Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/irlanda-giro-a-la-izquierda Daniel Finn 16/02/2020
En un momento en que los partidos de izquierda en Europa han estado perdiendo terreno frente a sus rivales en la derecha y en el centro, las elecciones irlandesas rompieron la tendencia. Sea lo que haga el Sinn Féin a continuación, fue claramente un voto de izquierda. La encuesta de salida mostró que la sanidad y la vivienda eran, con mucho, los temas más importantes para los votantes. Dos tercios querían que se priorizara la inversión en servicios públicos a los recortes de impuestos. El 31 por ciento estuvo de acuerdo con la afirmación de que Irlanda «necesita un cambio radical de dirección».
Es posible que esta oportunidad de cambio se desperdicie. Pero en este momento, el impulso en la política irlandesa está con la izquierda, y los partidos conservadores tradicionales están en la retaguardia. Unas elecciones que supuestamente tenían que dar una salida a la turbulencia política de la última década han tenido el efecto contrario.
La apuesta de Varadkar
Nada de esto estaba predestinado cuando el líder de Fine Gael, Leo Varadkar, convocó elecciones anticipadas en enero. El partido de Varadkar ha pasado los últimos cuatro años gobernando en sociedad con su rival tradicional Fianna Fáil. Ambos partidos sufrieron un desgaste importante en las dos primeras elecciones posteriores a la crisis: en 2016, su participación en el voto agregado había caído por debajo del 50 por ciento (en 2007, era del 69 por ciento). La única forma de que los partidos conservadores permanecieran en el poder mientras excluían al Sinn Féin era a través de un acuerdo de gran coalición sin precedentes. Fianna Fáil no ocupó ninguna cartera en el gabinete, pero sus votos mantuvieron a Leo Varadkar en la oficina de Taoiseach.
Los dos partidos vieron esto como un acuerdo antinatural y querían volver a su rutina establecida desde hace mucho tiempo, con un gobierno de centro derecha enfrentado a una oposición de centro derecha y en alternancia al frente del timón del estado. Varadkar pensó que tenía un mensaje convincente para los votantes: una economía fuerte con algunas de las tasas de crecimiento más altas de la eurozona, un acuerdo de Brexit alcanzado finalmente con el gobierno británico y la promesa de estabilidad después de años de agitación. El porcentaje medio de votos de Fine Gael en 2019 fue del 29 por ciento, y el partido solo necesitaba sumar algunos puntos para hacer viable un gobierno de coalición sin el apoyo de Fianna Fáil.
Las elecciones locales y europeas del año pasado pusieron las cosas a tiro en lo que respecta a Varadkar. Ni él ni el líder de Fianna Fáil, Micheál Martin, querían llegar a un acuerdo con el Sinn Féin, por lo que estaban encantados de ver como el partido perdió dos de sus tres eurodiputados y casi la mitad de sus concejales. El Partido Verde irlandés, un socio de coalición mucho más manejable, ocupó el tercer lugar con su mayor porcentaje de votos. El Sinn Féin parecía estar a la deriva. Los resultados del partido en 2016 (14 por ciento) había sido los mejores desde la década de 1920, pero aún así fueron una decepción después de las encuestas del año anterior. Parecía que había alcanzado su techo electoral.
Clima de cambio
El resultado de las elecciones fue un shock para todos, incluido el Sinn Féin. El liderazgo del partido estaba preparado para una batalla defensiva de sus escaños, y esa fue su campaña. Antes de analizar al Sinn Féin en particular, debemos preguntarnos por qué había un estado de ánimo tan extendido a favor del cambio y una salida política.
Para empezar, la tan preciada recuperación económica nunca ha estado a la altura de las expectativas. Las cifras del PIB son poco confiables, porque las compañías multinacionales utilizan la economía irlandesa como centro de intercambio de precios de transferencia. En 2015, las estadísticas oficiales pretendían mostrar un crecimiento del PIB del 26 por ciento. Ningún ministro del gobierno se jactó de esa «historia de éxito», era evidentemente absurda, pero si presumieron cuando las mismas cuestionables estadísticas fav¡cilitaron una cifra que sonaba al menos a medias. El crecimiento no fue del todo ficticio, pero pasó por alto a la mayoría de los trabajadores irlandeses. En la encuesta de salida del 8 de febrero, se preguntó a los votantes si habían notado los beneficios de la recuperación: el 63 por ciento dijo que no.
