Fuente: https://elsudamericano.wordpress.com/2022/06/22/la-organizacion-proletaria-de-combate-por-herman-gorter/
LA ORGANIZACIÓN PROLETARIA DE COMBATE por Herman Gorter
[Die Klassenkampf-Organisation des Proletariats] KAPD. Berlín, 1921.
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1. La organización de fábrica: la Unión Obrera General
La mayor debilidad de la revolución alemana y de la revolución mundial, y una de las causas más fuertes de sus derrotas, es que no está siendo dirigida según una táctica científica, es decir, histórico-materialista. No se pone en primer lugar la determinación de la táctica, ni se pregunta en absoluto muchas veces acerca de las condiciones de producción y de clase de Alemania, Europa occidental y Norteamérica.
La principal responsabilidad de esto la tienen los rusos Lenin, Zinoviev y Radek, entre otros, y toda la III Internacional. Ellos dijeron simplemente: ¡Imitad a Rusia! ¡Imitemos en estos Estados desarrollados, es decir capitalistas bancarios y altamente industrializados, a ese Estado agrario atrasado!! ¡¡¡Y así se hizo!!!
Y otros clamaron, de modo igualmente estúpido: creemos una sola Unión y abolamos los Partidos. ¡Como si viviésemos en los Estados Unidos, atrasados por completo en la conciencia política!
No es ningún milagro que no suframos más que derrotas y que no vengan señales de la revolución mundial. Porque, ¿cómo se puede triunfar sin una táctica fundada en las condiciones de clase, en el materialismo histórico?
A continuación probaré teóricamente la necesidad de un Partido Comunista, como es el KAPD, y de una táctica como la del KAPD para Europa occidental y Norteamérica, desde fundamentaciones histórico-materialistas, es decir, partiendo de las condiciones de producción y de clase de Europa occidental y Norteamérica. Porque la táctica del KAPD es la única que está cierta de las condiciones de producción y de clase de Europa occidental y Norteamérica, y cualquier otra diferente, por ejemplo la del VKPD y de la III Internacional, no está fundamentada en estas condiciones y acabará así fracasando siempre.1 Solamente si la táctica está fundada en una base histórico-materialista, se puede entonces progresar. Sólo entonces puede unir gradualmente a todos los auténticos revolucionarios. Sólo entonces las divisiones pueden ser superadas.
La primera condición de producción y de clase en la que el proletariado debe basarse es: el capitalismo está en bancarrota en una gran parte de Europa, y amenaza al proletariado con el hundimiento o con la más terrible esclavitud. El proletariado puede y debe destruir el capitalismo. Si la revolución triunfa, entonces el capitalismo se volverá insostenible también en Inglaterra y Norteamérica, y ¡ahí está el comunismo mundial!
El conjunto de la táctica del proletariado debe, por consiguiente, dirigirse hacia la revolución. Todo lo que haga el proletariado debe promover la revolución. ¿Qué táctica debe seguir el proletariado para llevar la revolución a la victoria?
La táctica rusa de la dictadura del partido y de los dirigentes aquí es imposible que sea la correcta. Porque el proletariado ruso es minúsculamente pequeño y se enfrenta a un capitalismo débil. Se armó durante la guerra mundial. Las clases poseedoras que se le opusieron estaban divididas. Incontables millones de campesinos ayudaron al proletariado. Consecuentemente, triunfó aquí un pequeño Partido (el bolchevique).
En Europa occidental, en primer lugar en Inglaterra y en Alemania, y en los Estados Unidos, un proletariado gigantesco se opone a un capitalismo gigantesco. Está casi desarmado. Y el gran capital, el capital bancario, une a todas las clases poseedoras, también a la pequeña burguesía y a los pequeños propietarios, contra el comunismo.
Mientras que el capitalismo ruso era nuevo y, de este modo, solamente un poco enraizado en antiguos métodos de producción, el capitalismo europeo occidental está sólidamente fundado desde hace muchísimos siglos en el mundo material, y especialmente también en el mundo ideal, del conjunto de la populación.
De estas simples y, en cualquier caso, visibles condiciones de producción y de clase, se sigue que ni un pequeño partido ni sus jefes pueden aquí, durante y después de la revolución, ejercer la Dictadura. En suma, el oponente es demasiado poderoso y el proletariado demasiado numeroso. ¡Incluso ahora en Alemania, por ejemplo, todas las clases capitalistas están fuertemente unidas contra el comunismo! Y el proletariado suma por lo menos tres quintos de la población, entre 30 y 40 millones. Sobre este enemigo y este enorme proletariado, ni un pequeño partido, ni una camarilla de jefes, pueden reinar. Ni durante ni después de la revolución.
¿Quién debe dominar aquí, durante y después de la revolución? ¿Quién debe ejercer la Dictadura? La clase misma, el proletariado. Cuanto menos una parte muy grande de la misma. Y así es en Inglaterra, los Estados Unidos y en toda Europa occidental. Esto se sigue de las condiciones de clase. Esto dice nuestra teoría, el materialismo histórico, que nunca nos engañó. Y cualquiera, incluso el más simple obrero, puede verlo. Es la verdad.
Y quiero decir aquí públicamente y con gran fuerza y claridad que, lo que hasta ahora se ha dicho aún con indulgencia, después de las consecuencias de la táctica rusa en Europa occidental (tras la Acción de Marzo en Alemania y la quiebra del VKPD), puede decirse sin esa suavidad: si la táctica rusa de la dictadura de los dirigentes del Partido es seguida ahora aquí, aun después de las desastrosas consecuencias que trajo, entonces ya no es una estupidez, sino un crimen. Un crimen para la revolución.
Si todavía se defiende ahora una dictadura de partido y de dirigentes en Alemania, Inglaterra, Europa occidental y Norteamérica y es aprobada por Radek, Zinoviev, Lenin y otros rusos y por la Internacional, entonces tenemos que decirles: quitad las manos. Los obreros revolucionarios de Europa occidental, principalmente de Alemania e Inglaterra, decidirán y tomarán una dirección por si mismos.
Aquí no es necesaria ni una dictadura de partido ni una dictadura de jefes, sino una Dictadura de la Clase, de la mayor parte de la clase. Esto se sigue, no se podrá repetir bastante, del gigantesco poder de los oponentes, del gran número del proletariado y de la terrible lucha que tenemos que dirigir, dirigir a una masa siempre mayor. Mil veces más terrible que en Rusia.
¿Que significa, por consiguiente, que la clase misma debe ejercer la Dictadura?
