Fuente: La Jornada Emir Sader 12.01.22
En aquel momento, terminada la dictadura en 1975, se dio un largo proceso de transición democrática, con una serie de circunstancias que hicieron que el primer presidente civil fuera José Sarney, originario del mismo régimen militar.
Fue una transición conservadora, en que la democratización se ha limitado al restablecimiento del sistema político liberal. Nada más se ha democratizado en el país: ni la propiedad de la tierra, ni los medios, tampoco el sistema judicial o cualquier otra instancia de poder en la sociedad brasileña.
La fuerza de la izquierda era pequeña, no logró siquiera el voto directo para la elección del presidente de Brasil. Fue un colegio electoral el que lo hizo.
En 2022 se dibuja una nueva transición democrática. Todas las encuestas dan la posibilidad de victoria de Lula, incluso en primera vuelta. Ninguna encuesta, ni ningún análisis apunta a la posibilidad de que Bolsonaro logre religirse. A su vez, el lanzamiento de la candidatura del juez Sergio Moro ha fracasado, él se queda como uno más del montón de precandidatos con índices muy bajos en las encuestas.
Este 2022 será de campaña electoral, sin duda. Marzo es el plazo para presentación de candidaturas. Lula será candidato por el PT, con el apoyo de otros partidos de izquierda. Hay especulaciones sobre si Bolsonaro pudiera desistir de su candidatura, para no tener que hacer debates con Lula y para no sufrir una derrota apabullante. Podría garantizar un cargo parlamentario, que lo defendería de las graves acusaciones que pesan en su contra.
Será, de todas maneras, una campaña sui generis. Lula y Dilma, victoriosos dos veces, nunca habían ganado en primera vuelta. Esta vez Lula no es más el candidato del PT. Es el candidato de todas las fuerzas democráticas y antibolsonaristas.
Su campaña recoge las demandas acumuladas en estos años de autoritarismo, de negacionismo, de arbitrariedades, de odios y de desprecios por las vidas humanas y por la democracia. Por ella representa a la gran mayoría de los brasileños, marginados de la política por quienes se valían de la crítica de la política para ejercer el poder de la forma más arbitraria.
El antipetistmo fue superado por el antibolsonarismo. Esta es la clave del cambio radical de la situación en Brasil. Se había valido del olvido de las experiencias de gobierno del PT para intentar imponer una falta memoria de que los problemas actuales del país serían herencias de lo que el PT había generado.
Pero es el carácter brutal que ha asumido la presidencia de Bolsonaro al hacer que él se volviera el personaje predominante en la vida política brasileña en los últimos tres años. El alza del rechazo al presidente ha hecho que el antibolsonarismo sea el factor fundamental que se fue generando en los dos últimos años, hasta el último año del primer mandato de Bolsonaro.
Surgido de la trayectoria del PT y de sus propias experiencias de gobierno, Lula, así como salió de la cárcel y recuperó todos sus derechos, pasó a liderar las encuestas presidenciales. Difícil imaginar cómo esa situación pueda cambiar.
Ni por la vía de alguna caída brutal del apoyo que Lula recibe, ni por la recuperación del apoyo de Bolsonaro, tampoco por la ascensión de algún otro candidato. Este parece ser el intento que le queda a la derecha no bolsonarista, dentro de la cual están los medios. Sería retomado el intento, fracasado hasta ahora, del juez Moro como su candidato alternativo.
En ese marco, todo indica que, conforme pase el tiempo hasta el 2 de octubre, día de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, se consolide el favoritismo de Lula, con adhesiones de cada vez más gente a su candidatura. Él ya tiene el apoyo de poco más de la mitad de los evangélicos. El sector más resistente es el de los empresarios, que mayoritariamente aún apoya a Bolsonaro.
El intento de teatralizar su internamiento en un hospital como resultado de un supuesto caso de obstrucción intestinal por parte de Bolsonaro demuestra cómo su arsenal de instrumentos es viejo, pero sin la eficacia anterior.
Habrá otros acontecimientos como esos. Queda pendiente saber si serán suficientes para impedir que Lula gane en primera vuelta o que Bolsonaro impida que otro candidato lo supere.
Este 2022 es de nuevo un año importante en Brasil, decisivo para el futuro del país y, de alguna manera, para el conjunto del continente, junto con las elecciones en Colombia. Lula y Petro son sus protagonistas centrales.