Fuente: Portal Libertario OACA 24 Sep 2021 04:01 AM PDT
El territorio español siempre ha sido gestionado por el provecho del Estado. Todos sus gobiernos mediante legislación han aprobado leyes con el pretexto de mejorar el bienestar social y mejorar la economía del territorio, un progreso que no ha sido alcanzado. Es más, la existencia de un terreno inmenso peninsular que han apodado despectivamente como la España Vaciada nos muestra esta desigualdad. Podemos dar constancia que esa prosperidad económica solo la obtiene el Estado y sus instituciones, que cada día van incrementándose, con la economía del despilfarro. Así es que hora ha llegado el turno de la construcción de las empresas estatales antincendios.
Ante este esperpento y la continuación de más incendios sobre la península Ibérica y dando tanto pábulo a las instituciones del Estado como único recurso para sofocar las llamas, voy a pretender dar una posición económica por el gasto que conlleva apagar los incendios frente a el cultivo de los campos calcinados, que deberían de haber estado cultivados. Soy conocedor que los daños son mayores en otras áreas que no son la economía y que afectan a lo social y biológico del territorio, pero será en otro escrito.
Y es sobre esta España Vaciada donde se está dibujando una mancha negruzca por los incendios forestales, que día tras días van ampliando ese olor a quemado. En todas estas quemas los motivos son los mismos, ya que en todos estos pueblos han pasado la misma historia sobre sus gentes y sus tierras. En estos montes donde han surgido las llamas o pueden surgir en cualquier momento, a los vecinos del lugar se les ha imposibilitado el cultivo y el desarrollo de la vida en sus haciendas por muchos motivos. Entre todos hay que destacar dos, el burocrático dependiente de la administración por lo tanto es ella la que nos dicta el proceso o impide; y el motivo económico de la actividad que deja en la empresa una ganancia por la producción mínima e irrisoria.
Es el motivo económico el más problemático en el cosechador al sentirse impotente por no poder obtener un porcentaje de ganancia con la venta de su producción, ya que los precios del mercado están “bajo coste”. Esta impotencia es la sensación de frustración que termina con el abandono de la actividad. Es el productor local el que se siente culpable porque cree que es él autosuficiente en realizar la operación, cuando la realidad es que el valor lo marca las técnicas políticas de los Estados, que ellos regulan según les conviene.
Así, al dar una visión económica del gasto que tiene la zona chamuscada. Y haciendo algo de futurología y valorando que esos campos calcinados estuvieran en producción, obtendríamos una ganancia sobre su cosecha. Esto daría lugar a ampliar las extensiones cultivadas, ahora pobladas de matorral. Al obtener patrimonio en la zona nos lleva a dotar de vida y a paralizar el éxodo, y tratar la vuelta de personas al rural. Además, en estos lugares no existiría incendios al no existir leña, ni maleza y se mantendría la vida biológica y atmosférica.
Por otro lado, tenemos el valor productivo, que llamamos negativo que es el que no existiría, pero lamentablemente existe, es la infraestructura antincendios. Es el gasto que conlleva el mantenimiento y puesta en acción de todas instituciones apagaincendios. Y que es colocado en los presupuestos de la administración fuera del balance de la agricultura, ganadería y alimentación, aunque es donde actúa directamente. Tampoco consta nunca como valor generador de co2 a la atmosfera.
Dentro de esta economía negativa tenemos los dispositivos de mano de obra, los operarios forestales; los medios aéreos y los medios terrestres y toda su infraestructura, todos son los dispositivos que actúan directamente sobre las llamas y según protocolo del incendio. También existe la nueva tecnología política estatal que ha surgido y está en proceso de crecimiento sobre el territorio Vaciado, con el fin de ponerlo en comercialización para el capital y el Estado. Esta ingeniería de tecnologización geográfica 4.0 analiza las características y elementos adversos que afectan al terreno en caso de un incendio; analiza la vegetación para que absorba el co2 de la atmosfera; y también las plantas y árboles sean transformadas en material de biomasa. Unos elementos que aparentan una buena viabilidad de esa naturaleza, claro como no, comercializándola para esas empresas tecnológicas que engrandecen al Estado con más derroche, con mas gasto. Al final, es sabido que la mejora del campo es cultivándolo, ya que no genera contaminación y dota de vida el rural.
A partir del mundo rural con suma facilidad se ve que el incendio forestal es amigo del Estado y de la política institucional, y es el enemigo del cultivo y la vida local del rural. En esta actualidad que vivimos y existiendo un amplio espectro de población simpatizante del ecologismo, resurgido a raíz de los diferentes movimientos de protesta, debería de ser crítica con esa comercialización y por la defensa del rural, del monte y su naturaleza que es la despensa de todos.
Kiko Pariel