Fuente: La Jornada 02.05.22
Como ha señalado el economista Michael Hudson, durante más de una generación destacados diplomáticos estadunidenses advirtieron sobre lo que creían representaría la última amenaza exterior del imperio: una alianza de Rusia y China que dominaría Eurasia. La guerra económica, las sanciones y la guerra híbrida de EU contra China y Rusia han terminado uniendo a ambos países, y están empujando a otros a su emergente órbita euroasiática. Lo que a mediano plazo podría configurar una geoeconomía bipolar: Occidente
vs Eurasia.
Según Sergey Glazyev, miembro de la Academia Rusa de Ciencias y ministro de Integración y Macroeconomía de la Unión Económica de Eurasia, asistimos a un periodo de cambio de patrones tecnológicos y mundiales que siempre va acompañado de crisis económicas estructurales y guerras, respectivamente. El cambio de patrones tecnológicos comienza con un aumento de los precios de la energía, tras el cual las economías de los países desarrollados se sumergen en una depresión prolongada, de la cual se sale por una tormenta de innovaciones
. Durante ese periodo las tensiones político-militares se intensifican y la carrera armamentista impulsa a la economía a entrar en una nueva y larga ola de crecimiento basada en un nuevo orden tecnológico. Glazyev sostiene que hoy ese periodo se está cerrando con el salto de China e India al liderazgo del desarrollo técnico y económico mundial, con base en un nuevo orden tecnológico cuyo núcleo es un complejo de tecnologías nano, bioingeniería, información, digitales, aditivas y cognitivas.
Al mismo tiempo, se transita hacia un sistema alternativo de gestión de desarrollo económico, cuyo núcleo también radica en el sudeste asiático, y como ocurre siempre en esos periodos, apunta Glazyev, la élite dirigente de los países centrales provoca una guerra mundial para intentar mantener la hegemonía intracapitalista global.
En el marco de una estrategia planificada de histerización de la población (rusofobia), en la coyuntura la élite plutocrática y militar estadunidense está desplegando una guerra híbrida informacional-cognitiva y monetaria-financiera contra China y Rusia, para caotizar a ambos países, y también a India.
Michael Hudson y Sergey Glazyev coinciden en que la reciente confiscación (robo) del oro y de 300 mil millones de dólares en reservas extranjeras rusas en cuentas de custodia de los bancos centrales occidentales –como ocurrió antes con Venezuela, Irak, Irán y Afganistán−, junto con el asalto selectivo a las cuentas bancarias de multimillonarios rusos, socavaron el estatus del dólar, el euro, la libra esterlina y el yen como monedas de reserva global, lo que acelerará el desmantelamiento en curso del orden económico global, ya que es poco probable que algún país soberano continúe acumulando reservas en esas monedas, y busque remplazarlas por monedas nacionales y oro, o una nueva moneda de pago digital fundada a través de un acuerdo internacional.
La mayoría de las transacciones entre los países miembros de la Unión Económica de Eurasia ya están denominadas en monedas nacionales y se está produciendo una transición similar en el comercio con China, Irán y Turquía; tendencia que podría incluir a India. En forma paralela se impulsa el desarrollo de un sistema de pago digital no bancario, que estaría ligado al oro y otras materias primas negociadas en bolsa.
La crisis de los precios de la energía y los alimentos –Rusia y Ucrania son grandes exportadores de granos− está afectando a los países del sur global. Pero también a las economías de EU y Europa que tienen que encarar el boicot al gas ruso, y además necesitan cobalto, aluminio, paladio y otras materias primas básicas que podrían ser usadas por el Kremlin como medio de presión para la remodelación de la diplomacia y el comercio mundial.
La estrategia estadunidense de utilizar a Ucrania como cuña entre Rusia y China no ha funcionado. En cambio, el aluvión de sanciones contra Moscú ha tenido el impacto de reforzar la compleja integración integral de las economías rusa y china, que podría fortalecerse con la articulación de la Nueva Ruta de la Seda de Xi Jinping y la Unión Económica Euroasiática impulsada por Putin.
A su vez, como señaló Hudson, la diplomacia de fuerza de EU le ha refregado en la cara a la Unión Europea su abyecto servilismo
, por lo que el próximo enfrentamiento podría producirse dentro de Europa, cuando políticos nacionalistas traten de liderar la ruptura del telón de acero impuesto por la Casa Blanca para encerrar a sus satélites en la dependencia de los suministros estadunidenses de gas licuado con tarifas más altas.
En definitiva, en el marco de la actual fase de acumulación militarizada
−como la llama William I. Robinson−, que a raíz del suministro masivo de armas a Ucrania dispararon las acciones de megacorporaciones militares y de seguridad estadunidenses como Raytheon, General Dynamics, Lockheed Martin, Northrop Grumman y Boeing, la maniobra del Estado profundo que controla a Joe Biden pudo ser garantizar que Europa contribuya más a la OTAN, compre más material bélico al complejo militar-industrial y se encierre más en la dependencia comercial y monetaria impuesta por EU.
Sin descartar, que como ha ocurrido históricamente con otros presidentes de EU, la administración Biden se involucre directamente en la guerra con fines electorales, o utilice a Polonia y Rumania para desestabilizar más el entorno ucranio.