Introducción al estudio del método en Marx por José Paulo Netto

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INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DEL MÉTODO EN MARX por José Paulo Netto

INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DEL MÉTODO EN MARX1

José Paulo Netto

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Todo comienzo es difícil en cualquier ciencia.
Karl Marx

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La cuestión del método es uno de los problemas centrales (y más polémicos) de la teoría social lo demuestra el esfuerzo de los clásicos de las ciencias sociales: no fue por azar que con Durkheim (1975) se activa la construcción de un método para la sociología y que Weber (1992, 2000), más allá de ocuparse de la conceptualización de las categorías sociológicas, escribió largamente sobre metodología. Es por eso que, toda aproximación seria a tales ciencias implica un esfuerzo de clarificación metodológica (Fernándes, 1980). Y no es casual que siempre que aquellas han sido objeto de cuestionamiento, el debate metodológico estuvo en primer plano. Así ocurrió, por ejemplo, cuando se tornó visible, en los años 1960-1970, la crisis de la sociología académica (Gouldner, 2000; Morin, 2005; Giddens, 1978) y así volvió a verificarse cuando, ya profundizada esta crisis, las ciencias sociales desarrollaron explícitamente la discusión sobre los “paradigmas” (Santos, 1989, 1995 y 2000).

La cuestión del método –que también es polémica en las ciencias que tienen por objeto la naturaleza (Popper, 1980; Geymonat, 1984-1985; Feyerabend, 1990, 2007)– se presenta tanto más problemática cuanto más conectada está a supuestos de naturaleza filosófica. De hecho, no se puede analizar la metodología durkheimiana sin considerar su enraizamiento positivista, bien como no se puede debatir la “sociología comprensiva” de Weber sin tener en cuenta el neokantismo que constituyó uno de sus soportes.

También respecto a la teoría social de Marx la cuestión del método se presenta como un nudo de problemas. Y en este caso, problemas que no se deben solo a razones de naturaleza teórica y/o fi losófica: se deben también a razones ideo-políticas, en la medida en que la teoría social de Marx se vincula a un proyecto revolucionario. El análisis y la crítica de su concepción teórico metodológica estuvieron siempre condicionados a las reacciones que tal proyecto despertó y continúa despertando. Durante el siglo XX, en las llamadas “sociedades democráticas” nadie tuvo sus derechos civiles o políticos limitados por ser durkheimniano o weberiano –pero millares de hombres y mujeres, cientistas sociales o no, fueron perseguidos, presos, torturados, desterrados y hasta asesinados por ser marxistas.

Esta referencia ideo-política no será tematizada en este brevísimo texto introductorio, elaborado específicamente para estudiantes que se inician en las Ciencias Sociales y trabajadores y militantes sociales interesados en la comprensión rigurosa de la sociedad en que vivimos (donde, inclusive, el carácter de la bibliografía, esta citada solo en idiomas conocidos). Pero es preciso tener tal referencia siempre en cuenta, porque una parte considerable de las polémicas en torno al pensamiento de Marx surge tanto de motivaciones científicas cuanto de rechazos ideológicos. Finalmente, Marx nunca fue un obediente servidor del orden burgués: fue un pensador que colocó, en su vida y en su obra, la investigación de la verdad al servicio de los trabajadores y de la revolución socialista.

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Interpretaciones equivocadas

El estudio de la concepción teórico-metodológica de Marx presenta innumerables dificultades –desde las derivadas de su propia complejidad hasta las que se deben a los tratamientos equivocados a que la obra marxiana fue sometida. Antes de abordar las dificultades específicas del tema, cabe mencionar rápidamente algunos equívocos que resultan de las interpretaciones que deformarán, adulterarán y o falsificarán la concepción teórico-metodológica de Marx.

Paradójicamente, cuando se analizan los equívocos y las adulteraciones existentes acerca de esta concepción, se verifica que fueron responsables por ellos tanto los propios seguidores de Marx como sus adversarios y detractores. Unos y otros, por razones diferentes, contribuirán decisivamente para desfigurar el pensamiento Marxiano.

En el campo marxista, las deformaciones tuvieron por base las influencias positivistas, dominantes en las elaboraciones de los principales pensadores (Plejanov-Kautsky) de la Segunda Internacional, organización socialista fundada en 1889 y de gran importancia hasta 1914. Esas influencias no fueron superadas –sino agravadas, inclusive con incidencias neopositivistas– en el desarrollo ideológico posterior de la Tercera Internacional (organización Comunista que existió entre 1919-1943), culminando en la ideología estalinista. De ellas resultó una representación simplista de la obra Marxiana: una especie de saber total, articulado sobre una teoría general del ser (el materialismo dialéctico) y su especificación de cara a la sociedad (el materialismo histórico). Sobre esta base surgió abundante literatura de manual, presentando el método de Marx, como resumible en los “principios fundamentales” del materialismo dialéctico y del materialismo histórico, siendo la lógica dialéctica “aplicable” indiferentemente a la naturaleza y a la sociedad, bastando el conocimiento de sus leyes (las célebres “leyes de la dialéctica”) para asegurar el buen curso de las investigaciones. Así, el conocimiento de la realidad no demandaría los siempre arduos esfuerzos investigativos, sustituidos por la simple “aplicación” del método de Marx, que habría de “solucionar” todos los problemas: un análisis “económico” de la sociedad proporcionaría “la explicación” del sistema político, de las formas culturales, etc. Si, en un texto célebre de los años 1960, Sastre (1979) ironizaba los resultados obtenidos de esta manera, ya mucho antes, en una carta del 5 de agosto de 1890, Engels protestaba contra procedimientos de este género, insistiendo en que:

«Pero nuestra [de Marx y de él] concepción de la historia es, sobre todo, una guía para el estudio[…] es necesario volver a estudiar toda la historia, deben examinarse en todos los detalles las condiciones de existencia de las diversas formaciones sociales antes de buscar deducir de ellas las ideas políticas, jurídicas, estéticas, filosóficas, religiosas, etc., que le correspondan.» (Marx- Engels, 2010, p. 107)

Agrega aún que, en el registro de los manuales, Marx aparece generalmente como un teórico factorialista, hubiera sido aquél que, en el análisis de la historia y de la sociedad situó el factor “económico” como determinante en relación a los “factores” sociales, culturales, etc. También Engels, en carta de septiembre de 1890, ya había advertido contra esa deformación: recordando que Marx y él sustentaban tan solo la tesis según la cual la producción y la reproducción de la vida real apenas en última instancia determinaban la historia, observaba: «Ni Marx, ni yo jamás afirmamos más que esto. Si alguien lo tergiversa, haciendo del factor económico el único determinante, convierte esta tesis en una frase vacía, abstracta, absurda.» (Marx-Engels, op. cit., p. 103-104).

Tal concepción reduccionista, que nada tiene que ver con el pensamiento de Marx, es compartida también por muchos de los adversarios teóricos de Marx. Weber, por ejemplo, criticó, en la “concepción materialista de la historia” las explicaciones “monocausalistas” de los procesos sociales, esto es, explicaciones que pretendían aclarar todo a partir de una única causa (o “factor”); la crítica es procedente si es relacionada a teorías efectivamente monocausalistas, pero es enteramente inepta si es referida a Marx, una vez que, como realzó uno de sus más calificados estudiosos,

«es el punto de vista de la totalidad y no la predominancia de las causas económicas en la explicación de la historia que distingue de forma decisiva el marxismo de las ciencias burguesas» (Lukács, 1974 p.14).

