“La pandemia tendría que haber demostrado que una crisis de…

Fuente: https://www.sinpermiso.info/textos/la-pandemia-tendria-que-haber-demostrado-que-una-crisis-de-esta-naturaleza-exige-cooperacion                                                                                                                 Àngel Ferrero                                                                                                     26/04/2020

“La pandemia tendría que haber demostrado que una crisis de esta naturaleza exige cooperación internacional, pero no parece que sea eso lo que hemos visto”. Entrevista a Àngel Ferrero

L’Accent entrevistó a Àngel Ferrero, miembro del comité de redacción de Sin Permiso, sobre el impacto del COVID-19 en las relaciones internacionales para su dossier sobre la pandemia.

¿Qué movimientos geopolíticos se están produciendo durante la pandemia?

Si por geopolítica entendemos las relaciones internacionales, la realidad, en contra de lo que pueda parecer leyendo determinados análisis, es que aún no hemos visto grandes desplazamientos por motivos en los que no hace falta entrar en detalle: las medidas de confinamiento han paralizado el grueso de las actividades económicas y sociales. Pero es bastante evidente que podríamos llegar a verlos y que alguna cosa comienza a moverse. Los tres movimientos más evidentes, y que ya se han señalado en diferentes lugares, son el desgaste de la hegemonía de EEUU, la crisis de legitimidad de la Unión Europea y el posible ascenso de China. Pero ninguno de estos tres fenómenos es exactamente nuevo, sino que la crisis del COVID-19 no ha hecho más que evidenciarlos y acelerarlos. Y ninguno de los tres tiene un desarrollo determinado de antemano y con carácter inmediato: la administración estadounidense, por ejemplo, parece querer aprovechar la oportunidad para intensificar la guerra comercial que mantiene con China, desviando la atención de sus errores en la gestión de la pandemia hacia la pretendida responsabilidad de Pekín en su propagación.

Incluso han recurrido a relatos desacreditados por los especialistas, como que el virus es artificial y se escapó de un laboratorio de Wuhan. En este sentido, hay que decir que si bien es verdad que las autoridades de Wuhan silenciaron el personal que alertó del brote –particularmente a Li Wenliang, a quien acusaron de “difundir rumores”–, también lo es que el gobierno chino rehabilitó su memoria después, y que reaccionó de manera rápida y eficaz al brote con una batería de respuesta que ha sido elogiada por la Organización Mundial de la Salud y reproducidas en otras partes. Después ha colaborado también con el envío de material sanitario y personal médico, también a Europa.

¿Se verá alterada la relación de fuerzas / alianzas?

Es demasiado pronto como para decirlo. La gestión de la crisis ha perjudicado claramente la imagen de EEUU. La decisión de confiscar mascarillas que la ciudad de Berlín había comprado para sus agentes de policía y que un senador de la ciudad calificó de “acto de piratería”, por ejemplo. Pero también la caída en picado de los precios del petróleo, el espectacular aumento del desempleo, los problemas derivados de la ausencia de un sistema de sanidad público y estilos de vida poco saludables… Antes me he referido a la continuación de la guerra comercial entre Washington y Pekín. Quienes llevan años estudiando China acostumbran a decir que no tiene la fuerza suficiente como para hacer valer su modelo alternativo de globalización, con instituciones propias y multilaterales creadas en los últimos años. La pandemia tendría que haber demostrado que una crisis de esta naturaleza exige cooperación internacional, pero no parece que sea eso lo que hemos visto. La pregunta, por lo tanto, es si cuando esto pase veremos un mayor desorden internacional, en un contexto de repliegue al egoísmo nacional y la competencia económica entre estados o, por el contrario, un refuerzo del multilateralismo, y cómo.

¿Cómo puede afectar la epidemia a estructuras supraestatales como la OTAN, la ONU o la propia UE?

En una entrevista reciente, Rafael Poch-de-Feliu daba una respuesta interesante a una pregunta similar. Recordaba que, cuando se creó, la ONU no era ninguna novedad: antes que ella había existido la Liga de Naciones. De lo que se trataba era de no repetir los errores de aquella. Con esta crisis podría pasar lo mismo con la Unión Europea o Naciones Unidas, decía. Una reforma con criterios de justicia y equidad sería por supuesto lo más deseable. Ahora bien, ¿qué fuerzas pueden inclinar la balanza en ese sentido? Según cómo incluso podríamos encontrarnos con reformas en el sentido exactamente contrario.

Por lo que respecta a la voluntad de reforma de la UE, no hay más que citar la negativa de algunos países a la emisión de eurobonos en un escenario económico considerablemente más grave que el de la crisis de la eurozona, incluso si algunas encuestas apuntan a un crecimiento del euroescepticismo en Italia, el Estado miembro más afectado por el COVID-19. József Böröcz, un sociólogo húngaro que ha estudiado durante años la UE, lo ha descrito bastante bien. La Unión Europea, señalaba, “se ha promocionado, y son ya tres generaciones, como un meta estado supranacional que es un mecanismo efectivo y eficiente de ‘compartir y mancomunar’ las considerables soberanías de sus estados miembro” para ofrecer respuestas sencillas y rápidas en momentos de crisis como éste, y no lo ha hecho. Es más, es la tercera vez que la Unión Europea fracasa a la hora de dar una respuesta coordinada, después de la crisis de deuda de 2008 y la crisis de los refugiados de 2015. Las imágenes de equipos sanitarios chinos, cubanos, rusos, albaneses o ucranianos en territorio comunitario ha empequeñecido en comparación la respuesta europea, ya sean las iniciativas de Alemania de acoger enfermos de otros países o los proyectos de cooperación de las eurorregiones. En términos de imagen es claramente un daño que les costará años reparar.

