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LA CRÍTICA COMO PRINCIPIO por Horst Kurnitzky
Horst Kurnitzky, Retorno al destino, Colibrí, México 2001.
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En tiempos de crisis, sólo la crítica abre posibilidades reales de nuevas perspectivas y caminos para liberarnos del desastre. Eso significa la propia palabra «crisis»: disputa y distinción; separación de costumbres y relaciones destructivas; abandono del camino que condujo a esta situación… El análisis y la desconstrucción radical de la fe equivocada, o sea, la crítica, es una condición para el conocimiento y la posible reorganización de la vida social. Las antiguas recetas no sirven más. No solamente crisis y crítica tienen raíces comunes, ambas son indispensables para cualquier cambio social e individual. La historia y el psicoanálisis no dejan lugar a dudas. Cuando la crisis nos abre distintos caminos, la crítica nos conduce a una necesaria decisión.
Para superar la catástrofe en que vivimos, la crítica radical es una condición sine qua non. Según Immanuel Kant, la crítica es uno de los principios de la edad moderna y es, como la duda para la religión, el vehículo para llevarnos a nuevas posiciones que hacen posible la reconstrucción de la vida humana. Como fundamento de la Ilustración, la crítica incluye la crítica a la Ilustración misma y a todas las concepciones de la edad moderna. Esto lo muestran Horkheimer y Adorno en su Dialéctica de la Ilustración.[1] La crítica incluye la crítica a la superstición y a todo lo sobrenatural; la crítica a la fe en un destino desconocido; así como la crítica a todos los -ismos ideológicos y románticos. Esta crítica no sirve para hacernos regresar a tiempos pasados, donde la vida bucólica vincula a los seres humanos a un supuesto paraíso; tampoco sirve para llevarnos a tiempos pasados disfrazados de un simplificado mundo moderno que soluciona, automáticamente, todos los problemas sociales. La crisis actual requiere una crítica desconsiderada que incluya la crítica a toda promesa de salvación, sea ésta ideológica o tecnológica.
La crítica, y no la fe, es la consigna de este momento. Sobre todo la crítica a la economía y a los economistas, quienes, como sacerdotes primitivos, nos endosan las viejas recetas de la economía liberal, las cuales nunca han satisfecho las necesidades de la gente y nunca podrán satisfacerlas en tanto la sociedad no sea incluida en su cálculo como el elemento esencial. La palabra economía se deriva de oikos, casa, por lo tanto, familia, comuna, sociedad. La sociedad debe ser el punto de partida y no el cálculo, sea éste empresarial o estadístico. Reducir toda la dialéctica a la alternativa, corriente de luz o no, plus o menos, como lo sugiere el mundo de la computación y la IBM, quiere decir, reducir la vida a una fórmula matemática. Pero el principio de la identidad, A es A y B es B, nos muestra que dos cosas no pueden ser absolutamente iguales en el universo. Respecto a la economía, crítica quiere decir tomar posición a favor de la sociedad plural en contra de los intereses particulares. Ni la globalización económica, ni la nacionalización de los bienes y las mentes, ni tampoco un ser sobrenatural, van a salvarnos de la miseria actual.
Partiendo de la sociedad, la crítica retorna a ella. Sabemos que la satisfacción de las necesidades de cada uno de los miembros de la sociedad requiere que las decisiones políticas y económicas sean transparentes. Requiere, como condición de una sociedad civil ilustrada, formas democráticas que permitan la participación de los ciudadanos en todos los asuntos. Por eso, la sociedad tiene que acabar con el dominio de los intereses particulares, como las corporaciones y mafias familiares, que obstaculizan cualquier paso hacia la democratización de la sociedad.
La crítica debe ocuparse también de los medios y la tecnología que estamos usando para la comunicación y la reproducción de la vida. Hace 25 años, en la discusión en torno a los métodos económicos adecuados para alimentar a la gente y garantizarle un estado de bienestar, se criticó a la economía del crecimiento no únicamente porque destruye las fuentes naturales, sino porque también elimina a más y más gente del mínimo de subsistencia. O sea, porque produce un efecto contrario a lo que han propagado los economistas en el poder. Hoy en día, la globalización del mercado financiero, junto con el inmenso capital especulativo, imponen la bolsa de valores como modelo para la economía mundial. Esta tendencia, dicen, es un hecho. ¿Pero hecho por quién y para quién? La crítica tiene que analizar y desconstruir este edificio de la fe moderna.
El automóvil es útil para moverse, pero si todos disponen de un auto, la situación se invierte en su contrario: nos quedamos en la plena inmovilidad. Aquí la crítica tiene que incluir el cuestionamiento a la utilidad y la limitación de estos medios de transporte. Lo mismo es válido para los medios de comunicación. Sin duda, es útil el e-mail y el internet que ofrecen la posibilidad de comunicarse rápido con costos relativamente bajos y de transportar inmensas cantidades de información a cualquier lugar del mundo donde esté instalado un teléfono. ¿Por qué, para qué y a quién le sirve esto, cuando es seguro que miles de millones en el mundo están excluidos para siempre, no sólo porque no tienen teléfono, sino porque la tecnología misma favorece una cierta exclusión física y mental? La selección, la información reducida, el tipo de lenguaje y la ausencia de reflexión que trae consigo el uso de estos medios obstaculizan la formación ilustrada de la gente. Muy parecida a un periódico, la red no puede substituir la educación y menos puede sustituir una biblioteca. La crítica tiene que incluir todo esto en su reflexión.
En una época de remedievalización, cuando el papa nos quiere hacer volver del siglo 20 directamente al siglo 12, en una época de coyuntura de la fe, la crítica tiene que preguntarse: ¿por qué esa gran atracción a la mística y la fe en un dios ex maquina? No es la fe, es la crítica la que nos puede sacar del desastre. Es el conflicto, una cultura del conflicto la que nos une y no la conciliación; menos la reconciliación. En su ensayo En respuesta a la pregunta: ¿qué es Ilustración? [2] Kant escribió: «Toma el ánimo de servirte de tu propia inteligencia para liberarte de la inmadurez. Así comienza la modernidad.
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NOTAS:
[1] Max Horkheimer, Theodor W. Adorno, Dialéctica del Iluminismo, Editorial Sudamericana, Buenos Aires 1969. La traducción correcta de Aufklärung debe ser Ilustración. El Iluminismo fue la doctrina de los iluminados, un grupo secreto masón fundado por Weishaupt en Bavaria en 1776. Este grupo pretendía establecer un sistema moral contrario al orden existente en la religión, la propiedad y la familia.
[2] Immanuel Kant, Beantwortung der Frage: Was ist Aufklärung? (1784), en: Obra (Ed. W. Weischedel), Tomo VI, Schriften zur Anthropologie, Geschichtsphilosophie, Politik und Pädagogik, Insel Verlag, Frankfurt 1964.