Las personas más jóvenes enfatizaron la importancia de la vivienda como un problema: casi dos quintos de los menores de treinta y cuatro años dijeron que era el factor más importante para decidir cómo votar. Los precios descontrolados de las casas han hecho que sea imposible para la mayoría de las personas de esa edad comprar su propia casa, mientras que los propietarios suben los alquileres a niveles exorbitantes y la construcción de hoteles se traga el espacio residencial.
Cuando la economía irlandesa se derrumbó en 2008, los gobiernos liderados por Fianna Fáil y Fine Gael gastaron decenas de miles de millones de euros en rescatar a los bancos y promotores inmobiliarios responsables de la recesión. El dinero público rescató los sistemas financieros e inmobiliarios, pero no se impuso un cambio estructural como quid pro quo , y ciertamente no se intentó restaurar el sector de vivienda pública como una alternativa a la privada.
Ahora, los mismos bancos que habrían quebrado sin el apoyo estatal cobran tasas de interés muy por encima del promedio de la eurozona, mientras que políticos como Leo Varadkar afirman que los fondos buitres de los Estados Unidos hacen una valiosa contribución al mercado inmobiliario. Es difícil culpar a las fuerzas impersonales del mercado por la escasez de viviendas asequibles cuando las personas cuyas decisiones fueron responsables de ello tienen nombres y rostros que son bien conocidos por todos.
Emergiendo del pasado
El Sinn Féin se posicionó como el partido de aquellos que querían expresar su descontento. A diferencia del Partido Laborista y los Verdes, no había estado en el gobierno durante la recesión, y no era responsable del rescate bancario o los recortes a los servicios públicos. El partido también tiene un alcance mucho más amplio y una base activista que los grupos de izquierda socialista de Irlanda, cuyo apoyo se concentra en las ciudades más grandes. Las primeras encuestas de opinión revelaron un crecimiento del Sinn Féin, que se mantuvo hasta el día de las elecciones.
Ahora es el mayor partido por votos (24.5 por ciento), y al nivel de Fianna Fáil por los escaños ganados (37 cada uno, aunque Fianna Fáil tiene un asiento adicional porque el presidente de la cámara es reelegido automáticamente). El resultado hubiera sido aún peor para los partidos conservadores si el Sinn Féin hubiera sabido qué iba a tener este éxito: el sistema electoral irlandés tiene distritos electorales de varios escaños, y Sinn Féin podría haber obtenido un escaño adicional en varios distritos si lo hubiera presentado más de un candidato.
Cuando parecía que el Sinn Féin se situaba al nivel de los partidos de centro-derecha, estos respondieron con un aluvión de ataques centrados en los vínculos del partido con el IRA, en el pasado y (supuestamente) en el presente. Para su gran frustración, ninguno de esos ataques funcionó Había varias razones para ello.
El partido tiene ahora una generación más joven de líderes sin antecedentes en el IRA, que han alcanzado la mayoría de edad en la última década: Mary Lou McDonald, Pearse Doherty, Eoin Ó Broin. Era más fácil asociar al Sinn Féin con el IRA cuando todos sabían que el presidente del partido, el antecesor de McDonald’s, Gerry Adams, había sido una figura central en la dirección del IRA durante décadas. McDonald puede no ser del gusto de todos, pero nadie puede acusarla de haber participado en una campaña de guerra de guerrillas que fue profundamente impopular en el sur.
Los políticos y comentaristas de los medios que son hostiles al Sinn Féin también han menoscabado la fuerza de sus propios argumentos al vincularlos a una agenda política impopular. Cada vez que invocaban el recuerdo de las atrocidades del IRA, venía con un apéndice implícito: «Y es por eso que tienes que aguantar a los propietarios que alquilan cuchitriles y un servicio de sanidad que chirria».
