La larga noche neoliberal en Galicia

Fuente: https://www.sinpermiso.info/textos/la-larga-noche-neoliberal-en-galicia                                                                                              Millán Fernández                                                                                                  16/05/2020

1. Perfil de Núñez Feijóo: un repaso sucinto de su mandato hasta la aparición del virus

El pasado 18 de abril se cumplieron exactamente once años de la llegada de Feijóo a la presidencia de la Xunta de Galicia a lomos de los incipientes y posteriormente muy contundentes efectos sociales de la crisis-estafa del 2008, en pleno derrumbe del zapaterismo y su réplica bipartita (PSdeG-BNG) en el gobierno gallego. De no concretarse un cambio en la próxima convocatoria electoral, sobre la cual no tenemos nueva fecha todavía (estaban fijadas para el 5 de abril), afrontará su cuarta legislatura alcanzando en el tiempo la etapa de Fraga y habiendo dejado a su paso un paisaje bien distinto al que heredó del paternalista animal político villalbés, quien había sido ex-ministro franquista. La pandemia trastocó sus planes y estrategias de campaña, concebidas en su día para operar en una balsa de aceite.

Alberto Núñez Feijóo ostenta importantes cargos de responsabilidad y dirección política desde 1991, aquí en el país y en la Administración General del Estado: Insalud, Correos, Ministerio de Sanidad…casi tres décadas recorridas de la mano de su mentor Romay Beccaría, figura pata negra nacional-católica que ahonda sus raíces ideológicas en la dictadura de Primo de Rivera por ascendencia paterna y continuadas en su propia carrera al ser alto cargo tardofranquista. Alguien que todavía hoy forma parte del Consejo de Estado como letrado, a sus 86 años. Es su verdadero padre político.

Como casi todo el mundo conoce, pero nunca sobra refrescar, Feijóo se relacionó y viajó de forma regular durante años por media Europa con el capo del contrabando Marcial Dorado, cuando ejercía de número dos de la consejería de ¡Sanidad!, a las órdenes de Beccaría. Por aquel entonces (años 90´s) ya habían detenido a Dorado en la famosa Operación Nécora y por lavado de dinero. Era bien conocido en las Rias Baixas, y en medio país. Sea esto último ejemplo perfecto del ecosistema en el que nace, medra y se reproduce cierta tipología de élite política autóctona como la que representa el, por aquel entonces, aspirante a dirigente Núñez Feijóo.

Según describe el periodista Nacho Carretero en el libro Fariña, en aquella etapa la estrecha relación entre la criminalidad organizada y el poder político en Galicia estuvieron a punto de convertirla en una suerte de Sicilia ibérica en donde las mafias habrían reinado a sus anchas. Inolvidable aquel titular de una entrevista que el diario El País hizo al reconocido amigo de Feijóo estando aquel entre rejas, al cumplir condena por narcotráfico: “Siempre supe que Feijóo llegaría lejos: transmitía honradez”.

Es proverbial, casi ya una leyenda, la capacidad innata de cierta “clase dirigente gallega” para atornillarse a las estructuras político-administrativas del estado en connivencia con las clases extractivas, así como también lo es su deserción traicionera a los intereses de las clases populares, considerando a nuestro país como un mero “territorio” a expoliar y un buen trampolín a través del que “dar el salto” a Madrid, y no como una ciudadanía a la que defender y servir. Significa, posiblemente, nuestra mayor rémora histórica y condición inescindible del empobrecimiento y atraso secular.

En esta línea, se le atribuye al dictador ferrolano Francisco Franco (por el hispanista inglés Paul Preston) una frase, durante los “anos da fame” en la post-guerra civil: “Yo no haré la tontería que hizo Primo de Rivera. Yo no dimito, de aquí al cementerio”. Como, a la postre, así fue. Otros después, como Mariano Rajoy, fueron expulsados para siempre del ejercicio del poder a través de una moción de censura que lo inhabilitaría para el cargo debido a su implicación directa en la rueda de la financiación ilegal y el dinero negro como método corrupto que riega el engranaje de la derecha española desde la instauración del estado franquista. Fueron casi cuarenta años saltando de institución en institución hasta alcanzar la cúspide del gobierno central. Higiene democrática.