Actualmente, en el diversificado y heterogéneo campo de los adversarios (y también detractores) de Marx, sin embargo, la crítica se concentra especialmente sobre dos ejes temáticos. El primero dice respecto a una supuesta irrelevancia de las dimensiones culturales y simbólicas en el universo teórico de Marx, con todas las consecuencias de ahí derivadas para su perspectiva metodológica. A pesar de estar ampliamente difundida en medios académicos, se trata de una crítica absolutamente desproporcionada, fácilmente refutable con el recurso a la textualidad marxiana, dados los límites de este escrito introductorio, recuerdo, tan sólo como contrapruebas, el peso que Marx atribuye a las “tradiciones” cuando sopesa la propiedad comunal entre los eslavos (Marx, 1982, p.18) y sus permanentes preocupaciones con la especificidad de esferas ideales como el arte (Marx-Engels, 2010; Lukács, s.d. y 2009, p. 87-119). El segundo eje temático se relaciona a un supuesto “determinismo” en el pensamiento marxiano: la teoría social de Marx estaría comprometida por una teleología evolucionista, o sea, para Marx, una dinámica cualquiera (económica, tecnológica) direccionaría necesaria e ineludiblemente la historia para un fin de antemano previsto (el socialismo). Varios estudiosos demostraron sobradamente la inconsistencia de esa crítica (Mészáros, 1993, p. 198-202; Word, 2006, p. 129-154; Borón et all, 2007, p. 43-47); Recientemente, con todo, ella fue retomada por un teórico posmoderno de gran influencia en Brasil (Santos, 1995, p. 36-38, 243) a quien dediqué una nota crítica (Netto, 2004, p. 223 y ss.).

Prácticamente todas esas interpretaciones equivocadas pueden ser superadas –suponiéndose un lector sin preconceptos– con el recurso a fuentes que operan un análisis riguroso y calificado de la obra marxiana como, por ejemplo, los diferenciados estudios de Rosdolsky (2001), Dal Para (1971), Lukács (1979), Dussel (1985), Bensaïd (1999, 3ra parte) y Mészáros (2009, cap. 8).

Sin embargo es evocando los propios textos de Marx (y, eventualmente, de Marx y Engels) que propicia el material indispensable y adecuado para el conocimiento del método que el descubrió para el estudio de la sociedad burguesa.

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El método de Marx: Una larga elaboración teórica

Se sabe que Marx (1818-1883) inicia efectivamente su trayectoria teórica en 1841, a los 23 años, al recibir el título de doctor en Filosofía por la Universidad de Jena. Pero es entre 1843 y 1844, cuando se enfrenta polémicamente con la filosofía de Hegel, bajo la influencia materialista de Feuerbach, que comienza a revelar su perfil de pensador original (son de este período los textos Para la Cuestión Judía y Crítica de la Filosofía del derecho de Hegel. Introducción).

Es sin embrago, con el estímulo provocado por el joven Engels acerca de la economía política que Marx va a direccionar sus investigaciones al análisis concreto de la sociedad moderna, aquella que se engendro en las entrañas del orden feudal y se estableció en Europa occidental en la transición del S. XVIII al XIX: la sociedad burguesa. De hecho, se puede circunscribir como el problema central de la investigación marxiana la génesis, la consolidación, el desarrollo y las condiciones de crisis de la sociedad burguesa fundada en el modo de producción capitalista.

Esta investigación, de la que resultarían las bases de su teoría social, ocupará a Marx cerca de 40 años, de mediados de la década del ‘40 hasta su muerte y se puede localizar su punto de arranque en los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 y su culminación en los materiales constitutivos de El Capital (Marx, 1994, y 1968-1978). Basando esa investigación de toda una vida, más allá del profundo conocimiento que Marx adquirió en su trato con los mayores pensadores de la cultura occidental y de su activa participación en los procesos político- revolucionarios de su época, está su re-elaboración crítica del cúmulo intelectual realizado a partir del Renacimiento y de la Ilustración. En efecto, la estructuración de la teoría marxiana se auxilió especialmente de tres líneas de fuerza del pensamiento moderno: la filosofía alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés (Lenin, 1927, p. 4-27 y 37-39). En una palabra, Marx no hizo tabla rasa del conocimiento existente, pero partió críticamente de él.

Cabe insistir que la perspectiva crítica de Marx se coloca frente a la herencia cultural de la que era legatario. No se trata, como puede parecer a una visión vulgar de “crítica”, de posicionarse frente al conocimiento existente para rechazarlo o, en la mejor de las hipótesis, distinguir en él lo “bueno” de lo “malo”. En Marx, la crítica del conocimiento acumulado consiste en traer al examen racional, tornándolos concientes, sus fundamentos, sus condicionamientos y sus límites al mismo tiempo en que se hace la verificación de los contenidos de ese conocimiento a partir de los procesos históricos reales. Es así que él trata la filosofía de Hegel, los economistas políticos ingleses (especialmente Adam Smith y Ricardo) y los socialistas que lo precedieron (Owen, Fourier et all.).

Avanzando críticamente a partir del conocimiento acumulado, Marx emprendió el análisis de la sociedad burguesa, con el objetivo de descubrir su estructura y su dinámica. Este análisis, iniciado en la segunda mitad de los años 1840, configura un largo proceso de elaboración teórica, en el curso del cual Marx fue progresivamente determinando el método adecuado para el conocimiento veraz, verdadero, de la realidad social (Mandel, 1968). Esto quiere decir, simplemente, que el método de Marx no resulta de descubrimientos abruptos o de intuiciones generales, al contrario, resulta de una demorada investigación: de hecho y sólo después de casi 15 años de investigaciones es que Marx formula con precisión los elementos centrales de su método; formulación que aparece en la “Introducción” –redactada en 1857– a los manuscritos que, publicados póstumamente, fueron intitulados Elementos fundamentales para la crítica de la economía política. Borradores. 1857-1858 (Marx, 1982, p. 3-21). Es en estas pocas páginas que se encuentran sintetizadas las bases del método que viabilizó el análisis contenido en El Capital y la fundación de la teoría social de Marx.

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Teoría, método e investigación

Antes de señalar rápidamente el proceso intelectual que surge resumido en la introducción referida arriba y anticipando algo del contenido de este texto de 1857, es preciso aclarar el significado que teoría tiene para Marx.

Para él, la teoría no se reduce al examen sistemático de las formas dadas de un objeto, con el investigador descubriéndolo detalladamente y constituyendo modelos explicativos para dar cuenta –sobre la base de hipótesis que apuntan a relaciones de causa-efecto– de su movimiento visible, tal como ocurre en los procedimientos de la tradición empirista y o positivista. Y tampoco es, la construcción de enunciados discursivos sobre los cuales la llamada comunidad científica puede o no establecer consensos intersubjetivos, verdaderos juegos de lenguaje o ejercicios y combates retóricos, como quieren algunos posmodernos (Lyotard, 2008; Santos, 2000, cáp. 1)

Para Marx, la teoría es una modalidad peculiar de conocimiento, entre otras (como por ejemplo el arte, el conocimiento práctico de la vida cotidiana, el conocimiento mágico religioso –cf. Marx, 1982, p. 15). Pero la teoría se distingue de todas esas modalidades y tiene especificidades: el conocimiento teórico es el conocimiento del objeto –de su estructura y dinámica– tal como es en sí mismo, en su existencia real y efectiva, independientemente de los deseos, de las aspiraciones y de las representaciones del investigador. La teoría es para Marx, la reproducción ideal del movimiento real del objeto por el sujeto que investiga: por la teoría, el sujeto reproduce en su pensamiento la estructura y dinámica del objeto que investiga. Y esta reproducción (que constituye propiamente el conocimiento teórico) será tanto más correcta y verdadera cuanto más fiel el sujeto sea al objeto. Detengámonos un poco en este punto tan importante y complejo, comenzando con la propia noción de “ideal”.

Al mencionar la relación de su método con el de Hegel, de quien recogió críticamente la concepción dialéctica, Marx anota:

«Mi método dialéctico, por su fundamento, difiere del método hegeliano, siendo a él enteramente opuesto. Para Hegel, el proceso de pensamiento […] es el creador del real, y el real es apenas su manifestación externa. Para mi, al contrario, el ideal no es más de lo que el material traspuesto para la cabeza del ser humano y por el interpretado» (Marx, 1968, p. 16; itálicas no originales)

Así la teoría es el movimiento real del objeto transpuesto para el cerebro del investigador, es el real reproducido e interpretado en el plano ideal (del pensamiento). Prosigamos: para Marx, el objeto de la investigación (en el caso, la sociedad burguesa) tiene existencia objetiva; no depende del sujeto, del investigador, para existir. El objetivo del investigador, más allá de la apariencia fenoménica, inmediata y empírica -por donde necesariamente se inicia el conocimiento, siendo esta apariencia un nivel de la realidad y por lo tanto algo importante y no descartable- es aprehender la esencia (o sea la estructura y la dinámica) del objeto. En una palabra: el método de investigación que propicia el conocimiento teórico, partiendo de la apariencia, propone alcanzar la esencia del objeto2. Alcanzando la esencia del objeto, esto es capturando su estructura y su dinámica, por medio de procedimientos analíticos y operando su síntesis, el investigador lo reproduce en el plano del pensamiento; mediante la investigación, viabilizada por el método, el investigador reproduce, en el plano ideal, la esencia del objeto que investiga.