Ese punto ciertamente no se aplica a todos los medios de comunicación irlandeses. Suzanne Breen del Belfast Telegraph ha estado escribiendo durante varios años sobre el caso de Paul Quinn, un joven del sur de Armagh que fue golpeado hasta la muerte por miembros del IRA en 2007. El asesinato de Quinn se convirtió en un tema político vivo durante la campaña, y Breen estaba en su derecho a argumentar que solo el Sinn Féin era culpable. El partido podría haber actuado mucho antes para retractarse y disculparse por los comentarios de Conor Murphy, una de sus principales figuras en Irlanda del Norte, quien había sugerido que Quinn estaba involucrado en actividades delictivas.
Pero con demasiada frecuencia, los casos realmente desgarradores, como el de Jean McConville , han sido groseramente instrumentalizados por los políticos del sur. Esos políticos están mucho menos ansiosos de hablar sobre el pasado cuando tratan con gobiernos británicos cuya maquinaria estatal tiene su propia historia espeluznante de atrocidades durante el conflicto. El cinismo y el doble rasero facilitan que el Sinn Féin desoiga argumentos que deberían causarle dificultades reales.
«Totalmente político»
La otra línea principal de ataque sugirió que el Sinn Féin no es realmente un partido democrático, porque su liderazgo aún sigue las órdenes del Consejo del Ejército del IRA. Las respuestas a esta afirmación tienden a estar muy polarizadas: las personas se lo toman muy en serio o lo descartan sin más. Según el informe de 2015 de la Comisión de Monitoreo Independiente (IMC) del gobierno británico, que analiza la actividad en curso de los grupos paramilitares:
“Las estructuras de PIRA [el IRA Provisional] siguen existiendo en una forma muy reducida. Esto incluye una alta dirección, el «Consejo Provisional del Ejército» (PAC) y algunos «departamentos» con responsabilidades específicas. En un nivel inferior, hay algunas estructuras de comando regionales. . . Los miembros de PIRA creen que el PAC supervisa tanto al PIRA como al Sinn Féin con una estrategia general. Consideramos que esta estrategia tiene un enfoque totalmente político. Los miembros de PIRA han recibido instrucciones de apoyar activamente al Sinn Féin dentro de la comunidad, incluyendo actividades como campañas electorales y folletos. Algunos miembros de PIRA participan en la recopilación de información de interés para el grupo, incluidos los detalles de las actividades de RDs [republicano disidente] y el intento de identificación de fuentes secretas de inteligencia humana (CHIS). Un pequeño número está involucrado en el almacenamiento del armamento restante para evitar que caiga en manos de los RDs. Los miembros individuales del PIRA siguen involucrados en actividades delictivas, como el contrabando a gran escala, y se han producido incidentes aislados de violencia, incluidos asesinatos. . . el PIRA de la “Epoca de los Problemas” ya no existe. Nuestra firme evaluación es que el liderazgo del PIRA sigue comprometido con el proceso de paz y su objetivo de lograr una Irlanda unida por medios políticos. El grupo no está involucrado en ataques o realiza ataques terroristas contra el estado o sus representantes”.
El juicio de las agencias de seguridad británicas, a las cuales el IMC recurre para su información, no debe tomarse como el sagrado evangelio. Pero el informe del IMC coincide con lo que sabemos por otras fuentes. La declaración «los miembros del PIRA creen que el PAC supervisa tanto al PIRA como al Sinn Féin con una estrategia general» es cuidadosamente ambigua: podrían ser los miembros del PIRA los que están siendo engañados, no el público en general, tal como fueron engañados por la cuestión del abandono de las armas a principios de la década de 2000. En cualquier caso, esa «estrategia global» es «totalmente política» y está orientada a «lograr una Irlanda unida por medios políticos». El IRA que luchó contra las fuerzas de seguridad británicas en los años setenta, ochenta y noventa “ya no existe».
