Se asocia de inmediato al hablar del Estado de Israel, sionismo su doctrina guía y el judaísmo; ciertamente las leyes del país lo declaran como judío. Sin embargo, las cosas no son tan claras ni tan monolíticas, ya que hay voces, generalmente, silenciadas que muestran un radical desacuerdo con tal unión y confusión entre ambas doctrinas.
Hace ya un taco de años que publiqué un artículo en el diario Gara, en el que saludaba la publicación de una obra, editada por la hondarribitarra Hiru*. Ahora, en Icaria, se publica otra obrita del autor, si uso el diminutivo es debido a su pequeño tamaño no a su contenido, pues sabido es que lo bueno, si breve…pues bien, el autor es, como señalo, el historiador Yakov Rabkin y el explícito título de su libro es: «Israel: violencia perpetua. Rechazo de la colonización sionista en nombre del judaísmo».
El autor va dejando desde el principio claramente expuestas las apropiaciones que el colonialismo sionista ha realizado, y realiza, de la religión mosaica, y va desgranando como algunas de las expresiones más utilizadas como Tierra santa, exilio, redención, la llegada del Mesías o pueblo elegido, nada tienen que ver con el sentido que se le dan en el seno del judaísmo con la interpretación, que desde su inicio, realizase el sionismo, basándose en una pura y dura tergiversación del sentido de dichos términos tomados del judaísmo, y más en concreto del libro considerado como sagrado, la Torá. En éste tales expresiones se refieren a valores espirituales, valores que dan a entender que el camino hacia el momento de la llegada del Mesías, y el resto de expresiones nombradas y ligadas a la anterior, son una senda de perfeccionamiento y que la Tierra prometida no es Israel, como se empeña en defender el sionismo, sino una tierra nueva que sucederá al exilio en la medida en que los fieles se vayan purificando y redimiendo; igualmente cuando se habla del pueblo elegido, en la creencia judaica no supone, como habitualmente se vende, que los pertenecientes a tal religión sean privilegiados y superiores a los demás, concepción que los usurpadores sionistas, y gobernantes del Israel, usan para sus propósitos supremacistas, expansionistas y de imposición a otros seres, árabes y palestinos, que son considerados inferiores, y tratados como tal. En cierta medida, en tales tergiversaciones y utilizaciones, el sionismo, y su Estado, representa los intereses occidentales, en especial europeos, mostrando su carácter colonialista y acabando con las relaciones armoniosas que se daban, con anterioridad, entre el judíos y musulmanes; no hace mucho tiempo Netanyahu afirmaba que «Europa se termina en Israel», podría haber añadido y los USA tiene una provincia en Oriente Medio.
En noventa páginas el autor va tejiendo una tupida tela de araña con los aspectos esenciales que se dan en la zona, y subrayando, una y otra vez, el carácter y la práctica violenta, agresiva y expansionista que muestra el sionismo y su espíritu colonialista de asentamiento. Destaca como judíos célebres, de judíos universaleshablaba el otro, como Albert Einstein, Sigmund Freud, Hannah Arendt no veían con buenos ojos la instalación en Palestina pus ello supondría un permanente conflicto con los habitantes que allá residían, a pesar de la mentirosa leyenda de los sionistas de que allá no había nadie o a lo más algunas tribus nómadas; en este orden de cosas, precisamente la pensadora nombrada en último lugar, auguraba que el futuro de aquel Estado sería la de una Esparta armada hasta los dientes. Conste, por si hace falta hacerlo constar, que Yakov Rabkin no suelta afirmaciones tajantes sin más sino que las basa en datos históricos y escrupulosos análisis del presente.
Muestra cómo el sionismo surgió en el momentos en que se daba el auge de los nacionalismos, románticos, copiando sus características que coincidían con el colonialismo que postulaba que el dominio que debía realizar tenía un afán civilizatorio, mostrando también desde el principio que el uso de la fuerza y el abandono de cualquier forma de diálogo y entendimiento era el camino a seguir, práctica brutal que pusieron en marcha desde el principio y que siguen utilizando; «Israel encarna el nacionalismo étnico de Europa del Este surgido a finales del siglo XIX y el rechazo del judaísmo que se desarrolló en el seno del cristianismo durante milenios». Destaca igualmente que en aquellos tiempos ningún judío se sentía parte de un pueblo o de una raza, conceptos que mostraban que el sionismo los había tomado prestados del antisemitismo. Repasa igualmente como en la red de enseñanza se transmiten valores de fuerza, siempre bajo la careta de defenderse de los nuevos nazis, que es como son calificados los árabes y los palestinos quienes por otra parte, son sometidos a discriminación en un régimen de apartheid descarado. Se detiene, igualmente, en la política de limpieza étnica que se aplicó, y se aplica, al por mayor, y se confirman sus afirmaciones con inapelables cifras: los palestinos constituyen el 20% de los ciudadanos y poseen menos del 3% de las tierras, del mismo modo que aporta citas sobre Gaza y Cisjordania, sometidas a la destrucción, al genocidio y al latrocinio por parte de los colonos, con el visto bueno y el apoyo del Estado…en concreto, los habitantes de Gaza, prisioneros a perpetuidad, vivían- son datos de 2007- en condiciones de miseria permanente y profunda, dependiendo el 80% de la ayuda internacional, agua racionada, electricidad no accesible, la penuria es crónica…lo que hace que aquello sea una verdadera olla a presión.