En el año 2009, después de la campaña electoral más ruin y sucia que se recuerda y en donde los principales poderes mediáticos y económicos desataron su furia contra Emilio Pérez Touriño (PSdeG-PSOE) y Anxo Quintana (BNG), asciende a la presidencia de la Xunta de Galicia un tecnócrata forjado a la sombra del poderEl golpe del sector do birrete (perfil político dentro del aparato del partido que hace referencia a representantes urbanitas, mayormente castellano-hablantes y formados en la universidad) al da boina (perfil más vinculado al entorno rural, en buena sintonía con el paisanaje y continuador de las redes caciquiles decimonónicas) ya se consumara en el seno interno del PPdeG ante la desaparición política y finalmente física de “Don Manuel” (Fraga). Ningún complejo el de aquella nueva derecha urbana gallega, mimetizada a conciencia con la madrileña más que nunca anteriormente.

Es muy ilustrativo que una de las primeras felicitaciones que recibe en forma de gran abrazo en el acto de toma de posesión como nuevo presidente de la Xunta sea la de Ignacio Galán, homólogo suyo en la transnacional energética Iberdrola y responsable último del proyectado atentado ecocida contra el patrimonio natural de los Canóns do Sil, entre otros. Un abrazo fraternal con alguien que tenía en mente destrozar el espacio natural del entorno en donde el mismo nació. No hay sentimentalismos que valgan cuando de ascender y conservar el poder se trata. En esta línea, Galicia es una nación excedentaria en lo energético que tiene los precios al consumo más elevados del estado español teniendo, a su vez, un nivel de rentas por debajo de la media. Una muestra, entre otras muchas, de su condición colonial.

Desde aquel 2009, Feijóo recibió un trato exquisito en la prensa cipaya local, hasta hoy: jabón y más jabón en los medios públicos y privados subvencionados. En la práctica es el pueblo quien invierte en su propia desinformación en un lugar en donde, como bien sabe el periodista Anxo Lugilde y muchas otras y otros: “En Galicia existe un problema gravísimo de libertad de información”.

Es difícil que lleguen a las mayorías populares los mensajes alternativos y de las voces críticas del país si no es a través de algún medio digital de alcance social limitado. El dominio exclusivo del circuito de la información relevante es aplastante y ni tan siquiera es accesible para el gran público enterarse con cierta profundidad de buena parte de los debates que se producen en la política autonómica. Se sigue la lógica de la política estatal y se ha perdido el pulso y el control democrático de la dinámica interna. Algunas y algunos periodistas son represaliados por denunciar la vil manipulación y la propaganda institucional, y son más de cien los “Viernes Negros” consecutivos en donde los profesionales de los medios públicos claman por una gestión de los mismos alejada de la descarada y descarnada intervención política. No siempre fue así. Feijóo, bajo esa aura “tecnócrata” y aparentemente desideologizada, esconde una concepción cesarista y absolutista del ejercicio del poder: él y su partido son la Xunta, y la Xunta es él.

El actual presidente fue en su día un pionero enarbolando la bandera de la austeridad dogmática, la cual inauguraba un ciclo y relato de época para todo el estado ante las exigencias a los pueblos del Sur provenientes de la Troika europea. Un ejecutor avanzado de las duras políticas empobrecedoras para grandes masas de población por medio del socavamiento del “estado de bienestar”. Con los efectos llamando a la puerta de las casas, y en un país como el nuestro, palabras como “austeridad, ahorro y trabajo duro” encajaron bien pues conectan con el imaginario y memoria colectiva de un pueblo sometido a privaciones y sufrimientos durante siglos que solamente pudo salir a flote por los esfuerzos ingentes de generaciones que conocieron, por ejemplo, la diáspora y emigración. También en nuestro tiempo son miles los jóvenes formados en nuestras universidades los que se ven empujados a buscarse la vida lejos de su tierra.