La OTAN es una organización de defensa salida de la guerra fría, después de la cual ha servido como instrumento para garantizar la hegemonía estadounidense, ampliando su radio de acción a escala planetaria. En los últimos diez años se ha demostrado como una estructura incapaz de dar respuesta a los nuevos retos de seguridad y defensa, como el terrorismo internacional, y por eso ha resucitado una supuesta amenaza rusa en Europa para justificar su existencia. No parece que el COVID-19 vaya a cambiar eso.

En cuanto a la ONU, EEUU no ha tenido ningún reparo en congelar la transferencia de fondos a la OMS en medio de una pandemia, acusándola de ser demasiado próxima a China. Ahora hasta se rumorea que quieren crear una agencia propia que compita con la OMS… Es una maniobra parecida a la de 1984, cuando Ronald Reagan decidió congelar los fondos destinados a la UNESCO y después ordenó la retirada de EEUU del organismo en protesta por la publicación del informe MacBride, que alertaba de los problemas de los oligopolios mediáticos. Periódicamente nos encontramos con este tipo de críticas a los organismos internacionales, siempre desde EEUU y, en menor grado, Israel, y el resto de sus aliados. Hablan de desmantelar organizaciones como la UNESCO o la ONU porque “no sirven para nada”, “son demasiado burocráticas” o “corruptas”, etcétera. ¿Por qué? Porque de desmontarlas se retornaría a un escenario propio al anterior de la Primera Guerra Mundial, sin espacios de arbitrio internacional, donde quien gana es quien tiene más fuerza militar y económica. De aquí el interés particular de EEUU por torpedear a estas estructuras, como intentaron desprestigiar a Hans Blix en el año 2003 por su trabajo en Irak. Para destacar la importancia de los organismos internacionales, Bertrand Russel dijo que hablar de las responsabilidades de la Primera Guerra Mundial era como debatir de las responsabilidades de un accidente de coche en un país sin normas de tráfico. Por imperfectos que sean, estos organismos son necesarios. Hay que reforzarlos y reformarlos en el sentido que he apuntado antes, no prescindir de ellos a la primera crítica.

¿Cómo está afectando la epidemia a los conflictos bélicos existentes?

La ONU ha pedido que se declare una tregua general para poder dar una respuesta sanitaria en condiciones a la pandemia. Lamentablemente, no ha sido así. En Libia, el Ejército Nacional de Libia (ENL) dirigido por el general Haftar ha continuado su ofensiva contra el Gobierno de Acuerdo Nacional y bombardeado la capital, Trípoli. Huelga decir que el sistema sanitario libio se ha visto afectado por este conflicto y no puede actuar en estas condiciones de manera adecuada para contener el contagio. El alto el fuego en Yemen anunciado por la coalición liderada por Arabia Saudí que combate a los rebeldes houthis se terminó el pasado 23 de abril. Israel mantiene el bloqueo en la Franja de Gaza. EEUU mantiene las sanciones contra Venezuela e incluso ha incrementado la presión a su gobierno, o contra Irán, donde estas sanciones seguramente han sido responsables de una parte de la cifra de muertos por Covid-19. Es decir, que algunos estados, lejos de considerar la epidemia de coronavirus como una llamada a buscar soluciones diplomáticas a la resolución de conflictos, han visto en él un instrumento para intentar someter a sus adversarios.

¿Cuál puede ser el efecto de que la pandemia se extienda de manera masiva por los países del llamado tercer mundo o periferia?

Catastrófico. Las medidas para contener la pandemia han alterado las cadenas de producción y suministro globales. Las consecuencias de la drástica caída de los precios del petróleo es el primer anuncio de cómo a un shock económico le sigue otro si no se adoptan medidas de inmediato. Y estos shocks pueden, a su vez, generar inestabilidad política y social en forma de disturbios, conflictos… En las llamadas economías en vías de desarrollo, mucho menos estructuradas y en consecuencia más expuestas a la inestabilidad, estas afectaciones se dejan notar más, evidentemente. Las reacciones en cadena pueden llevar a escenarios muy oscuros. Las agencias de la ONU ya han alertado de las consecuencias, incluyendo crisis humanitarias y hambrunas, y pedido que se cancele o como mínimo se aplace la deuda externa, que se creen fondos de ayuda, etcétera. Hace unos días leí en un diario alemán sobre el caso de Kenia, donde los agricultores esperan una plaga de langostas que podría llegar a ser veinte veces mayor que la del mes de febrero. A causa de las restricciones por el COVID-19 es más difícil conseguir pesticidas y su transporte se ha encarecido. Los precios de algunos alimentos se han duplicado, pero si además hay problemas en la siembra, la cosecha y el control de plagas, podrían hacerlo más aún a causa de la escasez y poner en peligro la seguridad alimentaria.

es miembro del comité de redacción de Sin Permiso

Fuente:

https://laccent.cat/24433-2/

Traducción:Àngel Ferrero

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *