Fuente: https://periodicogatonegro.wordpress.com/2021/08/23/la-represion-no-es-solo-un-mecanismo-de-defensa/ 23.08.21
Apartir de una situación de emergencia en la que alguien se desborda, una familia no logra contener ese desborde, sino que recurre a la policía buscando ayuda, que aplaca el desborde a balazos. Un brote de juicios opinativos se desparramaron y fortalecieron las ya conocidas formas sembradas y esparcidas por los medios de desinformación: punitivismo moralista y represivo. ¿Qué otra cosa esperar de ellos?
Muchos interrogantes vuelven a activarse. ¿Qué es lo que sigue haciendo que se recurra a la policía cuando se necesita ayuda? ¿Qué sigue sucediendo con el imaginario de la locura? ¿Cómo accionar ante ciertos desbordes?
Por un lado, las formas impulsadas llevan, en nombre de la libertad de expresión, a creer que corresponde hablar sobre todo, que subidxs a la patria de la opinión personal, cabe erigir la lengua de las sentencias generalizantes y sin recaudos ni matices. Esta lengua se agranda bajo la bandera colonizante de las vivencias personales (necesarias pero no suficientes) y muchas veces desde allí, se transforman en condenas absolutas y sin fisura que se llevan todo puesto. Estos modos se tensan con esos otros que, centrados en la propiedad de algunas prácticas / saberes / territorios aniquilan cualquier cosa que sea dicha fuera de ellos.
Es decir, puedo hablar de todo porque YO tengo el libre derecho a opinar; YO sé porque a mí me pasó (y lo que a Yo le pasa, le pasa a todos); estos saberes, prácticas son mías y sólo YO sé y hablo de esto.
Especialmente esto pasa con temas que tocan la psicología que se hablan, se discuten, se opinan, se bastardean, se refuerzan, se florean no solo en púlpitos académicos y livings de tv sino también en podcasts, videos, reels y vivos de youtube, facebooks e instagram. Es decir, pareciera que de lo referido a la psicología todxs y cualquiera puede saber porque se trata de los padecimientos, placeres y la vida, de las palabras y lo vivo.
Encarnar formas que habiliten el pensamiento crítico difícilmente queden por fuera pero a la vez tocando estas tensiones. Quizás para que estas discusiones crezcan, se amplifiquen y no se repitan o silencien, se nos hagan necesarios los suelos regados por los brebajes de la confianza y el respeto para poder decir, desdecir, avanzar y retroceder en esos tembladerales a los que quedamos ofrecidas cuando balbuceamos pensamientos en torno a padecimientos, placeres y la vida, palabras y lo vivo.
¿Cuánto se sabe de las diferentes teorizaciones que conceptualizan sobre lo vivo en y fuera del ámbito de la psicología? ¿Cuántos nombres puede asumir la clínica? ¿Al servicio de cuántas adjetivaciones queda?
En el top five del conocimiento de teorizaciones quizás se encuentren el psicoanálisis, las autoayudas cognitivas conductuales y ciertas formas que asume lo sistémico, siempre con la conciencia como centro. Distintas forma de pensar lo vivo de las que, muchas veces, no se conoce lo que las diferencia, ya que lo imaginario social sobre el mundillo de la psicología queda cerrado a la escena solemne del consultorio unx a unx o del burdo personaje barbudo y con pipa o habano que dice “ajá” y anota. A veces queda pegada a un palabrerío complejo y casi con formato de monólogo, interpretativo o no, como aquel personaje de Juana Molina. Otras veces, en estos imaginarios, se establece que quienes recurren a estas prácticas lo hacen porque están locxs o en búsqueda de respuestas, soluciones, alivios.
Desde hace muchos muchos años existen discusiones sobre las formas de trabajo institucionales y privadas en torno a esto que se conoce como “salud mental”. Nombre que complica las cosas ya que insiste en la división mente cuerpo y en el binomio totalizante y polarizado de salud enfermedad. Discusiones que critican fuertemente las prácticas y políticas estatales, las instituciones y prácticas de encierro y que han levantado muchas experiencias de autonomía y autogestión en diferentes lugares del país. Discusiones que hace años alertan que lo que enferma es la normalidad impuesta por el capitalismo.
Hay otras teorías ancladas en estas experiencias y críticas que pueden sostenerse teóricamente en el llamado posestructuralismo. Teorías que saben que toda economía libidinal es economía política y que por eso los polos depresión-ansiedad funcionan como altar que no para de recibir montones de vidas como ofrendas.
Teorías que saben que lo personal es político y viaja en las tramas inconscientes, que sin analizar, nos atrapan en ciertas repeticiones porque se trata de incidencias tejidas con las fibras de lo histórico político.
