El Sudaméricano
ADVERTENCIA A LA SEGUNDA EDICIÓN
La integración mundial, última etapa del capitalismo (Respuesta a una crítica)
Como colaboradores del profesor Silvio Frondizi, le hemos solicitado la reimpresión de una primera versión ampliada de su teoría de la integración mundial capitalista en manos de Estados Unidos, de gran utilidad para superar el estado de confusión ideológica que hoy padece el mundo.
Hemos procedido así, y el profesor Frondizi ha accedido a nuestro pedido, por varias razones. Ante todo, porque su teoría se ha visto confirmada por la realidad actual. Además, porque frente a esta constatación ha sido aceptada en sus conclusiones generales por casi todos los investigadores y políticos. Las discrepancias surgen en su aplicación estratégica y táctica, es decir en el proceso de superación de tal estado de cosas.
Un ejemplo ilustrará nuestra afirmación. Mientras los dirigentes de la U.R.S.S. y los stalinistas en general aceptan la existencia de la integración mundial capitalista, procuran romper dicho predominio tratando de abrir una brecha entre dicha potencia e Inglaterra y/o Francia, por ejemplo. Es decir que tratan de quebrar la integración, pero dentro de los marcos del sistema capitalista, aplicando por lo tanto métodos reformistas. Postura esta utópica y reaccionaria, similar a la de los ideólogos políticos pequeño-burgueses que han pretendido siempre luchar contra el monopolio predicando un retorno al capitalismo “ideal” de la libre competencia.
El profesor Frondizi cree, por el contrario, que la integración mundial capitalista puede ser deshecha única y exclusivamente en la lucha abierta con el propio sistema que la sustenta y del que es la consecuencia lógica y fatal. Sostiene, asimismo, que las tareas liberadoras de nuestro tiempo no podrán ser cumplidas por las serviles y caducas burguesías nacionales aliadas al imperialismo, sino por los sectores sociales no vinculados a ninguna forma de privilegio y opresión, es decir, por el proletariado como caudillo revolucionario de las masas explotadas.
El deseo del profesor Frondizi de mantener la versión originaria de su teoría le ha movido a publicarla sin modificaciones, pese a que algunas expresiones deberían ser reformadas para quitarles cierta apariencia de interpretación superestructural.
Buenos Aires, abril de 1954
Marcos T. Kaplan – Ricardo C. Napurí
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La evolución capitalista y el principio de soberanía1
Mucho se ha hablado recientemente sobre la nueva orientación, tanto teórica como práctica, de la política internacional de las grandes potencias, y se ha llegado a discutir acerca de las consecuencias de dicha política sobre la soberanía de las demás naciones.
El debate ha sido intenso y apasionado, pero poco se ha hecho para penetrar en la raíz del problema en busca de una interpretación científica del mismo, pese a que distintos factores indican el camino a seguir para lograr una interpretación correcta.
Nosotros trataremos de seguir dicho camino en este primer ensayo, encarando el problema en sus líneas generales, y dejaremos para otra oportunidad un desarrollo más amplio.
Como la sociedad moderna se mueve de acuerdo a su propia dinámica interna, para comprender el estado actual de las relacionen entre las diversas naciones soberanas es necesario examinar el estado actual del proceso evolutivo del sistema capitalista.
Este proceso ha pasado, hasta hoy, por tres etapas o períodos perfectamente diferenciados.
El primero de dichos períodos, estudiado por Marx, a quien se deben las bases para todo estudio científico ulterior, es el de la competencia nacional. Se caracteriza, desde un punto de vista general por un desarrollo primario del sistema capitalista, basado en la libre competencia. De aquí que sufra una acción moderada de su contradicción fundamental: el carácter social de su producción y el carácter individual de la apropiación.
En el orden internacional esta etapa se presenta con una característica perfectamente definida: acentuación de las nacionalidades.
Esta característica es, en parte, producto de las fuerzas históricas, porque la modernidad se constituyó sobre la base de la formación de los Estados nacionales; y en parte debido a las propias necesidades del sistema capitalista.
