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Israel, Biden y las elecciones intermedias del 2022
Las sucesivas ofensivas militares judías contra Gaza y Cisjordania han estado siempre amparadas por la “espiral del silencio” de los principales medios de comunicación de masas mundiales controlados por el lobby judío trasnacional, teoría formulada por la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann en su libro “La espiral del silencio. Opinión pública: nuestra piel social” (1977).
Dicha tesis simbolizaría “la fórmula de solapamiento cognitivo que instaura la censura a través de una deliberada y sofocante acumulación de mensajes de un solo signo”, con lo que se produciría un proceso en espiral o bucle de retroalimentación positiva y la consecuente manipulación de la opinión pública mundial por el lobby judío trasnacional (derecho de Israel a defenderse).
Sin embargo, la asimetría del castigo infligido a los palestinos de Gaza con cerca de 300 muertos, cientos de heridos así como la destrucción de las infraestructuras básicas de Gaza, habría provocado el repudio internacional contra Netanyahu y la caída en desgracia de Bibi ante el AIPAC tras lo que cristalizó el Gobierno de Coalición liderada por el centrista Yair Lapid y el derechista Naftali Bennett (Coalición Arco Iris).
Ello representó el ocaso político del último emperador judío, Netanyahu tras 12 años en el poder pero siguiendo el endemismo atávico de todos los Gobiernos judíos, el actual Gobierno de Bennett continúa con la sistemática campaña de asentamientos ilegales cuyo penúltimo episodio sería el anuncio de la creación de las nuevas colonias de Asif y Matar con el objetivo confeso de “doblar la población de los Altos del Golán” tras recibir las bendiciones tanto de la Administración Trump como la de Biden y habría sellado alianzas con Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí para conformar una entente contra Irán, para lo que utilizará una vez más la dictadura invisible del temor al Tercer Holocausto.
Irán, la bestia negra de Israel
En 1978, Zbigniew Brzezinski, declaró en un discurso:»Un arco de crisis se extiende a lo largo de las costas del Océano Índico, con frágiles estructuras sociales y políticas en una región de importancia vital para nosotros que amenaza con fragmentarse y Turquía e Irán, los dos estados más poderosos del flanco Sur son potencialmente vulnerables a los conflictos étnicos internos y si se desestabilizara uno de los dos, los problemas de la región se harían incontrolables“, esbozo de una teoría que terminó de dibujar en su libro “El gran tablero mundial. La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos” (1997), considerada la Biblia geoestratégica de la Casa Blanca así como el libro de cabecera de las sucesivas generaciones de geoestrategas y politólogos.
Irán adquirió una dimensión de potencia regional gracias a la política errática de Estados Unidos en Iraq, (fruto de la miopía política de la Administración Busch obsesionada con el Eje del Mal) al eliminar a sus rivales ideológicos, los radicales talibanes suníes y a Sadam Husein con el subsiguiente vacío de poder en la zona, por lo que reafirmó su derecho inalienable a la nuclearización, pero tras la elección de Hasan Rowhani como nuevo presidente electo de Irán se abrió un escenario nuevo y una oportunidad para la resolución del contencioso nuclear EEUU-Israel-Irán pues un posible bloqueo del estrecho de Ormuz (por el que pasa un tercio del tráfico energético mundial) podría agravar la recesión económica mundial y debilitar profundamente todo el sistema político internacional, lo que obligaría a EEUU a reconsiderar el papel de Irán como potencia regional y posible árbitro en la contienda siria.
Sin embargo, tras la aprobación por el Congreso y Senado de EE.UU. de una declaración preparada por el senador republicano Lindsey Graham y el demócrata Robert Menéndez que señala con rotundidad que “si Israel se ve obligado a defenderse y emprender una acción (contra Irán), EEUU estará a su lado para apoyarlo de forma militar y diplomáticamente”, estaríamos asistiendo al aumento de la presión del lobby pro-israelí de EE.UU. (AIPAC) para proceder a la desestabilización de Irán por métodos expeditivos.
