refutando así años y años de análisis vacíos por parte de la mayoría de los politólogos, que habían enterrado durante mucho tiempo cualquier potencial revolucionario bajo los escombros de lo que ellos habían acordado colectivamente denominar ‘»la convivencia entre los oprimidos y el opresor» y la “naturaleza sectaria mayoritaria del pueblo y las instituciones libanesas”.

Una observación que según afirmaban era una realidad que debería ser aceptada. Frente a la fe profunda e inmortal de estos acólitos liberales en el progreso institucional y las estrategias del «doble poder», la lucha de clases ha prevalecido en las calles, ya que se levantaron barricadas en la mayoría de los vecindarios de la clase trabajadora en cuestión de horas.

En este contexto, las barricadas descentralizadas no son solo alternativas temporales a una llamada a la huelga general por parte de un sindicato centralizado, sino que su objetivo es dar la vuelta al paradigma central y periférico. Beirut ya no es el centro en el que se confía para inyectar fervor revolucionario, ya que el corazón palpitante de esta revolución se mueve de una zona rural a otra siguiendo el hostigamiento estatal de las barricadas. Las barricadas se convierten así en un monumento que celebra la negativa de participar en el mercado laboral a través de la formación de sujetos sectarios.

La profundización de la conciencia de clase a través de una reconfiguración de la subjetividad libanesa en áreas rurales periféricas como Nabatieh, Sour, Tripoli, Jal el Dib constituye, siguiendo a Dan La Botz, laboratorios rurales que buscan la cura para el capitalismo, donde científicos periféricos de clase trabajadora que trabajan principalmente en los sectores de servicios, financieros y educativos experimentan en las calles en un intento de hacer revivir unos sindicatos huecos que esperan nacer de nuevo.

Estas áreas rurales ya han dejado de ser cantones sectarios impenetrables, religiosamente homogeneizados, esencializados y atomizados, como fortalezas sectarias competidoras en la psique libanesa, sino campos de batalla directos de confrontación con el estado y sus milicias sectarias complementarias, que reafirman continuamente la centralidad de la lucha de clases. Cuanto más violentas, represivas y humillantes son las milicias sectarias, más reafirman su papel como agentes de la clase dominante. Al insistir en derribar el sistema sectario a través de barricadas generalizadas en todo el Líbano, los manifestantes han rechazado la lógica del mercado, la lógica que continuamente reafirma que no hay alternativa a la competencia sectaria que une verticalmente al individuo atomizado con su secta y, por asociación, la clase dominante sectaria.

¿Cuáles son los principales eslóganes y reclamos de esta protesta? ¿Hay conexiones con las protestas callejeras de 2015?

Desde el primer día, las masas han coreado «La gente quiere la caída del régimen», un eslogan que ha sido inspirador en el levantamiento árabe desde 2011. Otro eslogan más popular desde hace casi una década en el Líbano pero que se popularizó en las protestas del 2015 fue «Todos ellos significa todos» y uno que se canta menos, pero igualmente conmovedor, «Si Siria y Sudán tienen un dictador nosotros tenemos 100”, lo cual es una referencia al hecho de que el sectarismo neoliberal en el Líbano une a todos los miembros de la clase dominante que han dominado el poder durante décadas. “Nosotros somos la revolución del pueblo, vosotros sois la guerra civil» es otro canto más reciente que se refiere a la imbricación de la clase dominante en la guerra civil y su papel en la destrucción del tejido social que están tejiendo nuevamente los manifestantes en las calles. Otro canto importante proviene de los estudiantes universitarios y escolares que se encargaron de reavivar la revolución a medida que la participación disminuía durante la segunda semana. Su participación fue tan crucial como sus cantos puntuales: «No estamos aquí para estudiar historia, estamos aquí para escribirla», ya que los estudiantes estaban reescribiendo la historia de la revolución y dándole otra orientación.

