Fuente: Iniciativa Debate/Jaime Richart
Hoy hablo de esos cínicos que van voceando por tribunas y platós que unos enemigos imaginarios quieren romper España. Y lo dicen, los además muy ignorantes, cuando en realidad España nunca se ha roto. Y no se ha roto, sencillamente porque nunca ha estado entera. Nunca estuvo unida con el ensamblaje de la fundición. Pues ese ensamblaje no se consigue salvando los linderos o las fronteras de los territorios y compartiendo un idioma Ese ensamblaje es fruto de la combinación de una filosofía vital común y de dos principios incorruptibles o prácticamente invariables a lo largo de casi tres siglos: el tríptico revolucionario, por un lado, y el alma de la República, por otro. Lo que hace grande a “la France”. Los territorios que componen esa “España” que, según esos necios se rompe, están adosados sólo geográfica y físicamente, y el idioma y la religión parcialmente comunes, lo han sido siempre por la fuerza de las armas y por la sevicia católica de siglos. Y ahora, por condenas incluso superiores a las correspondientes al asesinato…
Pero admitiendo provisoriamente que España estuviese unida con pegamento, lo primero que la rompió y evitó el intento de una unión natural es una Constitución tramposa fabricada como Ley Fundamental del dictador; tramposa, porque deslizó en ella una monarquía a refrendar por un electorado virgen y tembloroso ante la amenaza latente de un golpe de Estado por parte de un ejército ya más franquista que el propio dictador. En aquel crítico trance el abuso miserable fue flagrante. Súbditos que venían esperando 40 años convertirse en ciudadanos, al menos las clases populares casi medio siglo después se encontraron que eran casi siervos.
Pero es que quienes continuaron rompiéndola fueron los propios franquistas. Disfrazados de conservadores, la desvalijaron desde el poder político y la empresa. Luego, la propia católica Iglesia la rompió aún más. El procedimiento fue el pillaje. Miles y miles de bienes públicos fueron registrados a su nombre conforme a esa filosofía infame del franquismo, enemiga del colectivismo: “lo que es de todos, es del primero que lo coge”. Luego lo que ha terminado de destrozar a España sin, como digo, haber estado nunca entera, es una Justicia de clase; una justicia favorable a las élites e implacable con las clases populares; una justicia que no ha hecho si no atenuar la culpa de esos ladrones públicos con dilaciones y argumentos leguleyos, sin dar nunca cuenta al pueblo de la devolución de lo robado; una justicia que se ha desvelado como el brazo armado del franquismo en el conflicto catalán, una prolongación del TOP, un poder ejecutor benévolo con tantos involucrados en gravísimos delitos económicos que han llevado a España casi hasta la ruina; una pieza que habrá de ser fundamental para sus afines ideológicos de la política que ya, en sede parlamentaria, advirtieron que su plan es acudir constantemente a ella. Otros, en fin, que han contribuido a romperla (si bien parece que ahora intentan redimirse con la denuncia del Concordato, pendiente desde hace cuatro décadas) son esos que desde el arranque del régimen nuevo vinieron envueltos en la bandera del fundador español del socialismo, pero se fueron rápidamente aburguesando y, asemejándose a los otros, los dominadores franquistas, se entregaron a las consignas neoliberales de privatizar hasta el aire que respiramos.
“La España descompuesta” pudiera ser el título de una de esas películas sin pies ni cabeza que se cuelan en las parrillas televisivas, porque al canal le sobra tanto tiempo que ha de tener siempre preparado un bodrio para el delirio de insomnes y el entontecimiento de noctámbulos. Es tal el disparate, que el ejecutivo en unos casos hace de sirviente de los poderes económicos, y el legislativo no sabe por dónde empezar pues sabe que tarde o temprano toda ley acabará en los tribunales, protectores de los energúmenos. En cuanto al rey, ¿no parece un muñeco mecánico que no sabe qué hacer ni hacia dónde tirar?
Todavía recuerdo a aquel hombrecillo con bigote -aún zascandilea por ahí- alertando al personal sobre el peligro de una vuelta a los reinos de taifas. Sin embargo, ya lo veis, no hay tales reinos. Lo que hay, y en en abundancia, en la política, en la justicia, en la clerigalla y en los poderes financieros no son instituciones serias sino variedades de tribus urbanas. En cuanto a esos otros de la banderita en la muñeca y del saqueo que claman con neurastenia la España del chundarata, del toreo, de las vírgenes y pasos santeros del folclore… no os engañéis. Se han portado con ella como un proxeneta con su ramera y la quieren exclusivamente para ellos. Saben bien que, para su propósito, ya cuentan con un nutrido elenco de prevaricadores…
Y todo, para seguir viviendo bajo el clima malsano del franquismo y el viciado del nacionalcatolicismo. Pero eso sí, follando en cualquier parque o cualquier váter, como si aquí no pasara nada. En esto, hay que reconocerlo, es en lo que ha ganado un montón la España rota; rota, incluso antes de haberse hecho o antes de haberse compactado.