Así, el Senado de EE.UU. renovó de forma unánime hasta el 2.026 la Ley de Sanciones contra Irán (ISA por sus siglas en inglés) y tras el lanzamiento de un nuevo misil balístico por Irán, Trump incrementó las sanciones contra varias empresas iraníes relacionadas con los misiles balísticos sin violar el Acuerdo Nuclear firmado entre el G+5 e Irán en 2015, conocido como Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA por sus siglas en inglés), acuerdo que la Administración Trump abandonó.
Dicho abandono tuvo como efecto colateral el estrangulamiento de las exportaciones del crudo iraní y su entrada en la órbita de influencia de China así como un incremento de su enriquecimiento de uranio al 60 por ciento por lo que Israel habría movido sus piezas del MOSAD para mediante atentados mediáticos y selectivos desestabilizar el régimen del Líder Supremo, ayatollah Ali Khamenei al tiempo que habría sellado alianzas con Emiratos Arabes Unidos y Arabia Saudí para conformar una entente contra Irá.
Así, Bennett considera a Irán “el mayor exportador de terror y de violación de los Derechos Humanos en el mundo al tiempo que sigue enriqueciendo uranio y se acerca peligrosamente a la obtención de una bomba nuclear”. Así, según un informe del portal Veterans Today, “Israel estaría trasladando armas de defensa aérea, artillería de largo alcance, helicópteros y aviones de combate F-15 a Erbil, capital del Kurdistán iraquí para una guerra más amplia contra Irán” (Operación Persia).
Biden y las elecciones intermedias del 2022
La sui generis democracia estadounidense Estados Unidos tendría como pilar de su sistema político la sucesiva alternancia en el Poder del Partido Demócrata y del Republicano (ambos fagocitados por el lobby judío), siendo Joe Biden el nuevo tapado de la AIPAC.
Así, la sorpresiva victoria de Donald Trump ante Hillary Clinton representó para Israel “perder una valiosa amiga para ganar un amigo mejor”, Donald Trump, quien instauró el puzzle inconexo de un caos que finalizó con la victoria del candidato demócrata Joe Biden, quien en 2007 afirmó: “yo soy un sionista. No se necesita ser judío para ser un sionista”.
Dado que las reservas estratégica de EE.UU. están en máximos y que la industria del shale estadounidense no consigue remontar el vuelo a pesar del precio desbocado del crudo aunado con el desafío creciente a la hegemonía estadounidense que representa el coloso chino, podría forzar a Joe Biden a servirse de un inicial ataque sorpresa de Israel a Irán para iniciar una nueva Guerra en Oriente Medio con el doble objetivo de secar las fuentes energéticas de China y de diluir el estigma de la división en la sociedad norteamericana.
El desgaste sufrido por Biden tras el fiasco de Afganistán, una inflación desbocada y la posible entrada en recesión de la economía el año venidero tras la guerra de Ucrania, podría desembocar en el triunfo republicano en las elecciones intermedias del 2022 que anticiparían un retorno triunfal de Trump en las Presidenciales del 2024 y de lo que sería paradigma el reciente triunfo republicano en el Estado de Virginia.
Así, tras los fiascos de Siria, Libia e Irak, Irán sería el nuevo cebo del plan anglo-judío del maquiavélico plan esbozado por la alianza anglo-judía en 1960 para atraer tanto a Rusia como a China y provocar un gran conflicto regional que marcará el devenir de la zona en los próximos años y que sería un nuevo episodio local que se enmarcaría en el retorno al endemismo recurrente de la Guerra Fría EEUU-Rusia.
Dicho conflicto podría involucrar a las tres superpotencias (EEUU, China y Rusia) contando como colabores necesarios a las potencias regionales (Israel, Siria, Egipto, Jordania, Arabia Saudí e Irán), abarcando el espacio geográfico que se extiende desde el arco mediterráneo (Libia, Siria y Líbano) hasta Yemen y Somalia, teniendo a Irak como epicentro y rememorando la Guerra de Vietnam con Lindon B. Johnson (1963-1969).
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