Sin embargo, las bellas imágenes de solidaridad transfronteriza con otros camaradas revolucionarios de todo el mundo árabe en Sudán, Siria, Irak, Egipto y otros países no deberían impedir que nos preguntemos por la falta de participación de los trabajadores migrantes en la revolución. Nuestra revolución no debe verse empañada por el nacionalismo metodológico que olvida a nuestros camaradas sirios, palestinos, egipcios, srilanqueses y etíopes en nombre de la homogeneidad y de encontrar un «denominador común». Nuestros camaradas han sido marginados, sobreexplotados y alienados de la politización y la organización durante demasiado tiempo. Su próxima revolución debería ser la base sobre la cual construimos la segunda y tercera oleada de impulso revolucionario.

¿Qué perspectivas tiene esta protesta? ¿Crees que el gobierno aumentará la represión?

Al contrario de Irán, Irak, Chile y otros países que están viviendo revoluciones históricas, el gobierno libanés aún no ha desatado todo el poder de su represión contra los manifestantes. Aunque el número de muertos asciende por ahora a 7 mártires, el gobierno libanés ha optado por utilizar su aparato de seguridad para el control de multitudes, optando por externalizar la violencia contra los manifestantes en las milicias sectarias complementarias. Aunque la represión estatal ha experimentado un fuerte aumento en los últimos días, especialmente con la profundización del discurso político y las acciones dirigidas al sector bancario, el estado no ha desatado todo el poder de su aparato represivo. Sin embargo, poniendo el acento en los bancos el Estado ha demostrado la intensidad de la represión real que está dispuesto a desatar para defender un sector que ha determinado su papel desde el inicio del Líbano.

Esta forma de violencia estatal se complementa con el crimen organizado de las milicias sectarias que pertenecen a los partidos del antiguo régimen. Tiene dos propósitos, en primer lugar, concita a los constituyentes de la clase trabajadora unos contra otros y alivia momentáneamente al estado de sus deberes represivos. El crimen organizado, como nos recuerda Charles Tilly, no es exclusivo de las organizaciones paraestatales que desafían al estado, sino que es el modus operandi original del estado, que con frecuencia se externaliza después a las milicias sectarias para defender el orden, la legitimidad y la apropiación originaria. Tilly nos ayuda a poner en duda la «noción de estado fallido» que a menudo aparece en los círculos políticos al describir los estados del Sur Global, como el papel de las milicias sectarias durante la guerra civil libanesa, cosificando y disputándose el estado libanés más bien que comprometiendo su autoridad. La incorporación progresiva de los grupos de milicias beligerantes en el aparato de seguridad del estado prueba que su motivación detrás del crimen organizado durante la guerra civil fue más bien una continuación de la política que una ausencia de ella. Fue esta incorporación la que allanó el camino para el paso orgánico pero violento del capitalismo de laissez-faire sin restricciones al neoliberalismo salvaje encabezado por Rafic Hariri. El papel de la milicia sectaria en el vaciado y la colonización de las estructuras estatales fue de la mano con la financiarización de la economía libanesa por parte de Hariri. La ocupación del Líbano por parte del régimen sirio intensificó su control sobre el Líbano durante la era Hariri en los años 90 y gobernó con puño de hierro que desplegó a sus satélites de forma intermitente para anular sindicatos, trabajadores no organizados y activistas. Uno de sus satélites más destacados en aquel momento, Hezbolá, se erige ahora como el principal polo de la contrarrevolución en el Líbano y la región.

Hezbolá se erige como una importante manifestación de represión contrarrevolucionaria y crimen organizado. Hezbolá ha asumido el papel principal de las contrarrevoluciones como una continuación de su papel en Siria, ya que el llamado bloque de resistencia no podía ofrecer a los manifestantes más que teorías conspirativas sobre el financiamiento de la embajada y la coerción física en Beirut y el sur del Líbano. En su infame segundo discurso, nueve días después de que comenzara la revolución, Nasrallah cuestionó la legitimidad y la espontaneidad de la gente en las calles desplegando narrativas conspirativas sobre el ‘financiamiento de la embajada’, reviviendo los tropos de la guerra civil, humillando a los manifestantes por no tener líderes y estar confundidos en sus demandas y recordar tanto a sus seguidores como a sus manifestantes que si las protestas continuaban un escenario posible era la guerra civil de Siria. De esta forma, Hezbolá, a través del discurso de Nasrallah, encarnaba el rol histórico de la política pequeño-burguesa, reflejando de forma creciente su eje constituyente.

