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Harry Truman: un criminal de guerra en el centro de Atenas — Nikos Mottas
In Defense of Communism – 18/04/2018
Traducción del inglés: Arrezafe
Hace dos días, las fuerzas policiales griegas, siguiendo órdenes del gobierno de SYRIZA-ANEL, agredieron brutalmente a los manifestantes contra la guerra cuando intentaban derribar la estatua del presidente estadounidense Harry Truman. Esta estatua de 3,2 metros–»un fósil del sangriento imperialismo norteamericano», como la denominó el KKE en un comunicado– se encuentra en el centro de la capital griega desde 1963.
Los acontecimientos recientes nos dan la oportunidad de recordar quién era realmente Harry Truman. Representante del imperialismo estadounidense, Truman fue el autor del crimen de guerra más horrendo del siglo anterior. Nos referimos a los bombardeos nucleares de Hiroshima y Nagasaki en 1945.
«Estando en posesión de bomba, la hemos usado… Continuaremos usándola hasta que destruyamos por completo el poder militar de Japón. Sólo su rendición nos detendrá… Damos gracias a Dios porque la ha puesto en nuestras manos, y no en las de nuestros enemigos, y oramos para que Él nos guíe para usarla en su senda y para sus propósitos».
Estas horripilantes palabras fueron pronunciadas el 9 de agosto de 1945 por el presidente de los Estados Unidos, Truman, durante un discurso por radio al pueblo estadounidense. Hacía tres días que el terrorista Enola Gay había lanzado la bomba atómica llamada “Little boy” en Hiroshima y otra bomba estaba sembrando muerte, destrucción y caos en Nagasaki.
Harry Truman no solo era un asesino de masas, sino también un cínico mentiroso. Le había mentido a su propia gente, por cuanto la razón para el uso de la bomba atómica no fue poner fin a la Segunda Guerra Mundial o propiciar la rendición de Japón. Otro imperialista notable, un «carnicero» como Truman, Winston Churchill había dicho: «Sería un error suponer que el destino de Japón fue decidido por la bomba atómica. Su derrota estaba asegurada antes de que cayera la primera bomba».
Japón estaba completamente aislado y no tenía otra opción que rendirse. La verdadera razón oculta del uso de las bombas atómicas por parte del gobierno de Estados Unidos fue la de intimidar a la Unión Soviética. Al lanzar las bombas y sembrar la muerte y el terror en Japón, la administración Truman estaba enviando un mensaje amenazante al movimiento de la clase trabajadora en todo el mundo que se había fortalecido a través de la lucha antifascista de la Segunda Guerra Mundial.
Numerosos funcionarios estadounidenses, así como académicos, han revelado las descaradas mentiras de Truman. Por ejemplo, el grupo US Strategic Bombing Survey, que había sido asignado por el propio presidente Truman para estudiar los ataques aéreos en Japón, estaba redactando en un informe elaborado en julio de 1946:
«Basado en una investigación detallada de todos los hechos y respaldado, según el testimonio de los líderes japoneses sobrevivientes involucrados, es la opinión del Estudio que ciertamente antes del 31 de diciembre de 1945 y con toda probabilidad antes del 1 de noviembre de 1945, Japón se habría rendido incluso si las bombas atómicas no hubieran sido lanzadas, incluso si Rusia no hubiera entrado en guerra e incluso si no se hubiera planeado o contemplado invasión alguna».
Por su parte, el entonces Comandante Supremo de todas las Fuerzas Aliadas que luego se convirtió en presidente de los Estados Unidos, el general Dwight Eisenhower, dijo: «Los japoneses estaban listos para rendirse y no era necesario golpearlos con esa cosa espantosa». Podríamos citar muchos testimonios de varios oficiales del Ejército de Estados Unidos (almirante Leahy, general MacArthur, subsecretario de Guerra McLoy, etc.) que confirman todo lo anterior.
La historia ha documentado los tremendos efectos del holocausto nuclear en Hiroshima y Nagasaki. Truman y su administración son responsables de más de 200.000 muertes y cientos de miles de víctimas posteriores al ataque relacionadas con la radiación.
«Héroe» para la burguesía griega – «Carnicero» para el pueblo.
El criminal de guerra Harry Truman, que sembró la destrucción en Japón, es el mismo carnicero que, tres años después, ordenó el bombardeo de las heroicas guerrillas del Ejército Democrático de Grecia (DSE) en las montañas de Grammos. Fue durante la Guerra Civil Griega cuando Estados Unidos intervino para ayudar a la clase burguesa griega contra el Ejército Democrático de Grecia. En febrero de 1948, el general estadounidense James Van Fleet llegó a Atenas y se convirtió en el comandante en jefe del ejército burgués griego.
Lunes, 16 de abril de 2018: manifestantes pacifistas que intentan derribar la estatua de Truman en Atenas
En 1949, las montañas de Grammos en el norte de Grecia se convirtieron en el campo donde la fuerza aérea estadounidense utilizó por primera vez las bombas de Napalm B. Solo en una batalla, en Grammos, los estadounidenses lanzaron 338 bombas de napalm sobre posiciones del DSE. Años más tarde, las bombas de napalm fueron utilizadas por los asesinos estadounidenses en numerosas guerras imperialistas: de Corea a Vietnam y de la Guerra del Golfo de 1991 al bombardeo de Yugoslavia por parte de la OTAN.
La clase burguesa griega tenía, y todavía tiene, sobrados motivos para honrar al asesino de masas llamado Harry Truman. En 1963, sin notificar al Ayuntamiento, el gobierno griego ordenó la instalación de la estatua de Truman (un “regalo” de la organización anticomunista grecoamericana AHEPA) enclavada en el centro de Atenas.
La estatua de Harry Truman en el corazón de la capital griega es un repulsivo símbolo-fósil de las atrocidades del imperialismo estadounidense. Es un monumento que nos recuerda las intervenciones y guerras imperialistas cometidas por los asesinos del pueblo, así como nuestra deuda por la lucha continua contra la barbarie del sistema explotador capitalista y los modernos “Trumans” que lo sirven.