El segundo período, estudiado por Lenin como desarrollo lógico del anterior, es el de la formación de los sistemas imperialistas nacionales. Se caracteriza, en el orden interno nacional, por una marcada acentuación de las contradicciones del sistema capitalista, que lo lleva a sustituir la libre competencia por el capitalismo monopolista.
A su vez esta sustitución lleva, al acentuar la contradicción del proceso de acumulación, a que la exportación de capitales hacia los países menos avanzados se transforme en el rasgo sobresaliente de las relaciones económicas mundiales.
Dicha situación es consecuencia de la ley del sistema capitalista referente al desarrollo desigual de las diversas potencias, consecuencia, a su vez, del elevado nivel alcanzado por las fuerzas de producción.
El resultado natural en el orden internacional es la lucha entre las grandes potencias capitalistas para la obtención de materias primas y mercados. En otras palabras, la competencia internacional imperialista, con la consiguiente división territorial del mundo. Como ejemplo clásico de esta etapa puede indicarse la lucha entre Inglaterra y Alemania.
Este período, si bien importó, sobre el anterior, un avance en el proceso capitalista, amplió, de acuerdo a la contradicción intrínseca que caracteriza la dinámica del sistema, sus contradicciones. Dichas contradicciones pueden ser sintetizadas, de acuerdo a un conocido esquema de Lenin, en la siguiente forma: 1o) acentuación de la oposición de clases dentro de los respectivos países capitalistas; 2o) oposición de las potencias capitalistas entre sí; 3o) oposición entre las potencias capitalistas y las naciones de tipo colonial.
Esta segunda etapa que acabamos de bosquejar perduró hasta que la situación económica y política lo permitió, pero en la actualidad el problema se presenta en términos muy distintos. Es precisamente lo que pasamos a examinar: la tercera etapa, la actual, que puede ser denominada de la integración mundial capitalista.
Las nuevas condiciones, que explican la transformación de la política mundial del capitalismo, son fundamentalmente las siguientes:
Ante todo, la enorme intensidad alcanzada por las contradicciones internas en los países capitalistas, particularmente en los Estados Unidos. Bástenos recordar para demostrarlo, el grado que allí alcanzó la desocupación en el período crítico anterior a la Segunda Guerra Mundial. O la política del presidente Roosevelt, tendiente a equilibrar la situación económica por medio de subsidios del Estado. La última información establece que el 43% de los hombres adultos de los Estados Unidos cobrarán subsidio de veteranos. Agreguemos las huelgas posteriores a la cesación de las hostilidades, y las tentativas para reprimirlas mediante leyes anti-huelgas.
La segunda condición está dada por la franca ruptura del equilibrio entre las principales potencias capitalistas, equilibrio que era uno de los fundamentos del período anterior.
La ruptura de dicho equilibrio es consecuencia de la antes aludida ley, inherente al sistema capitalista, que se refiere al desarrollo desigual de las potencias que lo integran. Este desarrollo desigual le permite realizar por medio de la potencia directora, Estados Unidos, el postrer avance.
Así como la dinámica interna del sistema tendió, en un momento, a una integración nacional de la producción, podríamos decir a socializarla, a través de la división del trabajo, hoy tiene por gravitación natural a realizar dicha integración en el plano internacional.
Esta tentativa no es la primera, pues su objetivo siempre constituyó el sueño dorado de las potencias capitalistas. Lo único nuevo está dado por las condiciones históricas actuales, favorables para llevar a feliz término dicha empresa.
Para ello es necesario someter a revisión el principio de soberanía y modificar la política seguida con las demás potencias. Lo primero surge con toda claridad de la tarea a que se han dedicado los teóricos del capitalismo. Dice, por ejemplo, a este respecto Emery Heves:
“La abolición del particularismo internacional y económico es una necesidad histórica. La restricción de las soberanías nacionales y el principio del proceso de la integración internacional, será el resultado más cierto de esta guerra.
“Este desenvolvimiento puede cumplirse en dos formas: ya por mutuo convenio entre las naciones hasta ahora independientes y soberanas o ya imponiéndolo por la fuerza.