Faltaba la letra pequeña del cuento: esa austeridad únicamente afectaría a los de abajo, como siempre, a través de recortes presupuestarios en los servicios públicos que impactaban gravemente en la calidad de vida de las mayorías.

Austeridad como receta y la promesa de revertir “las políticas radicales del nacionalismo galego”: nos imponen el gallegobilingüismo harmónico y toda cuanto eufemismo y mentira hiciesen falta para justificar el inicio de un proceso de analfabetización masiva en la lengua y cultura propias del país para las generaciones futuras: esto supone el patrocinio de la desmemoria y de la desnacionalización gallega desde las instituciones de autogobierno, incumpliendo y deturpando el sentido último para el que fueron concebidas en su día a la salida de la llamada “Transición”. Mediante estos dos ejes, made in FAES, se ganaba favores y contrapartidas fuera: maltratar a nuestro pueblo fue siempre premiado en la Corte.

Así pues, Galicia sirvió como laboratorio de las políticas de austeridad, pero también de la articulación de respuestas contra-hegemónicas y contestatarias desde el ámbito de las izquierdas a través de la experiencia transfronteriza entre independentistas y federalistas de Alternativa Galega de Esquerdas (que luego evolucionó entorno a las mareas municipalistas) y la labor opositora del nacionalismo gallego de base popular a través de su herramienta histórica y mayoritaria: el Bloque Nacionalista Galego. AGE, liderada por el catedrático y líder histórico del nacionalismo gallego Xosé Manuel Beiras, supuso una experiencia pionera en cuanto al diagnóstico, el discurso y la ambición de cambiar la lógica de la representación al servicio de las mayorías al calor de las movilizaciones anti-sistémicas del 15-M. Por aquel entonces, el hoy líder de Unidas Podemos y vicepresidente segundo del Gobierno de España, Pablo Iglesias, era asesor de la actual ministra de Trabajo Yolanda Díaz, en el seno de la coalición que irrumpió con notable fuerza en el Parlamento de Galicia.

Fue en Galicia en donde empezaron a manifestarse buena parte de las tensiones que luego se recrudecieron frente al Régimen monárquico del 78 en todo el estado o en la UE con el ascenso y experiencia de Syriza en Grecia. También por aquel momento, y a la vez, comenzaba a articularse desde la base el inicio de la fase de desobediencia que llevó a cabo el soberanismo e independentismo catalán en años sucesivos, hasta el culmen que representó el referéndum de autodeterminación de octubre de 2017.

La realidad es que la negra década neoliberal trajo consigo una buena cantidad de consecuencias letales para la viabilidad del país que muchas y muchos aspiramos alcanzar: hoy Galicia tiene mucho menor peso demográfico, económico y político que hace tan sólo una década. Hoy el ahorro de las caixas (en origen entidades financieras de economía social, sin ánimo de lucro) fue malvendido a capital extranjero, privando de herramientas propias a empresas y particulares, y dejando abonado el terreno al capitalismo más salvaje. Patriotas constitucionalistas violentando la letra y el espíritu de la Constitución del 78 de la misma forma en la que hacen un uso espurio y perverso de los resortes (por pocos y condicionados que sean) que el Estatuto de Autonomía habilita para potenciar el desarrollo y fortalezas del país desde su “autogobierno”.