Nadie espera seriamente que figuras como Tom Murphy, durante muchos años el dirigente Provisional en el sur de Armagh, o el ex comandante de Belfast Brian Gillen dejen su jubilación, reconstituyan el IRA como una fuerza de combate y emprendan la guerra contra el estado británico. Cuando las autoridades irlandesas acusaron a Murphy de evasión fiscal en 2015, fue una señal clara de que ya no lo consideraban una amenaza. El Sinn Féin ciertamente tiene muchas más posibilidades de lograr la unidad irlandesa por medios políticos que a través de la reanudación de una campaña militar fallida.
Los críticos del Sinn Féin acusan al partido de planear eliminar el Tribunal Penal Especial (SCC), sin jurado, supuestamente a instancias de sus mandos del IRA. Originalmente creado para hacer frente a las organizaciones subversivas, el SCC ha ampliado su mandato al crimen de las pandillas. Amnistía Internacional y el Consejo Irlandés para las Libertades Civiles han pedido su abolición.
La cuestión del SCC pone en perspectiva el liderazgo del Sinn Féin a las órdenes del IRA. El partido dice que quiere nombrar a una figura judicial de alto rango para determinar si el tribunal todavía es necesario, y aceptará lo que sugieran. Eso significa que hay dos obstáculos que superar: primero el Sinn Féin tendría que negociar un acuerdo de coalición con otros partidos que permitieran una investigación, y la investigación misma debería recomendar la abolición del SCC. El Consejo Provisional del Ejército puede dar tantas órdenes como quiera, pero el partido aún debe seguir el mismo proceso político que todos los demás.
El Centro a la espera
El Sinn Féin no fue el único partido que compitió por el voto de izquierda. Sus rivales se pueden dividir en dos amplias categorías, centro-izquierda e izquierda radical. El Partido Laborista irlandés solía dominar el primero de estos nichos políticos, pero tuvo unos resultados terribles, ganando menos del 5 por ciento de los votos. El mejor resultado de Labour se produjo en 2011 con una plataforma anti-austeridad, pero renegó de esa plataforma inmediatamente al coligarse con Fine Gael, alienando a sus nuevos simpatizantes. Cinco años después, perdió treinta de sus treinta y siete escaños. Esta vez no hubo recuperación, simplemente continuó el declive.
Es difícil prever a donde pueden ir los laboristas. El partido parece carecer de todo nuevo pensamiento político. Los socialdemócratas, un grupo formado por dos ex políticos laboristas, ahora tienen el mismo número de escaños, con algunas caras nuevas y recién elegidas para articular su mensaje. Puede ofrecer una política de centro-izquierda muy similar, pero sin la herencia de Labour: podríamos terminar siendo testigos de una absorción por parte del nuevo partido si los laboristas continúan cometiendo errores.
Los Verdes tuvieron un mejor día que los laboristas, con una participación de voto del 7 por ciento y doce escaños. Sin embargo, el resultado habrá sido una decepción para el partido después del aumento de los verdes en las elecciones europeas del año pasado. Ese mayor apoyo reflejó un mayor sentido de urgencia en relación al cambio climático, especialmente entre las personas más jóvenes. Pero los Verdes son un vehículo profundamente inadecuado para ese sentimiento: los partidos de izquierda radical de Irlanda tienen un historial mucho mejor en lo que respecta a cuestiones ambientales.
Cuando el líder del Partido Verde, Eamon Ryan, participó en los debates televisivos, hubo una notable discrepancia entre su diagnóstico preciso de las crisis climática y de biodiversidad y las soluciones modestas y acumulativas que presentó. El partido de Ryan no tiene nada parecido a los ambiciosos programas ecológicos desarrollados recientemente por las fuerzas de izquierda en Gran Bretaña y Estados Unidos.
La izquierda radical
Más a la izquierda, la alianza Solidaridad-Gente Antes que Ganancias retuvo cinco de los seis escaños que ganó en 2016, mientras que independientes de izquierda como Thomas Pringle y Joan Collins también se mantuvieron, con un resultado mucho mejor que lo que parecía posible después de las elecciones locales del año pasado. Estas victorias a menudo se produjeron gracias a márgenes estrechos, y los grupos socialistas podrían no tener tanta suerte la próxima vez. Pero por ahora, la izquierda radical ha conservado su espacio en la política nacional. Eso significa que tiene un margen para reflexionar sobre lo que hicieron bien y mal durante la última década.