En primer lugar, que la parte más gruesa de los proletarios deben llegar a ser comunistas conscientes, luchadores esclarecidos de su objetivo. ¡Pero no basta con esto! Una multitud desorganizada no puede ejercer la Dictadura. Debe haber una organización.
Una organización, por consiguiente, de la mayor parte de los proletarios, consistente en comunistas conscientes y luchadores probados. Esto es lo que necesitamos aquí, en Alemania, Inglaterra, Europa occidental, Norteamérica. Esto es lo que se impone a partir de razones histórico-materialistas, de las condiciones de clase. Ciertamente, crear tal organización es muy difícil. Destruir los sindicatos y erigir en su lugar tal organización es una tarea pesada y prolongada. Pero, ¿no es aquí difícil la revolución? ¿Creen ustedes que puede lograrse algo aquí con métodos menores y ligeros?
Aquí no es válido lanzarse con la ayuda de innumerables millones de campesinos sobre un capitalismo débil, no unificado en sí mismo sobre la multitud. Aquí lo esencial es desarraigar un capitalismo colosal, el capitalismo en sus países originarios Inglaterra y Francia, en consecuencia con siglos de antigüedad; acallarlo desde los maravillosamente organizados alemanes y norteamericanos.
Se piensan que es una tarea fácil, sigan así el ejemplo ruso, la táctica rusa. Si no, ¡busquen y vayan por su propio camino!
Esto nos diferencia de Rusia, donde por las condiciones de clase, y mediante la ayuda de 20 a 30 millones de campesinos pobres, fue necesaria la dictadura de los dirigentes del partido con todas sus consecuencias de obediencia de cadáver y centralización absoluta y estricta.
Es precisa una organización de millones, de muchos, muchos millones de comunistas conscientes. No venceremos sin estos. Debemos resolver esta tarea.
O sea, camaradas, que solamente ahora comienza el verdadero trabajo, lo mismo que la verdadera lucha. Todo lo anterior desde 1848 a 1917, desde Marx hasta la Revolución rusa, fue solamente la preparación, el preludio. Lo auténtico viene solamente ahora.
El proletariado, el conjunto del proletariado de Europa occidental y Norteamérica, o por lo menos su mayor parte, debe ahora elevarse, alzarse a una enorme altura de fuerza mental y moral. Porque aquí, en Europa occidental y en los Estados Unidos, tendrá lugar la verdadera revolución proletaria (wirkliche proletarische Revolution). No como en Rusia, sólo parcialmente proletaria y democrático-campesina en su mayor, más grande parte; no, una puramente proletaria. La totalidad del proletariado, su grueso mayor, debe elevarse a un enorme nivel. No sólo una camarilla de dirigentes, ni tampoco sólo un Partido. Definitivamente, llegó el momento para las masas mismas, para los proletarios.
El período de 1848 a 1917, el período de evolución2 de Marx a Lenin, fue la época de los jefes, de los pocos. En el parlamento, y mediante las luchas salariales, los dirigentes eran lo más importante, la fuerza principal. También los intelectuales y los teóricos. Porque tenía que ser negociado, y esto es cosa de los dirigentes.3 Tenía que buscarse el modo, y esto es cosa de los teóricos. Pero ahora la masa misma, el proletariado mismo, entra en escena. Aquí, en estas partes del mundo. Tiene que actuar él mismo, hombre por hombre, mujer por mujer. La acción se vuelve lo decisivo. Su acción. De este modo, la importancia de los dirigentes se vuelve relativamente menor, inferior. El proletariado, los trabajadores y trabajadoras adquieren igual valor que sus viejos dirigentes. Se convierten igualmente en dirigentes, teóricos, intelectuales. Los sobrepasan.
El proletariado, los proletarios, se elevarán a una altura y un poder ante los cuales palidece el brillo de todas las precedentes revoluciones burguesas. Esto debe ocurrir, porque la victoria es necesaria y, sin esto, no es posible. Por tanto, se elevarán. Ya lo hacen.
El proletariado, su parte más grande, debe llegar a ser un buen comunista, debe ser un luchador esclarecido de su meta. Y este grueso mayor debe tener una organización, con la que pueda lograr la victoria. ¿Cómo alcanzaremos esta meta? ¿Sobre un camino blando? ¿Qué organización puede servir para eso?
¡Son de nuevo las condiciones de producción y de clase de nuestra sociedad europea occidental y norteamericana (no la rusa), altamente capitalista, trustificada, bancarizada e imperialista, las que nos proporcionan la respuesta!
Nunca (esto se añade entre paréntesis) el arma más poderosa, que nos proporcionaron nuestros dos maestros Marx y Engels, el materialismo histórico, fue de tan grande importancia para nosotros como ahora. La teoría de la plusvalía y de la lucha de clases no necesitan más pruebas en épocas en las que el mundo está en bancarrota, a causa de que el trabajo no crea valor excedente, en una época en la que las clases luchan la una contra la otra con las armas. Pero el materialismo histórico puede señalarnos aún ahora el camino, cada día, cada hora, en Europa occidental y Norteamérica. Nos conducirá a la victoria.
El mecanismo económico, las condiciones de producción de la nuestra sociedad, nos dan la respuesta cuando preguntamos: ¿Que organización necesitamos nosotros? Ellas dicen que los sindicatos no pueden serlo. Porque, primero de todo, estas armas anticuadas son de la época de evolución. En segundo lugar, no hacen del proletariado, de los proletarios, de los millones y cientos de millones, ni los luchadores libres ni los comunistas conscientes que el proletariado necesita. Porque todo el mecanismo de estas organizaciones, que era el correcto en la época de desarrollo pacífico, nos hace esclavos de la camarilla dirigente y de las condiciones y relaciones sindicales (Gewerkschaftsverältnise§). Aun los luchadores libres y valientes son continuamente asfixiados en los sindicatos, no son posibles allí.
En esas épocas de ascensión económica, su extensión tiene, por estas causas, que hacer que los representantes de los obreros reciban todo el poder. Porque sólo ellos podían y debían negociar en el parlamento y con los patronos. A través de eso, recibieron para si mismos todo el poder. Así, todas las organizaciones, los partidos y los sindicatos sin distinción, se establecieron sobre su poder, sobre su poder permanente. Tenía que ser de este modo en el período de evolución. Y estaba bien que fuese así. Pero es diferente en el período de revolución. Allí se vuelve malo lo que en aquel período fue bueno. ¡Además, los sindicatos no podrían dirigir ya desde antes de la revolución la lucha contra los trusts y el Estado ni una sola vez! Ya en ese tiempo eran armas completamente obsoletas, caras, listas para ser arrojadas en el trastero (en Europa occidental y Norteamérica). No pueden de ningún modo alzarse actualmente contra los trusts y el Estado (los guardias blancos, los Stinnes y Orgesch). Por tanto, los sindicatos no son, por razones histórico-materialistas, las organizaciones que el proletariado necesita para la victoria. ¿Cuáles son entonces?