Las líneas maestras de su gestión fueron diseñadas durante la primera legislatura: desgalleguizar Galicia. Desde aquel momento Feijóo se limitó a persistir en ellas, con resultados realmente desalentadores por eficaces: desde el comienzo de esta negra década neoliberal la deuda pública gallega se multiplicó por siete (en un 135%), alrededor de los 4.700 euros per cápita. En el año 2008 no llegaba a los 1.500 euros los que cada gallega y gallego debíamos. En esta década las provincias del interior (Lugo y Ourense) sufrieron un agravamiento del proceso de pérdida poblacional, con lo que significa en términos de abandono y amenaza al patrimonio y riqueza material e inmaterial más allá de los riesgos económicos, culturales y de equilibrio territorial que esto representa. La masa poblacional no dejó de envejecer (la tasa de natalidad decreció a un mayor ritmo que en los 25 años anteriores). El porcentaje de riesgo de pobreza ronda el 20% y se sitúa, a la par de Cantabria, como la comunidad peor posicionada en la franja norte peninsular. La situación de vulnerabilidad económica de miles y miles de familias es alarmante, contando con alrededor de 600.000 personas en “riesgo de exclusión” a finales de 2019 según datos-UE.

En la década neoliberal la privatización y precarización de la Sanidad Pública llevó a disponer de diez hospitales menos, lo que significa un premeditado ataque a la salud pública asistencial (especialmente a la Atención Primaria) que lleva un 12% de la partida destinada a la Sanidad cuando los expertos recomiendan que alcance un 25% para un óptimo funcionamiento. En cuanto a número de camas disponibles o UCI por habitante, también se sitúa por debajo de las recomendaciones sanitarias. Por no adentrarse en las condiciones de precarización en las que trabajan los sanitarios.

El deterioro de la salud pública no es por tanto producto del azar, si no que viene de la mano bien visible de aquellos corsarios que la vieron como una oportunidad para hacer negocio y enriquecer sus cuentas. A los que Feijóo dio cobertura legal y política, incluso bajo fundadas sospechas de nepotismo y favoritismos. Hasta la tasa de mortalidad aumentó en un 2% desde el año 2008.

Galicia encadenaba tres años de desaceleración económica, y entre 2008 y 2014 se destruyeron más de 2000.000 empleos, recuperándose tan sólo 97.000. Sus políticas de vivienda pusieron siempre por delante los intereses de grandes propietarios y tenedores. Se fue recuperando levemente el saldo migratorio en los últimos tiempos, pero durante estos años emigraron muchas y muchos más ciudadanos gallegos de los que llegaban de fuera…aunque es también cierto que últimamente habían mejorado cuestiones como la relativa al desempleo, en la tónica de percepción generalizada de recuperación hasta este año 2020.

Dejando muchos temas también importantes al margen, esta sería la panorámica general de unas políticas para al país que sitúan a nuestro pueblo en “vías de extinción”, y que resiste como resistió durante siglos: con el poder político-administrativo en su contra.

2. La crisis de la COVID-19 y su gestión en Galicia

La irrupción en nuestras vidas de la pandemia del nuevo coronavirus SARS-CoV-2 y las consecuencias que acompañan, determina inevitablemente y a todos los niveles un antes y un después. Las incógnitas que se abren en todos los órdenes posibles, desde la economía y las finanzas a la crisis social y política venidera pasando por el desorden y tensiones de carácter geopolítico encuadradas en el cuestionamiento del modelo de gobernanza en la globalización neoliberal capitalista conocida, están siendo suficiente y permanentemente tratadas y estudiadas desde incontables puntos de vista y enfoques de pensamiento como hecho social total que es.

Nada de lo que acontece aquí es ajeno a la dinámica del contexto mundial, europeo y del estado español, y son muchas las cuestiones que pone sobre la mesa esta nueva realidad. Aunque debería producir también aquí, al menos, un claro consenso: las políticas incardinadas en el largo y agonizante ciclo neoliberal han demostrado ser un rotundo fracaso a la hora de hacer frente de manera eficaz a situaciones catastróficas. Sabemos que el capitalismo lo es en sí mismo (catastrófico) y sabemos de su incompatibilidad con la vida digna y la vida misma para la mayoría de poblaciones y ecosistemas del planeta. Somos conscientes, por tanto, de los retos de alcance civilizatorio que afrontamos como especie.