“Si el nuevo orden democrático ha de ser creado por compulsión –de acuerdo a los precedentes históricos, así ocurrirá– entonces es esencial que las naciones angloamericanas se empeñen en la tarea. Y han de empeñarse en ello no sólo porque de la adecuada organización del mundo dependerá la supervivencia de sus propias instituciones democráticas y la existencia misma de sus pueblos, sino también porque los siglos pasados han probado que en la presente fase de la historia humana, la supremacía angloamericana significa progreso general para toda la humanidad, mientras que todos los intentos de dominación por cualquier otra potencia mundial siempre significaron reacción contra la evolución democrática.
“Las naciones democráticas deben renunciar a sus conceptos estáticos y defensivos e imbuirse con el espíritu dinámico de ataque y de conquista”.2
Por su parte, la realidad de la política internacional de los Estados Unidos sigue pari passu esta concepción. Lo demuestra, entre otras cosas, la nueva orientación de los últimos acuerdos internacionales, así como la política de tipo “progresista” iniciada por Roosevelt, tendiente a estimular cierto desarrollo industrial de las potencias menores.
Lo confirma la tendencia de Estados Unidos a superar el actual sistema colonial. Explica esta política, ante todo, la necesidad de elevar el nivel general de vida de los países atrasados, con el fin de capacitarlos para absorber capitales y productos manufacturados.
Verdad es que esta política se explica, también, por la especial situación en que se encuentra dicha potencia frente a los demás países imperialistas. Su tardía aparición en el escenario mundial le impidió participar activamente en el reparto del mundo; por eso se inclina hacia la independencia de las colonias, tal como lo hizo Inglaterra cuando las posesiones españolas trataban el desarrollo de su comercio internacional.
Con la tentativa de integración mundial, el sistema capitalista trata de superar sus dificultades internas, pero al mismo tiempo se aproxima a la situación límite, más allá de la cual no puede pasar sino a través de su radical y definitiva transformación en una economía socialista o, para decirlo con una expresión integral, en una sociedad democrática con base económica socialista.
El tercer factor que gravita en la orientación de la política internacional del capitalismo lo constituye la aparición de Rusia, es decir una potencia de tipo socialista, en el escenario mundial.
Hemos indicado en repetidas oportunidades las consecuencias de esa aparición en el orden interno de las potencias capitalistas, sobre todo en aquellas en las que las fuerzas de avanzada estaban a punto de dominar la situación. Hemos dicho a ese respecto que el totalitarismo era el sucedáneo capitalista del experimento ruso, tendiente a detener el avance de las izquierdas en el frente interno.
Aquí podemos indicar someramente las consecuencias en el plano internacional. La presencia de una potencia de tipo socialista como Rusia acerca, por reacción natural, a los gobiernos de las potencias capitalistas, y refuerza así indirectamente la tentativa de integración mundial de su sistema.
De todo lo expuesto surgen las siguientes conclusiones fundamentales: ante todo, el planteo realizado nos pone en presencia del estado actual de la evolución capitalista, al mismo tiempo que indica las causas de la tendencia mundial a restringir el principio de soberanía.
Además, al poner en claro el sentido de la estrategia mundial del capitalismo, está señalando a las fuerzas que se le oponen el camino a seguir, es decir, también la integración de un frente mundial.
Con ello, las fuerzas de avanzada revolucionaria adquirirán la cohesión que no tienen y necesitan, y verán enormemente simplificada su tarea, v. g. al quedar casi borrada, en el orden nacional, la diferencia entre capital imperialista y capital nacional.
Buenos Aires, septiembre de 1946
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NOTAS:
1. El presente ensayo fue entregado para su distribución, en castellano, francés e inglés, a una agencia periodística internacional. La “peligrosa exactitud de su contenido” impidió que se cumpliera con el plan original. De aquí que fuera reproducido en forma irregular en algunas revistas y diarios. Hoy lo publicamos, a pedido de nuestros amigos, en una forma manuable y de más fácil distribución
2. Manifiesto democrático, trad. p. Mariano A. Barrenechea, Buenos Aires, Claridad, 1945, pp. 174-175
LA INTEGRACIÓN MUNDIAL, ÚLTIMA ETAPA DEL CAPITALISMO por Silvio Frondizi (1946)