El objeto de la investigación, tiene insístase, una existencia objetiva, que es independiente de la conciencia del investigador. Pero el objeto de Marx es la sociedad burguesa, un sistema de relaciones constituido por los hombres, “el producto de la acción recíproca de los hombres” (Marx, 2009, p. 244). Esto significa que la relación sujeto/objeto en el proceso de conocimiento teórico no es una relación de externalidad, tal como se da, por ejemplo, en la citología o en la física antes, es una relación en que el sujeto está implicado en el objeto. Por eso mismo, la investigación -y la teoría que de ella resulta- de la sociedad excluye cualquier pretensión de “neutralidad”, generalmente identificada con “objetividad” (acerca del debate que, sobre la “objetividad”, se acumuló en las ciencias sociales y en la tradición marxista. Cf. Löwy, 1975, p. 11-35).

Sin embargo, esa característica no excluye la objetividad del conocimiento: la teoría tiene una instancia de verificación de su verdad, instancia que es la práctica social e histórica. Tomemos un ejemplo: de su análisis del movimiento del capital, Marx (1968a, p. 712-827) extrajo la ley general de acumulación capitalista, según la cual, en el modo de producción capitalista, la producción de la riqueza social implica, necesariamente, la reproducción continua de la pobreza (relativa y/o absoluta). En los últimos 150 años, el desarrollo de la formaciones sociales capitalistas solamente han comprobado la rectificación de su análisis, con la ”cuestión social” poniéndose y reponiéndose, no obstante que bajo expresiones diferenciadas, sin solución de continuidad. Y aún otro ejemplo: analizando el mismo movimiento del capital, Marx (1974, 1974a, 1974b) descubrió la imposibilidad que el capitalismo existiera sin crisis económicas; también en el último siglo y medio la práctica social e histórica demostró el riguroso acierto de ese descubrimiento. Esas y otras proyecciones plenamente confirmadas sobre el desarrollo del capitalismo no se deben a cualquier capacidad “profética” de Marx: se deben a que su análisis de la dinámica del capital le permitió extraer de su objeto “la ley económica del movimiento de la sociedad moderna” (Marx, 1968. p. 6) no una “ley” en el sentido de leyes físicas o de las leyes sociales durkheimnianas “fijas e inmutables”, sino una tendencia histórica determinada, que puede ser trabada o contrarestada por otras tendencias.3

Volvamos a la concepción marxiana de la teoría: la teoría es la reproducción en el plano del pensamiento, del movimiento real del objeto. Esta reproducción sin embargo, no es una especie de reflejo mecánico, con el pensamiento espejando la realidad tal como un espejo refleja la imagen que tiene delante de sí. Si así fuese, el papel del sujeto que investiga, en el proceso de conocimiento, sería meramente pasivo. Para Marx, al contrario, el papel del sujeto es esencialmente activo: precisamente para aprehender no la apariencia o la forma dada al objeto, sino su esencia, su estructura, su dinámica (más exactamente para aprehenderlo como un proceso), el sujeto deben ser capaz de movilizar un máximo de conocimientos, criticarlos, revisarlos y debe ser dotados de creatividad e imaginación. El papel del sujeto es fundamental en el proceso de investigación. Marx, a propósito, caracteriza de modo breve y conciso tal proceso: en la investigación, el sujeto “tiene que apoderarse de la materia, en sus pormenores, de analizar sus diferentes formas de desarrollo y de indagar la conexión que hay entre ellas” (Marx, 1968, p. 16)

En este proceso, los instrumentos y también las técnicas de investigación son los más variados, desde el análisis documental hasta las formas más diversas de observación, recolección de datos, cuantificación, etc.4. Esos instrumentos y técnicas son medios de los que se vale el investigador para “apoderarse de la materia”, pero no deben ser identificados con el método: instrumentos y técnicas similares pueden servir y (de hecho sirven) en escala variada, a concepciones metodológicas diferentes. Cabe observar que luego de más de un siglo transcurrido después de la muerte de Marx, las ciencias sociales desarrollaron unenorme acervo de instrumentos, técnicas de investigación, con alcances diferenciados y todo investigador debe conocer este acervo, apropiarse de él y dominar su utilización.

Es sólo cuando está concluida su investigación (y es siempre relevante recordar que, en el dominio científico, toda conclusión es siempre provisoria, sujeta a comprobación, rectificación, abandono, etc.) que el investigador expone los resultados a que llegó. Y Marx, en la secuencia inmediata de la última cita que hicimos agrega: «Sólo después de concluido este trabajo [de investigación] es que se puede describir adecuadamente el movimiento real. Si esto se consigue, quedará espejada, en el plano ideal, la vida de la realidad investigada.» (id., Ibíd.).

Como se ve para Marx, los puntos de partida son opuestos: en la investigación, el investigador parte de preguntas, cuestiones; en la exposición, él ya parte de los resultados que obtiene en la investigación, por eso, dice Marx, “es mister5, sin duda, distinguir formalmente el método de exposición del método de investigación” (id., Ibíd.).

Es importante observar que, considerando el conjunto de su obra, Marx pocas veces se detiene explícitamente sobre la cuestión del método. No es casual, de hecho, que Marx nunca tenga publicado un texto específicamente dedicado al método e investigación tomado en sí mismo, como algo autónomo en relación a la teoría o a la propia investigación: la orientación esencial del pensamiento de Marx era de naturaleza ontológica y no epistemológica (Lukács, 1979): por eso, su interés no incidía sobre un abstracto “como conocer”, sino “como conocer un objeto real y determinado”. Lenin, además, sustentaba, en 1920, que el espíritu del legado de Marx consistía en “el análisis concreto de una situación concreta”. El mismo Lenin, unos pocos años antes, ya comprenderá que a Marx no le interesaba elaborar una ciencia de la lógica (como lo hiciera Hegel): le importaba la lógica de un objeto determinado –descubrir esta lógica consiste en reproducir idealmente (teóricamente) la estructura y la dinámica de este objeto; es grabar la conclusión lenineana: «[…] Marx no dejó una Lógica, dejó la lógica de El Capital» (Lenin, 1989, p. 284)

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Las formulaciones teórico-metodológicas

Señalé, hace poco, que el método de Marx no resulta de operaciones repentinas, de intuiciones geniales o de inspiraciones iluminadas. Antes, es el producto de una larga elaboración teórico- científica, madurada en el curso de sucesivas aproximaciones a su objeto. Veamos, muy esquemáticamente, los principales pasos de esa elaboración.

Es en el segundo tercio de los años 1840 que se encuentran las formulaciones teórico-metodológicas iniciales de Marx. Densas reflexiones materialistas –debidas a la influencia de Feuerbach– ya surgen, nítidas, en una crítica a la filosofía del derecho de Hegel, redactada en diciembre de 1843/enero de 1844 y luego publicada6. Es especialmente en el curso de 1844 cuando comienza a trasladarse de la crítica filosófica de la economía política, como se verifica en los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, solamente hechos públicos en 1932 (Marx, 1994), que esas reflexiones ganan una articulación claramente dialéctica. No es por casualidad que, paralelamente a la redacción de esos Manuscritos., Marx retorne a la hegeliana Fenomenología del Espíritu, demostrando el dominio que ya poseía sobre de sus categorías (Marx, 1994, p. 155-161). Si la lectura de los Manuscritos, revela un conocimiento todavía insuficiente de la economía política, esto no compromete la seguridad del autor en el manejo de la dialéctica, manejo que se profundiza en la secuencia del establecimiento de la relación personal con Engels, en el libro que marca el comienzo de su colaboración intelectual, La Sagrada Familia o La crítica de la crítica crítica, de 1845 (Marx-Engels, 2003) expresión de su enfrentamiento con pensadores alemanes contemporáneos. En varios pasajes, los dos jóvenes autores apuntan la perspectiva teórica a partir de la cual critican filósofos con los cuales, hasta poco tiempo antes, mantenían buenas relaciones intelectuales.

