Fuente: Iniciativa Debate/Domingo Sanz
Hola Europa, necesitamos que seas nuestro Primo de Zumosol aquí y ahora
Quizás no sepas a qué me refiero. Se trata del protagonista corpulento de uno de los anuncios más famosos desde que hay televisión en España.
Corría el año 1991 y cuando, meses después, aquel arquero consiguió encender con su flecha el pebetero de Barcelona 92, bien podemos afirmar que en pocas ocasiones ha sucedido que tanta gente, y en un instante tan breve, consiguiera quemar tantos malos recuerdos. Pero solo fue magia, en tanto que truco, y cuando Madrid intentó lo mismo fracasó. Y ello a pesar de que apostó en esa aventura todo el “relaxing cup of café con leche” de que disponía.
Te hablaba, Europa, de un anuncio, y mucho mejor es verlo que lo que yo pueda escribir para que entiendas como es el “Primo” que Europa debe ser para España. Solo son 33 segundos y están aquí…
Seguro que ahora me comprendes, pero, en cualquier caso, te voy a explicar nuestra situación y verás con claridad que eres imprescindible para consolidar y, si fuera posible, mejorar la democracia que hay en España.
En primer lugar, pensé en recurrir al gobierno de Sánchez, pero, al paso que vamos, no van a ganar ni para pagar a los abogados que les tienen que defender de las causas que inician algunos jueces. Lo hacen a instancias de personas espoleadas por los líderes del PP y Vox principalmente, unos políticos a quienes no recuerdo haberles oído condenar de verdad el golpe de estado del 18 de julio y la dictadura de Franco. Este asunto es grave porque en ocasiones, y para confirmar el peligro, las investigaciones judiciales caen en manos de mandos policiales cuyo pasado certifica el riesgo que significan para la democracia.
Mira por donde, abro “El País” digital ahora mismo, son las 23:30 horas del 31 de mayo, y leo en portada que “El Gobierno se enfrenta a 45 querellas y denuncias en el Supremo por la gestión de la pandemia”.
También pensé en acudir al Congreso, donde los grupos parlamentarios debaten y aprueban las leyes y controlan al gobierno, pero, con esto de la pandemia, están bajo mínimos y la mayor parte del tiempo lo dedican a aprobar prórrogas del Estado de Alarma, cosa que les tiene centrados en equilibrios para componer geometrías variables orientadas a conseguir contrapartidas a cortísimo plazo que después nunca se cumplen. El caos.
Después pensé en el Rey de España, pero le pillé el pasado viernes intentando influir en el gobierno para que regresen cuanto antes a las plazas las corridas de toros. Le pedí entonces que abdicara por propia iniciativa, ya que hace años que el gobierno no quiere que sepamos oficialmente cuantos de nosotros le queremos y cuantos no y, en las circunstancias que nos encontramos, casi es mejor no saber otra vez lo que sí sabemos, que la Monarquía nos dividirá por la mitad, más o menos uno. Para estos casos tenemos uno de esos refranes de la sabiduría popular, pero no voy a repetirlo porque, si Felipe VI abdicara, como hizo su bisabuelo hace noventa años, ningún demócrata de los de verdad se sentirá fracasado.
Pero ya ves, han pasado cuatro días y Felipe VI ni caso. Le dije que se lo pedía por el gran ejemplo de sacrificio personal que supondría su abdicación, con el valor añadido del ahorro de gasto público en un momento vital para España. Pero no solo por eso. Sobre todo, y esto es lo que quizás ha entendido menos, o yo no se lo he sabido explicar, le transmití que con su decisión trasladaría a la clase política la obligación de construir una nueva forma de Estado, lo que acabaría de golpe con el día a día de insultos, amenazas y denuncias en los juzgados porque, de repente, todos se darían cuenta que tendrían que volcarse a una “reconstrucción” de verdad.
Entre paréntesis te informe que en la comisión que han montado con el mismo título por lo de la pandemia, presidida por Patxi López, no hacen más que montar trifulcas.
En resumen, que Felipe VI se niega a dejarlo por su propia voluntad, una decisión que sería ideal porque así no habrá ningún culpable de que España deje de tener rey y, por tanto, todos se verían impulsados a colaborar a la hora de dibujar una “nueva normalidad”, pero nueva de verdad. Esa expectativa obligará a todos los que quieran seguir en política a colaborar, a sabiendas de que la última palabra de cualquier cambio la tendrán las urnas, que, gracias también a ti, Europa, estarán menos rodeadas de amenazas de las que padecimos durante la Transición, tras la muerte de Franco.
Sin intención de disculpar el atrincheramiento de Felipe VI en La Zarzuela, lo cierto es que el marrón de lo de su padre le debe tener agarrotado, pues es consciente de que las portadas de muchos países van a seguir goteando noticias con nuevas pruebas de las delincuencias de su padre, el rey Juan Carlos I, y que más de una puede afectarle a él mismo, de lleno.
Este hecho ha convertido a Felipe VI en alguien muy vulnerable, con una tendencia muy fuerte a entregarse sin condiciones a aquellos que le regalan los oídos con sus vivas al rey. Son los mismos que también acosan al gobierno desde poderes judiciales y policiales varios, y que hace casi tres años animaron a los que gritaban “¡¡A por ellos!!” contra los dos millones de catalanes que poco después votarían en un referéndum.
Europa, insisto, tienes que ser nuestro Primo de Zumosol porque, con un solo gesto por tu parte, el matón de barrio que no deja de amenazarnos decidirá volver a su casa y reconocer la legitimidad de los resultados electorales.
Pero es que hay, además, otro factor de coyuntura importantísimo que determina que este momento, y no otro, es el decisivo para que te impliques en lo que te estoy pidiendo.
Resulta que Trump tiene que someterse a las urnas el día 3 de noviembre de 2020 y, por muy imprevisible que sea ese hombre, lo normal es que durante estos meses no interfiera en la política interna de la Unión Europea y de cada uno de sus miembros tanto como lo ha estado haciendo estos años. Y si interfiere, sean más fuegos artificiales que cualquier otra cosa.
Pero la cara de esta moneda puede tener su cruz. Si Donald vuelve a ganar, y la pandemia viene siempre cargada de sorpresas, quienes van a buscar desde España, y de manera descarada, el apoyo de un presidente USA que estará dispuesto a lo que sea para romper el tablero mundial, son los mismos que están socavando cada día la muy endeble democracia española. Y lo hacen al grito de salvar la Constitución del 78 como si fuera el Código de Hammurabi, igual que presumían de defender la República mientras organizaban el golpe de Estado y la guerra civil más cruel y mortífera de Europa.
Sin retroceder a las muchas y muy discutibles decisiones adoptadas durante la década de los treinta del siglo XX, en España cometimos el gravísimo error de inaugurar este siglo, desde el mismo año 2000 y quizás para no perder tiempo en lo de hacernos daño a nosotros mismos, confiando una legislatura más, y con mayoría absoluta, a quien no había tenido ocasión de desarrollar toda su afición a la violencia durante su primer mandado.
Si Trump consigue repetir en USA lo mismo que consiguió Aznar es España, sería imperdonable que desde Europa no se hubieran tomado antes las medidas necesarias para fortalecer el proyecto europeo y España es, en estos momentos, uno de los eslabones más débiles de la cadena que protege y defiende el futuro de este continente.