Las condiciones de producción, que siempre contienen en sí mismas la solución y también la liberación, nos proporcionan no solamente una respuesta negativa, sino también la afirmativa. Y esta respuesta es: Son las fábricas, no más las ocupaciones profesionales, las que ejercen la fuerza y tienen el poder en la nueva sociedad actual. Y, así, también proporcionan el poder al proletariado cuando se organiza en ellas.
En el nuestro mundo moderno europeo-occidental y norteamericano, trutstificado, bancarizado e imperialista, el capital ya no se organiza por ocupaciones profesionales, sino por empresas (Betrieben§§). Se organizaba por profesiones hace tiempo: ahora funciona de modo diferente, todas las centrales de electricidad juntas, todas las fábricas de vidrio juntas, todas las factorías químicas juntas. La organización de los Stinnes, etc., no es además sólo horizontal (como afirma Rathenau), sino también vertical. ¿Qué quiere decir esto?
Toda clase de tipos de áreas de producción son organizados juntos. Se juntan minas, factorías metálicas, fábricas de máquinas, centrales eléctricas, ferrocarriles, compañías navieras, instalaciones portuarias. Ya no se hace por oficios. A menudo se dejan fuera sin consideración grandes partes del mismo ramo profesional, junto con su ligación. Se adopta sólo la fábrica, lo que se necesita. La fuerza capitalista descansa ahora en las fábricas. Las condiciones de producción lo prueban. En particular, éste es el caso de la bancarrota del Estado alemán, de la bancarrota de los Estados en general. Allí, después de la bancarrota del Estado, el capital forma uno nuevo. En las fábricas, en los nuevos complejos de fábricas gigantescos. Sobre estos se apoya ahora el capital. Así espera salvar la vida, a pesar de que su Estado esté en bancarrota. Esto ya señala al proletariado los métodos que debe utilizar.
Pero también la propia revolución les enseña. ¿Eran sindicalistas quienes lucharon? ¿Se disponían al combate los proletarios organizados por los sindicatos? ¿En 1918, 1919, 1920 y 1921? No, mil veces no. Lucharon en las fábricas y se organizaron por fábricas.
Esto tiene también sus razones histórico-materialistas. El proletariado se encuentra, trabaja y vive junto en las fábricas. Y las fábricas son aquí y ahora tan gigantescas que por sí mismas ya representan un cuerpo armado. De todas estas causas se sigue ya, pues, que podemos pensar que la organización de fábrica es la organización para la revolución europea occidental y norteamericana. Pero la auténtica causa, la causa procedente de las condiciones de producción, viene solamente ahora: En las fábricas el propio proletariado tiene importancia. Allí él es un luchador porque allí es un obrero. Allí puede expresarse como un ser humano libre, como un luchador libre. Allí puede ser activo en el debate, en la lucha, cada día, a cada hora. Allí puede luchar con la acción y con el arma, porque la revolución parte de las fábricas. Por consiguiente, allí cada proletario y, por lo tanto, el conjunto del proletariado, pueden llegar a ser comunistas esclarecidos, verdaderos revolucionarios totales (wirklich ganzen Revolutionaren). Lo cual no pueden hacer en el sindicato. Y esto es lo que necesitamos.
El sindicato ahoga al luchador, al ser humano libre en cada proletario, debe ahogarlo por su organización, por su dependencia de los jefes, a los cuales no debe aproximarse. La organización de fábrica despierta al luchador, al ser humano libre en cada proletario, y le pone en condiciones de liberarse de sus tiránicos dirigentes. ¡Precisamente porque lucha en primer lugar dentro de su fábrica! Y allí, si es necesario, puede ajustar cuentas con sus dirigentes. Por lo tanto: porque la organización de la fábrica es la organización del capitalismo más moderno; porque el capitalismo en bancarrota quiere organizarse particularmente conforme a las fábricas y sobre eso quiere basar su nueva vida; porque la propia revolución nos enseña que exige ser realizada al cabo de las fábricas; por último, y principalmente, porque el conjunto del proletariado solamente puede convertirse en un comunista consciente, en un verdadero luchador por la revolución, en las organizaciones de fábrica; por consiguiente, la organización de fábrica es la única organización correcta para la revolución.
Esta es la respuesta que nos proporciona la teoría; la teoría, el único camino para llegar a la verdad de la praxis.
Por supuesto, las organizaciones de fábrica de un lugar, de un círculo, de un distrito, de un país, deben unirse. También será útil fijar subdivisiones por industrias. Acerca de estos detalles no necesitamos hablar aquí. Que los soviets emergerán fácilmente de estas organizaciones de fábrica, en esto tampoco necesitamos entrar.4
Por tanto, destrucción de los sindicatos, estos engendros y viveros de esclavitud, y establecimiento en su lugar de las organizaciones de fábrica, de asociaciones industriales basadas en esto y agrupadas todas en una Unión, como la Unión Obrera General Alemana; y por último, las Uniones de todos los países unificadas en una asociación internacional –éste es el camino a la revolución, a la victoria.
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2. El Partido Político Comunista
Ahora, una vez que conocemos la organización que, en lugar de los sindicatos, agrupe el conjunto del proletariado, su mayor parte, de modo que deben convertirse en luchadores conscientes y comunistas esclarecidos, y el proletariado hacerse tan fuerte que conquiste el poder, ahora surge la cuestión: ¿Basta con esta organización? ¿O es todavía necesario un Partido político comunista para esto?
Debemos también examinar esta cuestión con extremo cuidado. Igualmente entonces la cuestión de la réplica: ¿Qué organización puede hacer, del segmento más grueso de los proletarios, luchadores conscientes, del cual tanto pende también toda la revolución? Y también debemos, si queremos encontrar la verdad, responder a esto a partir de las condiciones de producción y de clase. Sólo la encontramos partiendo de esta fundamentación, no a través de sentimientos subjetivos, simpatías o antipatías (como los anarquistas, sindicalistas y similares) o mediante la imitación de la Revolución rusa (como los rusos y la III Internacional).