En el mejor de los casos, las fuerzas de izquierda radical de Irlanda han superado su propio peso en el escenario político más amplio. Participaron de manera central en la lucha contra las tarifas del agua, el movimiento anti-austeridad más importante después de 2008, que movilizó a un gran número de personas de la clase trabajadora y obligó al gobierno a descartar sus planes. También fueron los únicos actores políticos con una política consistente a favor del derecho al aborto, hasta que el trabajo de las activistas feministas obligó a los partidos más grandes a que se sumaran. Tanto en la campaña contra las tarifas del agua como en la del derecho al aborto, el Sinn Féin inicialmente adoptó una línea evasiva y equívoca, y la presión organizada desde su flanco izquierdo tuvo un impacto real. El voto a los candidatos de izquierda en Dublín y Cork se apoya en años de activismo en comunidades que habían sido ignoradas y abandonadas por la política habitual.
Por el lado del débito, la fragmentación organizativa ha dificultado que la izquierda radical desarrolle una identidad política y una plataforma coherentes. En 2011, los grupos socialistas participaron en una lista conjunta, United Left Alliance (ULA), pero se disolvió en un par de años. Una de las partes de la ULA, el Partido Socialista, presentó candidatos como la Alianza Anti-austeridad, que a su vez se convirtió en Solidaridad. Incluso para las personas que siguen la política de cerca, estas idas y venidas deben haber sido muy confusas.
Una presentadora de televisión le preguntó a Ruth Coppinger, de Solidaridad, cómo esperaba construir un movimiento socialista de masas cuando su partido no había podido mantener uno de sus tres escaños de 2016, un ataque fácil tal vez, pero efectivo en cualquier caso. El problema subyacente es la falta de una cultura organizativa pluralista, lo que significa que las diferencias políticas serias tienden a dar lugar a divisiones. Estos problemas no resultaron fatales esta vez. Sin embargo, no es un argumento para la complacencia: si hay nuevas elecciones en un futuro cercano, el Sinn Féin intentará maximizar su participación presentando candidatos adicionales, y el partido estaría encantado de eliminar a sus rivales socialistas en el proceso.
La izquierda radical de Irlanda tiene una contribución vital que hacer, sobre todo en el desarrollo de un programa eco-socialista que vaya más allá del enfoque tímido de los Verdes para integrar las demandas económicas de la clase trabajadora con un plan de descarbonización a medida que la crisis climática empeora. Es muy importante que conserve una voz en la política nacional irlandesa.
Objetivos principales
¿Qué hará el Sinn Féin con su mandato sin precedentes? Las decisiones tácticas del partido surgirán de su naturaleza política subyacente. Una de las estrellas del Sinn Féin durante la campaña electoral fue Eoin Ó Broin, el portavoz de vivienda del partido, que representa a un distrito electoral del oeste de Dublín. Antes de convertirse en diputado, Ó Broin escribió un libro importante, Sinn Féin y la política del republicanismo de izquierda (2009), que analiza los intentos sucesivos durante el siglo pasado de combinar el republicanismo con la ideología de izquierda.
Como señala Ó Broin, su propio partido tenía una clara jerarquía de objetivos políticos, y la reunificación nacional tenía prioridad sobre el socialismo. Esto significaba que la versión del Sinn Féin de una política de izquierda, «relegada a un punto futuro en la lucha, siempre estaba subdesarrollada, ya que las necesidades más inmediatas de la lucha nacional tenían prioridad». Ó Broin instó a su partido a «poner fin a la jerarquía de objetivos implícitos en la ideología, política y estrategia del partido», colocando el socialismo democrático al mismo nivel que la unidad irlandesa. Sin embargo, el orden jerárquico que criticó se mantiene firmemente aun.