Sin embrago, es en la obra a que se dedican enseguida, La ideología alemana (escrita en 1845/1846, pero publicada en 1932), que surge la primera formulación más precisa de sus concepciones. Marx y Engels aclaran que sus análisis tienen presupuestos, pero se trata de presupuestos reales: constituyen en “los (nos) individuos reales, su acción y sus condiciones materiales de vida, tanto aquellas por ellos ya encontradas como las producidas por su propia acción” (Marx-Engels, 2007, p. 86-87).7 Y escriben, por eso mismo, en sus análisis.

«No se parte de aquello que los hombres dicen, imaginan o representan, tampoco [de] los hombres pensados, imaginados o representados para, a partir de ahí, llegar a los hombres de carne y hueso; se parte de los hombres realmente activos [...], de su proceso de vida real» (id., Ibíd., p. 94; itálicas no originales).

En base a esas ideas hay un argumento esencial:

«Los hombres son los reproductores de sus representaciones, de sus ideas y así por delante, pero los hombres reales, activos, tal como son condicionados por un determinado desarrollo de sus fuerzas productivas y por el intercambio que a él corresponde […]. La conciencia no puede ser jamás otra cosa de lo que el ser conciente y el ser de los hombres es su proceso de vida real. […] No es la conciencia que determina la vida, sino la vida que determina la conciencia» (id., Ibíd., p.94; itálicas no originales).

Extraída del análisis de la realidad histórica y expresamente materialista, es esta determinación de las relaciones entre el ser y la conciencia de los hombres en sociedad que permitirá a Marx avanzar, en la segunda mitad de los años 1840, en su análisis de la sociedad burguesa. Pero la misma se inserta en la concepción que Marx y Engels ya alcanzaran en este período acerca de la historia, de la sociedad y de la cultura y que será desarrollada y profundizada en los años siguientes. Para ambos, el ser social y la sociabilidad resultan elementalmente del trabajo, que constituirá el modelo de praxis, es un proceso, movimiento que se dinamiza por contradicciones, cuya superación lo conducen a niveles de creciente complejidad, en los cuales nuevas contradicciones exigen a otras superaciones. Por estos años, como Engels lo recordará mucho más tarde, ya estaban –él y Marx– teniendo “una gran idea fundamental”, que extraerán de Hegel: la idea «de que no se puede concebir el mundo como un conjunto de cosas acabadas, sino como un conjunto de procesos» (Marx-Engels, 1963, v. 3, p. 195).

«Es a partir de esta “idea fundamental” –proseguirá Engels en otra oportunidad–, que se concibe el mundo de la naturaleza, de la historia y del espíritu como un proceso, esto es; como un mundo sujeto a cambios, transformaciones y desarrollo constantes, procurando también destacar la íntima conexión que preside este proceso de desarrollo y cambio. Encarada bajo este aspecto, la historia de la humanidad ya no se presentaba como un caos […], al contrario, se presentaba como el desarrollo de la propia humanidad, que incumbía al pensamiento la tarea de seguir […] hasta conseguir descubrir las leyes internas, que rigen todo lo que a primera vista se pudiese presentar como obra del azar» (Engels, 1979, p. 22)

En la medida que Marx transita de la crítica de la fi losofía a la crítica de la economía política, sus ideas ganan creciente elaboración. Es lo que se verifica en el primer texto en que desarrolla con más rigor la crítica de la economía política, el libro Miseria de la Filosofía (1847), de polémica con el socialista francés, P. J. Proudhon; más aún, luego que lee la obra de Proudhon (Filosofía de la Miseria, 1846) y antes mismo de escribir su réplica, Marx observa, en una carta, que el fracaso teórico de ese pensador se debe a que “no concibe nuestras instituciones sociales como productos históricos y no comprende ni su origen ni su desarrollo” (Marx, 2009, p. 250). En la misma carta, Marx aclara como ya concibe la estructura de lo que constituirá el objeto de investigación de toda su vida (precisamente del cual investigará el “origen” y el “desarrollo”):

«¿Qué es la sociedad, cualquiera sea su forma? ¿El producto de la acción recíproca de los hombres. ¿Los hombres pueden escoger, libremente, esta o aquella forma social? Nada de eso. A un determinado estadío de desarrollo de las facultades productivas de los hombres corresponde determinada forma de comercio y de consumo. A determinadas fases de desarrollo de la producción, del comercio y del consumo corresponden determinadas formas de constitución social, determinada organización de la familia, de los órdenes o de las clases; en una palabra, una determinada sociedad civil. A una determinada sociedad civil corresponde un determinado estado político, que no es más que la expresión oficial de la sociedad civil. […] Es superfluo añadir que los hombres no son libres para escoger sus fuerzas productivas –base de toda su historia– pues toda fuerza productiva es una fuerza adquirida, producto de una actividad anterior. Por tanto, las fuerzas productivas son el resultado de la energía práctica de los hombres, pero esa misma energía es circunscripta por las condiciones en que los hombres se hallan colocados, por las fuerzas productivas ya adquiridas, por la forma social anterior, que no fue creada por ellos y es producto de la generación precedente. El simple hecho de que cada generación posterior se presente con fuerzas productivas adquiridas por la generación precedente […] crea en la historia de los hombres una conexión, crea una historia de la humanidad […]. Sus [de los hombres] relaciones materiales forman la base de todas sus relaciones» (id., p. 245).

Y Marx avanza en la indicación que, en los años siguientes, fundamentará persuasivamente:

«[…] Los hombres, al desarrollar sus facultades productivas, esto es, viviendo, desarrollan ciertas relaciones entre sí, y […] el modo de estas relaciones cambia necesariamente con la modificación y el crecimiento (o desarrollo) de aquellas facultades productivas» (id., p. 250)

Todas estas ideas comparecen en la Miseria de la filosofía y son elementales para la comprensión del método de Marx. Obsérvense dos pasajes del libro.

«Las relaciones sociales están íntimamente ligadas a las fuerzas productivas. Adquiriendo nuevas fuerzas productivas, los hombres transforman su modo de producción y, al transformarlo, alterando la manera de ganar su vida, ellos transforman todas sus relaciones sociales. El molino movido por el brazo humano nos da la sociedad con el señor feudal; el molino a vapor nos da la sociedad con el capitalista industrial» (id., p.125).

«Los mismos hombres que establecieron las relaciones sociales de acuerdo con su productividad material producen, también, los principios, las ideas, las categorías de acuerdo con sus relaciones sociales. Así, esas ideas, esas categorías son tan poco eternas como las relaciones que expresan. Ellas son productos históricos y transitorios» (id., p.126).

Es además en este texto que Marx avanza sobre dos ideaS fundamentales, que sólo se desplegarán con más elementos cerca de una década después. La primera refiere a las categorías económicas; escribe: “Las categorías económicas son expresiones teóricas, abstracciones de las relaciones sociales de producción” (id., p. 125). Y más: “Las relaciones de producción de cualquier sociedad constituyen un todo” (id., p. 126). Se trata, en verdad, de dos determinaciones teóricas que constituirán núcleos básicos del método de investigación de Marx, y a ellas volveremos más adelante.

Todas estas concepciones e ideas, fundadas en los estudios históricos y en los análisis de la realidad que acumula a partir de mediados de los años 18408 –además de las experiencias políticas vividas en el curso de la revolución de 1848–, van a adquirir un significado todavía mayor en el período que se inicia con el exilio de Marx en Londres (1850). Especialmente a partir de 1852, él se dedica obsesivamente al estudio de la sociedad burguesa: analiza documentación histórica, recorre prácticamente toda la bibliografía ya producida de la economía política, acompaña los desarrollos de la economía mundial, tiene en cuenta los avances científicos latentes que palpitan en la industria y en las comunicaciones y considera las manifestaciones de las clases fundamentales (burguesía y proletariado) de cara a la actualidad. Viviendo en Londres, entonces capital del país capitalista más desarrollado, de un imperio de dimensiones mundiales, sede del mayor centro financiero (La City), teniendo a su disposición a los medios de comunicación más informados de la economía y la más completa biblioteca de la época (la del British Museum), Marx puede al fin determinar precisamente, en su plena madurez, su objeto de estudio y su método de investigación. Es pues luego de casi 15 años de investigación que escribe, entre agosto y septiembre de 1857, la célebre “Introducción”, donde su concepción teórico-metodológica surge nítida9.

