Fuente: https://www.telesurtv.net/bloggers/Isadora-Duncan-20210913-0004.html?utm_source=planisys&utm_medium=NewsletterEspa%C3%B1ol&utm_campaign=NewsletterEspa%C3%B1ol&utm_content=33 Eduardo Rothe 13 septiembre 2021
El canto y la danza son las primeras artes de la humanidad. El cuerpo humano será el instrumento. El canto y la danza son consideradas expresiones de la divinidad. El filósofo Nietzsche afirmaba que “No puedo creer en un Dios que no sepa bailar”.
Originalmente los bailes son expresiones populares, pero con la aparición de los imperios y sus religiones, se crean las danzas sagradas y ceremoniales. En Occidente, sin embargo, el cristianismo que considera al cuerpo como la fuente del pecado, deja a la danza fuera de las iglesias, limitada a los campos, las calles y las fiestas palaciegas. Y es en las fiestas de la nobleza, hace 500 años, donde los artistas van a refinar sus movimientos y coreografías, las reglas y virtuosismos que dan origen al ballet, la danza clásica que dura hasta nuestros días.
A principios del Siglo 20 se da una revolución contra el acartonamiento del ballet: nace una danza culta pero libre, la danza moderna, y tiene nombre y apellido: Isadora Duncan. Esta californiana de San Francisco, nacida en una familia de artistas, abandonó la escuela a los 10 años y se hizo autodidacta dedicada al arte. Adolescente aún, se muda a Chicago donde incursiona en el ballet, que pronto le parece demasiado rígido e inexpresivo. Comenzó a bailar siguiendo su propia inspiración, creando nuevos movimientos. Pero sus presentaciones de danza libre no gustaron, por lo que, en 1898, con 21 años, viaja a Londres donde da sus primeras presentaciones, descalza y casi desnuda, inspiradas en los dibujos de danza de antiguas cerámicas griegas del Museo Británico. Isadora obtiene éxito y dinero, y funda su primer estudio donde da clases y perfecciona su arte.
En 1900, se da a conocer en la exposición universal de París y causa sensación, ganando la admiración de grandes artistas, como el escultor Auguste Rodin, autor del célebre “Pensador”, que la dibuja. Isadora viaja a la Argentina, Brasil y Uruguay, donde despierta entusiasmo y escándalo.
Mientras tanto, la vida de la ahora célebre Isadora no está libre de tragedia: su padre se ahoga en un naufragio, sus dos hijos pequeños mueren en París cuando el carro en que estaban pierde los frenos y cae al río Sena. En los meses que siguieron Isadora viajó a Italia a buscar consuelo en el amor, y lo consigue en su romance con la bella y rebelde Lina Poletti, la primera y más importante feminista italiana de la época.
En 1904 funda una escuela de danza en Berlín, con 7 niñas que adopta legalmente, y luego otra escuela en París. En 1914, al iniciarse la Primera Guerra Mundial, Isadora cierra sus escuelas y regresa a los Estados Unidos, da clases de danza y cosecha aplausos en sus representaciones. Vuelve a Europa al año siguiente y en 1921 el gobierno soviético la invita a presentarse en Rusia y la ayuda a abrir una escuela para que enseñe su danza revolucionaria.
Al año siguiente, 1922, se casa con el joven poeta ruso Serguei Iessenin y la pareja parte de gira a los Estados Unidos, donde escandalizan a las audiencias con sus declaraciones. Isadora y Iessenin no comulgaban con la moral tradicional: se proclamaban abiertamente como bisexuales, ateos y comunistas. El matrimonio dura 3 años y en 1925, poco después de la separación, Iessenin se suicida.
Algunas frases condensan la inspiración de Isadora: “El cuerpo de la bailarina es simplemente la manifestación luminosa del alma”, Mi lema: no ponerme límites”; otras su frases expresan su vocación libertaria y feminista: “Naciste salvaje, No permitas que te domestiquen”, “Ya fuiste utilizada, ahora no seas dominada”.
Después de la muerte de Iessenin, Isadora, ahora ciudadana soviética, abandona Rusia y se muda a la Riviera Francesa, concretamente a Niza donde, dos años después, en 1927, muere trágicamente en un automóvil deportivo cuando su larga y colorida bufanda se enreda en la rueda trasera del vehículo y le parte el cuello. Sus últimas palabras fueron “¡Adiós amigos! Voy hacia el amor, hacia la gloria…”.
Efectivamente, danzando, sufriendo, amando, Isadora Duncan reinventó la danza y se marchó hacia la gloria. Hoy, cada día que pasa, la danza contemporánea avanza por el camino que ella inició con su cuerpo, mientras la manera en que el movimiento de una sola mujer pudo cambiar el arte de una época, seguirá siendo un maravilloso y ejemplar MISTERIO DE LA HISTORIA.
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