Hacer y conocer por Miguel Alejandro Pérez

El Sudamericano

CEMEES | Enero 2025

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Como se sabe, el materialismo rechaza la identidad de ser y pensar. Acepta más bien la correspondencia entre lógica objetiva y subjetiva, pero priorizando el ser sobre el pensamiento. En otras palabras, el materialismo reconoce que la unidad entre la conciencia (lo subjetivo) y la existencia (lo objetivo) se desarrolla sobre la base de la primacía del ser.

En este sentido, el materialismo marxista enfrenta la dificultad de reafirmar la prioridad del ser sobre el pensamiento sin caer en el objetivismo, sino desarrollando antes bien el aspecto activo o subjetivo de la realidad. Así, el materialismo marxista resuelve el problema de la relación entre conocer y hacer integrando teoría y práctica desde una perspectiva dialéctica. Desde este punto de vista, el marxismo no separa el hacer (actuar o transformar) del conocer (interpretar o comprender). El conocer es un hacer tanto como el hacer representa asimismo un conocer. Resulta claro que “el materialismo presupone el partidismo.”

De esta manera, el materialismo marxista desarrolla una concepción “práctico-crítica” de la historia que reconoce la necesidad de entender la realidad para actuar sobre ella, así como de transformar la realidad para entenderla. En su tesis III sobre Feuerbach, Marx explica que la coincidencia entre la modificación de las circunstancias y la actividad humana solo puede comprenderse como práctica revolucionaria, destacando en suma la indisolubilidad de acción y crítica, de teoría y práctica, en la actividad práctica.

La práctica revolucionaria, según el método marxista, permite superar antinomias que la teoría no puede resolver por sí misma, como la separación entre verdad e historia, la contraposición abstracta entre ser y pensamiento, entre sujeto y objeto, libertad y necesidad, la oposición abstracta entre ser y Deber-ser. Marx establece en efecto que discutir la realidad o terrenalidad de un pensamiento constituye un litigio bizantino si la discusión se aísla de la práctica. Mucho antes que Marx y Engels, el italiano Vico había señalado que “lo verdadero es lo hecho”, esto es, el ser humano sólo conoce bien lo que sabe hacer: “el conocimiento es acción”.

Por otra parte, el antiguo materialismo mecanicista se limitaba a contemplar a los individuos dentro de la llamada “sociedad civil” dividiendo a la sociedad en dos partes, “una de las cuales está por encima de la sociedad”. El materialismo marxista asume en cambio la perspectiva de la “humanidad socializada” rechazando las grandes y pequeñas robinsonadas propias de la ciencia social “atomística” del siglo XVIII cuyas profecías comenzaban con sujetos aislados e independientes: “los robinsones ilustrados de Rousseau –explica Bujarin–, que «fundan» la sociedad y la historia como si fueran un club de ajedrez, y con la ayuda de un «contrato»”. El marxismo materialista rechaza en suma todos los “robinsones epistemológicos” construidos a partir del supuesto tan antihistórico como antisocial de un individuo abstracto y aislado postulado por el antiguo materialismo contemplativo como punto de partida de la historia.

De acuerdo con esta perspectiva del materialismo marxista, el “yo” como principio filosófico fundamental es totalmente erróneo, sobre todo si se advierte que en el “yo” de cualquier sujeto empírico siempre está contenido el “nosotros”: como señala Marx, el hecho más bien raro de la producción por parte de un individuo aislado resulta posible sólo porque este último “posee ya en sí las fuerzas de la sociedad”. Por lo tanto, “el punto de partida de la verdadera filosofía debe ser no el yo, sino el yo y el .” Según el marxismo materialista, el ser humano es en fin “no solamente un animal social, sino un animal que sólo puede individualizarse en la sociedad”. En suma, la esencia humana, según Marx, es el conjunto de relaciones sociales y la vida social es, en esencia, práctica.

El materialismo marxista no separa, pues, el pensamiento de la acción. Por el contrario, hace coincidir ambos momentos en la actividad revolucionaria “práctico-crítica” que representa de hecho una síntesis de acción y pensamiento. El marxismo materialista asume el objetivo fundamental de transformar el mundo superando tanto el carácter contemplativo del antiguo materialismo mecanicista como el estancamiento de Hegel en la actualidad que había significado una absolutización del presente o una especie de reconciliación estoica de la idea con lo real.

El marxismo acepta, pues, que pensar y hacer la historia son actividades que se identifican mutuamente. “La facultad de pensar la historia y la facultad de hacerla o crearla, se identifican”: entre pasado y futuro priva entonces la misma unidad inextricable que existe entre actuar y comprender, entre hacer y conocer. “Quien no puede imaginar el futuro, decía José Carlos Mariátegui, tampoco puede, por lo general, imaginar el pasado.” Giordano Bruno apuntaba algo similar cuando afirmó que “sólo quien vive los años propios (…) puede revivir los años ajenos.” Desde este punto de vista, la existencia es del orden del hacer y el ser humano es, precisamente, lo que hace. “No podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí”, advertía Marx. En efecto: “no juzgamos a los hombres por el brillo del uniforme que se han puesto ellos mismos, ni por el pomposo sobrenombre que a sí mismos se dan, sino por sus actos (…).”

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