Inicia la “Introducción” delimitando con claridad su objeto de investigación: la producción material, que sólo puede ser producción de “individuos produciendo en sociedad” y, con eso, Marx descarta figuras aisladas de individuos en las actividades económicas. De hecho, «cuando se trata […] de producción, se trata de la producción de un grado determinado del desarrollo social, de la producción de los individuos sociales». Por esto mismo, Marx considera que la “producción en general” es una abstracción, que denota solo un fenómeno común a todas las épocas históricas: el fenómeno que, en cualquier época, la producción implicaría siempre un mismo sujeto (la humanidad, la sociedad) y un mismo objeto (la naturaleza)10. Este fenómeno confiere unidad a la historia de la humanidad, pero unidad no es lo mismo que identidad: es preciso distinguir “las determinaciones que valen para la producción en general” de aquellas que hablan respecto a cierta época, de lo contrario, se pierde la historicidad en el análisis, y a las categorías económicas se atribuyen vigencia y valor eternos. De este modo, y consecuentemente, Marx especifica que quiere estudiar una determinada forma histórica de producción material: la “producción burguesa moderna”.

Marx está convencido, en función de los estudios históricos que ya realizará, que “la sociedad burguesa es la organización histórica más desarrollada, más diferenciada de la producción”. Y deja bien claro que el conocimiento riguroso de su producción material no basta para explicar la riqueza de las relaciones sociales que se objetivan en el marco de una sociedad así compleja; por ejemplo, en el campo de la cultura, Marx enfatiza la existencia de una “relación desigual del desarrollo de la producción material de cara a la producción artística” y señala todavía la dificultad para clarificar “de qué modo las relaciones de producción, como relaciones jurídicas, siguen un desarrollo desigual”. Pero –por toda la acumulación teórica que realizó con sus investigaciones anteriores–, él está igualmente convencido que el paso necesario e indispensable para aprehender la entera riqueza de esas relaciones sociales consiste en la plena comprensión de la producción burguesa moderna. Sin esta comprensión, será imposible una teoría social que permita ofrecer un conocimiento verdadero de la sociedad burguesa como totalidad (incluyendo, pues, el conocimiento –más allá de su organización económica– de sus instituciones sociales y políticas y de la cultura). Para elaborar la reproducción ideal (la teoría) de su objeto real (que es la sociedad burguesa), Marx descubrió que el procedimiento fundante es el análisis del modo por el cual se produce la riqueza material.

La cuestión de la riqueza material o, más exactamente, de las condiciones materiales de la vida social sin embargo, no contiene sólo la producción, también la distribución, el cambio (y la circulación, que es “el cambio considerado en su totalidad”) y el consumo. ¿Por qué, entonces, comenzar por la producción? La argumentación de Marx, basada en la profundización de sus estudios anteriores y consolidada en el exilio en Londres, después de demostrar que la producción es, en parte, consumo y éste parcialmente, es producción, y también después de relacionarlos a la distribución y a la circulación, tiene el siguiente resultado: estos momentos (producción, distribución, cambio y consumo) no son idénticos, pero todos “son elementos de una totalidad, diferencias dentro de una misma unidad”. Pero, sin perjuicio de interacción entre esos elementos, es dominante el momento de la producción:

«La producción se expande tanto a sí misma […] como se extiende a los demás momentos. El proceso comienza de nuevo siempre a partir de ella. Que el cambio y el consumo no puedan ser el elemento predominante, se comprende por sí mismo. Lo mismo sucede con la distribución […]. Una (forma) determinada de la producción determina, pues, [formas] determinadas del consumo, de la distribución, del cambio, así como relaciones determinadas de esos diferentes factores entre si. Una teoría social de la sociedad burguesa, por lo tanto, tiene que poseer como fundamento el análisis teórico de la producción de las condiciones materiales de la vida social. Este punto de partida no expresa un juicio o una preferencia personal del investigador: es una exigencia que resulta del mismo objeto de investigación, su estructura y dinámica sólo serán reproducidas con veracidad en el plano ideal a partir de ese fundamento; el investigador sólo será fiel al objeto si atendiera a tal imperativo (es evidente que el investigador es libre para encontrar y explorar otras vías de acceso al objeto que es la sociedad y puede, inclusive, llegar a resultados interesantes; entre tanto, tales resultados, nunca permitirán articular una teoría social que dé cuenta de los niveles decisivos y de la dinámica fundamental de la sociedad burguesa).»11

Una vez determinado su objeto, se impone a Marx la cuestión de cómo conocerlo, se impone la cuestión del método. Aquí nada mejor que dar la palabra al propio Marx:

«Cuando estudiamos un país dado desde el punto de vista de la Economía Política, comenzamos por su población, su división en clases, su repartición entre ciudades y campo […]; las diferentes ramas de la producción, la exportación y la importación, la producción y consumo anuales, los precios de las mercancías, etc. Parece que lo correcto es comenzar por lo real y por lo concreto, que son la presuposición previa y efectiva; así, en economía, por ejemplo, se comenzaría por la población, que es la base y el sujeto del acto social de producción como un todo. Sin embargo, gracias a una observación más atenta, tomamos conocimiento que esto es falso. La población es una abstracción si despreciamos, por ejemplo, las clases que la componen. Por su lado, esas clases son una palabra vacía de sentido si ignoramos los elementos en que reposan, por ejemplo: el trabajo asalariado, el capital, etc. Estos suponen el cambio, la división del trabajo, los precios, etc. El capital, por ejemplo, sin el trabajo asalariado, sin el valor, sin el dinero, sin el precio, etc.; no es nada. Así, si comenzamos por la población, tendremos una representación caótica del todo y, a través de una determinación más precisa, a través de un análisis, llegaremos a conceptos cada vez más simples; del concreto idealizado pasaremos a abstracciones cada vez más tenues hasta que alcancemos determinaciones más simples.»

Como buen materialista, Marx distingue claramente lo que es del orden de la realidad, del objeto, de lo que es del orden del pensamiento (el conocimiento operado por el sujeto): se comienza “por el real y por el concreto”, que aparecen como dados; por el análisis, uno y otro elementos son abstraídos y, progresivamente, con el avance del análisis, se llega a conceptos, a abstracciones que remiten a determinaciones, las más simples. Este fue el camino o, si se quiere, el método

«[…] históricamente seguido por la naciente economía. Los economistas del siglo XVII, por ejemplo, comienzan siempre por todo lo vivo: la población, la nación, el Estado, varios Estados, etc., pero terminan siempre por descubrir, por medio del análisis, cierto número de relaciones generales abstractas que son determinantes, tales como la división del trabajo, el dinero, el valor, etc..»

Marx considera que este procedimiento analítico fue necesario en la emergencia de la economía política, pero esta lejos de ser suficiente para reproducir idealmente (teóricamente) el “real” y el “concreto”. En efecto, después de alcanzar aquellas “determinaciones más simples”, “tendremos que volver a hacer el viaje de modo inverso, hasta dar de nuevo con la población, pero esta vez no como una representación caótica de un todo, sino como rica totalidad de determinaciones y relaciones diversas”.

Es este “viaje de vuelta” que caracteriza, según Marx, el método adecuado para la elaboración teórica. El aclara:

«El último método es manifiestamente el método científico exacto. El concreto es concreto por que es síntesis de múltiples determinaciones, esto es, unidad de lo diverso. Por eso, lo concreto aparece en el pensamiento como el proceso de síntesis, como resultado y no como punto de partida, siempre que sea efectivo el punto de partida […]. En el primer método la representación plena se volatiliza en determinaciones abstractas; en el segundo las determinaciones abstractas conducen a la reproducción del concreto por medio del pensamiento (itálicas no originales).»