Aquí, no obstante, no debemos, como con la primera cuestión, poner el ojo en primer lugar en el poder y en la cohesión del capital financiero, del imperialismo, de las clases burguesas, sino en las condiciones de los propios proletarios. Porque, lo que aquí está en cuestión, si la masa de los proletarios organizada en la organización de fábrica basta, sin más, para la revolución, se juzgará sobre la calidad de los proletarios mismos.
¿Es tal la relación, la situación de clase de los proletarios, de su segmento más grueso, que la organización al cabo de las fábricas, en asociaciones industriales y en una Unión es suficiente para el desarrollo de su conciencia y liberación comunistas, para la revolución y la victoria? ¡El obrero revolucionario se pone a sí mismo ante la cuestión! Ante sus ojos se coloca la situación de clase del proletariado, que conoce a través del entorno inmediato. Piénsese en la educación, en la vivienda, en la nutrición, en la vida del obrero. Es cierto que cada obrero, si hace esto objetivamente, sin prejuicios, responderá: No, la organización de fábrica basta para el crecimiento de la conciencia comunista de la mayoría de los proletarios, pero para su liberación y su victoria ya no. Porque la mayor parte del proletariado está alimentada y habita malamente, está sobreexplotada y carece de tiempo libre para la autoeducación. Está educada malamente, tiene un conocimiento muy escaso y está, particularmente, en tal dependencia espiritual desde su nacimiento, y desde hace tantos siglos como clase, que no sólo no ve el camino de la libertad, sino que tampoco se atreve a pensar sobre esto. Esto nadie puede ponerlo en duda.
De esto se sigue también que, incluso si el proletariado en su mayor parte se organiza en organizaciones de fábrica, esta debilidad se le adherirá aún a una gran parte de este grueso, y todavía por tiempo prolongado. ¿Cuál sería (y será) la consecuencia de esto para la organización de fábrica y en la parte organizada de los proletarios?
Esto provocará consecuencias muy dramáticas para la organización de fábrica, por esta circunstancia de clase del proletariado. Muchos peligros. En primer lugar, la mayoría de los proletarios necesita, por su situación de clase, urgentes pequeñas mejoras, reformas y defensa del deterioro de sus condiciones de vida. Su vida es tan miserable que siempre, también en la revolución, requerirá conforme a ella y luchará por ella. De vez en cuando, abandonará por eso temporalmente la revolución. También dirigirá y utilizará para eso su organización de fábrica, su Unión. El oportunismo y el reformismo amenazan la organización de fábrica y la Unión, y a la sección de los proletarios organizada en ellas.
La organización de fábrica, la Unión, está de este modo expuesta siempre a los peligros de sabotear la revolución, de conseguir pequeñas mejoras, de conquistar un poder aparente, de incrementar el número de los miembros a través de elementos no esclarecidos, etc., etc. Por eso, está fuera de cualquier duda que aun muchos miembros de la Unión, como muchos anarquistas y sindicalistas, no quieren el Partido Comunista porque éste sitúa la revolución por encima de las reformas. En segundo lugar, en las organizaciones de fábrica existe el gran peligro del individualismo. Por desconocimiento, por egoísmo, etc., por ejemplo el dirigente en una fábrica, se pondrá a sí mismo, su interés (como dirigente) por encima de la revolución. Él mismo hará una empresa, una localidad, un distrito. La unidad, necesaria para la revolución, se desvanece. Esto ya se ve en partes de la Unión.
Un tercer peligro amenaza: el utopismo. Por su insuficiente conocimiento de la realidad efectiva, esta parte del proletariado que está organizada en la Unión sobreestima su poder. Empresas importantes como, por ejemplo, los ferrocarriles, el trabajo de transporte, las minas, se imaginan que ellas solas podrán hacer triunfar la revolución, la cual, en Europa occidental y Norteamérica, únicamente podrá ser un triunfo del proletariado en conjunto.
Y, por último –y esta es la causa mayor por la que la organización de fábrica y la Unión no bastan–, gran parte de los proletarios carece de conocimiento suficiente. No conocen suficientemente la economía y la política, los acontecimientos políticos y económicos nacionales e internacionales, su correlación y su efecto sobre la revolución. No pueden conocerlos por su situación de clase. Por tanto, no saben actuar en el momento correcto. Actúan cuando no deben, y no actúan cuando deben actuar. Se equivocarán muy a menudo.
Todas estas debilidades de los proletarios son consecuencias de su situación de clase. Nuestra táctica debe contar con eso. Si no lo hacemos, nos conducirán entonces a las más terribles derrotas. Pues una parte grande del proletariado incluso no podrá cambiar mientras tanto el capitalismo exista. ¿Cómo podemos elevarnos sobre estas dificultades de la organización de fábrica, que debe agrupar a la mayor parte de los proletarios, remediar sus consecuencias? ¿Cómo podemos prevenir el oportunismo, el individualismo, el utopismo de las organizaciones de fábrica, el bajo conocimiento de una parte del proletariado?
Hay un medio. Porque no todos los proletarios tienen tan poco conocimiento. Y no todos, particularmente aquellos que tienen un conocimiento profundo, son oportunistas, individualistas y utópicos. En particular, en el proletariado alemán hay muchos que son revolucionarios genuinos, no sólo por su sensibilidad, sino también por tener un gran y profundo conocimiento, político y económico. Marx y Engels, Mehring, Bebel, Luxemburg y muchos otros no vivieron entre ellos para nada. Por esta razón, aún son aplicables las palabras de Marx: El proletariado alemán es el más próximo a una revolución proletaria, a una verdadera revolución proletaria.
Las condiciones de clase, el enorme auge del capitalismo, han colocado durante los últimos setenta anos a esta parte de los proletarios en condiciones de aumentar así en amplitud. Han dejado atrás otra parte mayor. La distribución en Unión y Partido es, por consiguiente, una consecuencia natural de las condiciones de producción, de la influencia del capitalismo sobre el proletariado, que de este modo fue diferenciado. Esta parte de los proletarios que tiene conocimiento amplio y profundo, tiene que unirse en una organización, volver esta organización hacia una profunda apreciación y actuación revolucionaria, ponerla al servicio de la revolución y solamente de la revolución, del conjunto de los proletarios y únicamente de los proletarios, de la organización de fábrica y de la Unión -éste es el método que compensa o remedia todas las debilidades mencionadas de la organización de fábrica, del proletariado. Y esta organización es el Partido político comunista, cuando es el verdadero Partido comunista revolucionario, el Partido correcto, cuando tiene una táctica verdaderamente científica basada en las condiciones de clase de Europa occidental y Norteamérica. Entonces conoce la economía y la política, nacional e internacional. No es oportunista, ni individualista, ni utópico. No es revolucionario solamente en el corazón, sino también en la cabeza. Por lo tanto, puede ir al frente con el consejo y con la acción. De este modo, va delante cuando es el Partido correcto.