Históricamente, Hezbolá ha desempeñado el papel de intermediario que resuelve cuidadosamente las tensiones entre sectores de la clase trabajadora y la clase dominante y abstrae aún más la lucha de clases al proyectarla constantemente hacia un futuro desconocido e irresoluble, mientras que la liberación nacional sigue siendo una prioridad constante.

Tal como Joseph Daher ha demostrado en su libro sobre Hezbolá, el partido continúa recibiendo el apoyo de personas de diferentes clases, pero las prioridades del partido están cada vez más orientadas hacia las clases más altas. Esto ha creado fricciones dentro de la comunidad chiita y específicamente entre los partidarios de Hezbolá, en que los partidarios de la clase baja se han dado cuenta de que no son la prioridad de Hezbolá, sino que constituyen la base de reclutamiento para la guerra de Hezbolá contra el pueblo sirio, una guerra que seguramente beneficiará a las clases altas de los cuadros de Hezbolá y su séquito que están constituidos cada vez más por las clases medias altas y la burguesía chiita. El último discurso de Nasrallah a principios de enero después de la muerte de Suleimani invitó a los pobres a compartir la carga del inminente colapso económico junto con los ricos, ya que «es justo que esta catástrofe se comparta entre todas las clases».

Esta es la razón por la que Herbollah, que había optado por canalizar las omnipresentes fricciones de clase internas en una comunidad que decía proteger de las mismas, ha decidido volver a alentarlas al enfrentar a sus simpatizantes pobres chiitas contra los revolucionarios del 17 de octubre.

Al hacerlo, Hezbolá no solo resuelve momentáneamente la creciente tensión de clase dentro de la comunidad chiíta al redirigir y desplazar físicamente la contradicción de clase hacia una lucha sectaria y disipando la ira de su clase trabajadora hacia un enfrentamiento sectario. Al hacerlo, Hezbolá también puede presionar contra cualquier posibilidad de un gobierno tecnocrático que está siendo requerido por Hariri y otros (apoyados por Estados Unidos) para garantizar un gobierno más politizado que asegure su derecho a portar armas. Presionando a los componentes de sus partidarios de la clase baja para que se enfrenten directamente con los manifestantes del 17 de octubre, Hezbolá pretende redistribuir y magnificar la táctica sectaria que se perdió el 17 de octubre, una táctica que afirma que el público en general todavía está arraigado a sus lealtades sectarias y todavía no está listo para un gobierno tecnocrático. Reificar el sectarismo como una táctica contrarrevolucionaria sirve a Hezbolá en dos frentes, tanto interna como externamente y ayuda a salvar su alianza con el frente del presidente que asegura el status quo.

El ejército libanés, rara vez mencionado como el otro componente importante de la contrarrevolución en el Líbano, también ha desempeñado históricamente un papel pasivo y activo que complementa el papel de las milicias. Desde la ascensión de Fouad Chehab al poder en 1958, un movimiento orquestado como un compromiso entre la hegemonía nasserista y estadounidense, el ejército libanés ha sido un componente importante de la práctica contrarrevolucionaria que se ha mantenido tácticamente en la indeterminación hasta que pudo tomar el poder. Aunque está encadenado por sus financiadores (EE. UU. y Arabia Saudita), la clase dominante todavía puede confiar en algunos generales dentro de sus filas que pueden utilizar fricciones políticas para reprimir algunas áreas (Jal el Dib, Zouk y otras) o provocar tensiones sectarias en otras (Trípoli).

¿Puede contarnos algo más sobre la campaña en la que está trabajando?