Se debe distinguir, a esta altura, para alcanzar la entera comprensión del método que Marx considera “científicamente exacto”, el sentido de “abstracción” y “abstracto”. La abstracción es la capacidad intelectiva que permite extraer de su contextualidad determinada (de una totalidad) un elemento, aislarlo, examinarlo, es un procedimiento intelectual sin el cual el análisis es inviable -además en el dominio del estudio de la sociedad, el mismo Marx insistió con fuerza en que la abstracción es un recurso indispensable para el investigador.12 La abstracción, posibilitando el análisis, retira del elemento abstraído sus determinaciones más concretas, hasta alcanzar “determinaciones las más simples”. En este nivel, el elemento “abstraído” se torna “abstracto”- precisamente lo que no es en la totalidad de que fue extraído: en ella se concretiza por cuanto está saturado de “múltiples determinaciones”. La realidad es concreta exactamente por eso, por ser “la síntesis de múltiples determinaciones”, la “unidad de lo diverso” que es propia de toda totalidad. El conocimiento teórico es, en esta medida, para Marx, el conocimiento de lo concreto, que constituye la realidad, pero que no se ofrece directamente al pensamiento: debe ser reproducido por éste y sólo “el viaje de modo inverso” permite esta reproducción. Ya señalamos que, en Marx, hay una continua preocupación en distinguir la esfera de ser de la esfera del pensamiento; lo concreto a que llega el pensamiento por el método que Marx considera “científicamente exacto» (el “concreto pensado”) es un producto del pensamiento que realiza “el viaje de modo inverso”. Marx noduda en calificar este método como aquel “que consiste en elevarse del abstracto al concreto”, “único modo” por el cual “el cerebro pensante” “se apropia del mundo”.

Cabe también precisar el sentido de las “determinaciones”: éstas son trazos pertinentes a los elementos constitutivos de la realidad; en las palabras de un analista, para Marx, la determinación es un “momento esencial constitutivo del objeto” (Dussel, 1985, p. 32). Por eso el conocimiento concreto del objeto es el conocimiento de sus múltiples determinaciones, tanto más se reproducen las determinaciones de un objeto, tanto más el pensamiento reproduce su riqueza (concreción) real. Las “determinaciones más simples” están puestas en el nivel de la universalidad; en la inmediatez de lo real, ellas se muestran como singularidades pero el conocimiento de lo concreto se opera conteniendo universalidad, singularidad y particularidad.13

Ahora, el objeto de la investigación marxiana es, expresamente, conocer “las categorías que constituyen la articulación interna de la sociedad burguesa”. ¿Y qué son “categorías”, de las cuales Marx cita innumerables (trabajo, valor, capital)? Las categorías, dice, “expresan […] formas de modo de ser, determinaciones de existencia, frecuentemente aspectos aislados de [una] “sociedad determinada” o sea: ellas son objetivas, reales (pertenecen al orden del ser son categoría ontológicas); mediante procedimientos intelectivos (básicamente, mediante la abstracción), el investigador las reproduce teóricamente, (y, así, también pertenecen al orden del pensamiento son categoría reflexivas). Por eso mismo, tanto real como teóricamente, las categorías son históricas y transitorias: las categorías propias de la sociedad burguesa sólo tienen validez plena en su marco (un ejemplo: trabajo asalariado). Y, una vez que, como vimos, para Marx “la sociedad burguesa es la organización histórica más desarrollada, más diferenciada de la producción”, vale decir: la más compleja de todas las organizaciones de la producción hasta hoy conocida, es en ella que existe realmente el mayor desarrollo y la mayor diferenciación categorial. Luego, su reproducción ideal (su teoría) implica la aprehensión intelectiva de esa riqueza categorial (lo que significa decir que la teoría de la sociedad burguesa debe ser también rica en categorías14).

Después de asentar que la sociedad burguesa presenta la más desarrollada organización de la producción, Marx, en una argumentación que impide cualquier procedimiento de naturaleza positivista, observa:

«Las categorías que expresan sus [de la sociedad burguesa] relaciones, la comprensión de su propia articulación, permiten penetrar en la articulación y en las relaciones de producción de todas las formas de sociedad desaparecidas, sobre cuyas ruinas y elementos se haya edificada y cuyos vestigios, no superados todavía, llevan de arrastre, desarrollando todo lo que fuera antes apenas indicado y que toma así su significación, etc. La anatomía del hombre es la llave para la anatomía del mono. Lo que en las especies animales inferiores indica una forma superior no puede ser comprendido […] sino cuando se conoce la forma superior. La economía burguesa proporciona la llave de la economía de la antigüedad, etc.»

Esta argumentación invierte la vulgar proposición positivista de que “lo mas simple explica lo mas complejo”: solamente cuando una forma mas compleja se desarrolla y es conocida es que se puede comprender enteramente lo menos complejo –es el presente, pues, que aclara el pasado. En la sociedad burguesa, la categoría dinero (he aquí un ejemplo del propio Marx) se encuentra mucho mas desarrollada de lo que en la Antigüedad –donde funcionaba como medio de cambio–. Si lo analizásemos solo como medio de cambio, no tendríamos condiciones de detectar sus otras posibles funciones; cuando lo analizamos en la sociedad burguesa (donde, además de medio de cambio, opera como equivalente general, medida de valor, medio de acumulación, medio de pago universal), su pleno desarrollo ilumina su proceso anterior.

Obviamente, afirmándose que el presente ilumina el pasado (o, en otras palabras: que la forma más compleja permite comprender aquello que, en una forma menos compleja, indica potencialidad de un posterior desarrollo), no se descuida la necesidad de conocer la génesis histórica de una categoría o proceso, su estructura y su función actuales. Ambos, estructura y función, pueden presentar características inexistentes o atrofiadas en el momento de su emergencia histórica. Así, las condiciones de génesis histórica no determinan el posterior desarrollo de una categoría. Por eso mismo, el estudio de las categorías debe conjugar el análisis diacrónico (de la génesis y desarrollo) con el análisis sincrónico (su estructura y función en la organización actual).15

Mientras tanto, retornemos a la última cita de Marx. Adicionalmente, y a consecuencia de la observación que acabamos de hacer, él advierte:

«si la economía burguesa proporciona la llave de la economía de la Antigüedad, esto no significa la inexistencia de diferencias históricas –las categorías no son eternas–, son históricamente determinadas y esta determinación se verifica en la articulación especifica que tienen en las distintas formas de organización de la producción. Esta es la conclusión de Marx: en el estudio de la sociedad burguesa, […] seria, pues, impracticable y erróneo colocar las categorías económicas en el orden según el cual tuvieron históricamente una acción determinante […] No se trata de la relación que las relaciones económicas asumen históricamente en la sucesión de las diferentes formas de sociedad […] Se trata de su jerarquía en el interior de la moderna sociedad burguesa.»

Y fue en este sentido que se desarrolló la investigación de Marx: encontrar la articulación especifica que la organización de la producción, confiere a las (sus) categorías económicas. Cuando publico, dos años después que escribió la “Introducción” de la que nos ocupamos aquí, los entonces mas recientes resultados de suinvestigaciones sistemáticas –orientadas por las indicaciones teórico-metodológicas avanzadas en esta “Introducción”– en el ámbito de la critica de la economía política, Marx sintetizó, en un pasaje celebre, el hilo conductor de sus estudios. El pasaje se encuentra en el prefacio de Para la crítica de la economía política (1859) y es de citación imprescindible, una vez que sintetiza las conclusiones de aquel mencionado itinerario investigativo de prácticamente quince años:

«En la producción social de la propia vida, los hombres contraen relaciones determinadas, necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una etapa determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. La totalidad de esas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se levanta una superestructura jurídica y política y a la cual corresponden formas sociales determinadas de conciencia. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso general de vida social, político y material. No es la conciencia de los hombres que determina su ser, por el contrario, es su ser social que determina su conciencia. En una cierta etapa de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo cual no es más que su expresión jurídica, con las relaciones de propiedad en cuyo interior se habían movido hasta entonces. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas esas relaciones se transforman en sus grilletes.16 Sobreviene entonces una época de revolución social. Con la transformación de la base económica, toda la enorme superestructura se transforma con mayor o menor rapidez» (Marx, 1982, p. 25).