Esto no quiere decir tampoco, naturalmente, que en una parte de la organización de fábrica, de la Unión, no existan un amplio conocimiento y las mismas buenas cualidades, lo mismo que en el Partido. Después de todo, todos los miembros del Partido son también miembros de la Unión. Esto quiere decir que estos elementos siempre pueden ser excedidos, a través de la votación, por las otras partes; que no tienen tanta amplitud. Los mejores elementos son fácilmente aislados y atomizados en la Unión y carecen de fuerza alguna. Solamente consiguen fuerza, y ampliarse, cuando se organizan juntos1.
Quien niegue todas estas cosas sobre el proletariado y la organización de fábrica, no conoce al proletariado o el asunto no es serio para él.
El Partido únicamente puede ser “puro”. Por la condición de clase, por la situación de clase de los proletarios. Solamente puede consistir en elementos revolucionarios-efectivos (wirklich-revolutionaren), en elementos conscientes completamente esclarecidos. Es la única organización proletaria que puede ser así, por las condiciones de clase a las que el capitalismo lleva a los obreros. Y cuando tiene la táctica correcta, basada en las condiciones de clase, entonces permanecerá “pura”. La organización de fábrica trae a sus miembros el conocimiento más general de la revolución, por ejemplo, el conocimiento de la naturaleza y de la significación de los Consejos Obreros (Soviet) y de la Dictadura de los Proletarios.
El Partido agrupa a los proletarios que tienen un conocimiento mucho más amplio y más profundo. Si la organización de fábrica, la Unión, la masa de los proletarios pueden, en heroicidad, erigirse en luchadores conscientes y esclarecidos acerca de la revolución y de sus métodos y objetivos (es precisamente de este modo que la organización de fábrica no es un sindicato), entonces el Partido reúne a los más esclarecidos en sus cabezas y así a los más valerosos y mejores, a la elite de los proletarios. Esta parte de los proletarios, este Partido, anticipa toda la lucha, encuentra y fundamenta la táctica, convence a la parte restante del proletariado, en primer lugar a la Unión; quiere solamente la revolución, mira todo desde este punto de vista, sitúa siempre, en la lucha nacional como en la internacional, los intereses generales de la revolución por encima de todos los demás.
No obstante, tal y como nosotros lo llevaremos a cabo ahora mismo en Europa occidental y Norteamérica, el Partido no será de nuevo, a causa del peso del asunto, otra vez el dominador, el tirano, el dictador de los proletarios como en Rusia. De nuevo, mostraremos que aquí esto no puede ser, por razones histórico-materialistas. Podría decirse más: el Partido es el cerebro del proletariado, su ojo, su timonero. Pero tampoco esto es completamente correcto. Porque esto hace al Partido una parte del todo. Y esto ni lo es, ni quiere serlo. Lo que quiere es ser el todo mismo, quiere que en Europa occidental y Norteamérica el conjunto del proletariado se funda con él, que hagan un mismo todo idéntico. Quiere que aquí la organización de fábrica y el proletariado lleguen a ser una unidad de por sí. Volveré pronto sobre esto.
¿Cómo debe ser ahora tal Partido, que sirve al proletariado en la revolución con el consejo y con la acción?
En primer lugar, no debe ser parlamentarista. Porque el parlamentarismo fue una buena arma en la época de evolución (de 1860 la 1910, o incluso en años precedentes), cuando los dirigentes se convirtieron en el asunto de los proletarios. Ahora, una vez que el propio proletariado debe actuar, estas desventajas son mucho mayores que sus ventajas. Porque la debilidad del proletariado consiste aquí en que cree que otros pueden actuar por él y que, entonces, él mismo no necesita actuar. El parlamentarismo incrementa esta debilidad.
El Partido no debe, en segundo lugar, aspirar a la Dictadura para si propio, sino a la Dictadura por la clase, por el conjunto del proletariado, por su mayor parte. Ya he mostrado esto al principio de este folleto; no obstante, quiero volver otra vez sobre esto más detalladamente. Porque es el asunto principal para Europa occidental y Norteamérica, igual de considerable que la organización de fábrica. Y, por consiguiente, no se podrá repetir lo bastante. El Partido no debe aspirar a una Dictadura de Partido (o, lo que es el mismo, de Jefes), sino la una Dictadura de la Clase. Esto se sigue de las condiciones de clase. El oponente de los proletarios, el capitalismo, es aquí gigantesco. Un capitalismo desarrollado, es decir, financiero, altamente industrializado e imperialista. Un capitalismo enraizado y crecido, material e idealmente, desde hace siglos. Un conjunto de la población material e idealmente subyugado. Y todas las clases burguesas unidas, también los pequeños burgueses y los pequeños campesinos.
Y junto con un proletariado casi infinito en número. En Alemania de tres quintos a cinco séptimos de la población, más de 40 millones. En Inglaterra, y en breve en los Estados Unidos, aún relativamente más. Y en el conjunto de Europa occidental, enorme.
Ahora considere al lego, considere al más simple obrero: en todos estos países se dio hasta ahora solamente un pequeño número de proletarios que tuviesen un conocimiento profundo, la más extrema consecuencia de los pensamientos, el mayor heroísmo sacrificado y coherencia revolucionaria en los hechos. Esto no puede cuestionarlo nadie.
En todos estos países, por consiguiente, el Partido Comunista debe ser sólo un pequeño partido. Aquí más pequeño, allí más grande, pero en todas partes pequeño en proporción al proletariado. ¡Y esto no es, de nuevo, un sueño, una idea, una fantasía de una «izquierda», obreros! Esto se sigue de nuevo, por completo, de las condiciones de clase que impiden, como se sabe, que un gran número de proletarios adquiera él mismo un conocimiento amplio y profundo. Por tanto, un Partido pequeño en todos lados.
