Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/good-bye-ansar Gerardo Tecé 28/02/2020
Año 1989. Para evitarle un disgusto, el hijo de una entregada militante del Partido Socialista Unificado de la Alemania Oriental trata de ocultarle a su madre lo ocurrido durante los días en los que ha permanecido en coma: el muro de Berlín ha caído y el capitalismo ha resultado ganador de la Guerra Fría. Es el argumento de Good Bye, Lenin (2003), película estrenada en pleno calentamiento previo al bombardeo de Irak. Con la cinta aún en cartelera, George W. Bush, Tony Blair y Aznar se inmortalizaban en la famosa foto de las Azores. A día de hoy, dos de los tres protagonistas de aquella siniestra imagen han reconocido el error que cometieron y, aunque a los cientos de miles de víctimas no les sirva de mucho, han pedido perdón. El tercero de ellos, el único que nunca ha reconocido errores ni pedido perdón, se llama José María Aznar, entregado militante a la causa de sí mismo y padre político de un Pablo Casado que parece empeñado, como en Good Bye, Lenin, en seguir pintándole un mundo ajeno a la realidad.
La última bajada de persiana de Pablo Casado, para que Aznar no descubra que ahí fuera las cosas han cambiado, ha sido el nombramiento por decreto-Génova de Carlos Iturgaiz como candidato del PP vasco a lehendakari en las próximas elecciones del 5 de abril. Conocido por haber comparado la lucha de los afectados por la hipoteca con el terrorismo de ETA, por llamar hijos de puta a quienes silban al rey durante un partido de fútbol o por haber sido pillado manipulando una votación del Parlamento Vasco, el flamante candidato ha vuelto a la política animando a que los españoles de bien luchen contra los golpistas “fasciocomunistas” que gobiernan España. Una locura. O, dicho de otro modo, simple aznarismo.
El nombramiento de Iturgaiz no es el primero ni será el último capítulo de Good Bye, Ansar. Dieciséis años después del coma en el que Aznar cayó tras ser descubierto mintiendo con cadáveres aún calientes en Atocha y perder las elecciones, la nueva generación del PP se dedica a la durísima tarea de simular que el mundo es el que Aznar quiere que sea. Mientras España celebra una década sin ETA, la realidad paralela sigue empeñada en mantener con vida todo aquello. Cuando no es acusando de terrorista al primero que se les cruza, es poniendo al frente a dirigentes del ala ultra que siguen viendo a ETA en una izquierda política vasca que, desde su apuesta por la paz y el rechazo a la violencia, ha sido clave para lograr el fin del terrorismo. Una izquierda vasca que, al contrario que el PP de Aznar con Irak o el franquismo, sí condena la violencia. Mientras España demuestra en las urnas que el país es diverso y multicolor, el PP de Good Bye, Ansar se empeña en presentarnos como la única España a esa España monocolor que Aznar cree ver a través de su ventana de persianas bajadas. Como enemigo de la patria, todo signo de diversidad. Como nacionalismo peligroso, todo el que no practique el nacionalismo de extrema derecha al modo Vox. En una de sus muchas piruetas imposibles para dibujar el mundo que Aznar tiene en su cabeza, el mismo Pablo Casado que hacía de recadero con Gadafi juraba esta semana que no descansaría hasta ver juzgados por crímenes contra la humanidad a los líderes de Venezuela. Cuando en Good Bye, Lenin la madre intuía que algo que le dibujaba su hijo no cuadraba demasiado, disimulaba a pesar de que un escalofrío le recorría la espalda. Estoy seguro de que a Aznar, al escuchar a Casado hablar de juicios por crímenes contra la humanidad, le pasa algo parecido.
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