Más allá de las reacciones de algunos gobiernos mundiales y del impacto variable de la epidemia en las distintas sociedades occidentales, hay algo que se ha manifestado incontestablemente cierto: la depredación anti-ecológica, la no-prevención, la baja inversión en ciencia e investigación y la privatización y desatención de los servicios públicos de salud ha agravado enormemente la capacidad de respuesta y la situación, lo que hace impostergable un giro radical en otras direcciones.

Y hay algo que, en lo inmediato, debería corregirse: fortalecer los servicios sociales y la sanidad pública al tiempo que se buscan soluciones para que el trabajo, la educación, el ocio, la cultura y la vida puedan seguir desarrollándose requiere que logremos encontrar soluciones que tendrán que ir en la dirección opuesta a la dibujada por una necropolítica neoliberal especializada en producir ejércitos de excluidas y excluidos en forma de enfermos crónicos y discapacitados desatendidos, desempleados y trabajadores pobres, ancianos con pensiones de miseria, personas sin techo y enfermos mentales o inmigrantes sin redes de apoyo ni protección suficiente e institucionalizada.

Todas ellas son cuestiones que van mucho más allá del regate corto y del juego electoral y electoralista, pues atañen a la propia viabilidad de la convivencia social haciendo hincapié en cuestiones hondamente antropológicas. No es pretensión de este texto adentrarse en todo ello si no, más bien, centrarse en lo que podría repercutir esta realidad sobrevenida a efectos socio-electorales y políticos en el ámbito de Galicia:

Si bien es cierto que la epidemia en Galicia no ha tenido un impacto (al menos todavía) como el que se ha manifestado en otras regiones europeas como Lombardía, Catalunya o Madrid, si ha puesto ya de relieve que las políticas públicas mantenidas en los últimos tiempos, y muy especialmente en la última década, son incompatibles con lo que debería ser el futuro: la reacción del gobierno de Feijóo ante la emergencia de la pandemia no fue tan irresponsable y negadora como la de otros gobiernos del mundo de su misma orientación ideológica, más allá de estar condicionada inevitablemente por las decisiones del gobierno central de “coalición progresista”, pero la situación previa derivada del asalto privatizador al servicio gallego de salud y, muy especialmente, a la red de residencias de mayores puso de manifiesto las carencias y el fracaso, también moral, de las políticas que priorizan el dinero sobre los cuidados y la vida.

Son empresas multimillonarias o fondos buitre los que, teniendo estrechas vinculaciones con el corrupto PPdeG o la Iglesia Católica, gestionan gran parte de esos geriátricos en los que pereció el 45% de las víctimas de la COVID-19 en nuestro país. Todo ello llevaba años y años denunciándose por medio de grandísimas movilizaciones convocadas por plataformas de profesionales en Defensa de la Sanidade Pública o Vellez Digna proponiendo alternativas a estas políticas directamente “homicidas”. Los recortes en Sanidad, matan.

Alberto Núñez Feijóo está usando esta crisis como una oportunidad para la confrontación directa con el Gobierno de España y demuestra impaciencia y un desmedido interés en dar por superada cuanto antes la crisis con fines electoralistas. Aun cuando se cree que la gran mayoría de la población no está inmunizada y pudiera producirse un rebrote o una segunda ola epidémica, jugando a una calculada ambivalencia entre la aparente colaboración y el uso torticero de las instituciones gallegas como ariete de desgaste contra el gobierno de Pedro Sánchez en su afán personal por optar eventualmente al liderazgo del Partido Popular de Pablo Casado: la contabilización oscurantista de las cifras de infectados y de muertes, la negativa a intervenir centros privados desaprovechando recursos, la “guerra de los test” y el ansia por “anticiparse” al Gobierno tratando de reforzar su imagen de “buen gestor” (con la colaboración inestimable de un aparato mediático lacayo) lo ponen bien de manifiesto. Acciones de regate corto y efectistas, pensadas para la batalla mediática, marcan su desesperada estrategia. Basten dos, como ejemplo: llevar a cabo un supuesto “estudio epidemiológico” con test de dudosa fiabilidad del que no tuvimos noticias por ahora más que acaba de ser “cancelado”, o renunciar a ejecutar actuaciones dentro del marco competencial para luego acusar al Gobierno español de lentitud e ineficacia, como el freno a la tramitación del cobro de los ERTEs.

