Fuente: https://www.telesurtv.net/bloggers/Guatemala-y-el-desafio-de-un-proceso-de-Asamblea-Constituyente-Plurinacional-20210729-0002.html?utm_source=planisys&utm_medium=NewsletterEspa%C3%B1ol&utm_campaign=NewsletterEspa%C3%B1ol&utm_content=31 Itzamná Ollantay 29 julio 2021
Sectores urbanos y rurales de Guatemala, nuevamente salen a las calles a realizar un “paro nacional” exigiendo la renuncia de la Fiscal General y del Presidente de la República por “actos de corrupción”.
El acumulado fastidio social se reactivó con la injustificada destitución de un fiscal anticorrupción que estaba “a punto de probar” responsabilidades penales de varios actores políticos en ejercicio en el país.
Un Estado criollo que enriquece a pocos y empobrece incluso a la nostálgica “clase media”
Para ningún visitante o estante en el país es imperceptible la indignante desigualdad social y económica que rige en el país. Mientras existen pocas familias que poseen y derrochan riqueza cual si fuesen dioses en tierras mayas, las grandes mayorías sociales sobremueren en la exclusión y en la pobreza desesperados en agenciarse de medios de vida.
El bicentenario Estado nación criollo guatemalteco, que desde su origen y en su historia, fue tremendamente excluyente y violento con las grandes mayorías, jamás logró constituirse y/o expandirse en todo el territorio nacional como facilitador bienestar para su población.
Más por el contrario, dicho Estado fue diseñado y opera como una herramienta legitimadora del enriquecimiento inmoral de las élites, y como un aparato de colonialismo interno contra los pueblos indígenas y campesinos del país.
Entonces, ¿por qué los sectores populares se indignan ante la destitución de un fiscal?
Según la lógica de Hegel, las relaciones de dominación perduran en el tiempo en la medida en que el “esclavo ama y defiende al amo”. Algo parecido ocurre con los sectores populares de Guatemala con relación al Estado nación del cual no son, ni nunca fueron parte. “Para existir social e individualmente necesitan afirmarse como parte del Estado criollo que les hace mucho daño”.
Este sentimiento de falsa pertenencia al Estado criollo, promovido e irradiado por agentes de las instituciones estatales (en su gran mayoría mestizos escolarizados), hace que las “víctimas” terminen siempre defendiendo y clamando por la restauración del aparato estatal que los excluye y coloniza.
Al parecer, en un buen porcentaje de los sectores populares, que ahora nuevamente salen a las calles exigiendo la renuncia del Gobernante y de la Fiscal de turno, como ocurrió en 2015, para “evitar que el Estado caiga o colapse”, prima más la neofobia (miedo al cambio) y instinto existencial de “vale más un referente conocido que un proyecto desconocido por construir”.
Esta es una de las razones del por qué “víctimas o esclavos” incluso escolarizados, ahora, en protesta callejera, se niegan a la posibilidad de debatir y promover un proceso de Asamblea Constituyente Popular y Plurinacional para Guatemala.
Estas protestas sociales destituyentes, consciente o inconscientemente lo que hacen es afianzar/oxigenar al Estado criollo y evitar o postergar la posibilidad de posibilitar procesos constituyentes para crear el Estado Plurinacional mediante un consenso ampliado y plural entre todos los pueblos y sectores del país.
Se dice protestar contra la corrupción en el aparato estatal, pero se sabe que el Estado criollo fue creado por élites corruptas para evitar pagar impuestos a la Corona española, y saquear los territorios de los pueblos originarios. Esas élites corruptas, o sus herederos, hoy, tampoco pagan impuestos al Estado.
En dos siglos de República, se demostró que los estados criollos en Abya Yala son consustanciales a la corrupción, y la corrupción pública se premia con la impunidad. ¡Si queremos superar la corrupción pública, debemos diseñar un nuevo sistema político jurídico que prevenga y castigue la corrupción!.
Esto implica crear un nuevo Estado con la participación decisiva de todos los pueblos y sectores, mediante un proceso de Asamblea Constituyente Popular Plurinacional.
Existen sujetos y propuestas constituyentes, pero son indocampesinos
Ante la “esclavitud mental y conductual” de los sectores sociales con mayor grado de escolaridad que se resisten a cambios estructurales, y promueven la “restauración del Estado criollo colonizador”, comunidades indígenas y campesinas, organizadas en “resistencia”, desde diferentes territorios del país proponen y promueven procesos de cambios estructurales mediante una Asamblea Constituyente Popular y Plurinacional para crear un Estado Plurinacional y posibilitar el Buen Vivir para todos y todas.
Dichas propuestas, incluso están escritas y publicadas (accesibles incluso en internet) en el idioma castellano. Pero, la “ciudadanía indignada” y movilizada ante la corrupción pública se resiste a leerlas y promoverlas.
Desde el año 2012, las comunidades en resistencia, en el área rural, no pierden, ni tiempo, ni ritmo, en debatir y socializar los posibles cambios estructurales que debe contener la nueva Constitución Política.
Realizaron y realizan diferentes acciones colectivas de calle proponiendo y exigiendo la convocatoria a un proceso de Asamblea Constituyente Popular y Plurinacional, pero casi no encuentran eco en los sectores sociales con “mayor grado de escolaridad”. Mucho menos, en la endeudada clase media que vive de la función pública estatal. ¿Por qué? ¿Racismo? ¿Miedo a perder privilegios, incluso culturales?
Lo cierto es que, ahora, salen los sectores sociales “exigiendo la renuncia del Gobernante y de la Fiscal General de turno” para restaurar al Estado criollo que no pudo ser y cuyas instituciones se caen a pedazos fruto de su putrefacción. A la siguiente semana, sale el sector indígena rural y urbano exigiendo la instalación de un Gobierno transitorio que posibilite la convocatoria a un proceso de Asamblea Constituyente Popular y Plurinacional. Un contraste de protestas callejeras similares a las de 2015. Veremos, si Guatemala (víctima de su racismo o ignorancia) continúa desoyendo esta propuesta que como método actualmente orienta el caminar de los pueblos en las bicentenarias repúblicas neoliberales de Chile y Perú.
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