Fuente: La Jornada Emir Sader 24.11.21
La nueva Constitución, con paridad de género y representación directa de los mapuches, quienes eligieron al presidente, ya comenzaba a elaborarse, siempre en una dinámica progresista. Cuando comenzó la dinámica de la elección presidencial, que dejó a la Asamblea Constituyente medio en la sombra y proyectó una disputa que tuvo un resultado contradictorio con las tendencias de la nueva Constitución.
Tras fluctuaciones en las urnas, el resultado de la primera vuelta colocó al candidato de extrema derecha, José Antonio Kast, en primer lugar, con una diferencia de casi 2 por ciento para el candidato del Frente Amplio, Gabriel Boric, en segundo lugar. La noticia más importante fue el voto de un candidato que parecía bizarro, Franco Parisi, que hizo campaña desde Alabama, Estados Unidos, porque no puede regresar a Chile, debido a una multa millonaria de pensión que adeuda a su ex mujer. Quedó en tercer lugar, superando al candidato del Partido Socialista y Democracia Cristiana –que había gobernado desde la redemocratización del país– y al candidato del presidente de mala reputación Sebastián Piñera.
La proyección para la segunda vuelta favorece, en una primera evaluación, a Kast, que podría contar con los votos de Parisi y Sebastián Sichel, el candidato de Piñera, que suman 25 por ciento de los votos. Mientras, Boric debe contar con los votos de los candidatos de la Democracia Cristiana-Partido Socialista, Yasna Provoste y Marco Ominami, cuyos votos combinados rondan 20 por ciento. En caso de que se produzcan estas transferencias, Kast ampliaría su ventaja a casi 7 por ciento.
¿Cuáles son los nuevos factores que cambiaron las encuestas y proyectaron el favoritismo del candidato de extrema derecha en la segunda vuelta?
Antes de todo, está en Chile el mismo fenómeno presente en otros países latinoamericanos –Brasil y Argentina, por ejemplo– de la proyección ascendente de candidatos de extrema derecha. En Chile, Kast exploró temas como la lucha contra la corrupción y la vieja política –se distanció de Piñera, también para no sufrir el desgaste del actual presidente–, contra el Estado y en favor de la privatización, la lucha contra la violencia, contra la inmigración –tema delicado en el norte del país– y un programa económico neoliberal, reivindicando tanto a Pinochet como a Bolsonaro, mientras en otros países, incluso la derecha intentó distanciarse del presidente brasileño.
El candidato del Frente Amplio, Gabriel Boric, defiende un programa clásico de la nueva izquierda: antineoliberal en la economía, defensor de las políticas para preservar el ambiente, las políticas de los movimientos de mujeres, la descentralización política, favoreciendo las regiones más atrasadas del país.
Parisi defiende un programa económico neoliberal, antipolítico y antiestatal, con apariencia liberal, en defensa del pueblo
, como expresó en nombre del partido que creó el Partido de la Gente. Terminó capitalizando el voto de jóvenes, que solían abstenerse, en la primera vuelta.
Chile aprobó hace unos años el fin del voto obligatorio, lo que provocó una caída radical de la participación electoral. Gran parte de los jóvenes ni siquiera sacó su título electoral. Presidentes, como la propia Michelle Bachelet, fueron elegidos con menos de 30 por ciento de los votos. Más de la mitad de los chilenos comenzaron a abstenerse.
Aun con las movilizaciones de los últimos dos años, la participación en estas elecciones se mantuvo baja, con abstenciones de más de 50 30 por ciento. Este universo sigue siendo la variable que eventualmente puede cambiar el resultado de la primera a la segunda ronda.
En cualquier caso, el panorama político de Chile ha cambiado. La extrema derecha muestra mucha fuerza. Los partidos tradicionales –Socialista y Democracia Cristiana– prácticamente desaparecen como fuerzas importantes, aunque mantienen una cierta banca en el nuevo Parlamento. La nueva izquierda, el Frente Amplio, ocupa el centro de las alternativas de izquierda.
Una eventual victoria de Kast dejará a Chile en una situación de aislamiento, contando con el gobierno brasileño, en el último año del mandato de Bolsonaro. Si Lula es elegido, la alianza de los tres países más grandes de América Latina –Brasil, Argentina y México– contribuirá de manera decisiva a consolidar este aislamiento. La reanudación del modelo neoliberal en Chile tendría pocas posibilidades de darle fuerza al nuevo gobierno, como sucedió con el gobierno de Mauricio Macri en Argentina.
La segunda vuelta, el 19 de diciembre, será muy disputada y los resultados dependerán de la transferencia de votos de los otros dos candidatos a Kast, manteniendo el universo actual de votantes. O bien la izquierda descifra a los abstencionistas y consigue movilizar una parte significativa de ellos, logrando volver a repartir las cartas del juego y volviendo el voto a su favor. Los jóvenes, que fueron protagonistas fundamentales en las movilizaciones de los últimos dos años, pueden ser decisivos para este giro.