No es que haya algo reaccionario o indeseable en la idea de una Irlanda unida. El acuerdo de partición de la década de 1920 fue un fiasco, y es perfectamente legítimo que el Sinn Féin quiera revocarlo. El Acuerdo de Viernes Santo (GFA) contiene un mecanismo acordado para que lo hagan, mediante unas elecciones sobre la frontera. El cambio demográfico y la crisis del Brexit han hecho que la idea de que un referéndum a favor de la unidad irlandesa parezca mucho más plausible que el momento en que se firmó el GFA.
Pero la «jerarquía de objetivos» que describió Ó Broin implica que el Sinn Féin puede virar hacia la izquierda o hacia el centro, dependiendo de lo que parezca más ventajoso en ese momento. El Sinn Féin es un partido nacionalista de izquierda para el que el nacionalismo es lo primero. En última instancia, esto es más importante que el hecho de que su programa electoral de 2020 fuese menos radical que, por ejemplo, los manifiestos recientes del Partido Laborista británico, que contenían propuestas más ambiciosas para un cambio estructural a través de la extensión de la propiedad pública.
En el Sur
El tiempo que el Sinn Féin ha estado en el gobierno al norte de la frontera no ha dado lugar a ninguna reforma socialdemócrata importante, pero el partido no ha pagado un precio electoral significativo por ello. Sin embargo, es probable que las cosas sean muy diferentes en el Sur si el Sinn Féin no satisface el deseo de cambio que impulsó su reciente aumento electoral.
En el norte de Irlanda, el Sinn Féin es principalmente un partido nacionalista, cuya función es representar a una comunidad que sufrió muchos años de exclusión política. Siempre que defienda los intereses de esa comunidad, al tiempo que promueve el objetivo a largo plazo de una Irlanda unida, tendrá una base sólida de apoyo a la que recurrir, sin importar el pequeño progreso que logre en una agenda económica de izquierda que nunca fue central para el partido. En cualquier caso, el Sinn Féin siempre puede alegar la falta de poderes para tomar decisiones: Irlanda del Norte sigue siendo una región dentro del Reino Unido, no un estado con su propio presupuesto nacional.
El Sinn Féin no tendrá el mismo margen de maniobra en el Sur: o cumple con al menos algunas de sus promesas, o sus votantes pueden buscar un nuevo hogar, como el electorado de Labour abandonó al partido después de participar en el gobierno con Fine Gael y olvidó su programa anti-austeridad. La volatilidad de la política electoral irlandesa funciona en ambos sentidos.
La reforma más importante prometida por el Sinn Féin durante la campaña electoral fue su plataforma de vivienda, desarrollada por Eoin Ó Broin, que exige un congelamiento de emergencia de los alquileres, un límite en las tasas de interés hipotecarias y la construcción de viviendas públicas en una escala sin precedentes. Si se llevara a cabo, esa plataforma tendría un impacto duradero en la calidad de vida de un gran número de personas (y probablemente aseguraría sus votos para el Sinn Féin, al igual que el propio programa de construcción de viviendas de Fianna Fáil en las décadas de 1930 y 1940).
Pero también dañaría los intereses de todos aquellos que se benefician de la situación actual, incluidos los bancos y los grandes promotores de la industria de la construcción irlandesa. Lo mismo ocurre con cualquier otra política socialdemócrata. Para reforzar su poder, las fuerzas conservadoras también contarán con el apoyo de la Unión Europea, cuyas normas presupuestarias citarán como una barrera insuperable para cualquier agenda económica progresista.
Tratar de impulsar reformas significativas en una alianza de gobierno con el centro derecha es un camino a ninguna parte, especialmente porque esos partidos estarán ansiosas por reducir el apoyo al Sinn Féin, recortando sus proyectos y asociándolo a medidas impopulares. El sentido de pragmatismo político del Sinn Féin puede ser suficiente para evitar que el partido siga ese camino, incluso si su ideología lo admite. En cualquier caso, la estabilización conservadora de la política irlandesa tan deseada por la “gente que manda en el país», como Liam Mellows los llamó, aún no se ha producido.
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Traducción:Enrique García