¿Puede este pequeño Partido dominar a su enorme oponente, el gigantesco capitalismo armado, y al mismo tiempo al enorme proletariado? ¿Puede ser el dictador, el tirano de ambos, del proletariado y del oponente al proletariado? Los números ya lo impiden. Piénsese en el Partido alemán de 500.000 verdaderos comunistas, completamente esclarecidos y heroicos, la elite de los proletarios. Estos tendrían, en oposición, a 20 millones de las clases burguesas. ¿Se cree que puede vencer, si no estuviera tras él una organización de fábrica, una Unión con 10 millones de miembros por lo menos, con cuyos miembros contasen al menos 25 millones también? ¿Se cree que puede vencer si fuera el dictador, el tirano de esa organización de fábrica, de esos 25 millones? Quien crea eso, no conoce Europa occidental. Se piensa, no es así, en Rusia.
Es cierto que allí triunfó un partido pequeño. Pero en el campo de los oponentes había 25 millones de traidores, de campesinos pobres. ¿Dónde están esos aquí? Y quien conoce al proletariado europeo occidental y norteamericano, ¡¡que sepa que una dictadura de partido es aún imposible por otras causas!! El oponente es demasiado poderoso y el proletariado demasiado grande para que un pequeño Partido pueda dominar a ambos. Por lo tanto, no el partido, sino la clase misma, la parte más grande de la clase, debe tomar en sus manos la Dictadura.
Esto es lo que nos enseña el materialismo histórico.
Y ahora, dicho eso, los obreros han visto claramente que el antiparlamentarismo, la organización de fábrica y la dictadura de la clase son la táctica que se sigue necesariamente de las condiciones de producción y de clase de Europa occidental y Norteamérica, que ésta es la táctica científica, segura y correcta, juzgada la táctica de la III Internacional en la actualidad, la táctica de Lenin, Radek, Zinoviev, de todos los rusos y de todos los demás dirigentes “de derecha”. Ellos quieren las células y los sindicatos, a pesar de que éstos estén completamente obsoletos y asfixien el espíritu libre de los obreros; quieren el parlamento, que mantiene a los obreros estúpidos y apartados de la lucha, que es contrarrevolucionario. Quieren una dictadura de partido y de jefes, que no sólo será mala y desastrosa aquí, sino que también es imposible incluso. Su táctica es acientífica, está en contradicción con las condiciones y, por consiguiente, tiene que conducir al hundimiento.
Comparen, obreros, estos dos caminos, y escogerán el correcto.5 Y aquí, en todo esto, juzguen también ahora la estupidez de los anarquistas, sindicalistas y aquellos miembros de la Unión que no quieren el Partido.6 ¿Pueden negar que la condición de clase del proletariado sólo permite que una pequeña parte del proletariado adquiera un conocimiento amplio y profundo? ¿Pueden negar que, por lo tanto, siempre se desarrollarán grandes fracciones oportunistas, individualistas y utópicas en las organizaciones de fábrica? No. ¿Que la organización de fábrica nunca puede realizar y dirigir sola la revolución? No. ¿Y a pesar de eso no quieren el Partido, la organización de los proletarios que tiene un conocimiento profundo y amplio? No obstante, rechazan lo único posible, fundado en las condiciones de clase y en el materialismo histórico a partir de la única táctica correcta. ¿Por que?
Porque ellos mismos no tienen conocimiento suficiente. Porque ellos mismos no son materialistas históricos. Porque ellos mismos pertenecen, como los anarquistas y sindicalistas, a esa parte de los proletarios que carecen de conocimiento suficiente. Exactamente como los rusos, Radek, Lenin y Zinoviev, y el Segundo Congreso de la III Internacional, demuestran con su táctica parlamentaria y de células, con su dictadura de partido y de los dirigentes, que no representan las condiciones europeo-occidentales y norteamericanas, así los sindicalistas, anarquistas y gente como Rühle demuestran, a través de su negación del Partido, que ellos no forman su juicio conforme a las condiciones, que conocen, sino que juzgan según las sensibilidades personales. Por consiguiente, debemos combatir a ambos del modo más agudo, tanto a la III Internacional y a los rusos, como Lenin, Zinoviev y Radek, como también a los sindicalistas, anarquistas y similares. Ninguno de los dos tiene una táctica fundada en las condiciones de Europa occidental y Norteamérica.
De este modo, estas son las conclusiones a las que llegamos. Por un lado, organización de fábrica y Unión, agrupando al gran grueso de los proletarios. Por otro lado, el Partido político, no parlamentarista ni dictatorial. Veremos ahora cómo éstos se combinan, forman una unidad, cómo pueden asegurar al proletariado mismo la Dictadura.
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3. Unidad de la Unión Obrera General y del Partido Comunista.
Esta es, por lo tanto, nuestra táctica para Europa occidental y Norteamérica. Una Unión construida sobre las organizaciones de fábrica, comprendiendo a todos los obreros, y un Partido de la parte más clarificada y enérgica de los proletarios.
Pero ahora surge una dificultad. Hemos dicho que la organización de fábrica no es suficientemente fuerte para dirigir sola la revolución y para lograr la victoria. Está expuesta a muchas debilidades. Y dijimos por otra parte que el Partido no puede ejercer la Dictadura. Es demasiado pequeño en relación al oponente y al proletariado. Esto parece ser una dificultad terrible e insuperable. Porque, ¡entonces no tenemos una organización única que dirigir y que pueda lograr la victoria, que haga la revolución!
De esta dificultad aparente hacen uso nuestros oponentes, con el propósito de probarnos que no conocemos el camino a la victoria, al comunismo. De esto es de lo que, por ejemplo, Zinoviev nos acusa en sus explicaciones de las 21 tesis (ver Internacional 11 y 12), cuando polemiza contra el sindicalismo, la IWW en los Estados Unidos, etc., y nos arroja en un mismo saco con éstos (o quizás hace que suene como si no supiese que la “izquierda” quiere algo completamente distinto de lo que los sindicalistas, la IWW, etc.).7
Pero esta dificultad no existe. Porque lo que ninguno de ellos, ni la Unión ni el Partido, puede cuando está solo, lo pueden ambos juntos, cuando se aúnan. Es cierto que la organización de fábrica, la Unión, no puede alcanzar sola la victoria. Y el Partido solo tampoco. Pero ambos juntos pueden. Porque la organización de fábrica, justo porque es la organización en las fábricas, hace a los proletarios gradualmente comunistas conscientes, luchadores esclarecidos. Una parte permanece aún obscura, y tiene que seguir así por las condiciones de clase miserables del proletariado. Aun la mayoría de la Unión no llegará a la claridad más plena, a la verdadera profundidad y al gran conocimiento económico y político. Pero el Partido interviene en eso. Esta parte de los proletarios, en verdad no muy grande, tiene un profundo y amplio conocimiento, y aconseja y ayuda a la otra parte. Y al Partido.