Que buscan evitar el derrotero asociativo traumático que conceptualiza y restringe al deseo anclado y parido por la falta, invisibilizando que existen desde el 1500 a esta parte, otros modos de pensarlo que hacen girar hacia otros lugares el análisis al ubicarlo anclado en la idea de potencia.
Otras teorías que no recurren como primera instancia al mercado de los antidepresivos, ni patologizan el cotidiano. Ya casi ni se escucha hablar de todos los nombres que pueden existir entre tristeza y dolor porque ante el solo asomo de esas sensaciones, quedan patologizadas bajo el autodiagnóstico de depresión (y ojalá las depresiones solo consistieran en un par de días sin ganas de levantarse, trabajar y comer). Lo mismo sucede con el entusiasmo, la inquietud, el nerviosismo, la curiosidad y tantas otras sensaciones que quedan patologizadas y morfadas por la ansiedad.
Haciendo cierto rastreo por lo instituido del mundillo psi, podemos ver que la idea de clínicas adjetiva una serie proliferante de sustancias, muchas de ellas se escuchan en plural, algunas otras piden lo individual. La más de las veces esa palabra sustantiva queda cercana a prácticas, tareas, labores, preguntas, historias, escuchas, consecuencias, relación, acciones, encuentros, narraciones, ocurrencias, trabajo, experiencias, estrategias, psiquiatría, psicopedagogía, comunidades, diálogos, viñetas, clasificaciones, razón, circunstancias, visitas, dimensión, situación, novela, teoría, distinciones, diagnósticos, habla, consulta, conversaciones, posiciones, escrituras, agudezas, cualidad, voluntades, sesión, proposición, discusiones, convergencia, reuniones, urgencias, lecturas, argumentaciones. A veces deliberaciones, curadurías, hospitalidad, sensibilidades, inquietudes, moradas, ficciones, invención, astucias.
Muchas veces se desconocen una serie de luchas ya añejas, las de la antipsiquiatría, aquellas contra las instituciones totales, las de los movimientos por la desmanicomialización que saben y denuncian, al menos desde la década del 50, que encierro y prácticas represivas no son prácticas de salud y que siguen vivas.
Luchas que inscriben otras formas paridas de las urgencias, de esas que impone el dolor, de esas que impone la desazón ante el éxito del fracaso institucional.
El deporte olímpico de levantar juicio opinativo mediático y de redes funciona como una maquinaria de producción de desmerecimientos arrogantes que parlotean, patotean y fijan verdades por fuera. Verdades antisituacionales y abstractas que buscan la repetición serial del caso, negando el acaecer de lo vivo.
Habladurías de derechas, de izquierdas, que no terminan de embarrarse los zapatos relucientes de afirmaciones diagnósticas. Habladurías de patas en la fuente y anárquicxs que se calzan los borcegos acordonados con revoleos de sospechas y “éticas” con gorra, que no logran tocar transformaciones posibles sino que perpetúan lo ya conocido.
Clínicas, intentos de alojar lo inalojable. Nunca a balazos ni como policías de la salud.
Clínicas, intentos de ensayar otros modos, entre temblores que se abrazan.
Clínicas, críticas a la rigidización serial del progresismo endurecido.
Lo progresista endurecido y sabiondo cual patriarca, hace al progreso en reversa. Reverso represivo, electroshock y picana, muchas veces, desde la literalidad de sus acciones. Muchas otras, como fábrica espectacular de producción masiva de imaginarios que lastiman.
Clínicas que, en un mundo inmundo que sabe del daño, insisten, intentan, ensayan más allá y más acá de las universidades, los manicomios, las políticas públicas, la psiquiatría, las leyes, los massmedia.
¿Cuántos nombres puede asumir la clínica?
Clínica de la desmanicomialización.
Clínica menor.
Clínica del impoder.
Clínicas plebeyas, insurgentes, cimarronas.
Clínicas de afirmaciones rotas.
Clínicas sublevadas contra los diagnósticos.
Clínicas interferidas.
Clínicas después de los manicomios.
Clínicas sabias en mudanzas.
Clínicas alojadoras de demasías.
Clínica de los despojos.
Clínica de la cornisa.
Clínica arácnida.
Clínica del cada vez
Clínica de las derivas
Clínica de los acasos
Clínica de estados inconclusos
Clínica de “arrojar la escalera después de haber subido por ella”.
Clínicas con amabilidad animal —que no quieren pertenecer a esta humanidad— y que ofrecen, entre balbuceos, la construcción / invención de acciones ante situaciones conmocionadas por eso que desborda los nombres.
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