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El método de Marx

El lector que nos acompañó hasta aquí estará tal vez preocupado y, con certeza, no le reduce la preocupación el epígrafe que, con bastante cuidado, escogimos para iniciar este texto –“todo comienzo es difícil en cualquier ciencia”–, extraído exactamente de El Capital (Marx, 1968, p. 4). Es que no le ofrecemos, en nombre de Marx, un conjunto de reglas para orientar la investigación; tampoco colocamos a su disposición un rol de definiciones para dirigir la investigación. En estas pocas paginas, apenas recapitulamos –y de forma muy esquemática: solo presentamos una nota introductoria a la problemática metodológica de Marx– las principales aproximaciones marxianas a la cuestión del método de investigación. Y debemos justificar las razones de este procedimiento.

No ofrecemos al lector un conjunto de reglas porque, para Marx, el método no es un conjunto de reglas formales que se “aplican” a un objeto que fue recortado para una investigación determinada ni, menos aún, un conjunto de reglas que el sujeto que investiga escoge, conforme a su voluntad, para “encuadrar” su objeto de investigación. Recordemos el pasaje de Lenin que citamos: Marx no nos entrego una lógica, nos dio la Lógica de El Capital. Estoquiere decir que Marx no nos presentó lo que “pensaba” sobre el capital, a partir de un sistema de categorías previamente elaboradas y ordenadas conforme operaciones intelectivas: el (nos) descubrió la estructura y la dinámica reales del capital; no le “atribuyó” o “imputó” una lógica: extrajo de la efectividad del movimiento del capital su (propia, inmanente) lógica –en una palabra, nos dio la teoría del capital: la reproducción ideal de su movimiento real.17

Y para operar esta reproducción, el trató de ser fiel al objeto: es la estructura y la dinámica del objeto que comandan los procedimientos del investigador. El método implica, pues, para Marx, una determinada posición (perspectiva) del sujeto que investiga: aquella en que se pone el investigador para, en su relación con el objeto, extraer de él sus múltiples determinaciones.

Tampoco ofrecemos definiciones al lector. Porque procede del develamiento de las determinaciones, y porque, cuanto mas avanza en la investigación, mas descubre determinaciones –conocer teóricamente es (para usar una expresión muy apreciada por el profesor Florestan Fernandes) saturar el objeto pensado con sus determinaciones concretas–, Marx no opera con definiciones. En el “viaje en sentido inverso” las “abstracciones más tenues” y las “determinaciones más simples” van siendo cargadas de las relaciones y de las dimensiones que objetivamente poseen y deben adquirir para reproducir (en el plano del pensamiento) las múltiples determinaciones que constituyen el concreto real.

Pero, sobre todo, procedemos aquí con el cuidado de mantener la indisociable conexión que existe en Marx entre elaboración teórica y formulación metodológica. Los presupuestos desarrollados a lo largo de los años 1840 encaminan elaboraciones teóricas que son repasadas, revisadas y profundizadas, etc., en el trato del material histórico-social y que se develan en las propuestas metodológicas; los estudios de los años 1850, orientados por las reformulaciones metodológicas ya alcanzadas, promueven avances teóricos y estos redimensionan exigencias metodológicas. La formulación de la “Introducción” de 1857 es, vista en el proceso de pensamiento de Marx, un punto de llegada y un punto de partida. Es un punto de llegada, en la medida que resulta de todo el trato teórico anterior y, pues, contiene una adecuación de la posición (perspectiva) del investigador a las exigencias del objeto; es un punto de partida, por que señala un nuevo tratamiento del objeto –que va comparecer en los Elementos fundamentales para la crítica de la economía política. Borradores18. 1857-1858. Este nuevo tratamiento teórico, a su vez, implica una depuración todavía mayor de la formulación metodológica- y ambos, tratamiento teórico y formulación metodológica, que constituyen una unidad–, surgirán límpidos en El Capital. La indisociable conexión que mencionamos impide el abordaje que, en la obra de Marx, autonomice el método de cara a la teoría: no es posible, sino al precio de una adulteración del pensamiento marxiano, analizar el método sin la necesaria referencia teórica e, igualmente, la teoría social de Marx se torna ininteligible sin la consideración de su método. Como correctamente afirmó Goldmann (1985, p. 7), en el pensamiento que se apoya en la perspectiva de la totalidad, a que me referiré en seguida es ilegítima una separación rigurosa entre el método y la investigación concreta, que son las dos caras de la misma moneda. De hecho, parece cierto que el método solo se encuentra en la propia investigación y que ésta solo puede ser válida y fructífera en la medida en que se toma conciencia, progresivamente, de la naturaleza de su propio avance y de las condiciones que le permiten avanzar.

Y es en esta conexión que encontramos plenamente articuladas tres categorías –de nuevo: teórico-metodológicas– que nos parecen sintetizar la concepción teórico-metodológica de Marx, tal como ésta surge en las elaboraciones de y posteriores a 1857 (ya contenidas en su producción anterior). Se trata de las categorías de totalidad, de contradicción y de mediación (Marcuse, 1969; Lukács, 1970, 1974 y 1979 y Barata-Moura, 1977).

Para Marx, la sociedad burguesa es una totalidad concreta. No es un “todo” constituido por “partes” funcionalmente integradas. Antes, es una totalidad concreta inclusiva y macroscópica, de máxima complejidad, constituida por totalidades de menor complejidad. Ninguna de esas totalidades es “simple” –lo que las distingue es su grado de complejidad (es a partir de esta verificación que, pararetomar libremente una expresión lukacsiana, la realidad de la sociedad burguesa puede ser aprehendida como un complejo constituido por complejos). Y si hay totalidades más determinantes que otras (ya vimos, por ejemplo, que, en la producción de las condiciones materiales de la vida social, la producción determina el consumo), ellas se distinguen por la legalidad que las rige: las tendencias operantes en una totalidad le son peculiares y no pueden ser trasladadas directamente a otras totalidades. Si así fuese, la totalidad concreta que es la sociedad burguesa sería una totalidad amorfa –y su estudio nos revela que se trata de una totalidad estructurada y articulada–. Cabe al análisis de cada uno de los complejos constitutivos de las totalidades desentrañar las tendencias que operan específicamente en cada una de ellas.

Pero la totalidad concreta y articulada que es la sociedad burguesa es una totalidad dinámica –su movimiento resulta del carácter contradictorio de todas las totalidades que componen la totalidad inclusiva y macroscópica. Sin las contradicciones, las totalidades serían totalidades inertes, muertas– y lo que el análisis registra es precisamente su continua transformación. La naturaleza de esas contradicciones, sus ritmos, las condiciones de sus límites, controles y soluciones dependen de la estructura de cada totalidad –y, nuevamente, no hay formulas– formas apriorísticas para determinarlas: también cabe a la investigación descubrirlas.

En fin, una cuestión crucial reside en descubrir las relaciones entre los procesos ocurrentes en las totalidades constitutivas tomadas en su diversidad y entre ellas y la totalidad inclusiva que es la sociedad burguesa. Tales relaciones nunca son directas; ellas son mediadas no solo por los distintos niveles de complejidad, pero, sobre todo, por la estructura peculiar de cada totalidad. Sin los sistemas de mediaciones (internas y externas) que articulan tales totalidades, la totalidad concreta que es la sociedad burguesa sería una totalidad indiferenciada – y la indiferenciación cancelaría el carácter concreto ya determinado como “unidad de lo diverso”.19

Articulando estas tres categorías nucleares: la totalidad, la contradicción y la mediación, Marx descubrió la perspectiva metodológica que le propició levantar de su edificio teórico. Al ofrecernos el exhaustivo estudio de la “producción burguesa”, él nos legó la base necesaria, indispensable para la teoría social. Si, en innumerables pasos del conjunto de su obra, Marx fue mucho mas allá de aquel estudio, proporcionando fundamentales determinaciones acerca de otras de las totalidades constitutiva de la sociedad burguesa, el hecho es que su teoría social permanece en construcción y, en todos los esfuerzos exitosos operados en esta construcción, lo que se constata es la fidelidad a la perspectiva metodológica que acabamos de esbozar. Es en esta fidelidad, sin embrago, que reside lo que, en un estudio celebre, Lukács (1974, p.15) designó como ortodoxia20 en materia de marxismo.