La Unión quiere el Partido. El Partido quiere la Unión. Los miembros de uno son los del otro. Ambos, por lo tanto, en la más íntima alianza. Y ambos teniendo solamente un objetivo: la revolución y el comunismo. Y ambos solamente un medio: la Dictadura de los Proletarios, del conjunto de la clase.
Pero, ¿cómo es posible ésta última? ¡Porque aún nosotros mismos dijimos que la mayoría de los proletarios no posee conocimiento ni fuerza suficientes! Esto se hace posible a través del proceso del desarrollo, a través de la lucha. Se hace posible a través de la revolución misma.
La Unión agrupa a una parte siempre mayor del proletariado, y se unen al Partido también gradualmente todos los elementos más esclarecidos y mejores. Cuando entonces la Unión y el Partido, cada uno a su manera, cada uno de acuerdo a sus fuerzas, educa a sus miembros en la lucha, entonces elevan a estos miembros siempre más alto. Hacia la fortaleza de espíritu y de acción. Y cuando luego, finalmente, la organización de fábrica, la Unión, agrupe (como los sindicatos ahora) a la parte más grande de los proletarios, y un número muy grande de miembros se hayan vuelto comunistas conscientes, esclarecidos, y la unidad con el Partido se haya completado, entonces la Unión será idéntica al proletariado, ella será el proletariado. Y una vez que la Unión sea un todo con el Partido, el proletariado será también un todo con el Partido. Entonces la Unión, es decir, el proletariado, estará tan altamente elevado, y la unidad del Partido con el proletariado será tan amplia, que la Dictadura de los Proletarios, de la clase misma, será posible.
Entonces es mediante la unidad del Partido y de la Unión como se logra la Dictadura de Clase. Entonces los dirigentes y los soviets se originarán también desde la Unión y el Partido, o sea, desde el propio proletariado, y estarán presentes. Entonces se alza el objetivo de toda la lucha en Europa occidental y Norteamérica, esto es, la Dictadura de los Proletarios mismos, sin la cual aquí, en Europa occidental y Norteamérica, por las condiciones de clase, a partir de razones histórico-materialistas, ninguna victoria, ningún comunismo es posible. Entonces, ninguna dictadura de partido o de jefes es necesaria o posible más. Éste es, por lo tanto, obreros de Alemania e Inglaterra, Europa occidental y Norteamérica, nuestro plan, el plan de la “izquierda”, de la oposición en la III Internacional. A esto, obreros de Alemania e Inglaterra, Europa occidental y Norteamérica y del mundo, es a lo que aspira la “izquierda”.
Esos son sus métodos: 1) Agrupamiento unitario de todos obreros, de la gran mayoría de los proletarios, en la Unión. 2) De los obreros más esclarecidos en el Partido. 3) Unidad de la Unión y del Partido. Y este es su fin: La Dictadura de la Clase, de los proletarios mismos.
¿Qué os parece, obreros de Europa occidental y Norteamérica? ¿Os parece quizás mejor que la dictadura de partido de los rusos (que fue necesaria allí) y de la III Internacional? Importa poco, camaradas, si esto os complace. Porque lo que decimos aquí es necesario. Se sigue de las condiciones de clase en Europa occidental y Norteamérica.
Aún una observación: ¿Debe el Partido obtener el mayor poder? ¿O debe quizás la Unión llegar a ser tan fuerte y firme que consiga la predominancia? No podemos saberlo. Esto depende mucho del curso de la revolución. La cuestión es vana y ociosa. Todo lo que podemos hacer es: promover los dos y la unidad de ambos. Esta es, por consiguiente, la táctica de la “izquierda”, completamente clara, uniforme, coherente para cualquier proletario clarificado; el plan preciso del camino a la revolución.
¡Organización de fábrica o Unión y Partido! ¡Unidad de ambos! Y por medio de ambos y de su unidad: ¡Dictadura de Clase!
Esto no puede proporcionar una táctica más clara, un plan más preciso. Por lo tanto, cuando Zinoviev, y la III Internacional en general, nos preguntan (en la explicación de las 21 tesis), nos preguntan a la “izquierda”, quién, de acuerdo con la nuestra opinión, se ocupará en el período de transición al comunismo de la administración económica, del sustento público, de la educación pública, etc. –de lo que, según su opinión solamente puede ocuparse el Partido–, entonces nosotros respondemos: en Europa occidental y Norteamérica se ocuparán la organización de fábrica y el Partido juntos. Esto quiere decir, por lo tanto, para quien nos haya entendido: el proletariado. Y si nos preguntan: ¿quién erigirá el ejército rojo, si no el Partido? Entonces, respondemos: la Unión y el Partido juntos, esto es, el proletariado. Y si nos preguntan: ¿Quien derrotará la contrarrevolución, si no el Partido? Entonces respondemos: En Europa occidental y Norteamérica, el Partido y la Unión juntos, esto es, el proletariado.
Y si nos preguntan: ¿Cómo serán posibles la disciplina de hierro y la absoluta centralización entonces, si el Partido no es el dictador? Entonces respondemos: La centralización y la disciplina estarán ciertamente allí. La Unión y el Partido se ocuparán juntos. Pero no será en absoluto justo como en su caso. Esto se sigue de las condiciones de clase. De los números ya. Porque aquí un setenta por ciento de la población es proletaria, mientras que en su caso ¡lo es solamente un siete por ciento! Quien no comprenda que la disciplina y la centralización serán, por lo tanto, diferentes aquí respecto de allí, es que es imbécil.
cuando nos preguntan cual es, entonces, allí, el plan general para la organización de la revolución y el camino hacia el comunismo, y nos desprecian e insultan porque nosotros, de acuerdo con su opinión, no tememos ningún plan, entonces nosotros contestamos: Es únicamente por vuestra causa que no nos entendéis. Veis todo con una luz tan incierta que pensáis que solamente es posible la vía rusa. Pero nosotros tenemos un plan preciso y una vía clara: Unidad de Partido y Unión, esto es, de los proletarios. Y Dictadura de los Proletarios. Nosotros queremos solamente sumarnos a nuestros amigos, los rusos.
