Fuente: La Jornada Ángel Guerra Cabrera 03.10.21
El sistema no sufre una perturbación coyuntural, sino fuerte tensión estructural. Lo que se está produciendo ante nuestros ojos es la muerte por éxito del capitalismo neoliberal. Ha logrado que se produzca concentración extraordinaria de capitales y de rentas; el dominio casi absoluto de los mercados que han alcanzado las grandes empresas les ha permitido disfrutar de cuentas de beneficios desorbitados y nunca antes vistos; cifras de negocios gigantescas que vienen de la mano de la rentabilidad mucho más que extraordinaria que su exagerada liquidez les proporciona en los mercados financieros, e influencia social y política que hace poco resultaba sencillamente inimaginable.
Pero todo eso ha provocado también la fragmentación de los mercados, desarticulación productiva tampoco antes vista y pérdida progresiva de rentabilidad, por pérdida de mercado o endeudamiento creciente, de franjas cada vez más anchas de la actividad empresarial.
Lo mismo que el resto de la gente se aleja cada día más de la minoría todopoderosa que lo gana todo, también se excluye del reparto de la tarta a una proporción creciente del pequeño y mediano capital. El capitalismo renuncia a la capacidad de alimentarse alimentando a los demás, que lo ha mantenido exitoso durante tanto tiempo.
Ésa y no la pandemia es la verdadera causa de la crisis de oferta que se está empezando a manifestar: cientos de barcos se mantienen en espera en los puertos donde se nutren las exportaciones mundiales; los precios del transporte marítimo se multiplican hasta por 10 en algunas rutas; cientos de megafactorías están prácticamente inactivas por falta de suministros, lo que se traduce en la paralización sucesiva de los procesos de producción que hasta ahora estaban encadenados (https://bit.ly/3iqkdxY).
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