Son incontables sus comparecencias ante la prensa luego de la suspensión electoral, así como el desprecio constante a la oposición y su falta de rendición de cuentas en el Parlamento, siendo la pauta constante del último mes y medio.

La concepción que tiene Feijóo y su gobierno de lo que debe ser la Sanidad Pública puede resumirse gráficamente en el aumento sostenido durante los últimos años de la partida destinada a servicios religiosos (curas) en los hospitales, mientras se redujo y se reduce la contratación de personal sanitario. Este mes de mayo ha sido declarado de “luto oficial” en toda la comunidad y, a la vez, se ha obligado a los presentadores de la televisión pública a vestir de negro, en un descarado, pero ya normalizado uso propagandístico y partidista de la misma.

Con este balance, está siendo también uno de los representantes públicos más beligerantes contra la extensión quincenal del “estado de alarma” previsto hasta la superación de lo más grave de la crisis sanitaria, en contra del plan de “desescalada” del gobierno, las recomendaciones sanitarias y el sentido elemental de la prudencia. Parece que sus prisas estuvieran más motivadas por celebrar cuanto antes las elecciones, antes de que puedan prosperar las múltiples denuncias penales presentadas por la gestión negligente de la sanidad pública en todos estos años, junto a la presión de los profesionales. Y, muy especialmente, por el escenario dantesco que se produjo en la mayoría de residencias de la tercera edad privatizadas. Eso sí, la Xunta aprovechó este “estado de alarma” para, por ejemplo, reactivar la tramitación administrativa y sacar adelante más de mil proyectos industriales especialmente controvertidos socialmente, por contaminantes. La alerta en estos momentos es, además de sanitaria, ambiental.

No son pocas, por tanto, las polémicas y contradicciones en las que se ha visto envuelto el gobierno gallego en las últimas semanas. En estos últimos días también ha transcendido el uso partidista que se ha hecho del acopio de material sanitario, como mascarillas, en donde se han apurado a colocar el logo y emblema de la Xunta para su reparto. Coste del ejercicio propagandístico: casi un millón de euros.

Todo ello no debería bastar para desviar la atención de lo nuclear y fundamental en lo estratégico: el agotamiento y fracaso de más de una década de políticas contrarias al bien común. Las anunciadas políticas de estímulo económico y el reforzamiento del papel del estado en las economías occidentales van en la dirección opuesta a las seguidas a lo largo de su mandato, pero lo que Galicia necesitaría, a tal punto, es mucho más que un simple cambio de gobierno. Deshacerse cuanto antes de representantes políticos como el sería, tan sólo, un primer paso.

3. El escenario actual y sus posibilidades electorales.

No es desdeñable la capacidad de travestismo político del actual presidente y, aunque a nivel demoscópico el PP no se encuentre en uno de sus mejores momentos, en la sala de máquinas del PPdeG saben bien que el perfil sociológico de su votante y potencial votante poco tiene que ver con el del PP en España.

Y también saben explotar muy bien las debilidades de una oposición con dificultades para estructurar una alternativa conjunta, necesariamente plural y multi-partita, pero que tendría que ofrecer necesariamente más credibilidad y cohesión de lo que demostró en los últimos tiempos. En cualquier caso y en una situación tan excepcional, el escenario es a priori más favorable para la oposición que para el gobernante en ejercicio, ya que se presta a innumerables errores de gestión. Pero también, cualquier tipo de crisis abre oportunidades para los gobernantes: son bien conocidos tanto el efecto “rally´round the flag” (efecto bandera: consistente en el apoyo a corto plazo al dirigente en el poder en situaciones de crisis) como el “efecto Bandwagon” (consistente en apoyar la causa que percibimos como ganadora. Este, en Galicia, es perenne. El PpdeG es percibido socialmente como “valor seguro”). En otras palabras: el comportamiento socio-electoral tiende a ser conservador en situaciones de este tipo. No hacer mudanzas en tiempos de tribulaciones. A esto juega Núñez Feijóo: si se pasa página de la situación de shock, rápidamente podría volvérsele en contra.