Después de que el proletariado se haya alzado contra vosotros, el Partido comunista, en Kronstadt, y después de que también hubiéseis impuesto el estado de sitio en Petersburgo contra el proletariado (lo que en vuestro caso fue necesario, como toda vuestra táctica), ¿ni siquiera entonces, aun así, os viene el pensamiento de que sería mejor tener, pues, una dictadura de clase en lugar de una dictadura de partido? ¿Y que quizás sería mejor, pues, si en Europa occidental y Norteamérica no viene una dictadura de partido sino una dictadura de clase? ¿Y que quizás allí tenga razón la “izquierda”?
Quizás os viniera este pensamiento en ese momento. Pero, incluso si este pensamiento vino, entonces aún no habéis comprendido correctamente el asunto. Porque aquí la dictadura de clase no es solamente mejor, es absolutamente necesaria. Esto podéis entenderlo incluso mejor, por las razones ya mencionadas, de este modo: Vosotros podéis, como una parte de los proletarios mismos, levantaros contra Kronstadt y Petersburgo, suprimir aún la contrarrevolución. Porque es débil respecto de vosotros. No obstante, en vuestro caso, si una parte de los proletarios mismos se levantase contra vosotros, vencería. Porque la contrarrevolución es mucho más poderosa que vosotros.
Aun así, en nuestro caso la dictadura de clase es, por lo tanto, necesaria, absolutamente necesaria. Y la dictadura de partido imposible. La “izquierda” tiene, por consiguiente, no sólo un plan preciso y adecuado, sino aún el único posible y el único necesario. Un plan contrapuesto al suyo, que está dañando de un modo absoluto la revolución en Europa occidental y Norteamérica.
Y con esto queremos concluir. Con unas palabras acerca de esto, sobre la táctica rusa para Alemania, para Europa occidental, para el proletariado alemán, inglés, europeo occidental y norteamericano, para el proletariado mundial. Vosotros, obreros alemanes e ingleses, europeos occidentales y norteamericanos, pudisteis ver recientemente en el breve período de Marzo de 1921 en Alemania el resultado de la táctica de los rusos y de la III Internacional, y el de la táctica de la “izquierda”. La III Internacional, que utilizó el parlamentarismo y la táctica de células. Y la “izquierda”, que es antiparlamentaria y pretende la organización de fábrica. La III Internacional, que quiere la dictadura de partido; la “izquierda”, que quiere la Dictadura de la Clase. El resultado de la táctica de Moscú, de Lenin, Zinoviev, Radek y de la III Internacional, de la dictadura de partido, etc., fue: un putsch comandado desde arriba, una terrible derrota, el fiasco de la táctica de células y del parlamentarismo, la traición de parte de los dirigentes (Levi), la descomposición del Partido Comunista Unificado (VKPD), el debilitamiento del comunismo. Los resultados de la táctica de la “izquierda” fueron (a pesar de que tampoco todo salió como debiera) la unidad y la uniformidad (Einheitlichkeit) del Partido Comunista, el fortalecimiento de este Partido y de la Unión –el avance del comunismo.
Nosotros os decimos: No sólo teóricamente, histórico-materialistamente, la táctica de la “izquierda” es la mejor; también se ha demostrado la mejor prácticamente. Es mejor prácticamente precisamente porque es mejor su teoría. Las organizaciones de fábrica y la Unión construidas sobre ellas; el Partido antiparlamentario, no dictatorial, como el KAPD; la unidad de ambos y aspirar y formar ambos, a través de la palabra y del acto, a través de la teoría y de la lucha, la Dictadura de Clase de los Proletarios; éste es, por lo tanto, el camino claro, práctico y teórico, hacia la victoria. La vía de Moscú, del VKPD y de la III Internacional, es claramente el camino hacia la derrota, hacia el hundimiento.
¡Obreros de Alemania, Inglaterra, Europa occidental y Norteamérica! ¡Sólo si os unís siguiendo una táctica científica, es decir, histórico-materialista, partiendo de las condiciones de clase, está cierta vuestra victoria! Solamente una táctica científica tal puede también traeros la unidad.
Uníos, obreros de Alemania, Inglaterra, Europa occidental y Norteamérica, al KAPD o a los Partidos que son como el KAPD, y a las Uniones que son como la Unión Obrera General de Alemania.
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NOTAS:
1 La grandeza de Lenin no consistirá menos en que haya determinado, la Revolución rusa y su táctica para la revolución, absolutamente y durante tiempo prolongado de acuerdo con las condiciones de producción y de clase de Rusia, especialmente de acuerdo con las condiciones agrarias. Solamente es desafortunado que él, y con él todos los rusos y el conjunto de la III Internacional, hayan descuidado totalmente las condiciones de producción y de clase de Europa occidental y Norteamérica en la determinación de la táctica para estos continentes. No hay ni rastro de materialismo histórico en las 21 tesis de Moscú. Las condiciones de clase de Europa occidental, tan distintas de las recíprocas en Rusia, ¡no se nombraron ni siquiera una vez!
La táctica de Rusia es simplemente calcada, y lo que era correcto en Rusia impuesto a Europa occidental y Norteamérica. Por supuesto, con consecuencias desastrosas. El proletariado alemán ya se desangra y los Partidos como el VKPD ya se dividen debido a la táctica rusa, que no descansa sobre la realidad efectiva de Europa occidental
2 Este desarrollo, que ha comenzado ya antes de la guerra, se incrementa ahora, no obstante, de un modo gigantesco.
3 Léase sobre esta cuestión, y en general sobre la cuestión de la Unión, el folleto: La Unión Obrera General (La Unión Obrera General [organizaciones de fábrica revolucionarias], publicado por el distrito económico del Gran Berlín; Berlín, 1921) (Edit.)
4. Se propuso formar no partidos, sino fracciones, en la Unión. Esto conduce al caos y condena a la Unión a la impotencia.
5. Léase mi «Carta a Lenin», en la que demostré esto.
6. También puede verse ya el oportunismo de la III Internacional, que quiere un partido de masas comunista. Esto también se debe ahora a que, dado que no quiere organización de fábrica, y dado que la táctica de células falla para la extracción de sindicalistas, no consigue con todo ningunas masas organizadas, salvo en el Partido. Con qué consecuencias, lo ha enseñado la Acción de Marzo. Ya he señalado bastante a menudo que un pequeño partido en Rusia, solamente pudo dominar a los oponentes y al proletariado debido a que tuvo la ayuda de los campesinos pobres. Pero también allí se muestra ahora como es de terrible cuando no se tiene a toda la clase de los proletarios como dictador. Mírese Kronstadt. Porque al final solamente los proletarios y no los campesinos son una ayuda segura.