También se sacan a relucir la desobediencia constante del estado de Israel a las decisiones de diferentes organismos internacionales: ONU, CIJ, CPI, y la hipocresía de los países europeos y el apoyo incondicional de los EEUU; subrayando las dos varas de medir de éstos en lo que hace a la invasión de Ucrania y la realizada por Israel…siendo prohibidas las muestras de apoyo al pueblo palestino y a campañas como el BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones); sin obviar los periodistas y miembros de diferentes ONGs asesinados. Sirve a la vez, el Estado de Israel y su ejército, Tsahal, no solamente como receptor de armas al por mayor sino también como exportador, con la garantía de probadas en combate.
En fin, un alegato contra el colonialismo, que sin dudar será calificado como puro antisemitismo, que finaliza con la puesta en paralelo el cerco de Leningrado por parte de los nazis y el de Gaza por Israel…y la asfixia de los palestinos con las distintas medidas represivas, aceptadas y apoyadas por Occidente, como la suspensión de la financiación de la UNRWA, el envío de armas a Israel por parte de Reino Unido, Holanda…y las pegas, nada digamos con respecto a su aplicación, puestas a la declaración de la Corte Internacional de Justicia sobre el genocidio en curso…Las figuras de David y Goliat invertidas, y un amenazante Sansón.
Así las cosas, no resulta extraño que los trabajos de Yakov Rabkin sean elogiados por Edgar Morin, Shlomo Sand y Noam Chomsky.
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( * ) Aquí va la transcripción de la obra a la que me he referido al principio del artículo:
Judaísmo versus sionismo
+ Yakow M. Rabkin
La amenaza interior
Hiru, 2006.
440 pp.
Habitualmente cuando se habla del Estado de Israel se identifica como Estado judío, o hebreo. Tal asimilación supone dejar fuera de tal condición a todos los judíos que se mantienen en la diáspora, y que en frecuentes ocasiones son tomados como culpables de las permanentes tropelías que comete el estado construido usurpando su condición. Hablar de judíos, conlleva una comprensión borrosa entre varias cuestiones que se cruzan: pertenencia a una etnia, con unos rasgos fisiológicos determinados, una pertenencia a una comunidad con ciertas creencias religiosas, fundadas en el libro sagrado por excelencia-según su visión- la Torá; escritura en la que se señala una tierra originaria, y una posterior diáspora como castigo por los pecados cometidos por dicho pueblo. Así su condición vendría a ser un peregrinar constante en pago de la deuda contraída con Yavé y, a la vez, esperando su nueva llegada. Esta persistente herida, ahondada por distintos progromos que tomaron la forma al por mayor de la mano de los nacionalsocialistas germanos que intentaron aplicar con ellos la solución final, supuso que se tratara de paliar la ignominiosa injusticia cometida con ellos, montándoles un país, dejándoles que lo hiciesen, pagando con ello la deuda con ellos contraída. De quienes allá vivían, los palestinos…¡pelillos a la mar! Con tal permiso -o más bien patente de corso- cualquier salvajada cometida bajo el nombre de la necesaria defensa propia, o el nunca más permitiremos que se nos ataque, todo comportamiento por atroz que éste sea les está permitido.
Contra la construcción de este estado-metonimia que se erige en representante único y exclusivo de los judíos que en el mundo son, se alza este clarificador libro que se opone al sionismo que es la ideología bajo la cual se erigió dicho estado gendarme, reforzado por un nacionalismo agresivo y matón, que –según el autor de la obra- está en las antípodas de las enseñanzas del libro antes mentado: la Torá; este texto, en palabras de Rabkin, impondría dos imperativos esenciales: uno, no profanar el nombre de Dios (y el Estado de Israel lo hace al arrogarse la exclusividad de los judíos), y dos, respetar la vida humana, y en consecuencia, lograr la armonía y la confraternidad entre humanos de diferentes culturas, procedencias o creencias (obviamente el Estado sionista desde su agresiva, y colonialista, instalación no ha cesado de dar muestras, un día sí y otro también, de su racismo, su orgullo chovinista y primermundista con respecto a los habitantes de por allá…).
En siete exhaustivos y densos capítulos se explican las ideas fundamentales del sionismo, de su intervención en la transformación de la identidad judía, en sus reclamaciones territoriales y en la legitimación del uso de la violencia, además de explicarse el papel del estado erigido en 1948, y su ideología al apoyo, la herencia en exclusiva de la Shoah; frente a tales posturas se oponen los argumentos de un judaísmo de estricta observancia que denuncia, por activa y por pasiva, la falacia imperialista y brutal del estado de Israel, bajo el supuesto mandato divino.
Obra francamente crítica y radical, pero que al que escribe este comentario, al menos, le descoloca por sus posturas de corte religioso, y… es que «la crítica de la religión es el presupuesto de toda crítica» como señalase el viejo -entonces joven, cronológica y althusserianamente mirado- Karl Marx.