En el momento de escribir este artículo, Riad Salameh, el gobernador del Banco Central libanés, había solicitado al Ministro de Hacienda que se le otorgara un estatus especial que le permitiera suplantar al consejo de ministros. Las medidas que los bancos locales están tomando actualmente en lo que se refiere a su trato con los pequeños depositantes, es decir, el control total sobre el acceso a sus depósitos y salarios en dólares han agravado dramáticamente la relación entre los bancos y la población en general, hasta el punto de que la gente comenzó a organizarse en grupos para presionar a los bancos a entregarles su propio dinero.

Hay un eslogan que no he mencionado antes que tiene que ver con lo que el público en general llama «reclamar el capital robado» y a lo que se refiere es, en pequeña parte, a la corrupción de la clase dirigente de compinches capitalistas, pero, en gran parte, a la deuda pública cada vez mayor que consume más del 40% del presupuesto anual del gobierno para cubrir la tasa de interés compuesta de esta deuda. La mayoría de la deuda pública / privada, es decir, más de 50.000 millones de dólares de esta deuda (de aproximadamente 85.000 millones) es propiedad de bancos privados locales. Por esta razón, decidimos, como grupo de izquierdistas, organizarnos en torno al tema de la nacionalización de la banca, que, dada la importancia histórica del sector bancario, mencionada anteriormente, no solo es novedoso, sino que generalmente habría estado mal visto antes de octubre 17 revolución.

También nos dimos cuenta de que las demandas socioeconómicas que esencialmente llevaron a las masas a protestar los primeros dos días estaban siendo absorbidas por las demandas más populistas y liberales en torno a la corrupción y la aplicación de la constitución que lo único que hacían era salvar a la clase dirigente de su crisis autofabricada. Pedir la nacionalización de la banca en una era de crisis neoliberal causada por la deuda pública (patrocinada por CEDRE, el Banco Mundial y el FMI) no solo significa la transferencia de la propiedad de los bancos privados al sector público – lo que significa que los bancos se convertirán en un bien público, propiedad del pueblo, sin compensación para sus propietarios- sino que también revierte años de privatización y medidas de austeridad. Los bancos privados (donde abunda el capitalismo compinche) han prestado al estado decenas de miles de millones de dólares con altas tasas de interés compuesto utilizando bonos del Tesoro patrocinados por el Estado.

Nuestra campaña hizo acampadas frente a la mayoría de las sucursales bancarias distribuyendo folletos sobre la necesidad de nacionalizar la banca, alimentos gratuitos y debates abiertos sobre la economía. También, recientemente, hemos formado grupos en la mayoría de los distritos del Líbano para presionar a los bancos a que liberen los dólares de los pequeños depositantes y nos unimos a estos depositantes en grupos para organizarse colectivamente contra los bancos. La reacción de la gente a la campaña ha sido generalmente positiva y alentadora, ya que las medidas represivas que los bancos privados han tomado en las últimas semanas para presionar tanto a las masas como al gobierno han aumentado la animosidad de la gente hacia los bancos. Estamos aprovechando esta ira específica que surge de la interacción con el banco para politizarla y dirigirla hacia el centro de reproducción y desposesión del capital en el Líbano.

Como punto final e importante, nuestro enfoque en los bancos, junto con una miríada de otras organizaciones y grupos de izquierda, como el sector juvenil del Partido Comunista Libanés y un grupo recién formado llamado شباب المصرف (Juventud contra el banco) y otros, también ha ayudado a reclutar para la causa a chiitas de la clase trabajadora y ha ayudado a reavivar el fervor revolucionario y a dejar claro que esta lucha es una lucha de clases y no sectaria.

es miembro de la organización marxista libanesa Foro Socialista y de la campaña para nacionalizar la banca privada en el Líbano تأميم المصارف. Es miembro del consejo editorial de المنشور y de la revista Historical Materialism. Su trabajo ha aparecido en Salvage, Jacobin y otras revistas.

Fuente:

http://www.historicalmaterialism.org/interviews/lebanese-october-revolution-against-sectarian-realism-and-neoliberal-authoritarianism

Traducción:Anna Maria Garriga Tarré

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