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NOTAS:

1 El texto ahora publicado es una versión revisada y simplificada del ensayo Introducción al método en la teoría social, preparado por el Prof. José Paulo Netto para el libro, de autoría colectiva, Servicio Social: Derechos Sociales y Competencias Profesionales (Brasilia: CFESS/ABPESS, 2009). La Editora Expresión Popular consigna sus agradecimientos al CFESS por la cesión de los derechos autorales. Datos internacionales de catalogación en la publicación: Paulo Netto, José 1947; Introducción al estudio del método de Marx 1era ed. San Pablo: Expressao Popular. 2011. 64 p. Traducción del portugués Marina Cappello.
2 Para Marx, como para todos los pensadores dialécticos, la distinción entre apariencia y esencia es primordial; en efecto, “toda ciencia sería superflua si la forma de manifestación (la apariencia) y la esencia de las cosas coincidiesen inmediatamente” (Marx, 1974b, p. 939); más aún: “las verdades científicas serán siempre paradojales si son juzgadas por la experiencia de todos los días; la cual solo capta la apariencia engañadora de todas las cosas” (Marx, 1982, p. 158). Por eso mismo para Marx, no cabe al cientista “mirar” su objeto –el “mirar” es muy propio de los posmodernos, cuya epistemología «sospecha de la distinción entre apariencia y realidad”– (Santos, 1995, p. 331)
3 En el posfacio a la segunda edición (1873) de El Capital, Marx cita pasajes de un crítico de su obra que considera tener aprendido correctamente su método de investigación, contraponiéndolo a los viejos economistas [que ] no comprendieron la naturaleza de las leyes económicas por que las equipararon con las leyes de la física y de la química”; ora, “es esto lo que Marx contesta […] Cada período histórico en su opinión, posee sus propias leyes” (Marx, 1968, p. 15). De hecho, Marx escribió en El Capital, a propósito de las leyes de la población” […] Todo período histórico tiene sus propias leyes […], válidas dentro de límites históricos. Una ley abstracta de la población solo existe para plantas y animales y solo en la medida que esté excluida la acción humana” (Marx, 1968a, p. 733)
4 El mismo Marx recurrió a la utilización de distintas técnicas de investigación (hay caracterizadas como análisis bibliográfico y documental, análisis de contenido, observación sistemática, y participante, entrevistas, instrumentos cuantitativos, etc.); se conoce, inclusive, un minucioso cuestionario que elaboro, disponible en Thiollent (1986)
5 N de T.: necesario, preciso.
6 Se trata del ensayo Crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Introducción, que no debe ser confundido con el manuscrito de 1843, conocido como Crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Manuscrito de Kreusnach, Manuscrito de 1843 etc. y sólo publicado en 1927- ambos están disponibles en Marx (2005)
7 Obsérvese en esta formulación la anticipación de un pasaje celebre de El 18 Brumario de Luis Bonaparte, en el cual los hombres son tomados como, simultáneamente, actores y autores de la historia: «Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen como quieren; no la hacen bajo circunstancias de su elección y si bajo aquellas con que se enfrentan directamente, legadas y transmitidas por el pasado» (Marx, 1969, p. 17). La misma línea de argumentación comparecerá en la crítica de Marx a Proudhon, como el lector verificará en una cita que se hará más adelante.
8 No hay que olvidar que Marx desde 1848 hasta el el final de su vida permanente “analista de coyunturas” (históricas, político-económicas y sociales). Los incontables análisis que produjo generalmente publicados en diarios y revistas– contribuirán en buena medida a su cúmulo teórico. Para ejemplos de esos análisis, cf. Marx (1969, 1986 y 1987).
9 En este y en los siguientes párrafos no haré la remisión a las páginas donde se extraen las citas de Marx, ya que; mencionadas en la “Introducción”, todas provienen de Marx (1982, p. 3-21)
10 Años después, en El Capital, él determinará el proceso de trabajo humano (“proceso en que el ser humano, con su propia acción impulsa, regula y controla su intercambio material con la naturaleza”) como siempre constituido por tres elementos: “la actividad adecuada a un funesto es, el propio trabajo; la materia a que se aplica el trabajo; los medios de trabajo, el instrumental de trabajo” (Marx, 1968, p.202).
11 Es el caso, para quedarnos entre los “clásicos” de las ciencias sociales, de Durkheim y Weber. En sus obras, se encuentran análisis y proposiciones que ofrecen indicaciones pertinentes a la comprensión de la vida social; dadas, sin embargo, a sus concepciones teóricas y metodológicas (conducentes a pensar las relaciones sociales en el marco de una ciencia particular y autónoma, la sociología, de ella excluida precisamente la cuestión de la producción material, tornada objeto de otra disciplina académica, la economía), ellos –mismo Weber que, se sabe, se interesaba por la Economía– no fueron capaces de elaborar una teoría social apta a dar cuenta de la articulación entre relaciones sociales y vida económica. Para una crítica de principio a la sociología como ciencia particular y autónoma, cf. Lukács (1968, cap. VI).
12 “[…] En el análisis de las formas económicas, no se puede utilizar ni microscopio ni reactivos químicos. La capacidad de abstracción substituye esos medios” (Marx, 1968, p. 4).
13 El análisis cuidadoso de esas categorías se encuentran en Lukács (1970, cap III y 1979, p. 77-171)
14 Es precisamente esta riqueza categorial que no aparece en las exposiciones que generalmente pretenden divulgar “el método de Marx” – su conocimiento exige la lectura de la obra del propio Marx, en especial El Capital.
15 He aquí por que Lucien Goldmann califica el método de Marx como “genético-estructural” y Gyórg Lukács lo designa como “histórico-sistemático”.
16 N. de T.: trabas
17 Y es innecesario decir que esta reproducción ideal, cuya validez, la historia real del capitalismo del ultimo siglo y medio viene reafirmando, en la medida en que es necesaria, no es suficiente para dar cuente del capitalismo contemporáneo: nuevos fenómenos, señalando nuevos procesos, emergerán de la dinámica del capital, fenómenos y procesos que Marx ni podría haberlo hecho. Pero es el método por el descubierto que posibilita el tratamiento crítico-analítico de la contemporaneidad, en autores tan diversos como Mandel, Meszáros, Harvey y tantos otros.
18 N de T: Gründrisse
19 El marxista que mejor aclaró la concepción de totalidad en la obra marxiana fue Lukács. Después de criticar la concepción de totalidad tal como la piensa la filosofía burguesa (bien como su adulteración por el fascismo), el escribe: “la verdadera totalidad, la totalidad del materialismo dialéctico, […] es una unidad concreta de fuerzas opuestas en una lucha reciproca; esto significa que, sin causalidad, ninguna totalidad viva es posible y que, además, cada totalidad es relativa. Significa que ya sea que se exprese en un nivel más alto, ya sea que se exprese en un nivel más bajo; ella resulta de totalidades subordinadas, y a su turno; es función de una totalidad y de un orden superiores; se sigue pues, que esta función es igualmente relativa. En fin, cada totalidad es relativa y mutable, mismo históricamente: ella puede agotarse y destruirse– su carácter de totalidad subsiste apena ser el marco de circunstancias históricas determinadas y concretas” (Lukács, 2007, p. 59). Mészáros observa que, con esta concepción, extraída del pensamiento de Marx, se evita tanto el misticismo de la totalidad –tomada directamente en su inmediaticidad, con la suspensión de sus mediaciones, que el fascismo cultivo, cuanto su extremo opuesto, vale decir, su negación, que lleva a la fragmentación y a la psicologización de la vida social (in Parkinson, org., 1973, p. 78 y ss.).
20. N de T: Así pues, marxismo ortodoxo no significa reconocimiento acrítico de los resultados de la investigación marxiana, ni “fe” en tal o cual tesis, ni interpretación de una escritura “sagrada”. En cuestiones de marxismo la ortodoxia se refiere exclusivamente al método. Esa ortodoxia es la convicción científica de que en el marxismo dialéctico se ha descubierto el método de investigación correcto, que el método no puede continuarse, ampliarse ni profundizarse más que en el sentido de sus fundadores. Y que en cambio todos los intentos de “superarlo” o “corregirlo” han conducido y conducen necesariamente a su deformación superficial, a la trivialidad, al eclecticismo. (Lukács; 1985, p. 24-25)

 

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