La película no está en la pantalla.
La pintura no está en los museos.
La música no está en ninguno de los dispositivos tecnológicos que la engullen y venden como tal.
La voz no está en los medios.
Todas ellas fueron secuestradas, reconducidas, etiquetadas y empaquetadas para la venta a especuladores e ilusos por los mercachifles de la insaciable clase dominante, que impone valores y cánones de acuerdo a sus intereses ideológicos y económicos.
Todo ese conjunto cultural de onerosos aspavientos embalsamados que ellos denominan arte no es más, ni menos, que un complejo y sutil aparato de propaganda y mercadotecnia del que liba una amplia y servil caterva de avispados mamporreros del sistema.
Hay que liberar al perro de las garrapatas y a su ladrido del secular bozal.