Siendo así, el principal enemigo de la oposición sería su desmovilización. Sin embargo, Feijóo llegó al poder con la participación más alta de la serie histórica con un 64,4%.

Más allá de todo esto, de no revertirse la orientación de las políticas mantenidas en la última década seguramente continuemos consolidando un modelo sustentado en la pérdida del número de habitantes y de hablantes del idioma propio, que produce cada vez menos publicaciones y creaciones culturales en gallego. También con un retroceso cada vez más feroz del sector primario (se perdieron tres de cada diez empleos en estos años, pero la tendencia viene de atrás y se relaciona con la entrada en la UE) e industrial, con un desesperante abandono y destrucción impune del patrimonio natural y material, con mayor despoblación rural que, entre algunos más, supone mayores riesgos de incendios y más virulentos (también debido al modelo forestal enfocado a la industria papelera), con mayor turistificación y crecientes problemas de acceso a vivienda digna en las ciudades (en Vigo el precio medio supera los 700 euros al mes), con múltiples agresiones al territorio, con la continuación del espolio que supone la autovía AP9 y cuya gestión está concedida a grandes empresas, etc. etc.

Pero en este lapso de tiempo no todo fueron derrotas…se dieron muchas batallas sociales y se logró alguna victoria popular, como la paralización del proyecto de mega-minería de oro contaminante a cielo abierto en Touro (A Coruña), por recordar alguna das más destacadas. La idea de una empresa canadiense consistía en pulverizar las esperanzas de vida digna en toda una extensa comarca, en una agresión a gran escala a la naturaleza y a la gente del común sin precedentes. Marineros y labradores organizados y en pié de lucha exigieron sus derechos, se produjo auto-organización en sectores como el sanitario o el de los trabajadores de los medios públicos, etc…

Más allá del escenario que dibuja la, muy a menudo, asfixiante política institucional la resistencia y la esperanza seguirán “abajo”: allí es en donde se teje comunidad y se logran pequeñas o más grandes victorias. Es ahí en donde salvaguardamos la cultura y la lengua a pesar de todo o se sueñan las alternativas y la posibilidad de un nuevo sentido común y una futura recuperación nacional con un horizonte de soberanía, justicia y libertad para nuestro pueblo. Sin embargo, urge también un cambio político-institucional que atenúe, en lo posible, todas estas “venas abiertas de Galicia” en un contexto internacional tan problemático como el que tocó vivir, en esta encrucijada histórica en la que asoma la oreja el monstruo neofascista. Frente a la gota malaya del desorden neoliberal existe otra Galicia progresista y que se auto-organiza y lucha: las mayores movilizaciones sindicales del estado español se producen aquí, así como también se manifiesta la fuerza rebelde de un vigoroso y combativo movimiento feminista o se producen otros movimientos de fuerte arraigo e implantación territorial.

Cuando Feijóo despeje la duda de la convocatoria de elecciones (ya suena el 26 de Julio como fecha posible: un día después del Día Nacional de Galicia) conoceremos cuál de las dos gestiona el futuro inmediato en la institucionalidad gallega, que es siempre estrecho medidor para entender la complejidad de la realidad física, social y también política de una nación tan contradictoria como sometida hoy y desde hace años a las disciplinantes reglas impuestas por la ofensiva antidemocrática y antisocial que la derecha y la ultraderecha españolas quisieran reduplicar. Más allá de la pandemia hay un virus que lleva más de una década haciendo mucho daño al cuerpo y a la salud de todo un país: el neoliberalismo y sus fieles ejecutores en las instituciones.

Politólogo, activista y militante de ANOVA-IN, es colaborador habitual como analista político en medios gallegos y del reino de España.

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